Jayati Ghosh
Lo que está en juego realmente es
el monopolio del conocimiento

Entrevista realizada por Isabel Estévez.
(Línea Sur, Publicación del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio e Integración del Ecuador, nº 3, septiembre/diciembre de 2012. Traducción de Camilo Andrés Vargas).

 

¿Qué papel juega el control del conocimiento en la economía política internacional? En esta entrevista, Jayati Ghosh, catedrática, activista, integrante de la Comisión Nacional del Conocimiento -equipo asesor del Primer Ministro de India-, y una de las economistas más influyentes del mundo, demuestra a través de una variedad de ejemplos concretos por qué no se puede sobrestimar el papel del monopolio del conocimiento en la reproducción y profundización de la brecha entre el Norte y Sur. El auge de la privatización del conocimiento –con el desarrollo de normas internacionales de propiedad intelectual–, combinado con la carencia de protección de los saberes tradicionales y la ausencia sistemas de conocimiento compartido entre los países del Sur, se perfila como una eficiente receta para la reproducción indefinida de la estructura de inequidad que ha caracterizado históricamente el sistema mundial capitalista.

Isabel Estévez:

Usted ha afirmado en distintos espacios que la inequidad persistente a nivel global está íntimamente relacionada con el control del conocimiento. ¿En qué se fundamenta esta idea?

Jayati Ghosh:

Si uno mira lo que ha estado sucediendo en el mundo recientemente, especialmente el llamado ‘ascenso del Sur’, está claro que este crecimiento dramático se debe principalmente a la producción de manufacturas para exportación, no necesariamente producción para la economía doméstica.

Ahora bien, como la manufactura no genera suficientes empleos, nosotros – los países del Sur- no tenemos suficiente trabajo para nuestra gente, por lo que terminamos exportando fuerza de trabajo barata hacia el Norte: estamos, por lo tanto, ofreciendo bienes y fuerza de trabajo de bajo costo; y todos estamos compitiendo por ser quien ofrece los precios más bajos. Por si fuera poco, también estamos enviando capital barato, porque ¿dónde ponemos nuestro dinero? Donde estará más seguro: es decir, en EEUU; aunque el interés sea bajo –ahora está alrededor de cero– seguimos poniéndolo en el mismo lugar.

IE:

Y luego sacamos préstamos a tasas de interés mucho más altas...

JG:

Exacto. Luego pedimos préstamos a EEUU con tasas de interés cinco veces más altas. Ahora, ¿por qué hacemos esto? ¿Acaso estamos locos? No. Lo que sucede es que todos nos hemos entregado a un sistema en el que, en primer lugar, hemos apostado por un crecimiento basado en exportaciones. En segundo lugar, hemos desarrollado mercancías que dependen de la tecnología del Norte. Tomemos el ejemplo de China, que todos consideran un gran éxito: más del 50% de sus exportaciones están controladas por corporaciones multinacionales; las ganancias derivadas de las exportaciones, más del 70% van directamente a ellas. Entonces, ¿quién está ganando por las exportaciones de China? No son los chinos, ni siquiera es el Estado chino. Son las corporaciones multinacionales. Y esto se debe a que, en realidad, ellos también dependen de la tecnología extranjera. Ahora, en China sí se entiende esta realidad y por eso han decidido enfocarse en la innovación como uno de los elementos principales del nuevo plan que se viene ejecutando desde el año 2005.

IE:

¿En qué áreas específicas se está enfocando China dentro de este plan de innovación?

JG:

Está invirtiendo en todo. Desde investigación espacial, hasta tecnologías de la información, manufactura de automóviles, químicos, y mucho más. Se trata de una inversión masiva en este ámbito. En el fondo, se constituye como una inmensa disputa tecnológica con las compañías estadounidenses. También están invirtiendo en una amplia gama de tecnologías verdes, por ejemplo mediante subsidios para energía solar. Ahora, en el año 2012, el Sindicato de los Trabajadores del Acero en Estados Unidos -United Steelworkers- puso una demanda, con el apoyo de Obama, contra el gobierno chino por ofrecer estos subsidios, alegando que violan las normas de la Organización Mundial de Comercio, lo cual desafortunadamente da una mala imagen del movimiento obrero estadounidense. Entonces, lo que está en juego realmente es el monopolio del conocimiento.

Este es el punto crítico.

