Kepa Aulestia
Sin errores
(El Correo, 25 de abril de 2009)

            La estabilidad del Gobierno socialista que forme Patxi López tras su designación no dependerá tanto del tono que el nacionalismo emplee en la oposición y del uso que haga de las instituciones que controla como de la actitud que mantenga el Partido Popular. La insistencia con la que los dirigentes del PSE-EE tratan de presentar al nuevo Ejecutivo como netamente socialista y libre de toda influencia «de derechas» puede ser un mensaje ineludible hacia sus afiliados y votantes. Pero no refleja las verdaderas dificultades con las que podría encontrarse.

            El apoyo del PP a López, cuyas condiciones fueron recogidas en el documento 'Bases para el cambio' suscrito por ambas formaciones, no entraña problema alguno en términos de izquierda-derecha. Resulta poco probable que eso constituya el trasfondo de las discrepancias que pudieran surgir entre los socios del pacto para el cambio. Las verdaderas dificultades se deberán en todo caso a las exigencias que los populares pudieran ir formulando al Gobierno desde su particular interpretación del pacto establecido. Exigencias que podrían asomar en el discurso de Basagoiti en el pleno de designación de lehendakari. Exigencias que probablemente guardarán relación con la mayor o menor rotundidad con que proceda la oposición nacionalista durante la legislatura. Podría suscitarse un 'efecto pinza' no sólo en el caso de que el PNV opte por oponerse al nuevo Ejecutivo sin concesiones, aliándose con los sectores de la sociedad organizada que más reservas mantengan respecto a la nueva fórmula de gobierno.

            Aunque podría ocurrir también que una eventual disposición nacionalista al entendimiento puntual con Patxi López en materias delicadas -relativas a la política lingüística, al futuro de EITB, a la Ertzaintza, los currículos en la enseñanza o la lucha contra ETA- provoque el automático distanciamiento por parte del PP. De manera que a la hipótesis de una pinza que en ningún caso conferiría al PSE-EE una posición central sólo por quedarse en medio de nacionalistas y populares se le podría sumar esta otra hipótesis de acabar entre dos aguas, sin que tampoco esto garantice la centralidad para López y su Gobierno.

            El PP no sólo está obligado a apoyar al único gobierno no-nacionalista posible, el próximo Ejecutivo socialista. Ha asumido también el compromiso de no derribarlo. Pero esto último tampoco significa que los populares estén conjurados para impedir un eventual desgaste del Gabinete de López, acudiendo a su rescate cada vez que se encuentre en dificultades parlamentarias o ante la opinión pública. Es cierto que el Partido Popular sería probablemente el primero en pagar las consecuencias de un eventual debilitamiento del Gobierno a causa de su espíritu crítico o de su pasividad ante los obstáculos que éste se encuentre en el camino. Pero ello dependerá de si el nuevo Ejecutivo comete o no errores, se entrampe en problemas a los que no ofrezca salida o, en su caso, acabe lastrado por los posibles apuros por los que pudieran atravesar el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero y el PSOE en su conjunto.

            En este sentido, no resulta nada baladí el desafío que representaría para el PSE-EE la insistencia del PP en presentar una moción de censura contra el diputado general de Álava para devolver al partido que cuenta con más junteros en dicho territorio la presidencia del gobierno foral. Especialmente si en las elecciones europeas los socialistas quedan por detrás de los populares. La demanda del PP o, para ser más precisos, de algunos dirigentes y especialmente de los alaveses, no sólo resulta lógica a la luz de los resultados obtenidos en los comicios de hace dos años sino que, además, la eventual moción tampoco afectaría negativamente a este partido. Pero para que el PSE-EE acepte el envite debería estar muy seguro de que ello no le supondría costes en los comicios locales y forales de dentro de dos años, especialmente teniendo en cuenta que fueron los socialistas alaveses quienes brindaron a los nacionalistas el acceso a la Diputación. El riesgo inmediato sería que la acción de gobierno, de por sí dificultada por la crisis, se viera además ensombrecida por la batalla alavesa.

            Aunque el gran desafío al que se enfrenta Patxi López es demostrar que el cambio propuesto va más allá de la sustitución del nacionalismo por el no-nacionalismo, y que representa una sustancial mejora para la vida política y para la sociedad en Euskadi. Es en este punto donde se ha echado en falta una identificación más precisa de los perjuicios imputados a treinta años de gobierno nacionalista; por lo que puede que los cambios anunciados no sean tantos, ni tan necesarios, ni tan fáciles. Constatación que podría tensionar la relación entre los socios del cambio. Problema crucial a cuya resolución en nada contribuye el anuncio de Eguiguren de que «la paz será posible esta legislatura».