Luis Hernández Navarro


Las fuentes del nuevo pensamiento indio         


Cuando el médico tradicional mixe tira sobre un círculo imaginario los granos de maíz por penúltima vez, y éste cae con la semilla hacia abajo y en dirección al oriente sabe que su paciente morirá. El maíz que le fue lanzado a Floriberto Díaz -hipotético o real- cayó en el oriente. El 15 de septiembre de hace diez años su corazón se negó a seguir funcionando.
Floriberto Díaz fue uno de los intelectuales indios más relevantes de su generación. La influencia que su pensamiento tuvo en la elaboración de un programa de lucha del movimiento indígena en México es notable. Su labor pedagógica contribuyo a la formación de una camada de dirigentes de un talento y una capacidad excepcionales.
Nacido en Santa María Tlahuitoltepec, fue simultáneamente intelectual orgánico, gestor social, político, promotor de desarrollo y educador. Estrechamente vinculado con la vida y las aspiraciones de su comunidad, sistematizó sus prácticas organizativas y visión del mundo, difundiéndolas a través de múltiples escritos y conferencias, lo mismo en Suiza que en la ciudad de México.
Su visión del mundo abrevó de la realidad de Tlahuitoltepec y de la vida ayuujk. Este municipio, con una extensión de poco más de 75 kilómetros y una población de alrededor de 6 mil 600 habitantes, ha conservado y recreado una vida comunitaria de una enorme cohesión y vitalidad. La propiedad de la tierra es comunal; ella les proporciona arraigo e identidad. Eligen a sus autoridades en asamblea comunitaria, con participación de las mujeres, al margen de partidos políticos. Sus presidentes municipales duran en el cargo un año. La política es sinónimo de servicio a la comunidad. Sede de una escuela musical durante muchos años modelo -el Cecam-, el municipio es, con mucho, uno de los principales polos de influencia cultural en la región, a pesar de no ser un centro político o económico relevante.
El proceso organizativo de Tlahuitoltepec forma parte, tanto de la resistencia mixe contra el caciquismo presente en muchos otros municipios, como de la intensa lucha indígena y campesina desarrollada en Oaxaca durante los setenta. Un conflicto cuya intensidad provocó la caída del gobernador Manuel Zárate Aquino, la ocupación de miles de hectáreas por campesinos pobres y la toma de decenas de alcaldías. Varias de esas agrupaciones comenzaron desde hace más de 25 años a formular con claridad reivindicaciones étnicas y no sólo campesinas. Es así como a principios de los ochenta en una declaración conjunta de Odrenasij, Codeco y Codremi (impulsada por Floriberto) se señala: "Demandamos respeto absoluto a nuestra autodeterminación comunitaria sobre nuestras tierras, sobre todos los recursos naturales y a las formas de organización que deseemos darnos [...]. Demandamos el respeto a nuestras expresiones de vida comunitaria, nuestra lengua, nuestra espiritualidad [...]. Demandamos respeto e impulso a nuestra forma de gobierno comunitario, porque es la única forma garantizada de evitar la centralización del poder político y económico. Nos oponemos a que en aras de un supuesto 'desarrollo nacional' se arrasen nuestros recursos naturales."
Floriberto Díaz surge como dirigente nacional en el marco del movimiento nacido del Congreso Nacional Indígena realizado por la diócesis de San Cristóbal en 1974, que sembró una semilla que germinó a lo largo de la década posterior en todo el país. Se hace a sí mismo también en la lucha contra los intentos gubernamentales por corporativizar la lucha indígena a través de la organización del Consejo Nacional de los Pueblos Indios, ligado al Partido Revolucionario Institucional.
El pensamiento de Floriberto Díaz, madurado durante los setenta, tiene una gran deuda con las experiencias de lucha y la elaboración teórica de otras luchas indígenas del continente. En mucho, su horizonte se alimenta del surgimiento de un movimiento indígena internacional en 1975, auspiciado y guiado en parte por los pueblos originarios canadienses y estadunidenses, que hicieron del trabajo por el reconocimiento de sus derechos culturales en el marco del sistema de las Naciones Unidas un terreno de acción clave. Muestra de esta relación era la continua referencia que el líder ayuujk hacía en diversos escritos y conferencias a la carta que el jefe piel roja Seattle dirigió en 1854 al presidente de Estados Unidos como respuesta a su petición de compra de sus tierras. "Las caras pálidas -citaba Floriberto prácticamente de memoria- tratan a la madre tierra y al cielo padre como si fueran simples cosas que se compran, como si fueran collares que intercambian por otros objetos. El apetito de los caras pálidas terminará devorando todo lo hay en la tierra hasta convertirla en desierto."
Floriberto mismo explicaba así esa herencia: "Lo novedoso de los ochenta es la relación de algunas organizaciones indígenas con el movimiento indígena internacional, a través del Consejo Mundial de Pueblos Indígenas (CMPI) que se había fundado en 1975 y la Coordinadora de Organizaciones Regionales de Pueblos Indios de Centro América, México y Panamá (CORPI). Para las organizaciones que entraron en contacto con el CMPI y el CORPI, esa relación sirvió para conocer los espacios internacionales y la forma de introducir en la agenda de discusiones la situación indígena en México."
Desde 1982, el Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas (GTsPI) de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas se convirtió en un espacio privilegiado de representantes de pueblos indígenas de prácticamente todo el mundo. Allí se conocieron, compartieron intereses y preocupaciones, se educaron y elaboraron propuestas programáticas. El GTsPI se dedicó, esencialmente, a dos asuntos: conocer la situación de los derechos de las comunidades y pueblos indígenas, y trabajar en el proyecto de una declaración universal sobre sus derechos. Floriberto asistió a esas reuniones, se educó en ellas, estableció alianzas y forjó un nuevo horizonte de lucha.
Floriberto conoció muy de cerca muchas de las más relevantes experiencias de lucha indígena en América Latina. De ellas también abrevó. Importante fue en su formación la propuesta andina de retornar al curso viejo de la historia propia, estableciendo un Segundo Tawantinsuyo. Una iniciativa que, de muchas maneras, fue relaborada por distintos colectivos indios en el continente. Inspirado en diez principios fundamentales que sirvieron de soporte a la sociedad incaica, buscaba ganar el porvenir, reconstruyendo la Nación India. "El indio -señalaba el manifiesto del Movimiento Indio Peruano que circuló profusamente entre las organizaciones etnopolíticas del estado de Oaxaca en los ochenta- es quien se identifica con el pueblo de los Inkas y con sus descendientes, al mismo tiempo que está listo a servirles cada vez mejor, mediante el perfeccionamiento intelectual y moral."
Su obra, además, resultó fuertemente influenciada por el abogado guatemalteco Augusto Willemsen Díaz. Durante 27 años funcionario del Centro de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, fue, desde 1988 presidente-relator del Fondo de Contribuciones Voluntarias de las Naciones Unidas para las poblaciones indígenas. Su obra "Ámbito y ejercicio eficaz de la autonomía interna y el autogobierno para los pueblos indígenas dejó una huella profunda en el dirigente mixe.
Además, Floriberto sostuvo con la abogada Magdalena Gómez un intenso diálogo intercultural, que tomó forma en el mutuo enriquecimiento de las posiciones teóricas de ambos.

