José Catalán Deus
A los cinco años del pontificado de Benedicto XVI
Entrevista de Iñaki Gabilondo.
Página Abierta, 208, mayo-junio de 2010.

El pasado 6 de abril, Iñaki Gabilondo, en su programa “Hoy” de CNN+, entrevistó a José Catalán Deus, un periodista muy conocedor del Vaticano, que a sus numerosas publicaciones sobre la Iglesia católica ha venido a sumar un libro de título hoy muy significativo: ¿Después de Ratzinger, qué? (Editorial Península, 2009). La direcciones, tanto del programa como la de los informativos, han tenido la amabilidad de  pasarnos la grabación de esta entrevista que transcribimos aquí casi al completo (Nota de la Redacción de Página Abierta).

            Iñaki Gabilondo: El día 19 de abril se cumplen cinco años de pontificado de Benedicto XVI, y desde luego va a llegar este cumpleaños en un momento verdaderamente borrascoso. Este asunto de la pedofilia venía hace tiempo ya incubándose hasta provocar este estallido, ¿verdad?

            José Catalán Deus: Sí, sí, mucho; es decir, estalló a principios de esta década en Estados Unidos. Fue entonces incluso mucho más importante que ahora. Tuvo unas repercusiones enormes, causó la quiebra financiera de cuatro diócesis, dimisiones de cardenales y de obispos.

            IG. Ratzinger no era todavía Papa, pero era, digamos, el guardián de las llaves de la doctrina. En el año 1984 ya fue informado de que estaba creciendo mucho este asunto de la pedofilia, lo observó con mucha atención, pero no le concedió una gran importancia, según dices en tus libros, en aquel momento, ¿no?

            JCD. Sí. Es decir, la Iglesia es una institución tan grande como lenta en sus reflejos. Y entonces, en este tema, va un poco por detrás de los acontecimientos. Está tomando medidas de solución, pero están llegando un poco tarde. Cuando la crisis de Estados Unidos estaba bastante bien solucionada, ha caído la de Irlanda y todas las colaterales en Europa. Y quizás cuando se solucionen las de Europa, lleguen las del Tercer Mundo, porque yo no creo que sea una crisis que se quede aquí.

            IG. ¿Cómo ha vivido Benedicto XVI este fenómeno?

            JCD. Todo indica que él tomó conciencia de la dimensión del problema, como digo, a principios de esta década. Y ya cuando vivía Woijtyla decidieron que había que atajarlo un poco y se tomaron toda una serie de medidas entonces. Y a la hora de inaugurar su pontificado, ya en su programa se puede decir que figuraba un tema muy importante de purificación interna, de hacer frente a este problema.

            IG. ¿Por qué procedimientos?

            JCD. Pues por todos. Empezó su papado, por ejemplo, con el caso Maciel, castigando a Maciel y a otro importante cabeza de una orden italiana que es menos conocido que Maciel, pero que también tenía su importancia. Fueron dos castigos simbólicos al principio de su papado que marcaron que él se pensaba tomar el tema más en serio.

            IG. O sea, que desde tu punto de vista, Benedicto XVI no sólo no estaría más o menos dando la espalda al fenómeno, sino que estaría en acción contra él.

            JCD. Sí, yo creo que es objetivamente lo correcto. Está en acción. Lo que pasa es que está al frente de una institución muy compleja. Primero, no la controla del todo; es decir, está clarísimo que en la Curia hay sectores que no le siguen. En segundo lugar, cada Conferencia Episcopal hace de su capa un sayo.

            Llamó dos veces la atención a la Conferencia Episcopal irlandesa, la llevó a Roma, le dio instrucciones precisas; y no ha bastado con todo eso, y ha tenido que salir él con una carta para volverles a decir que, por favor, sean más enérgicos en el tratamiento del problema. Es decir, creo que es un problema de cultura de una organización, lo que se llama cultura corporativa. La Iglesia tenía una cultura corporativa en este asunto que ha quedado totalmente obsoleta y desfasada, que consistía en lavar sus pecados en casa, no informar a nadie y taparlos. Eso ha estallado por los cuatro costados, y a eso hay que hacerle frente con medidas más ambiciosas.