Cuando uno piensa en la Eurozona, por ejemplo, siempre se dice que Alemania es más productiva. ¿Por qué es más productiva? No se debe a los trabajadores alemanes, no son seres biónicos, superiores al resto de nosotros. Lo que sucede es que Alemania tiene una propiedad intelectual que no está compartiendo con nadie. Esta misma tecnología no está disponible para los trabajadores españoles, o los italianos, los griegos o los franceses. Entonces, las mejoras en productividad permanecen exclusivamente dentro del país. Sobra decir que aquí tampoco los trabajadores reciben los beneficios de este desarrollo. El objetivo simplemente es obtener precios más bajos para competir exitosamente con otros proveedores. Pero esa es otra historia. La cuestión es que el éxito de los alemanes se debe al control de la propiedad intelectual.

Para los países en desarrollo hay dos razones fundamentales por las que deberíamos quebrar este monopolio de la propiedad intelectual. En primer lugar, por cuanto constituye el obstáculo más grande para nuestro desarrollo. Si lo es para países grandes y poderosos como China, imaginemos lo que representa para el resto de nosotros. Ni siquiera podemos guardar la esperanza de alcanzar objetivos convencionales, como el crecimiento, sin superarlo.

En segundo lugar, lo que este sistema produce no es necesariamente el tipo de bienes que necesitan nuestras poblaciones. Por ejemplo, en el caso de los medicamentos. Este sistema no tiende a producir el tipo de medicamentos que nuestras poblaciones requieren porque nuestras necesidades particulares no son una prioridad. En efecto, todo el conocimiento que sería relevante en nuestros países –sea en agricultura, en salud, en manufactura a pequeña escala– no les interesa y, consecuentemente, este tipo de investigación y desarrollo simplemente no se lleva a cabo. Cosas elementales como hornos solares más eficientes, o formas de conseguir agua en terrenos montañosos donde no llega la electricidad; este tipo de investigación no es de interés para ellos. Ellos no la van a hacer, así que nosotros tendremos que sacarla adelante.

IE:

Es interesante que ni siquiera se trata de alta tecnología.

JG:

Exactamente.

IE:

¿Y cómo se puede romper el monopolio del conocimiento?

JG:

Esta es una tarea muy importante. El problema es que un solo país, actuando por su cuenta, no lo puede lograr; tal vez China por su tamaño y riqueza, pero creo que incluso está dentro de sus intereses trabajar conjuntamente. Se trata de un área absolutamente crítica para la cooperación Sur-Sur.

IE:

Usted ha hablado de la necesidad de establecer un sistema de conocimientos compartidos [“knowledge-sharing system”]. ¿Existe algún proyecto de esta naturaleza, aunque sea en forma incipiente?

JG:

Yo pienso que sí, que está comenzando; lo que realmente necesitamos hacer es promoverlo masivamente, empezando por intercambios de científicos y académicos.

Hay que comenzar juntando a la gente para que se conozca y trabaje conjuntamente en proyectos, aunque sea dos o tres meses. En India, por ejemplo, tenemos un país muy grande. Recientemente, en los distintos Estados se ha comenzado una fuerte cooperación para la gestión de desastres y medidas de control en esta área. Así, la gente que ha tenido experiencias con tsunamis ha colaborado para instalar y organizar sistemas de gestión y prevención en otros lugares, lo cual ha sido muy beneficioso al momento de lidiar con el siguiente ciclo. De modo similar, en Cuba existen realmente excelentes sistemas de salud y agricultura, incluyendo investigaciones muy interesantes, por ejemplo, sobre pesticidas orgánicos. El problema es que ni siquiera sabemos que este tipo de conocimiento existe porque el sistema está estructurado de tal forma que hemos sido condicionados para mirar siempre a Estados Unidos y Europa, pues creemos que allí es donde está el conocimiento.

IE:

¿Cuáles son las áreas que deberían ser priorizadas en estos sistemas de conocimientos compartidos?

JG:

Agricultura, salud y conocimiento tradicional. Este último es muy urgente porque si nosotros no lo hacemos, otros lo harán y habrá biopiratería en grandes proporciones. De hecho, ya la hay. Lo primero que se debe hacer es codificar y documentar todas las prácticas tradicionales y eso es algo que el Estado tiene que hacer. Por ejemplo, ahora en India hay un departamento especial, compuesto por distintas direcciones dedicadas a variedades de plantas para medicamentos, agricultura y conocimiento tradicional aplicado a la ganadería. La documentación y codificación de estos conocimientos es un trabajo enorme. La codificación, especialmente, significa traducir el conocimiento a sistemas que sean accesibles para la ciencia moderna. Es un proceso que se debe hacer por etapas. Una vez codificado el conocimiento tradicional, se debe dejar claro que ninguno de sus aspectos puede ser patentado por nadie.

