Gabriel Flores y Fernando Luengo

Globalización, comercio y modernización productiva.
Una mirada desde la Unión Europea ampliada

Presentación del libro así titulado (Madrid: Akal, 2006)

            La convergencia entre los países más avanzados y el acercamiento paulatino de los países pobres a las economías desarrolladas fueron creencias consagradas por el pensamiento económico dominante y por el fuerte crecimiento del PIB mundial a partir de los primeros años de la segunda mitad del pasado siglo XX. Aunque la evidencia empírica no era, sigue sin serlo, concluyente, la idea de una trayectoria causal que arrancaba con las políticas de apertura e integración en el mercado mundial y que conducía a un mayor crecimiento económico y a una modernización progresiva de las estructuras productivas fue justificación suficiente para que las grandes organizaciones económicas internacionales –con autoridad y capacidad para concretar esas ideas en política económica- se empeñaran durante las últimas décadas en sostener una liberalización comercial, financiera y productiva generalizada de los países subdesarrollados.
            Daban por hecho que la apertura externa de los países menos desarrollados y el desmantelamiento de los obstáculos al comercio y al libre movimiento de los factores productivos eran prácticamente las únicas condiciones que les permitirían aprovechar las oportunidades que ofrecía su integración en el mercado mundial para convertirse en países modernos y desarrollados.
            La idea-fuerza del progreso como el resultado natural e inexorable de la globalización ocupó un extenso espacio en la literatura económica y se concretó en una amplia gama de políticas liberalizadoras. Si el incremento del comercio exterior y la inserción en redes productivas y comerciales mundiales conducían al desarrollo, la tarea urgente era suprimir rápidamente las barreras al comercio y a la entrada de inversores extranjeros. Ya se encargarían posteriormente la demanda externa y la nueva capacidad productiva de generar empleos y aumentar rentas. La presión competitiva exterior y la captación de capitales, tecnologías y conocimientos en los mercados internacionales favorecerían la modernización y una creciente eficacia de la estructura productiva.
            No nos corresponde juzgar si esa lectura simplista y estrecha de algunas teorías sobre el comercio exterior y, más ampliamente, sobre la globalización era interesada. Tampoco analizar qué fuerzas respaldaron su puesta en práctica y qué intereses, de existir, impulsaron sus propuestas y afanes liberalizadores. Sólo queremos dejar constancia aquí de que esa lectura existió, y persiste, al igual que las políticas que la pusieron en práctica. Y que sus resultados no han sido en muchos casos los que esperaban sus promotores; especialmente en África, donde las estrategias de integración en la economía mundial no sólo no prosperaron sino que favorecieron la disminución de la cuota de participación de algunos países en las exportaciones mundiales.
            Diversas investigaciones, algunas de ellas respaldadas y publicadas en los últimos años por las principales organizaciones económicas internacionales se han hecho eco, con desigual intensidad, de la insatisfacción autocrítica (1) hacia esas ideas, hacia la forma en que se desarrollaron las políticas y reformas liberalizadoras llevadas a cabo y hacia un balance global que, en muchos aspectos, ni siquiera es satisfactorio para las entidades que las inspiraron, gestionaron y dieron apoyo financiero.
            Las críticas son muchas y se refieren a muy diversos terrenos. Entre las de mayor calado, cabe mencionar, en primer lugar, a las que consideran que se desdeñaron a menudo las condiciones específicas de cada país, especialmente en los países más pobres que presentaban una menor diversificación de sus exportaciones y que, por ello, presentaban mayor vulnerabilidad a los choques externos de precios o de demanda. En segundo lugar, no se prestó suficiente atención a los costes inmediatos y a los riesgos asociados al impacto de la liberalización en el empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo de la población. En tercer lugar, no se consideraron las grandes diferencias existentes entre los países no desarrollados y, como consecuencia, apenas se puso énfasis en la negociación comercial relacionada con los mercados regionales o determinados productos no agrícolas que para algunos países tenían una entidad considerable. Y, en cuarto lugar, por señalar únicamente las críticas más frecuentes y relevantes, se subestimó la importancia de las políticas complementarias a la liberalización comercial, sin las que los potenciales beneficios de la liberalización comercial difícilmente pueden concretarse o pueden, incluso, ser contraproducentes. Políticas complementarias relacionadas con la importancia del entramado institucional en el que se desarrollan las reformas y sus efectos, con la dificultad de impulsar políticas de oferta destinadas a favorecer entornos competitivos o, para no extender la lista en demasía, con los efectos de la distribución de la renta en el apoyo social y en la viabilidad política de unas estrategias de desarrollo basadas en la apertura externa.
