Luz Gómez
Egipto. La voluntad popular y el desarrollo del islamismo
Entrevista realizada por David Perejil.
Febrero de 2013.
(Página Abierta, 225, marzo-abril de 2013).

 

La decisión del presidente de Egipto, Mohammed Morsi, de asumir los poderes ejecutivo, legislativo y judicial “encendió” las calles de El Cairo y volvió a convulsionar al país hasta la aprobación de la Constitución pocas semanas después.

Hablamos con Luz Gómez, arabista, profesora titular de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Gómez es traductora de poesía árabe, campo en el que acaba de recibir el Premio Nacional de Traducción por En presencia de la ausencia, autobiografía poética del palestino Mahmud Darwix, y especialista en el estudio del islam y el islamismo (*). Preside su despacho de la Universidad un gran mapa de Palestina en 1948. Bajo él nos centramos en conocer lo que ha sucedido en Egipto estos meses.

– El momento actual en Egipto plantea muchos interrogantes. Empecemos la conversación por los debates sobre la aprobación de su Constitución y por la relación entre las diferentes fuerzas del país. ¿Cuál es tu opinión

– En todo el asunto relativo a la Constitución es importante distinguir entre el proceso en sí y el resultado. Evidentemente, el proceso necesitaba de la participación y el consenso de todas las fuerzas políticas, civiles también, existentes en la sociedad egipcia, de todas las sensibilidades. Pero el problema era, y sigue siendo, la representatividad que tiene cada una de ellas y la capacidad de diálogo, de llegar a entendimiento y a consensos entre grupos que se saben más fuertes y grupos que se saben más débiles. Por ello el proceso en sí de formación de la Asamblea Constituyente era complicado. Desde el momento en el que las fuerzas no islamistas aceptaron ese formato y, por lo tanto, participaron en el inicio del proceso constituyente, sabían que estaban en franca minoría y que iban a necesitar de una gran fuerza, por lo menos simbólica, para mantener algunas posiciones. Y, desde mi punto de vista, no supieron servirse de la mayor baza que tenían, que era la movilización de los jóvenes en la calle.

Otro asunto que no hay que olvidar es que esas fuerzas han estado profundamente divididas, y que lo que llamamos oposición agrupa a gente que históricamente ha estado enfrentada. Hay grupos conservadores, grupos de carácter liberal, grupos que vienen del viejo régimen; están, en el lado opuesto, jóvenes revolucionarios anarquistas; entre medias están los nasseristas y la gente de izquierda no nasserista; además, está la Iglesia copta. Por ejemplificarlo con dos pesos pesados: se tenían que poner de acuerdo Mohamed El Baradei, el líder del liberal Partido Doustur y expresidente de la Agencia de la Energía Nuclear de Naciones Unidas, y Hamdeen Sabahy, el izquierdista de la Corriente Popular que quedó tercero en las elecciones presidenciales. Todo este magma de oposición, que pensaba que iba a poder jugar un papel decisivo en el nuevo Parlamento, vio que se había quedado sin tal papel, porque su presencia no es que fuera minoritaria, sino que era testimonial. Y tampoco lograba que su papel en la redacción de la nueva Constitución fuera distinto.

Entretanto, en la calle, la movilización empezó a polarizarse a favor y en contra del proceso. Pero las fuerzas políticas no islamistas establecidas tampoco consiguieron ser las cabezas visibles de la oposición popular, la de Tahrir. Cuando se unieron en el Frente de Salvación Nacional y se presentaron en bloque contra el decreto institucional de Morsi del 22 de noviembre, ya habían abandonado la Asamblea Constituyente. Es decir, el momento en que se une la oposición es posterior al abandono de los trabajos, y con el rechazo a Morsi como aglutinante. A partir de ese momento, Constitución y Morsi van de la mano, lo cual no deja de resultar peligroso, en la medida en que la suerte de la ley fundamental del Estado se vincula, de nuevo, a una persona.