La resistencia mixe

Cuatro imperios y dos repúblicas han fracasado en sus intentos por someter a los mixes. Ni los conquistadores españoles ni los zapotecos lograron dominarlos militarmente. La resistencia fue tenaz. La tradición oral da cuenta de ella. El mito del rey Cong Hoy, héroe de mil batallas, resume en su combate la resistencia de su pueblo desde la época precolombina hasta la lucha por el reconocimiento de su territorio y espacio vital en épocas recientes.
Floriberto Díaz se hizo con el barro y el maíz que ha alimentado esa lucha ancestral. Creció con estos relatos. De ellos obtuvo misión, fortaleza, inspiración.
A mediados del siglo XX la defensa de lo propio se hizo más complicada. Las cosas comenzaron a cambiar aceleradamente dentro de la sociedad mixe. La reforma agraria, la educación pública, la producción de café y el caciquismo crearon una relación con la sociedad nacional que combinaba simultáneamente la resistencia y una amplia y agresiva penetración del gobierno mexicano.
Momento clave de este nuevo empalme fue la creación, en 1936, de un distrito judicial y rentístico de los mixes, con cabecera en Zacatepec. Fruto de rencillas caciquiles, la división territorial fue realizada de manera arbitraria, y provocó fuertes conflictos en la región. En el libro "Los caciques de la Sierra", Iñigo Laviada, describe dramáticamente la historia de agravios y violencia que la política de "modernización" y occidentalización provocó: "Después de dos décadas de resistencia y rebeldía -escribe-, a fines de 1959 el ejército federal proyectó una campaña en toda forma contra los mixes sublevados, con la intervención de la aviación. Toda la fuerza de la nación contra los enemigos de Luis Rodríguez. Cerró el ejército los caminos de acceso a la Sierra Mixe. Revisó a todos los caminantes. (...) El ejército estableció guardias en los Pueblos insurrectos".
La rebelión contra el caciquismo estimula en toda la región la realización de reuniones de autoridades tradicionales, pero, también el surgimiento de nuevas organizaciones como el Comité de Defensa y Desarrollo de los Recursos Naturales, Humanos y Culturales de la Región Mixe (Codremi). En 1984 en la comunidad de Cotzocón Mixe se crea la Asamblea de Autoridades Mixes (Asam), el primer espacio de reunión de autoridades municipales y agrarias que pretende ser una instancia gestora mediante la negociación y el diálogo con el Estado, sin buscar la confrontación, pero sin ser gubernamentalista ni panfletaria. Una organización sin estatutos ni reglamentos escritos, que recupera el respeto a la autodeterminación comunitaria entre las comunidades. Un esfuerzo organizativo que enfrenta simultáneamente al exterior y que trabaja para lograr la reconstitución del pueblo mixe, más allá de las contradicciones intercomunitarias y los conflictos entre comunidades, reivindicando la unidad desde la comunidad misma.
En la gestación y nacimiento de todas estas instancias organizativas, herederas de una cultura de resistencia ancestral, sobresale un joven dirigente indígena: Floriberto Díaz.