IE:

¿Este tipo de documentación, codificación y prohibición de patentes es compatible con el acuerdo TRIPS (1) de la OMC?

JG:

Afortunadamente sí es compatible. Este acuerdo es decididamente detestable, pero tiene algo de flexibilidad, especialmente respecto al conocimiento tradicional –lo que se llama protección sui generis para agricultores-. Esto significa que cada país tiene permiso para elaborar sus mecanismos de protección para variedades de plantas, por ejemplo. Efectivamente, se permite que cada Estado prohíba patentar conocimientos tradicionales si así lo decide.

La Unión Europea, por ejemplo, lo ha hecho. En el ámbito del conocimiento tradicional, la normativa india es bastante buena, creo que en Argentina también. Entonces, yo sugeriría para países pequeños como Ecuador que, tal vez actuando mediante la Comunidad Andina, emprendan una iniciativa común en torno al tema. Sería factible establecer de manera conjunta un fondo y una institución dedicados a la documentación y el monitoreo. Esto es absolutamente crítico. Actualmente, tenemos estudiantes de universidades agrícolas de Estados Unidos que vienen, toman muestras de plantas y las patentan. Nosotros ni siquiera sabemos lo que sucede porque no hemos codificado esos conocimientos. Sin contar con la codificación, tampoco podemos probar que ha habido robo de propiedad intelectual.

IE:

¿Cómo empezaron este proceso en India, de donde usted viene?

JG:

Allí, este proceso comenzó muy temprano, con la patente de dos o tres cosas. Primero fue el caso del árbol de neem, un árbol muy tradicional nuestro. Llego un momento en el que 17 características suyas estaban patentadas en EEUU. Luego fue el caso del turmérico, una planta que usamos como especia en nuestra cocina, pero que también tiene propiedades purificadoras. Había 32 patentes sobre distintas propiedades del turmérico, también en EEUU. El Estado indio tuvo que demandar a ese país, reclamando que este conocimiento formaba parte de nuestra tradición.

Afortunadamente, mucho de nuestro conocimiento botánico se encuentra en nuestros escritos antiguos, así que pudimos presentar uno de estos libros del siglo VII como evidencia y, como consecuencia, ganamos. Pero, ¿qué pasa si uno no tiene evidencia textual?

Muchas comunidades, incluso en India, cuentan exclusivamente con la tradición oral, y muchas de las variedades de plantas son completamente únicas en esos entornos, entonces tenemos que ser activos para proteger estos conocimientos. No es suficiente ‘dejarlos intactos’, sino que es necesario prevenir que sean expropiados de otras formas. Esto tampoco significa que tenemos que patentar esos conocimientos y dirigir las ganancias correspondientes a las comunidades de origen. La idea general es prevenir su apropiación particular con finalidades de lucro.

En Asia –en Indonesia, Malasia, Tailandia, Vietnam, India y Sri Lanka-, ha habido grandes discusiones respecto a este tipo de problemas que han dado paso a una amplia gama de respuestas e iniciativas.

IE:

Usted ha dicho que la manera en que se comporta el capital del Sur es esencialmente igual a la del capital del Norte.

JG:

Sí. A veces se piensa que los capitales del Sur, de Brasil o de India por ejemplo, son de algún modo mejores que los del Norte, de EEUU. No debemos tener este tipo de ilusiones. Desafortunadamente, los capitales indios se comportan del mismo modo, dentro y fuera del país. La diferencia consiste en que algunos capitales no tienen el mismo nivel de control sobre la propiedad intelectual. El capital del Norte parece tener un interés más fuerte en mantener su monopolio.

IE:

También ha mencionado que los grandes capitales del Sur están orientando sus esfuerzos hacia el acaparamiento de tierras.

JG:

Así es. Unas tres o cuatro compañías indias han comprado miles de hectáreas en Sudán, en Etiopia y Somalia, y los contratos que estos gobiernos han firmado son atroces porque efectivamente otorgan a las compañías el control total sobre el agua. Su comportamiento es predatorio. Se trata de producción para la exportación, los chinos incluso traen sus propios trabajadores; los indios utilizan trabajadores locales, pero quién sabe bajo qué condiciones. No hay nada de solidaridad en su comportamiento. Así que tenemos que reconocer que el capital siempre se comportará de una forma particular, a menos que lo controlemos y regulemos. El capital es el capital y se comportará siempre como tal. No es su culpa. Simplemente fue diseñado para comportarse de esa forma.

 


(1) Acuerdo sobre Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio -TRIPS, por sus siglas en inglés.