            A partir de los años noventa, el lugar común de la convergencia inexorable con las economías más desarrolladas ha sido puesto en cuestión por los resultados económicos de muchos países. En el mundo desarrollado se ha asistido a un retroceso relativo de las posiciones japonesas y europeas respecto a las estadounidenses; aunque cabría precisar que en el caso de la Unión Europea (UE) ese retroceso no es del conjunto de los socios, por mucho que afecte a algunos de los de mayor peso económico, como Alemania, Francia o Italia. Pero ha sido en el mundo subdesarrollado donde los límites y los problemas generados por las políticas liberalizadores se han hecho más evidentes.
            Parte de ese mundo no ha podido aprovechar las oportunidades derivadas de la inserción externa. Desde comienzos de la década de los ochenta hasta la actualidad y en ese marco global de liberalización, ampliación de los mercados e intensificación de la integración en los mercados mundiales –por la vía del comercio, los movimiento migratorios de trabajadores y los flujos de capitales productivos y financieros-, muchas economías subdesarrolladas no han encontrado la senda de crecimiento económico sostenido, modernización y convergencia que se les vaticinaba.
            A partir de 1989, y en ese mismo contexto globalizador, Europa asistió a la desaparición del mundo comunista y a una integración acelerada de gran parte de los países europeos provenientes de ese mundo en los mercados comunitarios y, desde 2004 como Estados socios, en la UE. En las economías poscomunistas se ha producido un doble proceso de transformación sistémica y de incorporación a los mercados mundiales a través de una integración privilegiada y muy intensa en el espacio comunitario. Esta integración supuso un impulso, tan importante como inesperado, de la mundialización económica.
            En un guiño histórico imprevisto, la implosión de los sistemas de tipo soviético y su integración posterior en los mercados comunitarios ha ofrecido una evidencia empírica poco cuestionable de las estrechas relaciones que pueden establecerse entre integración económica, crecimiento y convergencia de la renta por habitante. Así, la incorporación de la mayoría de los países europeos que pertenecieron al área de influencia de la desaparecida Unión Soviética en la UE y su notable dinamismo económico convalidarían la supuesta relación de causalidad entre apertura externa y crecimiento económico en el marco de la globalización. Y confirmaría también que la mundialización de la economía, de la que esa integración en los mercados comunitarios ha sido un componente importante, ha sostenido un proceso de modernización y convergencia de la renta por habitante de los países europeos más rezagados con los más desarrollados. Especialmente desde la segunda mitad de los años noventa, cuando el desigual, pero en todo caso notable, crecimiento económico de los países que culminaron su adhesión a la UE en 2004 o, previsiblemente, la alcanzarán en 2007, contrasta con una fase de muy bajo dinamismo de una parte de los socios con mayor peso económico, que arrastra los resultados globales del conjunto de economías eurooccidentales.
            Éste es el punto de partida y el centro de las preocupaciones y del análisis que desarrolla desde hace año y medio el Grupo de Investigación “Países del Este y Nuevo Entorno Internacional” del Instituto Complutense de Estudios Internacionales y que han hecho suyos los autores de este libro.
            Más en concreto, nuestro propósito ha sido analizar los factores que han favorecido esa convergencia y detectar las condiciones que han hecho posible la transformación de la integración económica en un crecimiento económico que se ha alimentado de una relativa, pero incuestionable, modernización productiva. Modernización innegable que no debe ser eximida del análisis de su alcance ni, mucho menos, de las limitaciones y contradicciones que pudieran poner en cuestión su sostenibilidad.
            Dicho análisis es incompatible con las representaciones del mundo, esquemáticas y simplistas, que identifican globalización con crecimiento económico y modernidad. Pero tampoco puede aceptar como hipótesis de trabajo una consideración insostenible de la globalización económica como fuente exclusiva de problemas y riesgos que, necesariamente, terminan concretándose en subdesarrollo, vulnerabilidad y aumento de la precariedad. El debate teórico, el análisis de las alternativas disponibles de política económica, la acción de la sociedad y la voluntad de la ciudadanía tienen márgenes de actuación que pueden limitar u orientar el desarrollo de la globalización, contribuir a buscar soluciones a los problemas que genera y transformar los riesgos que plantea en nuevas oportunidades.
