Daniel Soutullo

Células embrionarias sin embriones
(Página Abierta, 188-189, enero-febrero de 2008)

            Hay investigaciones científicas que parece casi imposible que se vean libres de polémica. En biología pertenecen a esta categoría una buena parte de las aplicaciones biomédicas, en particular las que tienen relación con los límites de la vida humana, con el nacer y el morir y, dentro de ellas, especialmente aquellas que afectan al uso de embriones.
            A diferencia de otros temas en los que con el tiempo van surgiendo puntos de encuentro en los que fundamentar un cierto consenso social (como es el caso de los trasplantes de órganos), la valoración moral de los embriones humanos está muy lejos de resultar una cuestión pacífica, debido en parte a la postura rígida y cerrada de los sectores sociales de orientación religiosa (fundamentalmente las distintas confesiones cristianas, con la Iglesia católica al frente), para los que la defensa de la integridad de los embriones tiene tanta importancia, si no más, que la de las personas nacidas. Para ellos, la salvaguarda de la dignidad humana y, por tanto, de la aceptabilidad moral de la mayoría de las investigaciones biomédicas, se mide por el respeto absoluto, sin matices, de que deben gozar los embriones.
            Los problemas afloran, sobre todo, cuando se confronta la defensa de los embriones con otros valores que es preciso proteger, como es el derecho a decidir sobre su propia vida por parte de las mujeres ante un embarazo no deseado o peligroso, o la posibilidad de avanzar hacia la curación de enfermedades graves empleando material embrionario, cuando no se dispone de otras alternativas de tratamiento.
            La importancia de las células madre (troncales, según la denominación preferida por los especialistas) embrionarias se deriva directamente de sus propiedades. Son células con una potencialidad y plasticidad muy grandes, capaces de diferenciarse y transformarse, mediante los estímulos oportunos, en células de cualquier tejido corporal, aunque por ahora el conocimiento de los mecanismos de control de esa diferenciación aún es muy insuficiente para poder usarlas en tratamientos de trasplante de tejidos. Pese a esto, la obtención de células madre embrionarias a partir de la masa celular interna de embriones preimplantatorios de varios días (que en biología reciben el nombre de blastocistos), con su consiguiente destrucción, constituye desde hace algunos años uno de los principales frentes de batalla entre los defensores de los embriones y aquellos otros que aceptan que puedan ser empleados en investigaciones de interés médico.
            Aunque la confrontación está formulada en estos términos, no todas las personas defensoras de la investigación con embriones mantienen una postura homogénea acerca de su valor. No son pocos los que piensan que los embriones son moralmente valiosos y deben gozar, por ello, de algún tipo de protección jurídica, pero consideran que no poseen un valor absoluto; y enfrentada su protección con la necesidad de emplearlos para investigaciones que puedan desembocar en tratamientos terapéuticos que ayuden a la curación de las personas y reducir, por tanto, las causas que provocan el sufrimiento humano, optan razonablemente por la aceptación de esas investigaciones.
            Esta postura en defensa de la investigación con embriones es apoyada en la actualidad por una mayoría social en nuestro país y está sancionada legalmente por dos leyes de reciente aprobación, la Ley sobre técnicas de reproducción humana asistida (de mayo de 2006) y la Ley de Investigación biomédica (de julio de 2007). En relación con este tema, la primera de ellas regula el uso de los embriones sobrantes de las técnicas de reproducción asistida, mientras que la segunda contempla la obtención de embriones por medio de la técnica de transferencia nuclear, la misma que se usa en los experimentos de clonación, aunque en este caso la finalidad no es reproductiva, sino que va encaminada a la obtención de células madre a partir de los embriones reconstruidos mediante este procedimiento.
            Ambas fuentes de embriones, los excedentes de los tratamientos de fecundación in vitro y los obtenidos mediante transferencia nuclear, alimentaron la polémica, pero fueron estos últimos los que generaron más confrontación por la propia técnica de clonación empleada. Desde los círculos más conservadores, y paradójicamente también desde algunos sectores ecologistas críticos con la biotecnología, la crítica de la clonación y su consiguiente prohibición pretendió hacerse extensiva a la clonación no reproductiva, también conocida como “terapéutica”, aunque esta denominación no es muy precisa, ya que en el estado actual de la técnica no es aún posible que pueda ser usada para realizar tratamientos terapéuticos sobre pacientes enfermos.

