J. A. Núñez Villaverde y A. Laguna
La guerra de Siria
(Página Abierta, 244, mayo-junio de 2016).

 

 

Todos son interrogantes ante la tragedia siria: el destino de la población que huye de un territorio devastado, la reacción europea, el curso de la guerra, el futuro de un régimen dictatorial y asesino, el papel en ello de los países y bloques que intervienen… Reseña de A. Laguna de una conferencia pronunciada por Jesús A. Núñez Villaverde, el pasado 1 de abril, en la sede de Acción en Red – Madrid (La Bóveda).

Para explicar su punto de vista sobre la situación en Siria, Núñez Villaverde estructuró su charla yendo directamente del comienzo de las movilizaciones ciudadanas contra el régimen de Bachar el Asad al momento actual de guerra y tragedia humanitaria, para pasar después a unir los dos extremos: “Si empiezo por el principio, la historia comienza mal; si lo hago desde el final, concluiré lo mismo”.

“Siria arranca ese proceso de movilización ciudadana cuando ya lo habían hecho Túnez, Egipto, Yemen y Libia. Y se llegó a pensar que iba a ser el quinto país en lograr la caída del dictador. Sin embargo eso no ha ocurrido y es difícil que vaya a suceder, por lo menos a medio plazo”.

Asentada esa conclusión, pasa a recordar lo sucedido hace cinco años, partiendo de las características del Estado sirio: “Uno más de aquellos en los que se daban unas causas estructurales que explicaban sobradamente el hartazgo de la población”.

El régimen alauí, tanto el que representaba Hafed el Asad como el de su hijo Bachar, puede ser considerado como uno de los más represivos del mundo árabe. Por otro lado, las promesas de que el país alcanzaría unos niveles de bienestar parecidos a los de vecinos del norte del Mediterráneo se vieron definitivamente frustradas. “La brecha de desigualdad entre el norte y el sur del Mediterráneo no ha hecho más que agrandarse. Y por lo tanto, el discurso del régimen estaba absolutamente gastado”.

Lo estaba ya a finales del siglo pasado, gobernando Hafed el Asad. Y pronto dilapidó sus promesas de cambio su hijo Bachar, que le sustituyó a su muerte en el año 2000.

El nuevo mandatario se presentó con una imagen de impulsor de la modernización y del cambio social y político. Lejos quedó de lo sucedido después. En la práctica, lo ocurrido fue un nuevo reparto del poder económico entre la elite perteneciente al clan de los Asad. “Así sucedió, por ejemplo, con la privatización de las empresas públicas, que pasaron a manos del clan” (1). Un clan, los alauís, que representa en el mejor de los casos solo al 11% de la población siria, de mayoría árabe suní (2).

“Frente a esa situación, a esas causas estructurales de carencias sociales, de violación sistemática de los derechos humanos, de represión diaria, de corrupción e ineficiencia orgánicas…, la comunidad internacional –suponiendo que eso signifique algo– ha mirado siempre hacia otro lado”. Se sabía de sobra, pero Siria era y es una pieza importante en el statu quo favorable a los intereses occidentales instaurado en el final de la II Guerra Mundial; “luego, no pasa nada”.

Siria y su régimen, además, representa algo que le da más importancia a los ojos occidentales: “Dicho en términos pugilísticos, juega por encima de su peso en el concierto internacional porque se presenta en sociedad como el líder del frente de rechazo a la existencia de Israel. Una vez que Egipto, considerado como líder del mundo árabe, firma la paz con Israel, queda Siria, de algún modo, como la voz que pretende liderar la resistencia a Israel, contando con el apoyo de Moscú”.  

Rusia ahora (y la URSS, antes) tiene a Siria como su aliado, su “pieza” –única– en el tablero de ajedrez que le permite tener presencia e influencia en los asuntos de Oriente Próximo y Medio. “Mientras que EE. UU. tiene varias, Moscú sólo tiene a Siria”. Y eso llevó a que la URSS suministrase gratuitamente armamento al régimen sirio. Suministros que la actual Rusia mantiene pero que busca cobrar.
Siria, pues, cumple ese doble papel.