Al retirarse las fuerzas no islamistas del proceso constituyente dieron vía libre a la resolución de la mayoría islamista, pero esto no ha significado, aunque algunos hayan incidido en ello, que el texto resultante sostenga presupuestos necesariamente islamistas. No ha sido así. Comparto la opinión de los expertos en derecho que sostienen que el texto final no es mucho peor, o que es prácticamente igual que el que hubiera salido si se hubiese puesto en marcha un proceso de consenso. Es así porque los puntos más conflictivos desde el punto de vista no islamista están recogidos: igualdad de todos los ciudadanos independientemente del género, religión, origen étnico o geográfico. El papel de la sharía, del que tanto se ha hablado, establece un marco general de referencia en la línea del de la gran mayoría de constituciones de otros países árabes e islámicos, y en la misma línea que ha sido habitual en Egipto desde la Constitución de 1971. Podemos decir que no hay más sharía, ni tampoco menos, mientras que sí hay más islamistas en el poder.

Por lo tanto, hay que distinguir proceso y resultado. El resultado en sí, quizá, no es tan malo; el proceso sí ha sido pésimo, lo cual, políticamente, supone que la Constitución nace coja. Pero decretar, como dijo El Baradei, que había que tirarla a la papelera, parece improcedente, pues la realidad es que, si se aceptan las normas del sistema democrático, la Constitución está aprobada en referéndum por una mayoría significativa, y los grupos que la han sacado adelante eran democráticamente mayoritarios también en el Parlamento.

– Sobre el propio texto en sí, se han expresado varias opiniones respecto a su articulado en derechos humanos. También se ha hablado, desde luego, de la inclusión de la sharía en el corpus constitucional. ¿Cuáles son tus consideraciones sobre el texto?

– Es muy importante que el texto reconozca la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y, además, en el ejercicio de la política. Eso la Constitución lo garantiza. El presidente de la República puede ser cualquier ciudadano, lo cual significa que puede ser una mujer o que puede ser un cristiano, posibilidades ambas que los salafistas, segunda fuerza política tras las primeras elecciones legislativas, rechazan, y que han aceptado a regañadientes previendo que la sharía, reconocida como la fuente de legislación, vendrá en su apoyo. Así que lo más importante es el desarrollo ulterior de toda la legislación a partir de la Constitución. Y ahí es donde entra en juego el asunto de la sharía. Porque la interpretación que se haga del papel que se le otorga a la sharía sí que puede restringir esta declaración general de principios. Pues lo que la Constitución no recoge es quién establece lo que la sharía “dice”. ¿La Universidad de al-Azhar? ¿El Consejo Superior de los Ulemas? ¿El muftí de la República? De ello dependerá el desarrollo legislativo ulterior. Con el régimen presidencialista de Mubarak, todo estaba cortocircuitado por el Ejecutivo. Está por ver cómo se desarrolla bajo el nuevo sistema.

Hay otra cuestión que yo creo que es igual de importante en la Constitución, y en la que habría que insistir: las Fuerzas Armadas siguen sin estar sometidas al poder civil y al Parlamento. Siguen teniendo una independencia, que es, además, una independencia económica que condicionará el futuro del país. El Ejército es la mayor empresa de Egipto. Controla sectores fundamentales de la economía como el petróleo, las fábricas de cemento, la industria textil, el turismo, el sistema educativo, el sistema sanitario... Si todo eso sigue quedando al margen del control político significa que va a seguir existiendo un Egipto paralelo.
Otra cosa en la que se debe hacer hincapié es la libertad de expresión: considero que ha habido algunos progresos, aunque se ha dejado abierta la puerta a una intervención jurídica cuando se considere que se está atentando contra los pilares fundamentales del Estado, entre los que se cuentan su presidente y la sharía.

Con todo, hay que insistir en que, en dos años, los egipcios han conseguido cambios inimaginables. Han elegido a un presidente civil y a un Parlamento democrático; han logrado que haya una representación plural de toda la sociedad. Sucede que la sociedad egipcia hoy es mayoritariamente islamista, o al menos se ha decantado por el islamismo como opción política. Por lo tanto, habrá que dejar que el islamismo se desarrolle, que se vea adónde lleva su apuesta de regeneración y que los propios egipcios decidan si eso es lo que querían, y si no, que en las próximas elecciones le den la espalda. Además, hay un interés por la política y una movilización civil que yo creo que merece la pena que se apoyen y se saquen a la luz, en lugar de hablar solamente de los enfrentamientos, de la eterna disputa contra el islamismo, de las mayorías y las minorías. Este discurso frentista es un discurso heredado de la época colonial, tanto aquí como allí. En general, en las calles de Egipto son otros los debates.

