Iñaki Urdanibia
André Gorz, riqueza de lo posible
(Hika, 192zka 2007ko urria)

            Frente a la miseria del presente, el filósofo, periodista, novelista y ecologista avant la lettre vienés André Gorz (1923) siempre opuso la riqueza de lo posible,  de lo alcanzable por medio de las luchas en las que siempre se implicó, de palabra y de hecho. Ahí está su presencia continua en los combates políticos en suelo hexagonal adonde había llegado tras ser desplazado a Suiza desde su país natal para evitar la peste nacionalsocialista, y en donde estudió Químicas. Compromiso, primero, en las filas del marxismo, para posteriormente derivar hacia la perentoria necesidad de conservar el mundo si es que se quería mantener la posibilidad de esperar un  futuro que se desprendiese de la esclavitud capitalista, empeñada en producir a costa de esquilmar la naturaleza y sus limitados recursos, al tiempo que dedicada a explotar a los trabajadores con el único objeto de mantener la ganancia como dios.
            Si algunas de estas cuestiones están hoy a la orden del día en los programas de cualquier organización que se reclame de la izquierda, y hasta de otros horizontes políticos, André Gorz fue de los primeros en mentar la bicha de que el productivismo iba a arrastrar a los humanos a optar entre el socialismo y la barbarie; o quizá siguiendo más al pie de la letra su espíritu posterior: entre la ecología y la destrucción. En el entorno de Jean-Paul Sartre y compañía, y su revista Le Temps Modernes, en la que colaboró activamente, posteriormente trabajando en la fundación de Le Nouvel Observateur, cercana en sus orígenes a la izquierda socialista y autogestionaria del PSU, Gorz siempre trabajó, además de en labores editoriales, en la teorización de las derivas del capitalismo en los tiempos que le tocaron vivir; ahí están sus Adiós al proletariado; Métamorphose du travail. Quête de sens; Capitalisme, socialisme, écologie; L´Immatériel. Conaissance, valeur et capital; o Misères du present, richesse du possible.
            Compromiso activo contra la guerra de Argelia manteniendo su nombre a resguardo en sus colaboraciones en L’Express, firmando como Michel Bosquet. Estando presente en las luchas populares por la defensa de la tierra, al igual que apoyando sin ambages las luchas obreras y estudiantiles de Mayo del 68, que auguraban un cierto giro hacia posturas más antiautoritarias, más plurales y más conscientes de otros valores no meramente económicos y/o productivos en las transformaciones sociales. En tal caso su presencia no se ciñó a la firma de apoyo junto a los Sartre, Blanchot, Deleuze, Lyotard, Lefebvre, Klossovski, Baudrillard, etc., sino que la influencia de sus innovadoras ideas comenzó a calar en la ideología de los enragés de aquellos días de barricadas. Influencia y presencia teórica que siguió en los años posteriores con sus intervenciones en el campo de la teoría social en deliberación permanente con Alain Touraine, Pierre Bourdieu, etc.
            En un emotivo librito que vio la luz el año pasado, en la editorial Galilée (Lettre à D. Histoire d´amour), André Gorz se apartaba del género ensayístico –como antes lo había hecho en su única novela, El traidor (traducida, recuerdo, por Montesinos)–, para pasar a entregar retazos de su vida, de sus cambios continuos de domicilio con sus imposibles traslados de libros y carpetas, siempre en aumento; y relataba también los precarios trabajos que le hacían malvivir junto a su compañera de toda la vida, Dorine. La carta era también una enternecedora carta de amor a esta mujer con la que había convivido toda una vida agitada y de compromiso, y a la que declaraba, una vez más, y esta vez públicamente, su perdido amor.
            La hora  del fin ha llegado a este luchador irredento, nada proclive a dogmatismo alguno, y siempre con la mente puesta en tratar de hallar lo nuevo frente a la repetición de esquemas ya gastados por el uso. Ahora ambos han pasado a engrosar el panteón de célebres y ejemplares parejas que decidieron poner fin a sus vidas, junto a Paul Lafargue y Laura Lafargue, Marx de soltera; Stefan Zweig y su segunda mujer, Lotte... André Gorz y Dorine fueron hallados este fin de semana pasado en su domicilio de Vosnon. Lo que dejaron escrito para sus amigos no lo sabemos, podría haber sido algo así como lo que dejara escrito el autor de El derecho a la pereza, representando también el pensar de su compañera: «Sano de cuerpo y espíritu, me pongo fin a mi existencia antes de que la implacable vejez me quite uno a uno los placeres y las alegrías de la existencia y me despoje de mis fuerzas físicas e intelectuales paralizando mi energía, evitando así que rompa mi voluntad y que haga de mí una carga para mí y para los otros».

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André Gorz, cuyo verdadero nombre era Gerard Horst, nació en febrero de 1923 en el seno de una familia de judíos vieneses condenados a sucesivos destierros europeos. Tras la Segunda Guerra Mundial, Gerard decide volver a emigrar e instalarse en París, donde su contacto con Jean-Paul Sartre tuvo una importancia decisiva en su vida. Aquí colabora en el legendario Express, fundado por Jean-Jacques Servan-Schreiber. En 1941 fue codirector de la revista Les Temps Modernes, con Jean Paul Sartre y Simon de Beauvoir, entre otros. En 1964 fundó, junto al periodista Jean Daniel, la revista Le Nouvel Observateur. Bilingüe desde niño, Gorz fue uno de los introductores en Francia de la Escuela de Frankfurt, Marcuse, Adorno, Horkheimer, Habermas, durante los años sesenta del siglo pasado.
Tras jubilarse en los años noventa, se había retirado a su casa de Vosnon (Aube, este), con su esposa, Dorin, que sufría una grave enfermedad degenerativa. Ambos se suicidaron en el domicilio familiar el pasado 24 de septiembre.