El régimen impone la violencia

Núñez Villaverde pasa a recordar los inicios de la movilización en Deraa tras la brutal represión que siguió a las pintadas antigubernamentales de unos chicos en esa ciudad. Respuesta social que a él le sigue causando asombro. Cómo una sociedad aterrorizada durante décadas por un régimen tan extremadamente represivo pierde el miedo, y a partir de marzo de 2011 se lanza a la calle con manifestaciones pacíficas, que se extienden por otras ciudades. Movilización que encuentra una respuesta brutal del Gobierno. “Quién impone la violencia entonces es el régimen con sus matones (los shabiha), el servicio secreto (la muhabarat) y todo su aparato represor”.

“Cuando esto se produce, cuando la gota colma el vaso ya y la ciudadanía se lanza a la calle, y el aparato represor se pone en marcha como de costumbre, otra vez la comunidad internacional mira para otro lado; con una incoherencia muy llamativa entre el discurso y la acción en el terreno”.

Como señala este analista, el discurso occidental promueve los valores democráticos, el Estado de derecho, la expresión libre de opinión por parte de la sociedad civil, que era lo que se reclamaba en Siria, y, sin embargo, no acompañamos ese movimiento.  [Aunque en esto siempre hay, advierte, un peligro: “encontrar el punto de equilibrio entre acompañar o manipular y dirigir como marionetas a los actores locales”].   

Durante meses las manifestaciones son pacíficas; avanza mucho el año 2011 hasta que, ante la falta de apoyo internacional y frente a la violencia diaria y omnipresente del régimen, empieza a haber una reacción también violenta. “Desde esa perspectiva, se desaprovecha otra ocasión para acompañar a un movimiento ciudadano que lo que buscaba –como en Egipto, Libia o Túnez– era dignidad, libertad y trabajo”.

Lo sucedido en estos últimos años atrás supone un cambio en el contenido de la protesta y rebelión en estos países. “Habíamos conocido algo parecido a finales de los ochenta y principios de los noventa. Las revueltas del pan, de la leche, del transporte…, tras las subidas de precios, la eliminación de las subvenciones a los productos de primera necesidad, etc.; medidas debidas, en buena parte, a los planes de ajuste estructural instaurados, bajo la disciplina del FMI, cuando empezaron las crisis de la deuda”. Pero, se trataban  de revueltas de naturaleza socioeconómica que no ponían en el punto de mira echar abajo el régimen, a diferencia de lo acontecido en estos últimos años en algunos de estos países.

Ante ello, en el caso sirio –recalca nuestro analista–, el mundo occidental, más allá de las palabras, no mostró ningún apoyo sustancial al movimiento político pacífico. “Y mientras tanto, se fue enrareciendo, obviamente, el panorama”.

La situación actual

Y tras este análisis del comienzo de la crisis siria hace cinco años, pasa a comentar la situación en la actualidad, que califica igual que la fase inicial: la perspectiva pinta mal, también. Y tiene un precedente: Egipto. En el que se ha producido, frente a las aspiraciones de cambio, un golpe de Estado; un golpe, bendecido por Occidente.

“Lo que estamos viviendo en Siria es el preparativo para hacer de Bachar el Asad, otra vez, nuestro socio para que nos eche una mano en el intento de eliminar la amenaza que representa Daesh”, obviando la grave responsabilidad de él y su régimen en esta brutal guerra contra la población siria que reclama su caída y un cambio democrático.