– Justo ahora se está negociando el préstamo del FMI después de que los Hermanos Musulmanes decidieran esperar a que pasara el referéndum constitucional. El préstamo, y sus condiciones, pueden agravar la ya difícil situación vital de la población.

– Los Hermanos Musulmanes siempre han sido neoliberales y conservadores. Desde que se fundó la congregación, en 1928, y hasta ahora. Conservadores en materia social y económica, revolucionarios en materia política en la medida en que proponían un sistema alternativo sin una definición clara, y profundamente implicados en materia económica capitalista. Y, por supuesto, el Fondo Monetario está encantado con que esto sea así. La cuestión es que ahora los Hermanos Musulmanes van a tener que hacer frente a lo que históricamente han podido eludir. Es el dilema entre el mantenimiento de su faceta reislamizadora moral, basada en la caridad y la práctica religiosa de prestar servicios sociales, y la gestión económica de un Estado en el que los subsidios son básicos para que la gente pueda sobrevivir.

La situación en el país es insoportable, pero a veces una se pregunta cuánto tiempo lleva siendo insoportable, porque el país lleva siendo una olla a presión quince, veinte años. En estos dos últimos años lo que ha cambiado radicalmente es que el turismo, que significaba el 10% del PIB, ha desaparecido casi por completo. Sobre todo es un sector básico porque sostiene la actividad económica de muchas personas de diversas capas sociales y en regiones donde apenas hay otra fuente de ingresos. De alguna forma garantizaba la cohesión social de una parte de la población.

Respecto a las condiciones del FMI para otorgar un préstamo de 4.800 millones de dólares, que se viene negociando desde hace casi un año y no acaba de llegar, a nivel político y social la cercanía de las próximas elecciones legislativas es determinante. El reparto de productos subvencionados ha privilegiado en estos últimos dos años a las grandes ciudades y no ha llegado igual al campo o los pequeños núcleos urbanos. No sé si se concluirá algún acuerdo próximamente, pero los éxitos electorales de los salafistas se explican en parte por su presencia y ayuda material en estos lugares. También hay que fijarse en el movimiento sindical, muy activo desde 2005, y que fue clave en el triunfo la revolución y que sigue estando en pie de guerra, especialmente en la zona del Canal de Suez. No es fácil cerrar acuerdos de austeridad en este momento. Y Morsi, esto es, el Estado, por más que necesite urgentemente liquidez, también precisa una Asamblea del Pueblo a su medida.

– Hablemos de los protagonistas. En el caso de los Hermanos Musulmanes, ¿qué ha cambiado entre el partido y la Hermandad en estos meses? ¿Qué ha cambiado entre sus principales figuras, el máximo dirigente Mohammed Badie, el líder político Jairat al-Shater y el presidente Morsi?

– Algo muy importante para entender las tensiones internas que hay en la actualidad dentro del abanico, o conglomerado, que llamamos Hermanos Musulmanes es su historia previa de los últimos cinco años, marcada por los intentos de sacar adelante un proyecto político a través de la creación de un partido, y que chocó con lo que se llama la vieja guardia, la Oficina de la Guía, que viene a ser el Comité Ejecutivo de los Hermanos Musulmanes. En la época de Mubarak el anuncio de la intención de crear un partido político era una manera de presionar al régimen: cuando se buscaban  determinados réditos de carácter reislamizador, que eran más bien morales y de asuntos sociales que auténticamente políticos, saltaba a los medios que la agrupación pretendía crear un partido. Pero en 2007 hubo un intento claro por parte de un grupo liderado por Abdel Menein Abul Foutuh. Lo que hizo Abdel Foutuh fue acudir a las bases, a los jóvenes, y hacer un frente demandando al estamento superior una toma clara de posición. Eso se acabó cortando de raíz mediante las elecciones de 2008 para la Oficina de la Guía, en las que triunfó el ala más conservadora, y luego en 2010, cuando el guía supremo, por primera vez en la historia de los Hermanos, no se presentó a la reelección. La elección del actual guía, Mohamed Badie, fue bastante controvertida, y representó el triunfo de la tendencia apolítica.

