Lluís Amiguet
Mary Kaldor: “En Siria nadie guerrea
para ganar sino para ganarse la vida”

(La Vanguardia, 7 de diciembre de 2015).

Mary Kaldor investiga las “nuevas guerras” desde la London School of Economics.
Soy una “baby boomer” que se benefició del Estado de bienestar que construimos en la posguerra: no lo desmontemos. Nací en Cambridge: mi familia sufrió al comunismo húngaro y yo estudié la guerra fría. Siria e Irak son nuevas guerras: no se ganan con portaaviones. Colaboro con Esade.

–La de Siria es una de lo que considera “nueva guerra” o clásica?

–Primero le revelaré la gran diferencia entre el Estado Islámico y el ejército de El Asad y las demás milicias que combaten en Siria...

–Adelante.

–Todos te cobran mordida por pasar en los controles, pero sólo los del EI te dan un recibo.

–Les hace ilusión tener su sello de “Estado”.

–Pero el significado profundo de ese chascarrillo que te cuentan los sufridos sirios es que la guerra siria no es una guerra que se puede ganar; nadie espera ganar esa guerra, porque eso significaría también dejar de ganarse la vida.

–¿Todos los combatientes cobran?

–Hemos comprobado que la mayoría cobran por combatir. Y añadiré que el Ejército Islámico es el que paga mejor.

–¿Quiénes están combatiendo en Siria?

–Pobres perdedores que no tienen otra forma de ganarse la vida.

–Carne de cañón, entonces.

–Perdedores de todas las sectas, etnias, religiones, estados y también de los barrios europeos marginales: todos unidos por la expectativa de ganarse la vida y darle un significado y no tanto por la de ganar una guerra para su causa.

–¿Hay algún príncipe árabe luchando en Siria por el islam?

–Pagan a sus mercenarios mejor que El Asad a los suyos, pero no encontrará ni uno de esos potentados en el frente.

–Son nuevas guerras, pero es vieja historia.

–Y también debo desmentir aquí a la visión idílica de una oposición a El Asad de sirios demócratas y educados de clase media que han cogido las armas para enfrentarse al tirano y ahora a los carniceros yihadistas.

Eso decían algunos analistas.

Toda la clase media ha salido ya de Siria y tratan de empezar de nuevo en Europa o América o están intentando sobrevivir entre las ruinas de su país, pero no están en el frente tampoco.

–Como en una guerra de las de siempre.

–Pero no lo es. Ni la de Siria ni la de Irak son guerras clásicas como las descritas por Clausewitz. En mi equipo de investigación las consideramos de nuevo cuño.

–¿En qué se diferencian?

–Clausewitz definió la guerra como un choque de voluntades...

–...La continuación de la diplomacia y la política por otros medios... Violentos.

–Pero las nuevas guerras no se libran para ganar e imponer tu voluntad al adversario, sino que acaban siendo una empresa compartida por todos los que dicen enfrentarse en ella y, por tanto, se convierten en inacabables; a menos que no surjan mejores incentivos para la paz.

–Las guerras clásicas también duraban.

–Pero llegaban a un desenlace final de victoria o derrota tras momentos extremos. Ahora hay una cronificación del conflicto, que se estanca porque se convierte en un medio de vida. Ya no combaten ejércitos regulares de estados constituidos, sino ejércitos degradados, bandas de mercenarios o incluso de seguridad privada, yihadistas, señores de la guerra, paramilitares...

–Eso es lo que parecen, sí.

–Esos territorios han sido devueltos a aquella era premoderna europea en que los reyes trataban de unificar a los señores feudales en un solo ejército del reino para detentar así el monopolio de la violencia y lograr cierto orden.

–Pero los contendientes de esas nuevas guerras también tienen sus objetivos.

–Pero ya no son geopolíticos o ideológicos: no defienden o atacan fronteras –las ignoran–, ni son comunistas o fascistas: son luchadores identitarios religiosos, étnicos o tribales transnacionales. Su objetivo no es conquistar un país sino apropiarse de estados para saquearlos.

–Quieren buscarse la vida matando.

–Extienden su arcaica política identitaria en el más avanzado universo digital sin ningún interés en integrar a quienes no son de su secta ni proponer un programa a nadie. Así erosionan las ideologías laicas como los socialismos anticoloniales o los nacionalismos. No quieren ganar adeptos para vencer, sino vencer para convertirnos al resto en adeptos. A la fuerza.

–Pero los tiros son los mismos.

–Pero no por controlar territorio, sino directamente a la población para explotarla con secuestros, robos, pillaje...Y financiarse. Por eso, mantienen una violencia difusa y descentralizada para enriquecer día y noche a su secta, por ejemplo con esos controles que mencionaba. Su último negocio es cobrar a las oenegés a cambio de permitirles hacer su labor.

–¿Cómo ganarles?

–Desde luego, no por los medios tradicionales: nuestros gobernantes aún están instalados en el paradigma de la guerra clásica con sus portaaviones, tanques y cazas.

–¿Y un plan Marshall en Oriente Medio?

–No es tan fácil. Europa, tras la II Guerra Mundial estaba destrozada, pero sobre sus cimientos de viejas naciones y sobre la vieja cultura de su sociedad civil renovó sus élites e instituciones. El problema de regalar dinero a estados fallidos es que acaba en bolsillos de delincuentes.

–¿Cómo derrotar al Ejército Islámico?

–El Estado Islámico no durará, porque no tiene legitimidad ni arraigo: desaparecerá en cuanto El Assad desaparezca. Así que lo primero es evitar que la guerra de nuevo cuño siria sea el detonante de una guerra clásica entre Estados. Lo segundo es no sobredimensionar su amenaza y tranquilizarnos.