Daniel Soutullo
Biología, cultura y ética
(Página Abierta, 175, noviembre de 2006)

            Lo que sigue es el prefacio del libro de Daniel Soutullo Biología, cultura y ética. Crítica de la sociobiología humana, editado por Talasa (Madrid, 2005. 140 páginas. 15 euros), obra que ha sido galardonada con el premio 2005-2006 de Investigación sobre Bioética de la Fundació Víctor Grífols i Lucas (*).  

            Este ensayo tiene su origen en una conferencia que impartí en la XV Semana Galega de Filosofía de Pontevedra, celebrada en abril de 1998. El texto de la conferencia fue publicado como artículo en la revista gallega de cultura Grial (1). El presente escrito es una reelaboración muy ampliada de aquel artículo.
            Lo que aquí voy a exponer es una discusión acerca de una de las facetas de la relación entre ideología y biología. Esta relación pue­de ser abordada desde muy distintos puntos de vista. Cuestiones tan variadas como la de las razas humanas, la eugenesia, las implicaciones ideológicas de la teoría darwiniana o, más reciente­mente, el Proyecto Genoma Humano, entre otros temas, pueden ser abordadas desde el punto de vista de las relaciones entre biología e ideología.
            No obstante, aquí me ocuparé de un tema más general, que está casi universalmente presente en la relación entre la biología y los asuntos humanos. Éste es el del determinismo biológico. Para ser más concretos, el objetivo es realizar una crítica de la sociobiología humana, la doctrina que debe su nombre a la obra de Edward O. Wilson, Sociobiología, la nueva síntesis (2), publicada en 1975, que constituye su formulación más moderna y prestigiosa.
            El determinismo biológico, o quizás podríamos denominarlo con más precisión determinismo genético, es una forma de pensamiento muy influyente en la biología y también fuera de ella, que trata de explicar los comportamientos individuales y las formas de organi­zación social sobre la base de imperativos biológicos, en particular por la acción de los genes. La dotación genética de los individuos sería la causa determinante de su conducta y de las formas de orga­nización que las sociedades humanas establecen para maximizar su éxito reproductivo.
            Las razones que me impulsaron a abordar la crítica de la sociobiología humana son principalmente dos. La primera es que el determinismo biológico goza de una enorme influencia en la biología y en otros campos del pensamiento, siendo incluso dominante en algunas áreas, en especial en la biología molecular y quizás tam­bién en la biología evolutiva. Aunque el campo del determinismo es amplio e incluye desde formulaciones moderadas a extremas, las explicaciones basadas en la creencia de una naturaleza humana determinada por el genotipo gozan de un gran predicamento. La segunda es que las doctrinas deterministas tienen indudables implicaciones sociales, éticas y políticas que es interesante discutir.

            Resumidamente, el texto que sigue incluye las siguientes cuestiones:
            Primera. Unos brevísimos apuntes acerca de la presencia de las ideas del determinismo biológico en algunos pensadores influyentes a lo largo de la historia de la biología, desde la entrada en escena de la teoría de la evolución darwiniana.
            Segunda. Una caracterización de la sociobiología humana como forma moderna del determinismo biológico, en especial en dos obras de Edward O. Wilson, Sociobiología, la nueva síntesis y Sobre la naturaleza humana (3). Indudablemente, no son las únicas obras relevantes de esta forma de pensamiento, pero sí son las más representativas, junto con El gen egoísta (4), de Richard Dawkins (5).
            Tercera. Una crítica de los principales postulados de la sociobiología humana. Algunas de las opiniones críticas que se expondrán podrían hacerse extensivas también a la sociobiología animal, pero esta última quedará fuera del ámbito de la presente discusión. Tampoco se abordarán en detalle otros elementos generales del discurso sociobiológico, como la muy criticada tendencia a elaborar historias ad hoc, totalmente irrefutables, acerca de cómo determinados comportamientos pueden maximizar la eficacia biológica de sus portadores, o su no menos polémico programa “adaptacionista” radical, es decir, la idea de que todo rasgo físico o de conducta debe ser fruto, necesariamente, de la selección natural y su existencia se ha de justificar porque promueve una mayor adaptación de los individuos que lo presentan.
            Cuarta. Algunos comentarios acerca de las implicaciones sociales y éticas de las teorías deterministas, así como de su uso político.
            Quinta. Un capítulo final en el que se analiza la evolución del pensamiento sociobiológico de Wilson, desde sus posiciones iniciales de los años setenta hasta su postura actual, representada sobre todo por su obra, del año 1998, Consilience. La unidad del conocimiento (6).
            En síntesis, pretendo poner de manifiesto en este ensayo que el determinismo biológico, pese a su atractivo y pervivencia a lo largo del tiempo, es una forma inadecuada de enfocar la explicación del comportamiento de los seres humanos. Sus análisis conducen, en general, a conclusiones que distorsionan gravemente la naturaleza de la conducta y de las relaciones humanas, tanto desde el punto de vista biológico como social, y, por último, que, más allá de las intenciones de sus promotores, es empleado para justificar como naturales distintas características sociales presentes en las colectividades humanas, contribuyendo, por lo menos desde un punto de vista ideológico, a la pervivencia de algunas de ellas.