De modo que cuando estalló la revolución y la cúpula de la Hermandad tuvo que hacer frente a lo político, estaban totalmente fuera de compás. La tendencia, con una estructura clara de partido, que había estado presionando a los viejos hermanos en el sentido de una politización, fue la que salió a la calle, capitalizando el entusiasmo de los jóvenes de la Hermandad. Luego vino la creación del Partido Libertad y Justicia, como un apósito para toda esta historia, que sirvió para encauzar el triunfo en las elecciones legislativas.

Para las elecciones presidenciales, en un primer momento la Hermandad había dicho que ningún hermano se iba a presentar. Pero una vez que Abdel Foutuh, contraviniendo esta disposición, se postuló fue cuando los hermanos del sistema, por así llamarlos, decidieron que iban a presentar su candidato, que al principio iba a ser el carismático al-Shater y al que luego la Junta militar cortó esa posibilidad (por el asunto de que había estado encarcelado hasta abril de 2011). Entonces fue cuando salió la candidatura sorpresiva de Morsi. Fue un acuerdo entre la vieja guardia, representada por Mohamed Badie, y el ala más política, que se habría visto demasiado reforzada con al-Shater. Es decir, que cuando se dice que fue el viejo régimen el que impidió a al-Shater concurrir a las elecciones, yo lo pondría entre interrogantes. Fue el viejo régimen con la connivencia de la cúpula de los Hermanos Musulmanes, que sigue guardándose de apostar por lo político decididamente. Y Morsi es un paso intermedio. Eso tiene todos los problemas y todas las ventajas, y hace que Morsi siga dependiendo de la jerarquía de la Hermandad, hasta el punto de que a veces Badie hace declaraciones en el sentido de que él está por encima del presidente de la República; que él, como guía de la Hermandad, está por encima del presidente de la República y de cualquier  representante institucional del Estado. Pareciera que entre Dios y los hombres solo esté él. Pero es así, según la mentalidad de la Hermandad. Morsi es un hombre más manejable en ese sentido de lo que habría sido al-Shater.

Todo esto debe contemplarse a la luz de la otra gran fuerza del islamismo egipcio, que es el salafismo. El salafismo está atrayéndose a los egipcios con un discurso que no es político en primera instancia, con un discurso que tiene que ver con una reivindicación de carácter moral y que históricamente ha estado en manos de los Hermanos. La cúpula de la Hermandad sabe que no puede derivar hacia lo político en detrimento del discurso moralista, pues perdería buena parte de su fuerza en la calle. Los Hermanos Musulmanes siguen necesitando tener esa vocación redentora que Badie intenta monopolizar.

– La irrupción de los salafistas fue una sorpresa electoral ya que captaron el 25% de los votos al legislativo sin haber constituido partidos previamente...

– … Y además se presentaban muy fragmentados, con varios partidos creados ex profeso para las elecciones. Se supone que no tenían experiencia política, pero tenían algo que los Hermanos no habían valorado lo suficiente, y es más de diez años con programas y canales de televisión propios, aprobados y jaleados por una parte del viejo régimen mubarakista, enormemente populares. Así pues, los predicadores que luego lideraron los partidos salafistas eran figuras de la televisión, muy mediáticas. Y una buena parte del voto salafista es un voto bastante acrítico y poco formado, gente del campo y los  grandes suburbios de El Cairo y Alejandría.

Los Hermanos Musulmanes tienen un historial de elaboración ideológica, en el sentido de análisis de la realidad existente, de la estructura en funcionamiento, y propuestas de cómo desmontarla o combatirla, o sea, reformar o revolucionar para crear un supuesto sistema islámico. Que pueda ser erróneo, que no esté suficientemente estructurado, es posible, pero hay un análisis y una propuesta. Los salafistas carecen de esto. El discurso de los salafistas se sostiene en las referencias míticas a una supuesta pureza del islam que solucionaría todos los problemas. Es una propuesta visionaria pero carente de fundamento en la realidad. Su atractivo radica precisamente en su carácter inaprehensible, en su uso de los mitos, de los símbolos, de los sentimientos más básicos del musulmán.

Tampoco es que hayan surgido ayer. Ellos venían  trabajando y dedicándose a la dawa, a la predicación, al individuo musulmán, desde principios del siglo pasado. Pero siempre se habían centrado en las cuestiones de reforma espiritual y moral individual y no en la organización y gestión comunitaria. Según los salafistas, cada musulmán debe purificarse personalmente, abandonando hábitos que la historia ha venido aportando para pervertir el islam. Así se volvería al supuesto modelo de los ancestros del islam, los salaf de su gentilicio. Pero desde el punto de vista individual y no tanto comunitario. Mientras que el de los Hermanos es un proyecto social y político.

