Francisco Torres
La esquizofrenia de la UE ante la crisis del Mediterráneo
(Página Abierta, 238, mayo-junio de 2015).

Ante la crisis del Mediterráneo, la Unión Europea nos vuelve a mostrar su carácter esquizoide. Según Bateson y la escuela de Palo Alto, la esquizofrenia surge de dobles mandatos contradictorios que conforman la mente del individuo enfermo. En el caso de la UE, el doble vínculo contradictorio entre la lógica securitaria y la lógica de los derechos humanos. El Mediterráneo oriental padece múltiples crisis entrelazadas (política, bélica, humanitaria) que, para lo que aquí nos interesa, se declina en una doble crisis. Una crisis de inmigración irregular, 57.300 inmigrantes irregulares detectados en el primer semestre de 2015, y una crisis de refugiados particularmente sirios, 65.490 concesiones de asilo a personas de esta nacionalidad en 2014.

Las últimas iniciativas de la Comisión Europea ilustran bien ese carácter esquizoide. Por un lado, la propuesta de reasentar anualmente a 20.000 personas reconocidas como refugiados por la ONU en territorio de la UE y distribuirlos entre los distintos Estados miembros. Si bien la cifra es muy baja –basta compararla con los 1,17 millones de refugiados en Líbano–, constituye un primer paso en una buena dirección. Ello evitaría un peligroso viaje para estas personas, limitaría el negocio de las mafias y supondría una mayor coherencia con nuestros compromisos internacionales (como destacan María Gascón y Javier de Lucas en este mismo número, la atención a los refugiados no es sólo una cuestión moral sino una obligación legal). Al mismo tiempo, la UE plantea declarar una situación de emergencia, prevista por los Tratados, para reubicar entre los distintos Estados miembros a los solicitantes de asilo ya residentes en territorio comunitario (626.000 en 2014, en particular en Alemania y Suecia).

Estas dos iniciativas ya han sido puestas en cuestión por Gran Bretaña, Francia y otros países, por suponer una injerencia en un tema considerado competencia nacional, por los intereses contrapuestos de cada Estado miembro y por desacuerdos en el cálculo de las cuotas. Así, la iniciativa se ha ido diluyendo desde la propuesta inicial, cuotas automáticas y obligatorias, a una solución poco definida en estos momentos. Es de temer que, como ocurre en otros temas, se diluya ante las resistencias de unos y otros.

Por otro lado, el reverso de estas propuestas lo constituyen las medidas securitarias. Aquí, como suele suceder, parece haber más unidad aunque no falten los problemas. En primer lugar, Frontex se hará cargo de la operación Tritón con fondos aumentados para la vigilancia marítima en el sur de Italia. No se trata de una operación humanitaria, destinada a salvar vidas, sino a impedir el acceso irregular vía marítima. En esa misma línea, en segundo lugar, se plantea una operación militar en aguas internacionales y libias que pretendería dejar sin barcos a las mafias, mediante su hundimiento previo. Aparte de la necesaria resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, esta operación abre todo tipo de interrogantes sobre su realización (¿cómo distinguir los barcos mafiosos de los barcos de pescadores sin estar en el territorio?) y sus consecuencias (dada la experiencia anterior en Libia, nada garantiza que el remedio no sea peor que la enfermedad). Además, como contrapartida explícita al reasentamiento de refugiados, la Comisión Europea propone endurecer las normas para expulsar a extranjeros irregulares que no sean reconocidos como asilados. Y, en ese línea, siguiendo el ejemplo español de la operación África, se anima a los Estados a firmar acuerdos nacionales con países terceros para favorecer la readmisión de inmigrantes económicos en situación irregular. De forma muy sintética: condicionar la cooperación al desarrollo a que estos países actúen como fronteras exteriores de la Unión.

Ójala nos equivoquemos pero todo parece indicar que, como en ocasiones anteriores, la contradicción entre lógica securitaria y lógica de los derechos se decante a favor de la primera. Un paso más en una fortaleza Europa tan insensible y cortoplacista como inútil, dado que no avanza en la resolución de los problemas, sino en ocultar sus síntomas: el prime time televisivo copado por las muertes en el Mediterráneo.