Javier Lozano

Las preguntas de Ibarretxe.
Encerrados en el laberinto

(Hika, 199zka. 2008ko maiatza)

            Leo las preguntas que nos ha preparado Ibarretxe y me asalta un mar de dudas.
            Nos quiere preguntar que si estamos de acuerdo en apoyar un proceso de final dialogado de la violencia.Muy bien, pero ¿qué significa exactamente eso? Fijar cualquier proceso de diálogo exige identificar interlocutores y contenidos. ¿Quiénes serían los interlocutores, en este caso, ETA, el Gobierno Central, el Gobierno Vasco, el conjunto de partidos políticos de los parlamentos vasco y/o español, las organizaciones sociales, instituciones internacionales...? Y ¿cuáles serían los contenidos? ¿Se hablaría con ETA de política? ¿Primero la paz y luego la política? ¿Ambas a la vez?
            Añade también que ese diálogo se daría si previamente ETA manifiesta de forma inequívoca su voluntad de poner fin a la misma de una vez y para siempre. ¿Cómo y quién debe medir esa manifestación inequívoca? ¿Quién debería verificarla? ¿Bastaría con que ETA lo dijese? ¿Sería el propio Ibarretxe el juez que decidiría si esa voluntad es o no inequívoca? ¿Se exigiría a ETA el desarme previo y el cese de toda amenaza y coacción? ¿Se está proponiendo una vía de diálogo bajo las armas similar a la que se ha dado, y ha fracasado, en anteriores treguas?
            La pregunta no hace ningún juicio ético sobre la utilización de la violencia y, si se lee en sus términos exactos, tampoco pide a ETA que abandone las armas.
            Está formulada, además, al margen de cualquier referencia de espacio y de tiempo. Ante una ETA que decidiera poner el punto y final, cualquier gobierno se prestaría a hablar con ellos1. Si la pregunta fuera esa, la respuesta es tan obvia que no merecería la pena perder el tiempo con ella. Pero, ¿es esa la situación en la que estamos? ¿Ante una ETA que quiere retirarse y un gobierno que no le abre el portón de salida?

Basta leer lo que ETA escribe para colocarnos de un porrazo frente la realidad. Sus ideas son de una aterradora simpleza. Apuestan por seguir golpeando en todos los frentes. Exigen que sus reivindicaciones políticas sean atendidas. Quieren seguir matando.
            Ibarretxe y su gobierno dejan de lado este dato, el fundamental, en su pregunta. Como si cerrar los ojos ante la desagradable realidad fuera suficiente para conjurarla y hacerla desaparecer.
            En su segunda pregunta, Ibarretxe se refiere a los partidos vascos. ¿Esta fórmula incluye a los partidos navarros? ¿A todos los partidos navarros? ¿Y a los del país vasco-francés? ¿A todos? Afirma que sin exclusiones ¿Tengan o no representación parlamentaria? ¿Sean o no legales? Estos partidos deberían alcanzar un acuerdo democrático ¿En qué marco? ¿En el Parlamento Vasco? ¿Al margen de cualquier institución? ¿Qué mayorías validarían ese acuerdo y bajo qué reglas debería adoptarse?
            Dice que el acuerdo sería sobre el ejercicio del derecho a decidir del pueblo vasco. ¿Incluye a Navarra y al país vasco-francés? ¿Incluye al amplio sector de la ciudadanía, muy mayoritario en esos territorios, que no es nacionalista y que, en muchos casos, ni siquiera se reconoce como vasco? ¿Quien no se reconoce como vasco está incluido en el derecho a decidir del pueblo vasco? ¿Y qué es, por cierto, el derecho a decidir? ¿El que asiste a cualquier ciudadano en un sistema democrático? ¿El ejercicio de la autonomía en materias propias? ¿La posibilidad de formar un estado independiente? ¿Pretender que las condiciones para relacionarnos con otras comunidades o estados las fijemos unilateralmente nosotros? ¿O estamos hablando de derechos tan absolutos e ilimitados que ni tan siquiera podrían regularse, porque regular es siempre marcar límites?
            Y, para terminar, ¿a qué se refiere cuando habla del ejercicio de ese derecho? ¿Se ejercita cada día? ¿De una sola vez y para siempre?
            Las preguntas no son claras. Uno no acierta a entender a qué quedaría obligado el Gobierno Vasco si la ciudadanía las validara con un sí.
            Son útiles, sin embargo, para quienes las han formulado:
            - Incluyen dos conceptos-fetiche, el final dialogado y el derecho a decidir. Importa poco que su significado sea muy impreciso. Son de ese tipo de expresiones, muy abundantes entre nosotros, que, más que para comunicar ideas, sirven para identificar a quienes las utilizan como miembros de grupo. Final dialogado y derecho a decidir, venden en el mercado político.
            - Ligan normalización y persistencia de la violencia en un paquete único, pero, por si acaso, las separan en preguntas distintas.
            - Dibujan un proceso de negociación política tan indefinido que podría caber en él cualquier cosa, desde la simple reafirmación de la actual autonomía sin cambiar una coma, hasta la tabla rasa rupturista al margen de cualquier marco legal.
            Y manejando este cóctel, buscan colocarse mejor en la carrera que a ellos -y a los demás, por supuesto-, realmente les importa: las próximas elecciones autonómicas.
            No está claro, sin embargo, que la política de enfrentar legitimidades, buscar la confrontación simbólica con el estado, y recurrir a los consiguientes llamamientos a cerrar las filas nacionalistas frente a ello, vaya a ser electoralmente rentable. Y menos aún con ETA subiéndose al carro y tratando de conducirlo a su terreno. La entrevista con el Lehendakari en ETB 2, en la que hacía pública su hoja de ruta, emitida en el mejor horario y día posibles, contó con un 12,5% de audiencia y hubo hasta cinco programas más vistos durante ese tiempo. Concluida la entrevista, el programa de humor Vaya Semanita subió al 17,4%2. Y hay datos aún más contundentes. Según el último retrato de juventud realizado por el Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno Vasco, tan sólo un 3% de los jóvenes menciona al llamado conflicto vasco como problema3. La distancia entre la clase política y la ciudadanía empieza a ser abismal. Es posible, por tanto, que las elecciones se decidan en torno a otras claves muy distintas.
            Y es que la hoja de ruta del Lehendakari puede ser cualquier cosa menos apasionante. Porque lejos de acertar con la salida, parece más bien una foto congelada del laberinto de la política vasca.

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NOTAS

1. Un diálogo, por cierto, que abriría un proceso muchísimo más largo y complicado de lo que algunos suponen.
2. Ver El País, 10 de mayo de 2008.
3. Retrato de juventud, publicado el 18 de abril de 2008 por el Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno vasco.