El escándalo de la "reconversión" de lesbianas en Sudáfrica
Colegaweb.org, 18/02/2011
Fuente: RNW.NL

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            En los últimos años se han multiplicado los casos de ‘violaciones correctivas’ a mujeres lesbianas en Sudáfrica y otros países de la región. Los violadores pretenden con ello modificar la orientación sexual de las víctimas.

            En otros países, como Ecuador o Perú, existen clínicas de rehabilitación donde se intenta convertir a las mujeres lesbianas en heterosexuales. La violencia contra las mujeres lesbianas es motivo de preocupación para las organizaciones de defensa de los derechos humanos.

            Violaciones para corregir o modificar la orientación sexual, agresiones físicas, internamientos en clínicas de rehabilitación o incluso la muerte son algunos de los padecimientos que sufren mujeres lesbianas en distintos rincones del mundo.

Violaciones correctivas

            En Sudáfrica, de un tiempo a esta parte se oye hablar de las llamadas ‘violaciones correctivas’ a mujeres lesbianas. Como señala el periodista Joan Canela, quien trabajó como corresponsal en Sudáfrica durante dos años, “se trata de gente que considera que las lesbianas lo son porque no han probado un hombre de verdad, según sus palabras, y entonces las violan para curarlas de esta enfermedad, según las palabras de los agresores”.

            Sólo en Ciudad del Cabo, la organización local Luleki Sizwe ha registrado más de una 'violación correctiva' por día, y la impunidad persiste. El caso más sonado fue el de la futbolista sudafricana Eudy Simelanede, heroína nacional y antigua estrella de la selección sudafricana de fútbol femenino, quien en abril del 2008 fue víctima de una violación en grupo y posteriormente fue asesinada con 25 puñaladas.
Crímenes de odio en la ‘Nación del Arco Iris’

            La resonancia del asesinato de Simelanede no sirvió para cambiar el panorama. Si bien en su caso ha llegado la primera condena de cárcel a los culpables, el juzgado consideró que la orientación sexual de la víctima no había tenido influencia en el hecho. Las organizaciones de defensa del movimiento LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) luchan por que en Sudáfrica se considere las violaciones correctivas como crímenes de odio, en lugar de ser tratadas como un delito común.

            Curiosamente Sudáfrica es conocida en África como la ‘Nación del Arco Iris’, por su legislación de defensa de los derechos de los homosexuales. El país ha levantado admiración mundial por sus esfuerzos en la lucha contra la discriminación tras el periodo del 'apartheid', y se convirtió en el primer país cuya Constitución estableció de forma explícita la protección de todos los ciudadanos contra la discriminación por motivos de orientación sexual.

            El movimiento gay y lésbico tiene mucha fuerza y presencia en Sudáfrica. Durante los años 80 de siglo pasado, el movimiento estuvo muy presente en la lucha contra el apartheid. Las comunidades estaban muy unidas y eso hizo que los homosexuales fueran bien recibidos, lo cual ayudó a que la gente perdiera el miedo, y empezara a salir del armario. Además, muchos de los militantes del Congreso Nacional Africano eran homosexuales, algo que facilitó que hubiera avances importantes en legislación. Sin embargo, en los últimos años ha habido cierto retroceso, como asegura el periodista Joan Canela, y cabe preguntarse qué hacen las autoridades ante los crímenes de los que son víctima las mujeres lesbianas.
“Sudáfrica es un país curioso en ese sentido, hay muchas sensibilidades dentro del mismo gobierno”, dice Canela. “A nivel formal sí hay una política fuerte del gobierno pero luego en la práctica no se percibe una actuación real”, añade.

            La mayoría de las víctimas de estos crímenes son mujeres negras de barrios pobres o marginados y también lesbianas que reivindican su orientación sexual. Así, en Sudáfrica conviven un fuerte movimiento de reivindicación LGBT y una realidad social muy homófoba.

Clínicas de rehabilitación en Ecuador

            Si nos trasladamos a América Latina, el panorama no es mucho más alentador. En Ecuador, por ejemplo, existen clínicas de rehabilitación, centros de atención a personas con alguna adicción, en los que también se ingresa a mujeres lesbianas con el objetivo de modificar su identidad sexual, como denuncia Tatiana Cordero, directora del Taller de Comunicación Mujer, con sede en Quito.

