Juanjo Álvarez
¿Qué significa normalización social y política?
(El Diario Vasco, 6 de noviembre de 2011).

Para quienes desde diferentes ámbitos de expresión y de actuación han apoyado y defendido la legalización de las expresiones políticas de la izquierda abertzale (sea Bildu o Sortu) el llamado proceso de normalización relacional entre representantes políticos, sociales, institucionales, empresariales o simplemente entre ciudadanos de diferentes orientación ideológica pasa por asumir o aceptar una serie de premisas básicas, que quisiera resumir en estas reflexiones.

ETA ha decidido, por fin, el cese definitivo de su «actividad armada», como decía la parte dispositiva de su comunicado. Ante la noticia confirmada del ansiado final de la violencia, y en un escenario político marcado por el reposicionamiento de los partidos políticos, el gran desafío para asentar la convivencia política en Euskadi es apostar para que el futuro de Euskadi se decida de manera compartida. Con los viejos conceptos políticos y sus instrumentos jurídicos este acuerdo sería sencillamente imposible.

Buena parte de las dificultades para la convivencia política en Euskadi procede de las diferentes identificaciones nacionales, con todos sus matices y modos de sentir la identidad. En términos de convivencia, este conflicto no se ha traducido, afortunadamente, en la configuración de dos comunidades enfrentadas. El llamado 'choque de identidades' se vive de forma más tensa y dramática a nivel de las élites políticas y de los medios de opinión. En el conjunto de la sociedad, sin dejar de reconocer la existencia y la importancia de estas diferencias, las cosas se viven con más naturalidad y con menos dramatismo.

Y en este contexto cabe preguntarse qué significa el concepto, tantas veces citado, 'normalización'. Supone, o debe suponer, que aunque un proyecto no te convenza plena o íntegramente, decidas apoyarlo para, desde dentro, tratar de lograr el apoyo a tus tesis o a tus planteamientos. Siempre es más 'glamouroso' ponerse detrás de la pancarta, soltar adrenalina llena de energía negativa, protestar, criticar que construir y trabajar en sacar adelante proyectos estratégicos.

Normalización es asumir que, como ejemplo, para generar plena empatía en la reclamación de los derechos de los presos hay que empezar por reconocer el daño causado, aceptar los errores y las barbaridades cometidas. Jurídicamente no hay duda del derecho de los integrantes de la izquierda abertzale a ser legalizados, a gobernar y a participar de lleno en toda la vida social y política. Son necesarios, y representan a un importante sector de nuestra sociedad vasca. Pero desde la vertiente ética (y política) la exigencia, para convivir con normalidad, ha de ser mayor: reivindicar en abstracto todos los derechos debe ser la antesala que permita acabar llamando a las cosas por su nombre.

Normalización es asumir también que tener ideales, tener proyectos de País o nación no equivale a tener derecho a imponerlos. Igual que no cabe vetar la defensa de tales proyectos, no es posible creerse en posesión de la verdad absoluta. La política, como la vida, se construye a base de procesos de frustración responsable. Los maximalismos, el todo o nada, no son buena metodología para avanzar en la construcción nacional. Y asumir que pese a que un proyecto o una iniciativa no me satisfaga plenamente ello no impide trabajar para transformarla (si logro la mayoría necesaria) es otro gesto de normalización.

Normalización es asumir que, convertidos en sujetos políticos activos, los representantes de Bildu, como los demás, están sujetos al juego de la crítica, del reproche, de la asunción de errores y de la competencia dialéctica entre partidos. No hay 'divinos', no cabe levitar por encima de los problemas cotidianos de la gente. Tocar suelo, asumir la realidad y los obstáculos que muchas veces impiden plasmar o materializar tus proyectos es también un gesto de normalidad y de normalización.

Normalización supone, también abandonar desde el Estado la vía penal para llevar adelante juicios políticos, supone no estigmatizar social ni políticamente por razón de las ideas, supone competir por el apoyo social en igualdad de condiciones y asumir que amenazar, amedrentar y por supuesto matar al diferente es sencillamente una barbaridad injustificable. Normalización es desterrar el uso de la violencia como instrumento de acción política. Ojalá lleguemos a buen puerto, centremos nuestras energías vitales en sacar adelante a nuestro país y despoliticemos una sociedad y un entramado institucional demasiado encorsetado por las disputas políticas.

¿De qué manera deberíamos vivir nuestras identidades y nuestras identificaciones para que no se resienta la convivencia en la sociedad vasca? Con la conciencia de que nuestros sentimientos de pertenencia son valores a preservar de carácter no absoluto. La identidad debería ser plenamente compatible con el valor del encuentro y, al mismo tiempo, impedir la absolutización de lo colectivo, ya que los derechos de las naciones no se construyen contra los derechos de las personas.

La convivencia en la sociedad vasca requiere que seamos capaces de formular y compartir una identidad vasca capaz de integrar la pluralidad de sentimientos de pertenencia e identificaciones que coexisten en esta sociedad compleja, y que sintamos y compartamos esa identidad plural sin que nadie tengamos que renunciar a nuestros elementos identificadores.

El nuevo desarrollo de nuestro autogobierno deberá formularse mirando al futuro, con conceptos jurídicos y políticos avanzados, más allá de los esquemas clásicos de la soberanía, con sus jerarquías y dependencias, de manera que la decisión sea planteada como co-decisión. Se tratará de participar, en igualdad de condiciones, en el juego de las soberanías compartidas y recíprocamente limitadas.

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Juanjo Álvarez es catedrático de Derecho Internacional Privado de la UPV. Secretario del Instituto de la Gobernanza Democrática.