Lluís Bassets
Una sentencia de Josep Pla
(El País-Cataluña, 14 de abril de 2014).

Ha pasado una semana y nadie ha citado la famosa frase atribuida Josep Pla: “Nada se parece más a un español de derechas que un español de izquierdas”. No ha hecho falta porque hay coincidencia entre los comentaristas más conspicuos del soberanismo y del antisoberanismo: a la hora de encarar la propuesta de consulta sobre la independencia de Cataluña en el Congreso de los Diputados, Rajoy y Rubalcaba son dos gotas de agua. Unos lo denuncian y otros lo celebran, pero ambos coinciden en lo sustancial, la denegación de la transferencia de competencia para efectuar la consulta les une a ambos, incluso en los aplausos cosechados por los diputados, al menos de algunos populares para el líder socialista.

¿Hubo diferencias que desmientan la frase supuestamente planiana? Las hubo en los discursos y en los argumentos. En el diagnóstico: para Rajoy todo es un lío del que son responsables quienes lo han creado; para Rubalcaba hay un problema real de desentendimiento, del que en buena parte es responsable el propio Rajoy. En la solución: Rajoy propone la inmovilidad; Rubalcaba sugiere una reforma constitucional que pueda ser refrendada luego por los catalanes. Pero al final, lo que cuenta es el voto, y ahí no hubo variaciones.

Todo estaba en el guión. Cualquier variación, propia de culturas políticas algo más sofisticadas, quedaba fuera de lugar. Es imposible imaginar en un escenario polarizado como el nuestro que los socialistas se hubieran abstenido, sin necesidad de apoyar la propuesta pero dejando que fuera la mayoría absoluta del Gobierno la que cerrara el paso a la propuesta nacionalista. Quien osara hollar este camino, sospechoso de dudas sobre la unidad de la patria común e indivisible, quedaría automáticamente descalificado para optar a gobernar en Madrid. Todavía más difícil es imaginar que hubiera funcionado la pluralidad socialista y la relación federal en forma de un voto diferenciado: en contra el PSOE y abstención del PSC. Rubalcaba hubiera quedado desautorizado y, a efectos prácticos hubiera sido lo mismo que con una abstención socialista en bloque.

Dejando volar la imaginación, quedaría todavía una tercera posibilidad, más exigente aún respecto a la sutileza del sistema político que tenemos. Partamos de que la propuesta significaba el inicio de un trámite parlamentario, no la aceptación de la transferencia de la competencia para convocar la consulta. En el parlamento imaginado de Nunca Jamás, se aprobaría la aceptación a trámite, pero luego se discutiría y enmendaría para dejar la proposición de ley en nada o aceptarla en alguna de sus partes.

Había una novedad que abonaba el debate sobre esta posibilidad: la sentencia del Constitucional sobre la declaración soberanista que reconoce el carácter legítimo y constitucional de la aspiración a realizar la consulta, aunque la rechaza ejercicio del derecho de autodeterminación o expresión de una inexistente soberanía catalana. Sentencia en mano, cabía la discusión sobre la necesidad de consultar a los catalanes, las garantías su carácter no vinculante, la oportunidad y constitucionalidad de las preguntas tal como pretende formularlas Artur Mas o la idoneidad de la fecha del 9 de noviembre, cuestiones las dos últimas decididas unilateralmente por una mayoría parlamentaria catalana que no llega a los dos tercios.

Si la sentencia del Constitucional apenas entró en el debate es porque no interesa a ninguna de las dos posiciones enfrentadas de forma maniquea. La frase atribuida a Josep Pla tiene la virtud de que admite la dirección inversa: “Nada se parece más a un catalán de derechas que un catalán de izquierdas”. El tópico implícito en la sentencia es el de una irreductible separación esencial entre lo español y lo catalán, de forma que tanto españoles como catalanes se definen por lo que tienen en común según sus respectivas identidades y no por la separación entre izquierdas y derechas.

Arturo San Agustín ha fabricado un libro estupendo alrededor de la pregunta ¿Cuándo se jodió lo nuestro? Cataluña-España: crónica de un portazo (Destino) que formula a una veintena de personas (aclaración: yo soy una de ellas). Unos dicen que todo empezó con la sentencia del Estatut, otros con el Estatut mismo, otros más se remontan a los años 80 y aún hay algunos que apelan a la irreductible diferencia entre españoles y catalanes y sitúan el conflicto en el depósito de las verdades eternas e inmutables, sin remedio alguno en el pasado y sin atisbo de solución alguna en el futuro.

Aterricemos de una vez para comprobar la cita de Pla: Quadern Gris, 28 de septiembre, 1918. “Lo que más se parece a un hombre de izquierdas en este país es un hombre de derechas. Son iguales, intercambiables, han mamado la misma leche. ¿Podría ser de otra forma? No lo dudes: esta división es inservible”. El escritor pone las palabras en boca de su padre, que puede referirse a l’Empordà, a Cataluña o a España cuando habla de los políticos. Nada hay en la cita que se acerque a las irreductibles esencias nacionales, ajenas al escritor de los matices y de las tonalidades grisáceas, los territorios donde crecen la sutileza y la capacidad de acuerdo que tanto nos faltan ahora.