Desde un evidente punto de vista militar, dadas sus características, no se puede eliminar  a un enemigo como Daesh con bombardeos aéreos: “Hace falta carne de cañón local”. Se necesitan operaciones terrestres, soldados de desplegados sobre el terreno; y la pregunta que se hacen los mandatarios occidentales es: ¿quién los va a poner después de lo sucedido en Afganistán, Irak o Libia? Una vez establecida la prioridad de eliminar la amenaza de Daesh, descartando el uso de soldados occidentales, la respuesta la da el propio Bachar el Asad: “Yo estoy aquí enfrentándome en primera línea a los ‘terroristas’, ¿no decís que hay que eliminarlos?, entonces, ¿por qué no nos entendemos?”.

En este punto, Núñez Villaverde traza los cambios en el panorama producidos en este último periodo. “Una vez que se ha revertido la situación en el campo de batalla en Siria, y de que las fuerzas del régimen ahora juegan con el tiempo a su favor (3), se vuelve a airear la idea de que Bachar el Asad es parte de la solución (4). Otra cosa es cómo se vaya a disfrazar”.

La esencia del juego en la zona, en  Egipto y Siria en concreto, es restablecer el statu quo de siempre, el activado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, “que nos ha llevado a aliarnos con impresentables, en la medida que jueguen a nuestro favor”. Así se presenta hoy Bachar, “un actor más en el escenario, dispuesto a lo que haga falta para su reintegración en el concierto internacional”.

Sobre este futuro, caben matices sobre el papel de Bachar: si estará en la mesa de las negociaciones, si mantendrá su presencia en un periodo de transición y después será sustituido…

“Más allá del individuo, el interés está en el mantenimiento del apoyo al régimen establecido desde hace mucho tiempo, el del clan Asad, que representa a la minoría alauí”.

La evolución de la guerra en estos cinco años

Este experto en cuestiones internacionales se detiene, a continuación, en un somero análisis de la evolución de estos cinco años. Y empieza recordando el uso de armas químicas en agosto de 2013 por parte del régimen sirio y la pasividad internacional, con EE. UU. a la cabeza, a pesar de lo manifestado por Obama y su Administración en el sentido de que si el régimen alauí cruzaba esa línea roja habría consecuencias inmediatas contra él. Algo que no ocurrió. Una señal clara de la conclusión antes apuntada.

Una variable importante en la marcha de los acontecimientos tiene que ver, para Núñez Villaverde, con el giro dado en política internacional por la Administración estadounidense con Obama. “Su objetivo fundamental en la zona consiste, básicamente, en salirse del pantano en el que lo dejó la Administración anterior –en particular, en Afganistán e Irak–, para intentar recuperar margen de maniobra y dedicarse a otras cuestiones de mayor relevancia hoy en el escenario mundial”. Por ejemplo, asuntos como los intentos de Rusia de volver a ocupar un papel importante en la zona o la incorporación de China a ese escenario.

Así resume ese giro: para salir del pantano, según la propia Administración, pone en marcha el fracking que le permite tener independencia energética, para de esa manera no depender de esos regímenes políticos a los que está atado, básica y vitalmente, por algo que no tiene de modo suficiente. También, en consecuencia, puede empezar a ser más coherente entre lo que dice y hace. Y no comprometer militarmente sus fuerzas en determinados escenarios que, a fin de cuentas, comienzan probablemente a ser secundarios. Y a cambio, tratar de entenderse con otros actores de la región, como Irán, hasta hace dos días un paria internacional, con el que comparte intereses.

La conclusión es clara: EE. UU. no está dispuesto a meterse en el pantano sirio, teniendo que combatir con sus propias fuerzas a Daesh. “El rasgo que define a la Administración de Obama en política exterior y de seguridad es ‘liderar desde atrás’. Y ese es el mensaje que envía a los europeos”. Apoyará con sus drones los bombardeos aéreos, lo hará con sus servicios de inteligencia, suministrará armas, pero no desplegará sus soldados en todos los escenarios en donde pueda haber un conflicto.  