            En ese sentido, este libro pretende contribuir al estudio riguroso de los problemas estructurales que afectan a la integración de nuevos socios comunitarios y a las grandes tendencias, aparecidas o reforzadas en los últimos años, que están ejerciendo una notable influencia en el discurrir de las economías europeas. Para ello, hemos querido mantener un expreso y necesario distanciamiento crítico con las hipótesis que parten de la existencia de una oposición sistemática e irresoluble entre liberalización y crecimiento o, desde coordenadas ideológicas opuestas, entre regulación política y modernización. Esas posiciones de partida pueden servir al objetivo de hacer propaganda o dar publicidad de determinadas ideas, pero frustran cualquier posibilidad de análisis riguroso y dificultan la labor de búsqueda de evidencias empíricas y datos que confirmen, desmientan o maticen cualquier tipo de hipótesis científica.
            Pero detengámonos unas líneas en precisar los ámbitos temporal y geográfico de este estudio y en la estructura del libro, antes de adentrarnos en algunos comentarios que nos parecen pertinentes para facilitar su lectura. El estudio se centra en las diez economías poscomunistas que se han incorporado recientemente o se incorporarán próximamente a la UE: los ocho países (Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia y República Checa) que se integraron como nuevos Estados socios en mayo de 2004 y los dos (Bulgaria y Rumania) que se incorporarán en 2007, si no se produce ningún gran imprevisto. A esas diez economías las denominaremos a partir de ahora países de la ampliación (PA), mientras reservaremos para los antiguos socios, los 15 países miembros de la UE hasta mayo de 2004, la denominación de UE-15.
            Más allá del modesto peso económico de los nuevos socios –considerados conjuntamente aportan una pequeña parte del producto global comunitario-, la ampliación es trascendental para el presente y, sobre todo, el futuro de la dinámica comunitaria. Implicaciones que desbordan la economía y afectan directamente al perfil institucional y sociopolítico de la UE. Más cerca del ámbito abordado en el libro, la ampliación está contribuyendo a consolidar una nueva división del trabajo entre los países comunitarios; a facilitar los flujos de capital hacia el este y de población hacia el oeste; a modificar las especializaciones productivas y comerciales existentes con anterioridad y, entre otras muchas consecuencias, a impulsar una mayor fragmentación de la cadena de valor de los procesos productivos de las grandes empresas transnacionales. Por ello, de forma paralela a la línea de análisis central, la que se centra en los PA, también examinaremos diferentes repercusiones en los países de la UE-15 y, especialmente, en la economía española.
            En cuanto al período analizado, el análisis se centra en los años comprendidos entre 1995 y 2004 (siempre que la disponibilidad de información estadística lo permita). La razón de que el estudio se inicie en 1995 es el carácter excepcional de los primeros años noventa, ya que esa primera fase de la transformación sistémica, desde la simbólica fecha de la caída del Muro de Berlín en 1989 hasta 1992 (pero que en algunos países se alarga hasta 1994 o 1995), se caracteriza por el hundimiento de los sistemas de tipo soviético y por una aguda crisis productiva que provocan una destrucción masiva y bastante indiscriminada de tejido productivo y empleos, especialmente en el sector industrial.
            Respecto a la estructura del libro, dos capítulos iniciales sitúan la dinámica económica seguida por los PA -y, más concretamente, su integración e los mercados comunitarios- en el entorno más amplio de la globalización y del proceso de construcción europea.
            En el primero, tomando como referencia lo sucedido en la dinámica internacionalizadota llevada a cabo por los países no desarrollados, se analizan las relaciones existentes entre las estrategias de inserción exterior y los procesos de transformación estructural de los PA. El segundo capítulo se ocupa de los escenarios que se desbrozan en la UE tras su ampliación al Este, examinando los rasgos y tendencias que parecen afirmarse en la integración económica europea y su influencia en la configuración de la UE de la próxima década. En este contexto se reflexiona sobre las escasas posibilidades de que las ideas, políticas e instituciones que actualmente prevalecen en la UE puedan conciliar las exigencias de cohesión social y eficiencia económica en la Europa ampliada y resolver el nuevo dilema entre equidad y crecimiento que plantea la economía global.