            IG. Pero mientras leíamos tus libros observábamos que este fenómeno lo encajabas en el marco que yo quisiera por lo menos que nos fueras señalando. Lo has apuntado ahora. Un pontificado que está siendo muy cuestionado desde dentro. Nosotros no conocemos la Curia ni esa especie, en fin, de compleja telaraña del poder vaticano, pero parece que está muy contestado el Papa; dice que no hay mucha disciplina en la Curia.

            JCD. A la vista está. Las anteriores crisis tienen mucho de crisis internas. Y en ésta aunque se echa la culpa a los medios de comunicación y a la conspiración del laicismo universal contra la Iglesia, es indudable que las fuentes de información y alguno de losdossieres proceden del interior. Yo creo ver en esta crisis también operaciones contra el papado de Ratzinger, contra la política que lleva a cabo. Como tú decías antes, es un papado que está marcando una inflexión. Donde antes la Iglesia, digamos, evolucionaba en el sentido que conocemos como posconciliar, Ratzinger ha marcado una inflexión y el péndulo se está moviendo hacia todo lo contrario. Eso no tiene todas las simpatías ni en la Curia...

            IG. ¿Se está moviendo en qué sentido? ¿Hacia la ortodoxia más pura?

            JCD. Sí, hacia la tradición, hacia las verdades elementales en las que afirmarse, hacia no pactar con el mundo laico, hacia no entrar en sus mecanismos y parámetros ideológicos.

            IG. Regresar a la pureza doctrinal máxima, considerando el tiempo anterior como un poco desviado, digamos.

            JCD. Sí. Se puede decir que la Iglesia intentó acomodarse a los tiempos, con todo lo que supuso el Concilio Vaticano II, los esfuerzos de Juan XXIII, de Pablo VI, y, al parecer, el balance que han sacado las altas esferas es que por ahí no se iba a ningún sitio. Y, efectivamente, no han atajado la crisis. La crisis ha continuado, las iglesias se han seguido vaciando y los fieles fallan cada vez más y son cada vez menos fieles, que es lo grave.

            IG. Se entiende, por tanto, que la manera de reconquistar el terreno no sería por el procedimiento de acercarse a la cultura, digamos, laica, sino, por el contrario, afirmándose en su pureza doctrinal.

            JCD. Sí, siempre dentro, como es un muy buen intelectual, siempre dentro de parámetros de diálogo, no de enfrentamiento. Benedicto es un hombre de diálogo, pero, claro, siempre establece el diálogo partiendo de la posición de creer que él tiene razón, naturalmente. Pero él establece un diálogo entre fe y razón en el cual considera que la fe no tiene nada de qué avergonzarse, puede hablarle de tú a tú a la razón, que son dos realidades que se complementan, y de igual manera que la religión y la ciencia, son verdades destinadas a entenderse. Pero no por la derrota de una de ellas sino por la afirmación incluso de una de ellas...

            IG. La teoría de que, digamos, regresando a la máxima pureza ortodoxa, sin concesiones, obtendrá un mayor éxito.

            JCD. Claro, para recordarlo brevemente, fíjate en las cosas. Es decir, de nuevo, lo que la gente ha llamado la misa en latín, es decir, el misal de Pío V, la vuelta a todo lo que era la liturgia y los procedimientos doctrinales anteriores al Concilio. Eso ha despertado muchísimas resistencias en el seno mismo de la Iglesia. Hay que ver que, por ejemplo, hace dos o tres años que se ha decidido y son poquísimas las iglesias y poquísimas las comunidades y las diócesis que están aplicando esa...