El caso es que después del uso de armas químicas por parte del Gobierno sirio, EE. UU ha visto desacreditada su palabra de llevar a cabo una represalia si Bachar cruzaba esa línea roja.

Otro aspecto del proceso que hace más difícil una solución positiva de lo que acontece en Siria es la dificultad política y militar de un proyecto y acción común de la llamada oposición. “Constantemente, desde la mitad del año 2012, se han repetido innumerables intentos de conseguir unificar a los llamados rebeldes u opositores. Y han fracasado, tanto en el ámbito político como en el militar”.

En el terreno político se han presentado diversas plataformas, como la denominada Comisión Nacional de Fuerzas Opositoras y Revolucionarias sirias, en la que se produce una pugna entre unas fuerzas y otras, con respaldos diferentes:  Arabia saudí apuesta por unos, Qatar por otros..., con el previsible resultado de su división y debilitamiento. 

Y en al ámbito militar tampoco se ha conseguido crear una plataforma unitaria, y menos aún que se subordine a una plataforma política. “Entre otras cosas porque hay una diversidad amplia de actores combatientes absolutamente inmanejable. Hablamos de cientos de grupos armados”.

En algunos casos, grupos que solo responden a su jefe natural en un barrio o en una ciudad; otros, de mayor volumen y capacidad. Entre estos últimos están, por ejemplo, los que se mueven en el Sur, en la zona de Deraa y en la limítrofe con Jordania. O las unidades de protección popular de los kurdos sirios, presentes en la frontera con Turquía. Pero junto a estos últimos, insiste, hay muchos grupos armados, de todos los tamaños, con lealtades muy diversas. “Lealtades que han cambiado durante estos cinco años innumerables veces”. Combatientes que se han pasado de un grupo a otro y que se matan entre sí.

Para ilustrar este complejo entramado, Núñez Villaverde acude a un ejemplo: EE. UU. financia a milicias chiíes, iraquíes, que colaboran con el régimen sirio.

Este panorama lleva a los miembros de esa supuesta comunidad internacional a preguntarse que con quién han de hablar, cuál va a ser el relevo de Bachar el Asad, a quién entregar armas, sabiendo que, si hoy está en un bando, mañana va a estar enfrente, seguramente usando esas armas contra mis aliados.

El conflicto regional en el curso de la guerra 

Centrándose ahora en el curso de la guerra para el régimen sirio, señala que, cuando irrumpe  esa violencia con tactos actores, tiene una obvia reacción instintiva: “Como no puede garantizar sus intereses en todo el territorio, concentra todas sus fuerzas en la parte vital para él: en Damasco, en el corredor hacia el norte que le une con Alepo –la segunda ciudad del país– y en el rectángulo de la costa mediterránea, donde está ubicada básicamente la minoría alauí”. Una zona, esta última, que le conecta por mar con el mundo, por la que entra el suministro de armas. En ella se encuentra una ciudad costera, Tartus, que alberga desde hace muchos años una base naval rusa.           

En el otro extremo, en las provincias del Este colindando con Irak, predomina el territorio desértico –más allá de los ríos Tigris y Éufrates– y con poca población y actividad económica, salvo algunos yacimientos de petróleo. Por lo tanto, un espacio que abandona el régimen.

Realmente –aclara nuestro conferenciante–, la fuerte entrada en escena de Daesh en ese territorio sirio-iraquí no se debe tanto a victorias militares como al hecho de que se encuentra con un vacío de poder decidido por el Gobierno sirio y en circunstancias similares en Irak: en un crítico proceso electoral (5). Y ahí es donde Daesh establece su supuesto califato, en Raqa (Siria), y toma Mosul (Irak); califato que no es el primero ni será el último: “Este califato se va a desmantelar, no tengo ninguna duda, al igual que han sido desmantelados otros califatos en Somalia, Nigeria y otros lugares. Otra cosa es que eso signifique el fin de la amenaza terrorista”.  