            A continuación, el tercer capítulo analiza el papel de los intercambios comerciales en el crecimiento económico y presenta los puntos fuertes y débiles de las diferentes especializaciones comerciales, así como la contribución del comercio exterior a la dinámica de transformación estructural. El cuarto, ejemplifica los procesos de inserción productiva y comercial en una de las actividades manufactureras, la industria de automoción, que es la que más se ha desarrollado en algunos de los nuevos Estados miembros de Europa central.
            Aunque el libro no es una suma de trabajos monográficos, nos hemos inclinado por la inclusión en cada capítulo de las conclusiones y la bibliografía pertinentes al tema objeto de análisis; creemos que de esta manera se facilita su lectura y el lector podrá así, más fácilmente, diseñar su propio itinerario de lectura y realizar su propia reflexión sobre cada uno de los grandes problemas económicos y encrucijadas que afronta la UE ampliada.
            Nos detendremos a continuación en tres cuestiones de índole general que conviene tener en cuenta al comenzar la lectura de los diferentes capítulos del libro.

Un debate social sobre Europa de enorme calado

            El bienestar que proporciona a sus autores la finalización de una investigación y su publicación en un nuevo libro no nos parece, al menos no lo es en nuestro caso, justificación suficiente ni una razón legítima para aumentar la producción editorial. La investigación que exponemos con este libro al rigor crítico del lector es el resultado de una larga gestación y de meses de esfuerzos que, sin pretender frivolizar, han proporcionado una relativa emoción intelectual a los autores que pretendemos ahora compartir con los lectores. Pero son otros los objetivos que justifican, en nuestra opinión, la inversión de esfuerzos realizada en esta investigación y en su publicación.
            El primer soporte de esa justificación es nuestra consideración de la ampliación al este de la UE como un hecho de trascendental importancia para la marcha de la unidad europea y, por consiguiente, para la vida de los europeos y, por tanto, de los ciudadanos españoles. Esta percepción –a veces interesada, a veces inercial- no debe suplir, ni ocultar, la necesidad de acometer un debate en profundidad que ofrezca un horizonte de mayor calado estratégico donde las empresas, las organizaciones sindicales, las instancias públicas y el conjunto de la sociedad civil puedan elaborar, y quizás consensuar, las respuestas, múltiples y complejas, al desafío de la nueva Europa. El segundo soporte está relacionado con la abundancia de opiniones excesivamente simples sobre la ampliación al este de la UE, opiniones que no cuentan con una obra accesible para, utilizando el rigor científico y el instrumental técnico que proporciona la disciplina económica, divulgar los razonamientos y la información imprescindibles con el fin de que los lectores interesados puedan contrastar ideas y formarse una opinión personal más elaborada.
            El tercer soporte, y quizás la justificación más sólida para esta publicación, es la existencia de una batalla de opinión pública en Europa en la que la distribución de recursos entre los contendientes es absolutamente desproporcionada y favorece la difusión de una ideología ultraliberal que, tras investirse como el único pensamiento económico de carácter científico, orienta los mensajes y recomendaciones de política económica de las principales organizaciones económicas y financieras internacionales y, desde hace algunos años, también las que tienen su origen en Bruselas. Nuestra pretensión es participar en esa contienda ideológica y teórica, con la necesaria modestia que impone el cabal conocimiento de nuestras limitadas posibilidades, y contribuir a que participen en ella más ciudadanos y mejor informados.
            Somos conscientes, en este sentido, de las debilidades institucionales y del sesgo en la concepción de la política económica con que la UE con que la UE afronta la integración en su seno de las economías poscomunistas, así como del carácter controvertido y en ocasiones contraproducente de buena parte de las reformas estructurales que se pretenden llevar a cabo en los mercados comunitarios y en las instituciones europeas. Nos parece improbable que la UE pueda superar los obstáculos que atenazan su capacidad de crecimiento, equipada con una ideología y unas políticas económicas que se caracterizan por un dogmatismo extremo, por su desinterés hacia las necesidades específicas de las economías de los nuevos socios, por su incapacidad para gestionar (o su ceguera para ver) los problemas sociales de desigualdad, marginación y precariedad que generan y por el cuidado con el que blindan su continuidad frente a la capacidad de decisión política de los ciudadanos y frente a los resultados económicos negativos que provocan.