Riqueza programática

Colocado por la vida ante la disyuntiva de ser antropólogo o ser mixe, Floriberto Díaz resolvió su dilema "asegurándose". Se convirtió así en prófugo de la academia, aunque incursionó con frecuencia en debates y reflexiones con integrantes de ella. Cuando a finales de la década de los ochenta una tendencia importante de antropólogos quería conceptuar a los indígenas como campesinos pobres semiproletarios, Floriberto defendió con vehemencia su irreductibilidad a cualquier categoría socioeconómica, al punto de que una de las críticas que más frecuentemente se le hicieron fue el de haber tenido una posición "esencialista" sobre el ser indio.
Más adelante, cuando se discutió con intensidad el significado y alcance de las autonomías, defendió su visión sobre la comunalidad y se opuso beligerantemente a quienes concebían que el único modelo era el de las Regiones Pluriétnicas Autonómicas (RAP) nacido de la experiencia nicaragüense. "Tengo que asumir -escribió en Comunalidad y comunalismo- que polemizo con la tesis que postula la autonomía regional pluriétnica como la única autonomía de la cual se debe hablar y que considera las otras formas de autonomías como literatura barata. Mientras exista una propuesta autonomista que pretenda ser la verdad, se convierte fácilmente en dogmática e intransigente, que de una forma u otra expira racismo y prepotencia, y que desconoce las realidades indígenas, en el caso mexicano. Considero que, por higiene mental, la discusión de las autonomías no puede provenir solamente de disertaciones teóricas sino, y sobre todo, de la reflexión de las realidades concretas en las cuales se matizan ciertas prácticas autonómicas, conservadas a pesar, y aun en contra, del Estado-nación dominante."
Su renuncia a la vida académica institucional no implicó, empero, el rechazo a la elaboración teórica. Por el contrario, realizó una relevante labor etnográfica e histórica. De hecho, una parte muy importante de su proyecto político y de su trabajo como educador y político provino del estudio de la cultura y la política existentes en la comunidad.
Polemista brillante, sus artículos y ensayos están elaborados, por lo general, en la lucha explícita contra ideas y posiciones que él consideraba incorrectas. Difícilmente podía haber sido de otra manera. El nuevo pensamiento indígena se ha ido construyendo desde abajo, contra la corriente, al calor de la coyuntura, en la lucha contra cuerpos doctrinarios que tienen asideros poderosos en las iglesias, fundaciones, los partidos políticos, las ONG internacionales o el Estado.
Floriberto desempeñó diversos cargos dentro de Tlahuitoltepec: presidente del Comisariado de Bienes Comunales, síndico. Fue también un político incorruptible que resistió amenazas e intentos de cooptación por parte del PRI. Fundó una organización excepcional, Servicios del Pueblo Mixe (SER); intentó, sin demasiado éxito, crear canales de comercialización directos entre los productores de su región y los habitantes pobres de la ciudad de México. Gestionó recursos internacionales, lo mismo para crear fondos de crédito a la palabra que programas de capacitación. En todas estas iniciativas estaba contenida una idea central: "hablar de desarrollo -decía- no sólo puede estar referido al ser humano en tanto individuo, sino a la naturaleza en su conjunto y a cada uno de sus componentes en particular, incluyendo al hombre-pueblo."
Para Floriberto Díaz los pueblos indios son la parte roja de la conciencia blanca. Promotor de la comunalidad radical sostiene que ésta se basa en la toma de decisiones en asambleas, el servicio municipal gratuito y obligatorio, el tequio, el uso de la lengua, la vigencia de los ritos y ceremonias. Reivindica que, al lado de los derechos humanos de primera generación, se respeten los derechos indígenas. El derecho colectivo a la propiedad de la tierra es fundamento de todos estos derechos. En él está contenida la exigencia de ser pueblo, y es, a partir de él, que se puede hablar del derecho a una organización propia. La comunalidad, así entendida, es, desde este punto de vista, algo que va más allá de la democracia occidental. Se trata no sólo de ideas sino de prácticas.
El comunalismo es una importante corriente del movimiento indígena nacional, autonomista, presente, básica pero no exclusivamente, en Oaxaca, con una vasta producción teórica. El peso político de esta corriente, su implantación territorial, el grado de elaboración de sus propuestas y de la correspondencia entre éstas y la práctica son de una gran relevancia. Y más allá de la red institucional que ha construido y de su influencia en comunidades, municipios y regiones enteras, logró, importantes conquistas legales. Sus planteamientos tuvieron una enorme influencia en los Acuerdos de San Andrés.
Cuando en 1992 se aprobaron las reformas al artículo 27 constitucional que abrieron las tierras propiedad del sector social al mercado, Floriberto se opuso. Desde su punto de vista esas modificaciones "perfilan un futuro incierto" para los pueblos y comunidades indígenas, y "no constituyen seguro alguno para las futuras generaciones de nuestros pueblos. Las reformas muestran un compromiso con la propiedad privada ignorando los intereses colectivos de los pueblos indios, una "minimización ridícula y racista" y un trato desigual entre el Estado y los pueblos indígenas. Critica, además, que en la ley la comunidad es una suma de individuos, mientras para los indígenas "es la tierra que nos mancomuna", así como que la asamblea general de comuneros no sea ya una autoridad.
La responsabilidad de recuperar y dinamizar la identidad como indígenas recae, según Floriberto, en los propios pueblos originarios. "Desde lo indígena -señala- el desarrollo no tiene futuro cuando se decide finalmente desde el Estado. La lucha por la liberación no puede circunscribirse exclusivamente a lo indígena. "Mientras indios, negros y trabajadores latinoamericanos estemos dispuestos a unir nuestros esfuerzos para luchar juntos, respetándonos siempre, habría esperanza de que hagamos realidad una sociedad de todos y para todos."