Esa estrategia de abandonar territorio, y de hacerse fuerte para recuperar espacios después, parece haber tenido éxito, cuando años atrás –finales de 2013– el tiempo corría en su contra, en la medida en la que diferentes grupos rebeldes le ponían las cosas muy complicadas en muchos lugares (6).

¿Cuándo comienza a cambiar la situación militar?, se pregunta Núñez Villaverde. “Cuando –se responde– entra en juego Hezbolá”. 

Para explicar mejor lo señalado sobre la entrada en combate de Hezbolá, plantea primero una consideración importante. Siria está viviendo, simultáneamente, tres conflictos: uno local, entre el régimen y los opositores; otro, por interposición, en el que está en juego el liderazgo regional entre Arabia Saudí e Irán, y un tercero, global, que tiene a Estados Unidos y a Rusia como agentes principales, enmarañados en esta historia (7). Conflicto, este último, que nos hace entender mejor ese incremento de la apuesta militar rusa en Siria desde octubre del año pasado.

En relación con el conflicto regional, Núñez Villaverde traza primero un cuadro histórico de lo sucedido en esta área desde la revolución iraní de 1969 que derrocó al Sha de Persia, Reza Pahlevi, aliado de EE. UU., y que llevó al poder al ayatolá Jomeini, hasta el derrocamiento del presidente iraquí Sadam Husein y el desmantelamiento del régimen –llevado a cabo por la Administración estadounidense y por una parte de la comunidad internacional–, pasando por las llamadas guerras del Golfo (8).

Tras ese largo y cruento proceso, “Irán aguanta y, si lo miramos ahora, Irak está en sus manos, en cierto modo. El 65% de la población iraquí es chií y ha sabido jugar muy bien esa baza. Hoy, la influencia de Teherán en Irak es notabilísima. No podemos decir que sea una marioneta de Irán, pero su influencia es enorme”.

En lo que respecta a Líbano, los árabes chiíes son hoy ya algo más del 40% de la población. La minoría mayoritaria (9). “Luego, Hezbolá es el principal actor político y militar en Líbano. Su capacidad militar es mayor que la de las Fuerzas Armadas libanesas”. Y se ha convertido en un aliado (o peón) de Irán. Lo que supone la tercera casilla del tablero de ajedrez, que Irán tiene bastante controlada. “Siria es la pieza que falta, por lo tanto, para una conexión física Irán-Irak-Siria-Líbano.

“De esa forma, Irán pondría una mano en el Mediterráneo y otra en el Golfo. Demasiada influencia, demasiado peso”.

Algo que está poniendo de los nervios, entre otros, a Arabia Saudí, “quien trata de evitar como sea que la casilla llamada Siria caiga definitivamente en manos de Irán, que está apoyando al régimen de Bachar el Asad. A la par, Irán busca impedir que Arabia Saudí se salga con la suya. Y cada uno de ellos trata de conseguirlo en el territorio sirio con sus aliados locales”. Vemos, entonces, que unos y otros actores internacionales han estado armando a parte de esos grupos combatientes, pero sin coordinarse entre ellos.

Por otro lado, en el norte de Siria nos encontramos, actualmente, con una de esas paradojas presentes en esta guerra: la acción de las fuerzas kurdo-sirias. Por el oeste, Alepo está a punto de caer en manos del régimen. Y en el este, entre la frontera con Irak y Hasaka, todo esto está ya en manos de las Unidades de Protección Popular de los kurdos sirios, quienes pretenden extender su dominio hasta Alepo, en donde existen asentamientos kurdos a un lado y otro de la frontera con Turquía.

De ser así, “los kurdos, que son el mayor pueblo del planeta sin un Estado, empezarán a tener condiciones para, aprovechando todo el maremágnum que hay en Siria, intentar hacer algo parecido a lo que están haciendo los kurdos iraquíes: crear, como mínimo, una autonomía desgajada completamente del Estado central, con vistas a tener algún día un Estado”. Una acción estratégica que supone un grave quebradero de cabeza para Turquía, ya que de los treinta millones de kurdos que hay en el mundo, quince viven en este territorio.