La trascendencia de la ampliación al Este

            La ampliación al Este de la UE es un acontecimiento de indudable trascendencia económica, social, política e institucional. No sólo se trata de la mayor de las ampliaciones realizadas -por población, superficie o número de países implicados-, desde que en 1957 los Tratados de Roma crearan la Comunidad Económica Europea y la Comunidad Europea de la Energía Atómica, sino también la que ha permitido la incorporación de economías con un nivel de desarrollo más alejado del promedio comunitario.
            La ampliación de la UE certifica el asentamiento en Europa de un nuevo marco geoestratégico y la superación política de un siglo marcado por dos guerras mundiales y por la Guerra Fría. Desde el punto de vista político o institucional resulta imposible minusvalorar el alcance de las transformaciones registradas en el mundo comunista. Las revoluciones de finales de los años ochenta de la pasada década, además de poner fin a los sistemas de planificación centralizada y a los regímenes políticos que los sustentaban, han afectado a campos tan importantes y diversos como la configuración de las clases y grupos sociales, a su representación política y a las relaciones entre esos grupos y clases sociales en su desigual pugna por la apropiación de patrimonios y rentas. Las fuentes de los nuevos poderes y la legitimidad en el ejercicio del poder han cambiado también radicalmente. Ni siquiera la concepción de la historia y la propia identidad nacional han salido indemnes del embate. Y, en no pocos casos (Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y República Checa), los propios límites de la soberanía nacional y los límites políticos del Estado precedente se han visto modificados.
            Su significación social y económica no es menos relevante. Sobre las ruinas de los sistemas de tipo soviético hemos asistido a la rápida extensión de las ideologías y de los modelos socioeconómicos que predominaban en los países capitalistas desarrollados de Europa y, en un sentido muy diferente, al nacimiento de curiosas caricaturas de los modelos capitalistas occidentales que no hacen demasiado esfuerzo en disimular la emergencia, en gran parte de los nuevos Estados surgidos del desmembramiento de la desaparecida URSS, de nuevos sistemas económicos de difícil clasificación, sustentados en regímenes autoritarios que administran buena parte de la actividad económica en beneficio exclusivo de unas elites íntimamente emparentadas con las del anterior régimen. El derrumbe de los sistemas de tipo soviético supuso también la desaparición de una referencia alternativa y de un contrapunto crítico a los sistemas capitalistas.
            En el terreno estrictamente económico, desde 1989 la integración de las economías poscomunistas en los mercados comunitarios ha aportado un nuevo impulso al desarrollo del mercado mundial y ha proporcionado una legitimidad no prevista al ya avanzado proceso de consolidación de una economía-mundo. Para los grandes grupos empresariales multinacionales, la ampliación del mercado europeo abrió nuevas oportunidades de revalorización del capital y de reorganización y segmentación de sus actividades y procesos productivos y, por consiguiente, de reducir sus costes y aumentar su competitividad. Oportunidades que han sido aprovechadas con desigual intensidad por los antiguos Estados miembros de la UE-15 y por sus principales empresas y que, por esa diferente capacidad de empresas y sectores económicos para capturar los potenciales beneficios, han ocasionado una distribución también muy desigual de los costes y de los riesgos asociados a las grandes transformaciones en curso.
            La economía española ocupa en la nueva configuración del espacio europeo una posición especialmente frágil y vulnerable, que ya ha comenzado a cobrarse un precio, en forma de disminución de fondos estructurales, una posición más débil en las instituciones europeas, pérdida de mercados, mayores desequilibrios exteriores y amenazas de deslocalización. Costes y peligros acompañados de nuevas oportunidades que exigen un análisis sosegado y preciso como paso previo para la elaboración de las nuevas políticas que exigen los cambios producidos.

Continuidad y ruptura en las trayectorias de cambio sistémico


            Las características comunes de los PA remiten a los elementos y condiciones históricas compartidos por los desaparecidos sistemas de tipo soviético, a las similares restricciones que sufrieron al comenzar la transición y a las importantes similitudes existentes en sus trayectorias, relacionadas en todos los casos con un cambio radical, concentrado en apenas una década, de sus sistemas económicos y regímenes políticos. La orientación capitalista de las transformaciones, la presión ejercida por las organizaciones monetarias y financieras internacionales y la aceptación e incorporación del acervo comunitario son los factores que, sobre todo, han dado su impronta a los mercados emergentes y a los entornos institucionales que garantizan su funcionamiento.