            IG. ¿Quiénes estarían, digamos, en contra de una manera más activa? Porque en tus libros hablas de los alemanes o de los austriacos. No entiendo a qué te refieres.

            JCD. No, bueno, es muy difícil, hay que andar con pies de plomo porque si hay algunos maestros de la diplomacia y algunos maestros, digamos, del juego político, son las grandes figuras de la Iglesia; es decir, sus dirigentes, los cardenales, los obispos y los arzobispos dejan pequeños a los políticos que conocemos, por taimados y por complicados que sean. Pero no diría yo que se pueda establecer, ni mucho menos, por nacionalidades. Lo que sí ha habido es un pequeño cambio de poder en el Vaticano. Ha sido sustituida, digamos, la clase de los diplomáticos que representaría sobre todo Angelo Sodano, el anterior secretario de Estado, todavía figura importantísima, porque sigue siendo el decano de los cardenales, han sido sustituidos por los teólogos, que representan Ratzinger y su mano derecha Bertone y todos los demás. Eso significa que lo que era la acción de los diplomáticos, la base en la política, el diálogo con las realidades temporales, ha sido sustituido por las afirmaciones teológicas. Eso ya supone un cambio. Y ese cambio de poder ha creado muchos descontentos también en la Curia, porque hay mucha gente que piensa que Bertone será lo que sea, pero desde luego para entender la diplomacia mundial y poder ser primer ministro de la Iglesia no está capacitado.

            IG. ¿Y los lefebvristas?, a los que mencionas mucho. Nosotros los teníamos ya bastante perdidos, pero los mencionas como una realidad operativa…

            JCD. Bueno, es que una de las obsesiones de Benedicto XVI es volver a traer a la Iglesia a los lefebvristas y acabar con el cisma fáctico que supuso el arzobispo Lefebvre. Es una pequeña iglesia en número, pero, bueno, pues tiene... No es una estructura pequeña. Por ejemplo, tiene sólo cuatro obispos. El hecho de que este Papa haya anulado la excomunión a la que fueron sometidos por la Iglesia y les haya abierto las puertas de la Iglesia ha causado muchísimo descontento interno. Hay muchos sectores que están en desacuerdo. Y eso es lo que les ha vuelto a traer a la actualidad. Ésa fue la crisis de hace justo un año.

            IG. Pero lo está buscando. Dice José Catalán Deus que el Papa...  empleas el verbo provocar, en el sentido de que el Papa está convencido de que puede hacer eso, regresar a la ortodoxia más absoluta, que estos coqueteos de aproximación no sirven para nada y que lo que consideramos en ocasiones errores o, en fin, falta de talento diplomático, tú dices que son actuaciones firmes que, en cierto sentido, pretenden provocar un poco la agitación dentro de la Iglesia.

            JCD. Sí, yo creo que sí, yo creo que no son errores de él, sino manera de salir adelante como un espontáneo que se enfrenta... Carece de un buen equipo en este momento Benedicto XVI, está un poco solo, y muchas de las cuestiones las tiene que resolver con gestos simbólicos, como fueron Ratisbona o como fueron estos levantamientos de sanciones, como fue el traer de nuevo la misa en latín, como fue lo de, recordaréis, en África lo del preservativo, que también fue tremendo. Es decir, no creo que sean lapsus ni errores, sino intentos de volver a situar las cosas en su sitio, porque, de hecho, aunque luego parece que hay disculpas y no sé qué no sé cuántos, pero esas cosas quedan ahí y son las más firmes de su pontificado.