La compleja situación en el campo de batalla está llena de contradicciones. Las Unidades de Protección Popular kurdo-sirias están siendo apoyadas por EE. UU. Por su parte, Turquía –aliada de la Administración estadounidense y miembro de la OTAN– las combate y elimina. A la par, el Estado turco deja que EE. UU. use sus bases aéreas (por ejemplo, la de Incirlik) contra otros grupos que están siendo apoyados por Catar o por Arabia Saudí, que es un aliado de EE. UU.

Una vez establecido este entramado de posiciones militares, Núñez Villaverde vuelve sobre la presencia de Hezbolá y su papel en el curso de la guerra. “De los siete mil combatientes de primera línea que tiene Hezbolá, unos cinco mil están actualmente en territorio sirio. La apuesta es muy importante”. Como consecuencia de ello, en Líbano está habiendo ataques contra los feudos dominados por Hezbolá. Hecho que parece indicar que alguien los está financiando para obligar a Hezbolá a volver a su casa, abandonando su presencia en Siria. 

Irán también se ha implicado directamente en el campo de batalla sirio para defender al régimen, su aliado local, sufriendo la pérdida de varios generales de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, la fuerza de élite dentro Ejército iraní.

En definitiva, el régimen de Bachar al-Asad con sus propias fuerzas y con las de sus aliados iraníes y libaneses frena la tendencia negativa que sufría y pasa a la ofensiva. Y más aún con la presencia militar de Rusia desde octubre del año pasado.

En la recuperación de Palmira por parte del Ejército de Bachar al-Asad fue decisiva la intervención rusa bombardeando intensamente el suelo de Palmira, después de haber declarado Putin que abandonaban su presencia en suelo sirio. Sigue, por lo tanto, en Tartús y en Latakia, con sus cazas de combate y con los misiles de defensa antiaérea, los S400, que le garantizan la superioridad aérea y limitan, por lo tanto, que los cazas turcos o los estadounidenses puedan volar por esa zona.

En el plano político

Estos cambios en el plano militar “han permitido que en el campo político se haya entrado en una dinámica de negociaciones en las cuales el régimen  puede imponer condiciones”. En las diferentes rondas que ha habido se empieza a ver ya cómo han conseguido evitar esa línea roja de la oposición de no negociar si continua la apuesta del régimen sirio de mantener en el poder a Bachar el Asad.

En estos encuentros, los representantes políticos de la oposición, fragmentados y con una situación en el campo militar desfavorable para ellos cada día que pasa, se han encontrado con un régimen crecido que pone condiciones, “entre otras cosas, porque el objetivo no está claro, ni unificado”. Visto desde fuera, Turquía quiere que caiga el régimen, mientras que EE. UU. quiere desmantelar la amenaza de Daesh. Los demás, grupos o Estados, pueden alinearse con uno o con otro. Por lo tanto, “al no haber un objetivo común, cada uno, pensando en su objetivo, activa diferentes líneas de acción”.

“Mirado desde Occidente no hay ninguna duda: nosotros, Occidente, no estamos ya por la labor de la caída del régimen, estamos por hacer frente a un Daesh que está provocando atentados terroristas, no sólo en esas regiones, sino también, ya, en territorio occidental”. El problema es cómo se vende esta posición a la opinión pública, antes señalada, de que Bachar el Asad es parte de la solución.

Fuera de esa opción solo cabe otra salida: que Turquía se atreva, finalmente, a lanzarse con la acción militar, que sea la carne de cañón local buscada. Turquía lleva tiempo demandando la creación de una zona segura al norte de Siria, permitiendo que quienes buscan refugio en este país se queden en ese territorio fronterizo sirio. Y para eso se necesita una intervención militar con despliegue aéreo y con tropas terrestres. El Ejército turco –la segunda fuerza militar de la OTAN– podría hacerlo, pero tiene sobre él la amenaza rusa, después del incidente militar de noviembre del año pasado, en el que sus fuerzas derribaran un avión ruso.