            Pero los capitalismos “realmente existentes” en esa parte de Europa, contemplados en toda su complejidad, presentan múltiples y sutiles “adherencias” procedentes del pasado burocrático: patrones culturales, hábitos de conducta, intereses y grupos sociales, además de una estructura productiva aún pendiente de reconvertir o reestructurar, que forma parte del legado empresarial dejado por los regímenes comunistas. Éstos y otros elementos están presentes de manera muy diversa en la nueva configuración sistémica; en algunos casos como residuos del pasado que los gobiernos reformistas intentan superar y en otros, una vez transformados y apropiados por la nueva lógica mercantil dominante, como rasgos del nuevo sistema económico.
            Debemos hablar, desde esta perspectiva, de unas transiciones al mercado que, aunque inspiradas en un modelo supuestamente reconocible en los países de mayor desarrollo económico, ha dado lugar a una variedad de capitalismos, en función del peso de la herencia en cada uno de los PA. Apuntan en el mismo sentido –esto es, a la existencia de trayectorias sistémicas y estructurales diversas- las distintas condiciones de partida de los países, el peso asimismo desigual de los grupos e intereses en presencia y la dispar orientación de las políticas económicas instrumentadas.
            Puede también darse por descontado que las fuerzas reformistas, tanto las surgidas en cada país como las que impulsaban las reformas desde los centros internacionales de poder económico y político que respaldaban e influían en el diseño de las estrategias nacionales de transformación sistémica, disponían de conocimientos incompletos o imperfectos que provocaron divergencias respecto a las hipotéticas trayectorias eficientes previstas en las estrategias de reforma. Como además los actores determinantes en el diseño y aplicación de las reformas contaban con intereses particulares y concepciones ideológicas y políticas que influyeron en la elección de los objetivos, en los ritmos de aplicación, en las políticas y en la valoración de sus posibles efectos que, necesariamente, eran poco previsibles y hasta desconocidos, la diversidad estaba más que asegurada.
            La desigual inserción en el mercado mundial, en las redes productivas internacionales o en la nueva división internacional del trabajo ha provocado rasgos y patrones específicos que se concretan en una  situación particular de cada país y de cada economía y en  unas vías propias de configuración de sus mercados, agentes económicos y estructuras productivas.
            Así pues, junto a factores y características comunes se observan también diferencias nacionales que reflejan las importantes particularidades ocasionadas en cada país por las condiciones de partida, el diseño y la aplicación de las estrategias de transformación, la gestión de las reformas concretada en el eficaz (o no) discurrir de cada una o por la cuantía y las formas que han predominado en su integración económica en los mercados comunitario y mundial.
            El nacimiento de un libro tiene muchos cooperadores necesarios que, sin ser responsables del resultado, han favorecido de diversas formas, tantas veces impagables, su elaboración. No queremos finalizar esta presentación sin agradecer su apoyo.
            En primer lugar, a nuestros compañeros y colegas del Grupo de investigación del ICEI por la atención y ayuda que han prestado a este estudio y por los consejos que lo han hecho mejor. Hemos tenido la oportunidad de debatir borradores preliminares de cada uno de los capítulos con Fernando Alonso, Montserrat Casado, Pedro Chaves, Luis Miguel Domínguez, Renata Kubus, Javier Oyarzun, Alvaro Prada y Albert Puig, a los que queremos agradecer sus aportaciones y amistosas críticas. Agradecemos asimismo las valiosas aportaciones de Nacho Álvarez, Luís Buendía, Gemma García Loro, Ricardo Molero y Marta Pérez. Naturalmente, la responsabilidad de lo escrito y de sus posibles insuficiencias o errores es exclusiva de los autores.
            Sólo nos resta destacar el apoyo recibido por parte del Instituto Internacional de Estudios Económicos de Viena (WIIW), por su generosidad en el acceso a sus publicaciones y fuentes estadísticas, a la Universidad Complutense de Madrid, por aceptar nuestro proyecto de investigación y contribuir a su financiación, al Instituto Complutense de Estudios Internacionales, por las facilidades que siempre nos brinda en el desarrollo de nuestro trabajo investigador, y a Enrique Palazuelos, por su confianza y el imprescindible respaldo que nos ha prestado para su publicación.

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(1) Baste como muestra significativa reciente, el informe publicado en 2006 por el Departamento de evaluación de las operaciones del Banco Mundial, Assessing World Bank Support for Trade, 1987-2004.