            IG. Podemos recordar siquiera brevemente, en cuarenta segundos, algunos de los que hemos nosotros considerado errores…
(Aquí la entrevista se detiene y da paso un pequeño reportaje de esos considerados “errores diplomáticos” del Vaticano, considerados así por los medios de comunicación internacionales. Primero, el discurso de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona, con su alusión a través de una cita medieval del uso de la espada para la predicación y extensión de la fe islámica, impulsada por Mahoma. La reacción indignada del mundo musulmán no se hizo esperar y el Papa pidió disculpas cinco días después de ese discurso. También consigue enervar a la comunidad judía al reducir a un grupo de criminales la responsabilidad criminal del nazismo y por venerar la figura de Pío XII, a quien los judíos acusan de haber guardado silencio sobre el holocausto. Posteriormente condenará el antisemitismo en una sinagoga de Roma. Por último, por sus palabras sobre el preservativo, que según él no solo no ayuda a frenar el contagio del sida, sino que lo favorece; eso dicho, además, nada más iniciar un viaje por África).

            IG. O sea, serían entonces, digamos, señales que estaban marcando posición y no ya errores, como los habíamos considerado todos.

            JCD. Yo creo que sí.

            IG. Pues es un poco nueva esa manera de verlo.

            JCD. Yo creo que todos vamos por el mismo camino a la hora de juzgar a la Iglesia, y hay que abrir un poco perspectivas y horizontes, y plantearse las cosas de una manera distinta. Porque son un poder, un poder temporal, pero no solamente eso, es más complejo.

            IG. Por qué decías que está viviendo la Iglesia la crisis más importante que haya vivido, no sé si llegas a decir nunca, pero desde luego hace muchísimo tiempo.

            JCD. Bueno, porque creo que es superior a las anteriores, en el sentido de que lo que se está planteando es el fondo de la cuestión: la misma existencia de Dios. El problema es que sectores crecientes del mundo no necesitan a Dios para vivir. La gente vive sin la necesidad de esa idea, y ha descubierto que no la necesita para desarrollar su vida. Eso es poner en cuestión no ya tal aspecto de la doctrina y tal aspecto de la marcha de la Iglesia, eso es poner en cuestión lo básico. Es decir, si el mundo es capaz de vivir sin Dios, las religiones no son necesarias y van a desaparecer bastante pronto. Entonces, yo creo que ése es el fondo de la cuestión.

            IG. Cuando señalas que nunca había habido como ahora una clientela de gentes que se afirman católicas y que sin embargo no le hacen ni caso a la Iglesia en un montón de sus doctrinas e instrucciones, no veo muy bien cómo haciendo más duras o más firmes esas posiciones sí vayan a regresar.

            JCD. Pues sí, claro, eso es lo que se plantean otros sectores dentro de la Iglesia. La idea es: una minoría más preparada, el grano de mostaza, una semilla que aguante los malos tiempos, una vuelta a la idea del monaquismo, cuando la Iglesia se redujo a unos pequeños monasterios que subsistían aislados en medio de un mundo en ruinas y en convulsión. Y un poco es esa idea, es decir: “bien, el mundo en estos momentos no nos quiere, conservemos las cosas, porque ya nos llamarán”.

            IG. Y en ese contexto que estás dibujando ahora, ¿cómo encaja esta explosión mediática que se ha producido en torno a los temas de la pedofilia, que lleva incluso a preguntarse cómo van a afectar al Papa, si tendrá que verse obligado a dimitir...?

            JCD. Bueno, hoy día todo sirve, porque cada una de las crisis lo que vuelve a demostrar es que el edificio está conmocionado y no está bien asentado. La Iglesia necesita, aunque sólo sea en el terreno formal y temporal, mejorar sus estructuras, su funcionamiento y su organización. Realmente, una estructura tan enorme, que no tiene precedentes en la historia, con 1.000 millones de seguidores, con 400.000 sargentos, digamos, para equipararlo a un Ejército, con 3.000 generales y 300 capitanes generales, como tiene la Iglesia católica, no se puede dirigir desde un Vaticano obsoleto donde los departamentos, digamos, ministeriales apenas tienen contactos entre ellos, donde no hay reuniones de lo que, diríamos, sería un Consejo de Ministros, donde, en fin, fallan todos los mecanismos... Entonces, en el terreno formal, la Iglesia necesita una modernización, y la está intentando.
Y luego está el problema, claro, doctrinal; es decir, ¿la Iglesia necesita aligerar su carga doctrinal dogmática para ser más aceptada por el mundo? ¿Necesita contarla con un nuevo lenguaje y mantenerla? ¿Necesita afirmarse en el antiguo lenguaje? Claro, son preguntas que forman el debate actual de la misma Iglesia y sobre el cual se va a montar la sucesión de este Papa, porque yo creo que lo que está reflejando sobre todo esta crisis es que ha empezado la lucha por la sucesión. Yo creo que los diversos sectores de la Iglesia se están posicionando en torno a esta crisis ante la perspectiva no tan lejana, como mi libro yo lo título ¿Después de Ratzinger qué?...

