Empar Pineda

Juana Doña
(Página Abierta, 142.143, noviembre-diciembre de 2003)

Aún te recuerdo, querida Juana, aquella tarde de mil novecientos setenta y tantos, en La Sal, la veterana librería de mujeres de Barcelona donde nos conocimos personalmente. Algunas como yo acabábamos de descubrir el feminismo y ya te queríamos enmendar la plana, con una osadía estúpida de la que tantas veces, como bien sabes, me arrepentí. Y tú, con paciencia de maestra y, sobre todo, con una energía desbordante, nos recordabas las vidas de tantas mujeres compañeras tuyas en las cárceles de Las Ventas, Guadalajara, Alcalá de Henares y Segovia, en las que te robaron aquellos veinte maravillosos años en los que quedó tu condena a muerte, conmutada por 30 años gracias al indulto cuando el viaje de Eva Perón. Mujeres que habíais hecho la guerra defendiendo la II República y lo que con ella vino de bueno para las mujeres.
Te nos has ido, Juana, sin que pudiéramos siquiera tomarnos la caña en Las Ramblas que nos prometimos en la despedida que te organizamos unas cuantas feministas amigas tuyas, aquí en Madrid. El maldito cáncer te estaba consumiendo, pero mantenías la misma energía, la misma vehemencia de aquella tarde en La Sal. ¡Descansa en paz, Juana! A nosotras nos toca seguir defendiendo lo tuyo, lo nuestro.