Turquía, pues, no se atreve a ir solo en la acción militar con el objetivo limitado de la seguridad fronteriza y está intentando activar la voluntad de intervenir de países occidentales y, fundamentalmente, de EE. UU., considerando que Rusia no se va a atrever a derribar un caza estadounidense. Si se dieran esas condiciones, entonces podrían entrar por tierra las tropas turcas. “Eso hoy no es imposible, pero es bastante improbable”.

Mientras, pensando en liquidar la amenaza que supone Daesh, gana cuerpo la idea de lograrlo con las fuerzas leales al régimen. Eso sí, con todo el apoyo que sea necesario, aéreo, de inteligencia, de entrega de armas, pensando que no van a cambiar de manos.
Sobre la venta o entrega de armamento a las diferentes fuerzas que combaten en Siria, Núñez Villaverde advierte de los riesgos que suponen, como lo demuestran algunos precedentes. Por ejemplo, en el caso de Afganistán con el apoyo a los muyahidines tras la invasión militar soviética. Armas que posteriormente serían usadas por el terrorismo yihadista.

Ese podría ser el caso de los misiles antiaéreos Mamba en el complejo entramado militar sirio. Un antiaéreo portátil de fácil manejo, muy capaz, para derribar helicópteros y algunos cazas. Una vez entregados, por ejemplo, a los rebeldes para su uso contra el régimen, que tiene superioridad aérea, se pierde su control, y mañana pueden ser usados contra quienes los suministran.

*  *  *

El último tramo de su conferencia, Núñez Villaverde lo dedicó a hablar del drama de la población desplazada y refugiada, y del “vergonzoso acuerdo al que ha llegado la UE con Turquía, pagando sus servicios”.

Lo primero que destaca de este acuerdo es que si la UE pretende que Turquía acoja a la población que llama a las puertas de una Europa que tiene la obligación de acogerla como refugiada, es porque considera a este país como seguro para su refugio y porque no la va a devolver a sus países de origen con operaciones de expulsión.

Sin embargo, no lo es si nos atenemos a la denuncia hecha por Amnistía Internacional, ya confirmada, de que soldados turcos disparan contra refugiados sirios. Y si tomamos en consideración cómo Turquía viene interpretando la aplicación del derecho de refugio. “Turquía es un país que hace una lectura peculiar del Estatuto de los Refugiados de 1951, en el sentido de que sólo garantiza ese estatuto de refugiado a ciudadanos europeos. ¿Por qué?, porque así se entendía que se debía hacer en la posguerra europea, tras la Segunda Guerra Mundial”.

Con este acuerdo UE-Turquía puede, también,  volver a cobrar fuerza la idea de crear una zona segura dentro de Siria para que se queden allí quienes buscan refugio y no atraviesen la frontera de Turquía para desplazarse hacia Europa.

Y termina recordando, de todas formas, las diferencias tan abismales que existe entre Turquía y la UE en el número de personas refugiadas. “Turquía lleva cuatro años y pico soportando con sus propias fuerzas la asistencia de más de 2 millones de refugiados sirios que han entrado en su país (10), mientras que nosotros no hemos aportado casi nada”.

