Josetxo Fagoaga
Educación primaria vasca: un claro perfil clasista
(Hika, 185zka. 2007ko otsaila)
  


            La Evaluación de la Educación Primaria 2004 publicada hace unas semanas por el Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa (http://www.www.isei-ivei.net, sitio en el que se puede encontrar el documento completo) dibuja una semblanza basate reconocible y coherente de nuestro sistema educativo en uno de los segmentos más fundamentales del mismo: la educación primaria, es decir, la correspondiente al alumnado comprendido entre los 6 y los 12 años.
            El IVEI en la única entidad dedicada a evaluar los resultados de las políticas educativas en sus diferentes facetas y sus trabajos se han caracterizado, más bien, por una prudente profesionalidad sin que su dependencia de la Consejería de Educación les haya convertido, al menos de una manera muy escandalosa, en meros portavoces de la Administración.
            El informe en cuestión ha provocado un pequeño revuelo en el mundo educativo y no creo que sea por lo novedoso de sus conclusiones sino, más bien, por lo contrario. Resumamos muy brevemente estas conclusiones tomando, como hace el informe dos referencias básicas: las líneas educativas en las que se escolariza el alumnado (línea A, educación en castellano con el euskera como asignatura; línea B, educación bilingüe con el castellano como principal lengua vehicular; línea D, educación en euskera con el castellano como asignatura. Y el régimen administrativo de los centros estudiados: públicos y privados concertados; es decir, privados íntegramente subvencionados con fondos públicos.
            La Evaluación de la Educación Primaria 2004 tiene como referencia comparativa otra efectuada cinco años antes y los avances y retrocesos detectados en ella se miden en relación e la evaluación de 1999.
            ¿Qué dibujo esquemático, tomando como referencia esos dos vectores, se deduce del informe?
            Los peores resultados los encontramos en el alumnado que estudia en centros públicos en el modelo A. Textualmente dice el informe “comparados con los del resto de los estratos, son los más bajos en todas las pruebas, en la mayor parte de los casos con diferencias significativas”.
            La pregunta que se plantea ante esta dura constatación es clara: ¿A que se deben tan malos resultados, al modelo lingüístico o a la red escolar en la que se encuadra el alumnado? Un vistazo a los resultados estimados para el alumnado que estudia en línea A pero en la red concertada puede dar una pista clara: “sus resultados se pueden dividir en dos grupos: en cuatro áreas supera la media, en el caso del currículo común de Conocimiento del Medio por más de 10 puntos; mientras que en el área de Euskara sus resultados son claramente insatisfactorios”. Conclusión: la educación en la línea A resulta muy insuficiente desde el punto de vista del conocimiento del euskera pero en todos los demás campos los resultados son buenos o muy buenos, en manifiesto contraste con la educación en la red pública.
            En la misma evaluación nos ofrece la clave para comprender esta disparidad al subrayar que “en este estrato la mayoría de los centros están muy concentrados y tienen un nivel socioeconómico y cultural superior a la media de la Comunidad”.
            Miremos ahora hacia los resultados detectados entre el alumnado encuadrado en la línea B. Para la red pública: “sus resultados, comparados con los del resto de los estratos, están en una situación equilibrada, ya que en la mayoría de las pruebas se sitúa cerca de la puntuación media de cada una de las áreas” y añade “Es destacable que sea el único estrato público que globalmente mejora en 2004 los resultados obtenidos en 1999”. No parece, pues, un mal resultado pese a que “el alumnado procede en casi su totalidad de un entorno familiar castellano hablante; el número de repetidores supera la media de los centros participantes en la prueba; el índice socioeconómico y cultural dominante es el bajo (36,6%), y además va decreciendo progresivamente el porcentaje de alumnos y alumnas a medida que aumenta el nivel socioeconómico y cultural”.
            Sobre el alumnado de la línea B de la red concertada apunta que: “sus resultados son en general positivos, ya que salvo en el caso del currículo vasco de Conocimiento del Medio, sus resultados han superado la media de cada una de las pruebas y presenta unos resultados bastante equilibrados”. Sobre los rasgos socio-económicos del entorno familiar apunta lo siguiente: apenas tiene alumnado inmigrante; “la inmensa mayoría del alumnado (89%) se relaciona en castellano en su familia; el índice de repetidores es sensiblemente inferior a la media de la evaluación; finalmente, el alumnado de este estrato se reparte equilibradamente entre los cuatro niveles del índice socioeconómico y cultural”. Si recurriéramos a un leguaje competitivo, se podría decir que en la línea B la red pública se sitúa algo por delante de la concertada ya que en ambos casos se obtienen resultados razonablemente buenos pese a las diferencias socio-económicas, favorables al alumnado de la red concertada, existentes entre los dos grupos. A esta primera reflexión cabe ponerle un matiz: En el informe se apunta también la heterogeneidad económico-cultural de la línea B pública: “la influencia del nivel socioeconómico y cultural de centro es grande y, como en el caso del modelo A público, muestra una gran dispersión, con centros que obtienen altas puntuaciones y otros con resultados muy bajos”. De nuevo el factor socio-económico parece jugar un papel decisivo.
            Miremos, en fin, al alumnado de la línea D y empecemos por los centros públicos ¿Qué es lo que dice el informe? “En tres áreas su puntuación está por debajo de la media y en otras dos, las más relacionadas con el currículo vasco, supera las medias”. Es decir, un resultado marcado por el desequilibrio, relativamente bien en euskera y cultura vasca; relativamente mal en el resto: básicamente, matemáticas y lengua castellana. El perfil socio-económico de las familias no parece tener particular relevancia ya que se ajustan bastante a las medias aunque aporta la siguiente observación: “es destacable que la mayoría de los centros se sitúan por debajo de la diagonal, lo que estaría indicando que han obtenido resultados inferiores a los que hipotéticamente les correspondería según su nivel socioeconómico y cultural”. ¿Significa esto que el hecho de escolarizarse en línea D lastra negativamente los resultados escolares? Algo de esto parecen intuir los autores del informe cuando apuntan: “es un estrato afectado de manera significativa por la lengua de aplicación de las pruebas, ya que para una parte importante de su alumnado no hubo coincidencia entre la lengua de la prueba y su lengua familiar”.
            La joya de la corona la constituye, según el estudio, el alumnado de línea D de la red concertada: “Es el estrato con mejores resultados, ya que en todas las pruebas supera la media, en algunos casos por más de diez puntos.” Y añade: “Es el único estrato que ha mejorado en todas las áreas evaluadas en 1999 y 2004, superando, por ejemplo, en Matemáticas en 9 puntos el resultado de 1999”.
            Tanta claridad se corresponde con igual claridad en lo que se refiere al perfil sociocultural del entorno cultural: “Tiene una presencia escasa de inmigrantes; algo más de la mitad del alumnado se relaciona en su familia en euskara; el índice de repetidores es sensiblemente menor a la media de la prueba; concentra el mayor porcentaje de alumnado procedente de un nivel socioeconómico y cultural alto (35,1%) y, al mismo tiempo, tiene el menor porcentaje de nivel bajo (14,7%) entre todos los estratos analizados.”
            Visto lo visto, y tal como señala el STEE en su comunicado del pasado 2 de febrero, la política educativa de la administración se caracterizaría por su “falta de solidaridad, su escasa contribución a la cohesión social y su violación sistemática de los más elementales principios de igualdad y equidad en el sistema educativo”.