– Uno de los grupos más importantes es el de los jóvenes que llenaron Tahrir, grupos organizados de la sociedad civil y sindical egipcia que consiguieron movilizar a mucha gente. ¿En qué momento están? ¿Qué relaciones tienen con el resto?

– Es cierto que hay una serie de fuerzas de jóvenes decididas a no incurrir en los defectos de la representación a la manera tradicional, que rechazan la organización jerárquica de la participación en política y que ésta sea a través de los partidos, es decir, que chocan con la estructura del Estado. Y es cierto que algunos son gente muy formada e hijos de las élites intelectuales y económicas, pero no hay que olvidar que estos planteamientos también han conseguido arraigar entre jóvenes de clases medias.

Hay dos cosas importantes a tener en cuenta para pensar en su pervivencia y en la fuerza de su presión, aunque no esté claro cuáles son sus propuestas más allá de su rechazo al sistema de representación actual. Una es que en Egipto, y en otros países árabes, la cuestión Palestina da claves de entendimiento. Desde hace años la movilización por la causa palestina, sobre todo desde la Segunda Intifada, desde el 2000,  ha unido redes que antes estaban separadas. Por ejemplo, los movimientos de mujeres con los movimientos estudiantiles; los movimientos estudiantiles con algunos movimientos obreros. Eso hace que se haya creado un entendimiento y formas de movilización compartidas que hubieran sido difíciles sin la cuestión palestina. Creo que eso es interesante porque les ha permitido descubrir la posibilidad de crear redes y de trabajar conjuntamente al margen de la procedencia concreta de cada militancia. Y esto se notó cuando  estalló la revolución. El legado de Palestina a la movilización pervivirá. Palestina puede servir de aglutinante en cualquier momento.

La segunda cosa que yo creo que determinará el futuro de la contestación juvenil es la gestión de la movilización. La represión de las manifestaciones durante la dictadura de Mubarak enseñó a estos grupos formas de resistencia radicalmente contestatarias pero no violentas. Las fuerzas reaccionarias, interesadas en el fracaso de la movilización contraria al sistema de cosas actual, por muy posrevolucionario que sea, intentan por todos los medios pervertir el carácter pacífico de la protesta. La violencia a la que asistimos en las últimas semanas forma parte de esta estrategia para acabar con las demandas de los jóvenes, y de las mujeres, y de los obreros.

En cuanto a la acusación de que son minoritarios, todo depende del valor que se le dé a la diversidad. Egipto es un país tremendamente diverso, a pesar del Nilo y los faraones, esto es, de una geografía y una historia muy centralizadas. Ser minoritario numéricamente no significa no tener fuerza e influencia, y los jóvenes de Tahrir han conseguido que su imagen sea la imagen de la revolución con la que se identifican muchos egipcios que no tienen por qué tener sus mismas características socioeconómicas o ideológicas. Eso es muy importante.

– ¿Cuál sería el papel de las otras oposiciones, como las encabezadas por El Baradei o Amr Musa, ahora?

– Que se unan en un frente común ante las próximas elecciones legislativas no lo veo posible, a pesar del intento de Frente de Salvación Nacional en curso. Son demasiadas personalidades protagónicas. En las disensiones internas, ideológicas, también juega un papel importante Estados Unidos, baza que El Baradei parece que quiso jugar y que no ha funcionado. Es una persona que dentro de Egipto no tiene una imagen buena, no la tiene. Amr Musa la tiene mejor, dentro de lo que cabe, pero no deja de ser un hombre del antiguo régimen, por más que se haya relajado, pero así sigue pesando. Y tanto unos como otros han anunciado que van a boicotear los comicios. Está por ver que al final no se rompa el acuerdo y algún partido se presente, lo cual debilitaría aún más a la oposición antiislamista en su conjunto.

– ¿Qué queda del antiguo régimen? Habrá base social,  gente que perteneció al PND de Mubarak, cargos, oficiales, jueces… Y el Ejército.