Una nueva vía para la medicina regenerativa

            Así estaban las cosas cuando el pasado mes de noviembre se dio a conocer la noticia de que dos grupos de investigadores de Japón y Estados Unidos, respectivamente, habían conseguido obtener de forma independiente células troncales pluripotentes (1), de características análogas a las embrionarias e incluso indistinguibles de ellas. De confirmarse los resultados de estos experimentos, su importancia en términos prácticos sería doble. En primer lugar, al ser obtenidas las células madre por desdiferenciación de células somáticas procedentes de tejidos corporales y no a partir de embriones (blastocistos) reconstruidos mediante transferencia nuclear, podría salvarse uno de los principales cuellos de botella que presenta esta técnica, que es el elevado número de ovocitos femeninos necesarios como receptores de los núcleos celulares transferidos (2), debido a la bajísima eficiencia que presenta la transferencia nuclear. En segundo lugar, al no ser necesario partir de embriones preimplantatorios para la obtención de las células madre de características embrionarias, no habría destrucción de embriones, con lo que el principal motivo de litigio moral también desaparecería.
            Aunque se trata de resultados preliminares que es preciso confirmar y desarrollar, como por ejemplo profundizar en el conocimiento de los genes responsables de la desdiferenciación de las células somáticas en células madre, no cabe duda de que estas investigaciones son muy alentadoras y abren una nueva vía para la medicina regenerativa. En cualquier caso, las células resultantes de estos experimentos, al poseer las mismas características y propiedades de las células madre embrionarias, también tienen sus mismas ventajas e inconvenientes (excepto el del elevado número de ovocitos necesarios que acabamos de comentar). Entre estos últimos está la dificultad de controlar el proceso de transformación en células del tejido concreto que se desea trasplantar y su potencialidad cancerígena, puesta de manifiesto en los experimentos con células madre embrionarias realizados en ratones.
            El triunfalismo de las declaraciones del presidente de Estados Unidos, George Bush, y de los portavoces del Vaticano es comprensible, por cuanto estas investigaciones vienen a darles un balón de oxígeno y abrirles una puerta de salida para su cada vez más enrocada y aislada postura contraria a cualquier investigación con células embrionarias. Sin embargo, la afirmación de la Casa Blanca de que «la ciencia progresó gracias a la moral» resulta, además de interesada, completamente falsa. No porque la moral, en general, tenga que ser necesariamente contraria a los avances científicos, sino porque “la moral” a la que se refieren los portavoces de Bush es una moral confesional y retrógrada, que en la cuestión concreta de las investigaciones con células madre no paró de poner todo tipo de obstáculos, incluso por vía legislativa, a su avance.
            James Thomson, director del equipo estadounidense que llevó a cabo uno de los experimentos que estamos comentando y que fue también el primer investigador en obtener, en la segunda mitad de los años noventa, células madre procedentes de embriones sobrantes de la fecundación in vitro, tuvo que soportar las limitaciones y dificultades para trabajar en estas investigaciones debido a los recortes y obstáculos procedentes de la Administración de Bush. Su opinión al respecto es que «la polémica política retrasó avances significativos durante los últimos cinco años», al tiempo que señala que fueron las investigaciones previas con células embrionarias las que propiciaron los conocimientos y los avances necesarios para el logro actual de conseguir células (como las) embrionarias sin embriones.
            En mi opinión, no carece de importancia el hecho de que se puedan obtener células madre pluripotenciales de características análogas a las embrionarias sin tener que recurrir a la destrucción de embriones, no sólo por lo positivo en sí que es no tener que sacrificar embriones para alcanzar el mismo resultado científico y práctico, sino porque de esta forma se evita violentar la conciencia moral de una parte de la sociedad (aunque a las personas más conservadoras no les preocupe en absoluto violentar la conciencia moral de la otra parte).
            Pero más importante aún que la cuestión de los embriones es el hecho de que la probable consolidación de esta línea de investigación hace que la medicina regenerativa de trasplante celular a partir de la diferenciación de células madre podría estar mucho más cercana en el tiempo –sin las graves limitaciones en cuanto al suministro de ovocitos que la transferencia nuclear exige, las cuales hacían extremadamente dificultosa su aplicación clínica–, lo que supone una ventana a la esperanza para todas aquellas personas enfermas y sus familias que esperan poder beneficiarse en un futuro no muy distante de las aplicaciones médicas de estas investigaciones científicas.

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(1) Por células pluripotentes se entiende la capacidad de diferenciarse para dar lugar a cualquiera de los tejidos existentes en el organismo.
(2) Recuérdese que la clonación por transferencia nuclear consiste en trasplantar el núcleo de una célula procedente del individuo que se quiere clonar a un ovocito receptor enucleado (del que previamente fueron extraídos sus cromosomas).