            “Esta realidad la venimos denunciando desde hace 7 años”, dice Cordero. En estos centros privados donde se trata a personas adictas o con problemas de alcohol se puede internar a jóvenes, mujeres y hombres e incluso personas adultas. Esto es posible por la existencia de una ley de estupefacientes, la ley 108, en la que el artículo 34 permite que el padre, madre, familiar o un representante legal pueda internar a una persona que supuestamente no tiene capacidad de decisión.

            Tatiana Cordero sostiene que, si bien la mirada ha cambiado, todavía las prácticas siguen ocurriendo, se sigue internando a personas contra su voluntad, se les obliga a firmar que están allí por decisión propia y son víctima de cantidad de prácticas escalofriantes cercanas a la tortura. Entre estas prácticas, Cordero cita los baldazos de agua fría a las 3 de la mañana, vestir a las mujeres lesbianas de trabajadoras sexuales para que sientan realmente lo que es la feminidad porque están confundidas, o amenazas de violación porque en el imaginario social persiste la idea de que son lesbianas porque no han conocido lo que es el sexo verdadero, es decir, la penetración por un hombre.

            Además, la directora del Taller de Comunicación Mujer, denuncia que en estas clínicas no solamente hay el abuso de la inocencia o la ignorancia de las familias, el acoso sexual o la amenaza de violación sino que también existe explotación por cuanto las familias tienen que traer la comida, y las mujeres son utilizadas como trabajadoras domésticas gratuitas.

Brecha entre legislación y realidad

            Como sucede en Sudáfrica, en Ecuador hay una brecha importante entre las leyes y la realidad social. La Constitución ecuatoriana de 1998 ya incluía la no discriminación por orientación sexual, y la nueva Constitución del 2008 contempla además la no discriminación por identidad de género. Las organizaciones feministas han presentado varias demandas al Estado ecuatoriano para que las autoridades respondan sobre las actividades de las clínicas de rehabilitación.

            El hecho de que las clínicas que realizan estos tratamientos sean privadas no elimina la responsabilidad del Estado. Según dice Tatiana Cordero, el 54% de estos centros funciona de manera irregular, sin permisos ni condiciones adecuadas. Cordero opina que no hay  voluntad política por hacer una campaña donde se informe de los derechos que tienen mujeres, hombres y jóvenes homosexuales.

            Por otra parte, Cordero critica que las leyes de violencia contra las mujeres sean absolutamente heterosexuales, y en esto también hay responsabilidad de las propias organizaciones de mujeres. “No se ha pensado que la violencia también se puede dar entre parejas del mismo sexo o que las familias son causantes de violencia homofóbica”, se lamenta.

Tratamientos para curar lesbianas en otros países

            La existencia de clínicas o centros donde se ofrece la posibilidad de reconvertir a las personas homosexuales no es exclusiva de Ecuador. En otros países de la región se dan prácticas similares, como es el caso de Perú, donde hay clínicas o consultorios auspiciados por personas que creen que a través de Dios se puede salir de la homosexualidad, es la llamada ‘teoterapia’. Ruth Ramos, del Movimiento Homosexual de Lima, asegura que en el Perú hay profesionales de la salud mental que consideran que el lesbianismo es una enfermedad

            En la misma línea que Tatiana Cordero en Ecuador, Ruth Ramos califica como flagrante violación de los derechos de las personas homosexuales el hecho de que se las obligue a seguir un tratamiento para revertir su orientación sexual. En su opinión, la presión comienza en el propio hogar, dado que en muchas ocasiones son las madres quienes obligan a sus hijas menores de edad a recibir terapias psicológicas. La oposición de las jóvenes puede dar lugar a situaciones más rígidas, como impedir que salgan, intervenirles el teléfono o el correo electrónico, encerrarlas, o no dejar que vean a sus amistades. “La presión empieza en el hogar y se extiende a otros espacios sociales”, subraya Ramos.

            En la capital peruana existe una asociación de psicólogos católicos que afirman que la homosexualidad sí es un problema de salud mental, y que la única razón por la que la Organización Mundial de la Salud la sacó del manual de diagnóstico de enfermedades mentales fue por el gran lobby que realizó la comunidad homo en su momento.

            Ruth Ramos retoma la idea de calificar estas prácticas discriminatorias como crímenes de odio. “Crímenes de odio no solamente es que te den una golpiza, que te maten o asesinen, es todo lo que implica una visión de odio respecto a una práctica sexual”, sostiene.