Jesús A. Núñez Villaverde, economista y militar (retirado), es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), miembro del comité español de la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos) y profesor de la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid).
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(1) Un ejemplo, en concreto, fue el de Rami Majluf (“míster 10%”), el primo de Bachar que pasó a controlar el monopolio de la telefonía móvil, las empresas de concesionarios de coches, las tiendas libres de impuestos de los aeropuertos, un importante conglomerado de medios de comunicación y la principal cementera del país.
(2) Los alauís se suelen considerar –no por todo el mundo– como una rama del islam chií. Completan la diversidad de etnias y religiones en Siria los colectivos drusos, cristianos, kurdos, turcómanos...
(3) Los enfrentamientos directos han dado ya como resultado la recuperación de Palmira.
(4) Nuestro Ministerio de Exteriores lo viene apuntando desde hace bastante tiempo.
(5) Irak vive inmerso en sucesivas crisis políticas gobernando Nuri al-Maliki, sustituido, tras el resultado electoral, por Haider al Abadi (actual primer ministro).
(6) Otro actor potente frente al Gobierno sirio lo constituyen las brigadas de Al Nusra, la filial de Al Qaeda en el país.
(7) Un ejemplo de cómo influye la pugna internacional EE. UU.-Rusia es la amenaza de Moscú a Washington de una mayor intervención rusa en Siria si se intensifica la propia estadounidense en Ucrania, como así viene sucediendo en la frontera europea con Rusia.
(8) Una vez que se produce el cambio en Irán, EE. UU. vuelca su apoyo hacia Irak, que pugna por el liderazgo en la zona frente a Irán. Y en un intento por echar abajo el régimen de los ayatolás, embarca a su nuevo aliado, Irak, en la Primera Guerra del Golfo en 1980, conflicto que duró ocho años y que produjo un millón de muertos. Pero Irán no cayó y se mantiene hasta hoy con el mismo régimen.
(9) “En Líbano se reparte el poder en función del peso demográfico que tenían en 1943 los cristianos maronitas, los árabes suníes, los árabes chiíes y las dieciocho comunidades religiosas reconocidas en el país. Con ese criterio, el Jefe del Estado viene siendo cristiano maronita. Sin embargo, hoy, los cristianos maronitas ya no son mayoría. La mayoría corresponde a los árabes chiíes, pero, como no interesa replantear el statu quo, no se hace un censo de población en Líbano desde hace décadas”.
(10) El Gobierno turco dice haber gastado diez mil millones de euros en atender a esta población.


J. A. Núñez Villaverde
Población en busca de refugio

El incremento de las operaciones militares –y, particularmente, tras la entrada de Rusia en la guerra– genera mayor nivel de violencia en muchos lugares que hasta ese momento eran prácticamente frentes estabilizados; con lo cual, más gente se ve forzada a abandonar sus lugares de residencia. Hay que recordar, además, que ya existía antes un panorama de saturación de estos desplazamientos –no solo sirios– en los países fronterizos con Siria. Ahora, Turquía tiene alrededor de 2,4 millones de refugiados [alrededor de un 3% de su población]. Jordania, unos 800.000 [un 12%]. En Líbano, una de cada cuatro personas es refugiada.

Estas cifras chocan con las que el año pasado, en una vergonzosa subasta, la UE repartió entre los diferentes países: unas 160.000 personas en busca de asilo y refugio; el 0,024% de la población de la Unión Europea. Esa es la carga que nos invade.

El nivel de saturación en la zona, añadido a esas nuevas oleadas que llegan, hace que la olla a presión ya no aguante más y tienda a salir por alguna vía de escape; y evidentemente, en ese sentido, podemos entender la permisividad de Turquía ante la huida de esa población hacia Europa desde su territorio.

No se trata de una maniobra oscura de Ankara manejando a las personas de aquí para allá, sino de mafias privadas que aprovechan todo este contexto y esas circunstancias para dirigir a la población en esa nueva ruta, en esa nueva tragedia.

Como ya he comentado, la lectura por parte de Turquía sobre su obligación de cumplir el Estatuto de Refugiados se refiere solo a población europea, así está estipulada en origen. Ahora, sin decirlo explícitamente, está reconociendo también a los sirios características de refugiados. No se le puede achacar entonces que no hace lo suficiente. Otra cosa es Europa que sí está obligada por su firma de la Convención de 1951y no cumple con ello.