– Queda la cúpula del Estado: los altos funcionarios, porque no se ha desmontado la Administración; también jueces, y de ahí el órdago que les lanzó Morsi con el decreto del 22 de noviembre, pero ya se vio que tuvo que dar marcha atrás. Queda la mayor parte del Alto Estado Mayor, y queda toda la clase empresarial, aunque buena parte del capital egipcio se cree que ha salido del país. Todo eso es el antiguo régimen y ni Morsi ni los Hermanos lo van a desmantelar. No lo van a hacer porque ellos formaban parte también del antiguo régimen, aunque fuera de manera indirecta y en aparente oposición algunas veces. Es sabido que buena parte de los Hermanos estaba bien relacionada con el Ejército y hasta implantada en él, y sobre todo en la economía del país.

El Ejército ha conseguido que la Constitución les reconozca y mantenga todos sus privilegios. Conviene advertir que ellos van a seguir siendo un poder, un Estado dentro del Estado, como han venido siendo hasta ahora. Así, en verano, Morsi destituyó al mariscal Tantawi, y a las dos semanas le impuso el Collar del Nilo, que es la máxima condecoración del país. Se habla de un pacto: estabilidad política a cambio de independencia militar.

¿Y los jueces? Posiblemente han conseguido lo mismo, a eso apuntaría la retractación de Morsi. No está claro cuáles son las verdaderas intenciones de Morsi y los Hermanos con ese paso adelante y luego atrás. Me aventuro a pensar, conociendo un poco la historia de los Hermanos, que es una mezcla de varias cosas. Nunca juegan a una sola baza, siempre juegan a varias bandas. Y, de hecho, así han conseguido sobrevivir a la monarquía, al nasserismo, a Sadat y a Mubarak, y ser siempre la pieza clave en cualquier cambio en el país. Y si eso es así es porque han sabido mutar y adaptarse, y jugar todas las cartas.

– ¿Cuál está siendo la política de los Hermanos Musulmanes en la cuestión palestino-israelí?

– Creo que si algo han dejado claro desde el principio es que no iba a haber cambios en relación con el tratado de paz con Israel. A partir de ahí, la relación con Estados Unidos se allanó, como se ha visto. Lo cual no quiere decir que no vaya a haber algunos gestos y declaraciones para alimentar la postura que supuestamente deberían tener de defensa de la causa palestina. Pero, en el nivel institucional, desde el primer momento quedó claro que en política internacional, en lo que respecta al tratado de paz, no iba a haber cambios.

– Por último, ¿qué crees que puede suceder de aquí a las legislativas egipcias?

– No va a haber un gran pacto nacional que estabilice el escenario y frene la violencia, como pretende Morsi. Aunque creo que si el Frente de Salvación Nacional consiguiese presentar una lista única tendría bastante más apoyo popular que en 2011 el grupo de partidos que lo integran, pero no parece que lo vaya a hacer: las opciones parecen el boicot o la división. Creo que los Hermanos se han granjeado, con sus políticas, o más bien no políticas, en lo económico y social, un rechazo que les puede hacer mucho daño. Pero aunque se resientan, no será demasiado. Porque el voto que obtuvieron, que fue mayoritario pero no arrasador, se asienta en votantes bastante ideologizados, que seguramente no van a variar demasiado en su intención, o al menos tan pronto.

Para mí, la gran incógnita es qué va a pasar con los salafistas, adónde va a ir el voto sorpresivo de los que votaron a unos líderes carismáticos, y no sabemos si siguen convencidos de que son la alternativa a la miseria en la que viven, cómo va a responder esta gente a lo que no ha pasado, a lo que no se ha hecho por ellos, a la nada en términos de mejora de sus condiciones de vida. Para mí ahí es donde está el mayor interés de lo que pueda pasar en las elecciones, porque de ello dependerá el futuro inmediato del islamismo en su conjunto.

Es un poco egoísta, es cierto, lo veo con ojos de especialista, porque las necesidades inmediatas de los egipcios son otras, resumidas, como tanto se repite en Tahrir, en justicia social, se rotule ésta de islamista o no.

 


(*) Sobre este campo, y sobre Egipto, como país central del mundo árabe, Luz Gómez centró parte de su intervención en las IX Jornadas de Pensamiento Crítico en una mesa redonda sobre las revueltas árabes.