Javier Elzo

Mas allá del 'bullying'
(El Correo y El Diario Vasco, 28 de octubre de 2004).

Es un término ya acuñado en la literatura científica sobre el tema de la violencia escolar como maltrato entre iguales, con abuso de poder y de forma reiterada. El iniciador de este planteamiento es el sueco Dan Olweus que comenzó a realizar estas investigaciones el año 1973 en la universidad de Bergen. El término ha tenido buena fortuna y muchos investigadores lo han adoptado. Entre nosotros citemos a Rosario Ortega en Sevilla, Félix Echeverría en la UPV en Donostia, los estudios del Gabinete del Defensor del Pueblo (Álvarez de Miranda y después Múgica Herzog) Ignasi Vila en Girona, el ICE de Deusto, Díaz Aguado en Madrid (todavía hace unos días) y un etcétera cada vez más largo aunque corto en estudios empíricos. Nosotros hicimos un trabajo el curso 2001-2002 para la Generalitat de Catalunya, a una muestra de 7.416 alumnos, entre los 12 y los 18 años. El año 2002 aplicamos unas cuestiones de violencia entre escolares en San Sebastián a una muestra de 2.329 escolares de similar edad. En estas líneas presento unos pocos datos, para fijar la magnitud del acoso a escolares, y algunas reflexiones, la mayoría extraídas del libro Drogas y Escuela VI. (Cuadro: «A ti, durante este curso, ¿te han tratado mal otros alumnos de tu centro escolar?»)

La comparación lo más exacta posible, muestra similitud en los resultados. Trabajamos con los mismos segmentos de edad y con los mismos niveles educativos. El proceso de recogida de información es también idéntico. Las preguntas de San Sebastián han sido adaptadas del cuestionario catalán. La dificultad proviene de la siempre problemática comparabilidad de dos enclaves distintos, San Sebastián y Catalunya. Por ejemplo, ¿cómo neutralizamos, para la comparación, el factor «violencia política» en Donostia o el factor «inmigración» en Catalunya?. Optamos por no tocar los marginales totales y presentar la comparación tal cual, aún advirtiendo de estos sesgos posibles. No son los únicos como indicamos en el libro.

Quisimos saber también donde terminan los juegos de preadolescentes que, en algunos casos, se «pasan más que de la raya» y cuantos son los maltratadores puros y los solamente maltratados. El cuadro «Maltrato durante el curso 2001-2002 en Donostia» resume lo esencial.

Retenga el lector lo que considere pertinente en el enjambre de cifras de ese cuadro. Nosotros resaltaremos aquí dos: la del 10% de escolares que son maltratados sin que ellos agredan a sus compañeros. Solamente son objeto de burlas y desprecios de forma unidireccional. Sufren y padecen a sus compañeros sin que ellos les correspondan con la misma moneda. En segundo lugar, la cifra del tres por ciento de escolares que son objeto de maltrato reiterado (bullying en el lenguaje ya establecido). Es la misma cifra que obtuvimos entre los escolares catalanes. La cifra es muy importante.

Nosotros sostenemos que cada día en menos válida para entender en profundidad las manifestaciones de violencia entre escolares, la distinción entre la violencia fuera de la escuela y la violencia dentro de la escuela. El segundo episodio publicado de acoso escolar entre nosotros, en la chica que ha tenido que abandonar su centro docente en Hondarribia y trasladarse a San Sebastián, a primera vista pues escribo a pocas horas de tener conocimiento del hecho, ya resulta difícil de explicar por la mera situación interna en un centro docente. Hay que ir más allá.

En diferentes congresos he presentado una tipología de cuatro modalidades de violencia en relación a la escuela. La violencia interna asociada a la masificación, a los problemas inherentes a la propia estructura escolar, a los conflictos entre los objetivos manifiestos y las estructuras latentes del sistema escolar. Violencia exógena a la escuela, violencia externa a la escuela, violencia que se da en la sociedad circundante y que tiene su traslado, con las incidencias presumibles, en la propia escuela. Una sociedad que vive una crispación y hasta una división en grupos enfrentados donde haya padres que legitimen la violencia tiene su traslado en los comportamientos de los adolescentes. Violencia antiescolar, a veces como consecuencia de las relaciones concretas de cada escolar en la escuela y que el alumno revierte al centro escolar, en el personal, profesores principalmente, o contra el mobiliario. A veces, también, el alumno ve en la obligatoriedad de su presencia en la escuela, el obstáculo a su emancipación o a sus objetivos vitales inmediatos... En fin violencia identitaria también exógena la escuela, también antiescolar, viendo a la escuela (así como a algunos miembros de la misma, sean profesores o alumnos) como institución que impide crecer y desarrollar su propia identidad colectiva, real o pretendida, poco importa, pero identidad que, evidentemente estiman pura y sin mezclas. La escuela se les aparece a los escolares como el agente institucionalizado por el poder para impedir que su identidad personal y colectiva se desarrolle. En estas cuatro modalidades de violencia estamos hablando de lógicas distintas que exigen planteamientos distintos en su abordaje y resolución. Esto va mucho más allá que el bullying o, si se prefiere, lo puede contextualizar diferentemente. No es cuestión fácil, ciertamente.

En estas líneas he presentado unos pocos datos que, sin más, no explican nada. Pero sin datos todas las hipótesis son humo de pajas. Y no digamos las soluciones. De ahí que me parece una excelente noticia que la Consejería de Educación realice una investigación en todo Euskadi. Entiendo que, en un primer momento, se aborde la forma de prevenir, atajar o reconducir la violencia que se da dentro del recinto escolar, cuestión absolutamente central para los escolares, sus profesores y padres, sin hablar de la trascendencia para la educación y crecimiento psicológico del escolar.

Pero no basta con eso. La sociedad civil, profesores, padres, medios de comunicación, parlamentarios (dejando a un lado, al menos por una vez, sus irritantes peleas partidistas) y, en general, todos los que tengan alguna responsabilidad en la sociedad están moralmente obligados a reflexionar sobre esta situación, por otra parte ya conocida en los medios científicos. Desgraciadamente ha hecho falta que Jokin no pueda más y que otra chica haya tenido que salir de su pueblo para que la sociedad tome conciencia. Aprovechemos el momento antes de que la rutina lo tape todo de nuevo.