José Mª Ruiz Soroa
No alborotarse
(El Correo, 6 de junio de 2007)

            Ocasiones como la presente se prestan sobre todo para las imprecaciones, las prédicas o las exhortaciones de cara al futuro. Intentemos no caer en ese tono, y preservar nuestra capacidad de análisis, que es la que nos permite deducir dos conclusiones básicas que nunca habría que olvidar. Primera, que la democracia española ha demostrado ya suficientemente que no es capaz de derrotar directamente a ETA, ni va a serlo en un futuro previsible. ¿Por qué? Porque no existen las condiciones necesarias para mantener durante el tiempo preciso una política adecuada a ese fin, suponiendo que la poseyéramos. Tomemos entonces a beneficio de inventario las proclamas altisonantes: ni la sociedad ni su sistema político van a poder por sí mismos con ETA. Segunda verdad: la democracia española tampoco puede rendirse ante ETA, no porque no lo quieran algunos, sino porque dar ese paso generaría una fractura sociopolítica gravísima y sería tanto como su suicidio a largo plazo. Y no hay vías intermedias entre el triunfo y la derrota porque la cerrazón mental de los terroristas les impide percibir adecuadamente su propia situación, por ello, explorarlas. Lo acabamos de ver. Excluidos el triunfo y la derrota, ¿qué nos queda entonces? Pues nos queda un aliado fundamental a favor, nada menos que el tiempo. ETA se está muriendo, aunque lo haga poco a poco y vaya todavía a darnos disgustos. Cada vez le queda menos tiempo. Éste es un hecho que se constata por su bajísima capacidad de activismo violento y por los desesperados cantos de sirena de sus ramas políticas. Sencillamente, su época ha pasado. De lo que se trataría entonces es de aguantar con paciencia y estoicismo su agonía, de dejarle morir. Se trataría, sobre todo, de no intentar acelerar su fallecimiento, de no caer en la tentación de hacer más dulce su tránsito, de no buscar medidas de eutanasia. Porque si algo está demostrado es que cualquier intervención para acelerar su final, y cuanto más bienintencionada más, sólo consigue insuflarle un nuevo hálito de vida. Jugar con el tiempo es la baza segura. La única dificultad es que vivimos una época que adora la aceleración, el activismo, el que las cosas ocurran de inmediato a nuestro capricho. Y en esto de ETA toca lo contrario, toca adoptar el papel de esperar, de utilizar un poco de aquella santa paciencia que invocaban nuestros abuelos. De no alborotarse, señores políticos. Sólo eso.