            Una última aclaración necesaria sobre la extensión de la crítica de la sociobiología que se va a abordar en las páginas que siguen. Aunque la sociobiología humana y la sociobiología animal comparten muchos elementos comunes en la forma de abordar los problemas, creo que no está justificado extrapolar las consideraciones críticas de la primera a la segunda.
            En primer lugar, como pertinentemente ha subrayado Michael Ruse, «se puede hacer sociobiología animal sin tener el más minimo interés real por la sociobiología humana, o incluso negando que la sociobiología pueda extenderse de un modo legítimo a los humanos» (7). De hecho, investigadores que han hecho importantes contribuciones a la teoría evolutiva desde un punto de vista sociobiológico o muy próximo a la sociobiología, como J. Maynard Smith, se han negado, explícitamente, a hacer extensivas sus conclusiones acerca del funcionamiento del mundo animal a las sociedades humanas: «Cuando se establece una analogía entre los actos humanos y los de los animales –por ejemplo, entre un combate de boxeo y una lucha entre ciervos–, se puede sugerir que los mecanismos fisiológicos responsables de las dos acciones son similares; por ejemplo, en ambos casos intervienen las mismas hormonas. Éste es precisamente el tipo de analogías que no me gusta. Quizás haya (y quizás no) similitudes fisiológicas entre la agresividad humana y la animal, pero en ninguna parte de este artículo he pretendido que exista dicha similitud» (8).
            En segundo lugar, la sociobiología animal ha realizado contribuciones notables a las explicaciones del comportamiento social de muchas especies. Particularmente esclarecedora ha sido la interpretación en términos evolutivos de las castas estériles de los himenópteros (abejas, hormigas...). La mayoría de los críticos de la sociobiología humana aceptan que la sociobiología animal representa una disciplina que, pese a los excesos adaptacionistas y reduccionistas y a algunas debilidades metodológicas, constituye un programa de investigación fecundo e interesante (9).
            Asi pues, en lo que sigue hablaremos de la sociobiología humana en el contexto más general del determinismo biológico, sin por ello extender a toda la sociobiología las consecuencias de nuestros argumentos críticos. Recíprocamente, confío en que a lo largo de estas páginas quede suficientemente clara la razón de por qué no puede extrapolarse el comportamiento animal al humano, so pena de incurrir en graves errores de interpretación. [Termina este prefacio con el agradecimiento del autor a las personas que le ayudaron a elaborar el libro].

O Grove, septiembre de 2003.

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(*) La Fundación Víctor Grífols i Lucas se constituyó en marzo de 1998 en Barcelona bajo los auspicios del doctor Víctor Grífols i Lucas, quien entre 1987 y 2001 presidió el holding Grífols, especializado en el sector sanitario farmacéutico. Esta fundación nació para promover el estudio y desarrollo de la bioética en el mundo de la salud humana en general y de la industria farmacéutica en particular, mediante el diálogo entre especialistas de diferentes áreas de conocimiento. Y, para ello, concede becas y premios anuales. El premio de investigación de este año lo ha otorgado a nuestro colaborador Daniel Soutullo (Vigo, 1957), profesor de Biología del Instituto Monte da Vila de O Grove (Pontevedra), por su libro Biología, cultura y ética. Crítica de la sociobiología humana, editado por Talasa. Soutullo es autor de numerosos libros y ensayos sobre biología y bioética, algunos de ellos publicados también por Talasa.
(1) Daniel Soutullo, “Determinismo e sociobioloxía humana”, Grial 141, tomo XXXVII, xaneiro, febreiro, marzo, 1999, pp. 35-38.
(2) Edward O. Wilson (1975), Sociobiología, la nueva síntesis, Barcelona, Ediciones Omega, S. A., 1980.
(3) Edward O. Wilson (1979), Sobre la naturaleza humana, México, Fondo de Cultura Económica, 1980.
(4) Richard Dawkins (1976), El gen egoísta, Barcelona, Salvat Editores, S. A., 1994.
(5) Aunque El gen egoísta ha adquirido mucha fama como obra de sociología humana extremadamente determinista, esta apreciación dista de ser ajustada [la nota continúa argumentando por qué esto es así, pero, por su extensión, no la reproducimos completa].
(6) Edward O. Wilson (1998), Consilience. La unidad del conocimiento, Barcelona, Galaxia Gutenberg, S. A./ Círculo de Lectores, S. A., 1999.
(7) Michael Ruse (1980), Sociobiología, Madrid, Ediciones Cátedra, S. A., 1983, p. 83.
(8) J. Maynard Smith (1972), Acerca de la evolución, Madrid, Hermann Blume Ediciones, 1979, p. 33.
(9) Albert Jacquard (1981), La ciencia ¿una amenaza?, Barcelona, Editorial Gedisa, S. A., 1983, p. 115; Julián Rubio Gardiel, “Sociobiología e interdisciplinariedad”, en A. Dou (ed.), Evolucionismo y cultura, Bilbao, Ed. Mensajero, 1993, pp. 140 y ss.