            IG. Pero mira Juan XXIII, que parecía que iba a durar cinco minutos y luego resulta que...

            JCD. Bueno, años muy pocos.

            IG. Años muy pocos, pero fíjate la que armó.

            JCD. Bueno, sí. Y este Papa puede vivir mucho y ojalá viva. Es decir, este Papa puede llegar... Cumple 83 el día 15. ¿Por qué no va a llegar a los 93? A lo mejor llega. Pero, en todo caso, no son grandes perspectivas de tiempo, no son las de Woijtyla, una década no es nada.

            IG. Por cierto, Woijtyla, en el tema este de la pederastia, ¿no dijo nada, ni se enteró?

            JCD. No estaba pendiente de los detalles ni de las disciplinas internas. Él tenía un mensaje que transmitir a las cámaras de televisión del mundo y eso fue lo fundamental de su papado. Dejó la Curia bastante mal organizada.

            IG. ¿Le está haciendo daño a la Iglesia el escándalo producido?

            JCD. Muchísimo, yo creo que muchísimo. En primer lugar, se dirige al corazón de una de sus actividades clave en el mundo que es la educación. Si la Iglesia conserva algunos mecanismos de contacto con la sociedad, uno de ellos, desde luego, es la educación, donde, además, tenía un gran prestigio. Y tiene un gran prestigio. Hoy las instituciones religiosas en todo el mundo son de lo más prestigiosas. Entonces, en ese sentido le va a afectar, porque todo padre se va a plantear qué va a pasar, aunque se sepa que es una minoría. Y en muchos más sentidos también, es decir, en la confianza de los fieles hacia sus sacerdotes y... De alguna manera, el Vaticano, el Papa, lo está viendo esto como una penitencia en el año sacerdotal, porque, curiosamente, eso ha ocurrido en el año en el que la Iglesia ha dedicado a los sacerdotes; está celebrando un año en todo el mundo para mejorar las prestaciones, la capacidad intelectual y moral de los sacerdotes. Y justo le cae esto. Puede entenderse como una penitencia necesaria y merecida de la cual cabe salir fortalecida...

            IG. Para concluir. La pregunta esa que veíamos a toda página en Liberation, el periódico de París, o en el Washington Post, la posibilidad de que este tipo de crisis pudiera arrastrar al Papa.

            JCD. No, no es posible eso. Y mucho menos una dimisión forzada por una presión exterior jamás ocurriría. Yo creo que es imposible. Lo que le puede es afectar un poco en su convicción, en su autoestima. Por eso le están echando capotes de todos los lados, dentro de la Iglesia, diciéndole “santo padre, no se desanime, aguante el tirón, confiamos en usted” y tal. Porque, claro, qué duda cabe de que es una presión como pocas figuras públicas han sufrido.

            IG. Bueno, pues muchas gracias a José Catalán Deus, un periodista en Roma que empezó a curiosear en un mundo que ni le iba ni le venía y terminó fascinado; un mundo muy diferente a todos los demás, me imagino, en el que uno es especialista o no hay quien lo entienda.

            JCD. Y aunque te especialices tampoco lo entiendes.