Los derechos indios

Los derechos indígenas, según Floriberto, son eminentemente históricos y colectivos y tienen un carácter universal. No se refieren a individuos y no han sido inventados de la noche a la mañana. Cinco son los que forman su columna vertebral: 1) el derecho a territorio, 2) a ser pueblo, 3) a la libre determinación, 4) a la cultura y 5) a un sistema jurídico propio.
La matriz de todos los demás derechos es la tierra, en el sentido de territorio. La tierra no es, para los pueblos indios, solamente el suelo, sino también, los animales y las plantas, los ríos, las piedras, el aire, las aves y los seres humanos. La tierra tiene vida. La noción occidental de territorio, aunque de manera imperfecta, es la que mejor expresa este concepto integral de lo significa la tierra.
Floriberto reivindica el derecho a ser y ser reconocidos como pueblos, "porque siempre fuimos y seguimos siendo pueblos con nuestra propia historia, religión, cultura, educación, lengua y otros elementos intrínsecos al ser de los pueblos. Porque nuestros pueblos indígenas han tenido y mantienen su propio sistema de vida, que se traduce en sus estructuras políticas, jurídicas, económicas, sociales y culturales que los hace sujetos de reconocimiento y respeto por parte de los Estados-nación, que jurídica y prácticamente han negado nuestra existencia."
El derecho a la libre determinación está asociado directamente a los derechos de territorio y pueblos. Una comunidad y pueblo indígena sin derecho a la libre determinación seguirá siendo un pueblo sin posibilidades de definir su desarrollo y creatividad para enfrentar los desafíos actuales. El derecho a la libre determinación es un derecho humano, de acuerdo a lo establecido en el artículo 1o. de los Pactos Internacionales sobre los Derechos Civiles y Políticos, y a los Derechos Económicos, Sociales y Culturales adoptados por la ONU en diciembre de 1966.
La autonomía indígena, de acuerdo con Floriberto, es una manera concreta de cómo se puede ejercer el derecho a la libre determinación por parte de los pueblos indígenas. Teniendo en cuenta que las realidades indígenas varían en el país, no es posible pensar que deba haber una sola forma de instrumentar las autonomías.
Confiado, alimentaba su optimismo de una convicción: el hecho irreversible de que los nacionalismos y los estados monolíticos ya no tienen futuro.