Maite Mayo

Viaje al corazón de Irak
(Hika, 141zka. 2003ko otsaila)

Lo que sigue a continuación son pequeños trazos de un viaje al corazón de Iraq. Un viaje realizado a finales del mes de diciembre y principios de enero, que nos permitió poner cara y ojos al sufrimiento iraquí pero también a su dignidad, a sus ganas de vivir y a la entereza con la que afrontan un futuro incierto. Una visita al país de Las mil y una noches donde, dejando atrás las leyendas y en la más firme de las realidades sus gentes unían sus voces a las nuestras con un claro mensaje: guerra no.

Partimos del aeropuerto de Barajas en Madrid... Somos 138 personas, miembros del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe (organizadores del viaje), representantes políticos y sindicales, miembros de diferentes organizaciones y medios de comunicación. Algunos son viejos conocidos; han estado en otras ocasiones en el país y presienten que en esta ocasión será diferente; saben que la llegada de una guerra puede ser inminente y conocen bien cómo puede influir a la población, cómo les puede afectar aún más... A la espera de lo que nos podamos encontrar, partimos rumbo a Bagdad.

Llegamos de noche. Pisamos suelo iraquí y la impresión del lema "Abajo Bush" en la moqueta del aeropuerto nos hace incluso sonreír: quieren que tengamos claro quién es el enemigo. Y comienza una dura pugna: intentar convencer al responsable del gobierno iraquí de turno de que nuestros teléfonos móviles, los de los periodistas, son inofensivos. Sin embargo, da lo mismo: allí están prohibidos. Se quedan con cuatro, los más pequeños y manejables; no confían en nosotros, aunque les prometemos que sólo los usaremos donde estemos autorizados... da lo mismo. Otros compañeros tienen más suerte; consiguen pasar sus satélites pero, eso sí, sólo podrán trabajar en el centro internacional de prensa, siempre en una sala donde un responsable del gobierno esté presente y donde el material se quede guardado bajo llave. ¡El trabajo no va a ser fácil!

En el viaje hasta el hotel, situado en una céntrica avenida de Bagdad, vemos la construcción de una enorme mezquita; será la segunda más grande del mundo. Nos cuesta más ver muchas de las viviendas del extrarradio; apenas hay luz en esa zona. Los bombardeos de la guerra del Golfo destrozaron por completo muchas redes eléctricas y de agua; sus efectos siguen hoy presentes: los cortes de luz son constantes en muchos puntos de la ciudad, el agua no es potable, es germen de enfermedades... Según nos vamos acercando al centro, crece la luz y no es posible obviar numerosos retratos del líder, de Sadam Hussein. El aeropuerto se llama así, vemos mosaicos en las calles, en las paredes, enormes fachadas con su imagen... es imposible que nadie olvide quién manda en el país. Entramos en el hotel. Nos parece extraño que, además del servicio, haya tantas personas en la recepción; son las tres de la mañana. Luego lo comprendemos. Desde que llegamos hasta que nos vamos, se pueden contar por decenas los agentes del gobierno que controlan nuestras idas y venidas, nuestras subidas y bajadas a la habitación. No nos dicen nada, sólo miran.

LA CIUDAD. Amanece temprano en Bagdad; nos lo indica la llamada al rezo que desde la mezquita más cercana se escucha a las cinco y media de la mañana. La ciudad comienza a despertar, el Tigris la divide en dos partes. El bullicio es constante, los mercados están repletos desde primera hora de la mañana. En el central, se vende leche en polvo, especias de todos los colores y sabores, té, artículos de limpieza... hay de todo. A nosotros nos parece barato; el medio kilo de té no llega a los dos mil dinares, (un euro). Sin embargo, nos dicen que en esa zona sólo compran quienes más tienen: el poder adquisitivo de los iraquíes ha disminuido muchísimo desde el año 1991; han pasado de ser el segundo país en exportación de petróleo a convertirse en el número 44 de los países menos desarrollados. Antes del embargo, tres dinares se correspondían con un dólar; ahora, ese dólar vale 2.000 dinares. Mucha materia prima pero no excesivas ventas...

Eso sí, la ciudad bulle; hombres y mujeres caminan por sus calles, por este mercado en realidad al aire libre aunque en apariencia no lo es. Cubierto por simples plásticos, una simple tormenta puede estropear por completo todos los alimentos y materiales de compra. El sueldo medio de un iraquí según las autoridades es de 60 euros mensuales, trabajando 30 días a la semana, pero nadie sabe quién puede ganar todo eso. Se nos asegura que por término medio se ganan 10 dólares. Una miseria para un pueblo que ha visto desde que comenzó la guerra del Golfo cerrar el 60 por ciento de sus fábricas; que cuenta con un índice de paro del 50 por ciento... Por eso, no es de extrañar que en las puertas de los hoteles, en plena calle los coches piten. Son viejos y están destartalados pero sus dueños ejercen como taxistas, por muy poco dinero te llevan de punta a punta de la ciudad.

Abandonamos ese mercado y nos dirigimos en uno de esos vehículos a Al-Kadhemia, uno de los barrios más populares de la ciudad. El taxista es profesor "pero en mi casa viven 14 personas: los cuatro abuelos, dos hermanos, seis hijos, mi esposa y yo. Con el sueldo del colegio, no tengo ni para empezar; por eso estoy obligado a trabajar el doble". Está encantado con nuestra presencia y se queda con nosotros durante toda la tarde. En este barrio está una de las mayores mezquitas de Bagdad; existe aquí mayoría de población iraní, se nota en las mujeres: prácticamente todas van cubiertas, aunque en el país el uso del velo no es obligatorio. Se nos acerca una pequeña. Se llama Juda, está sucia y descalza, pero no deja de sonreír. ¿Y tus padres? Su explicación es breve: "Mi padre está muerto y mi madre rezando". ¿Y no vas al colegio? "Desde que Abú (papá) murió no podemos ir, no hay dinero". Y lo más dramático: ¿y ahora qué haces? "Ahora pido por las calles". Juda se une a nuestra visita; se queda hasta que oscurece.

Visitamos un zoco popular. Todos nos miran ya que somos los únicos occidentales que hay por la zona; con un profundo respeto nos saludan por la calle y nos sonríen. Si nos acercamos a ellos, (iba con otra periodista y un traductor de árabe) están dispuestos a hablar con nosotros lo que haga falta. Y es que la hospitalidad de los ciudadanos iraquíes es impresionante. Al final, entramos en la zapatería de Sahh Al Delami. En realidad no queremos comprar zapatos, pero nos llama la atención una tienda de estas características, buenos materiales, modelos y estilos. ¿Un producto de lujo en Iraq? "Es cierto, el embargo nos ha hecho daño, pero el negocio nos da para vivir. No nos falta de nada".

Sin darnos cuenta ya nos ha servido un té y hablamos del futuro del país. "Con Sadam estamos protegidos, no tenemos miedo, sabemos que nada nos va a pasar". Mientras nos dice esto, no deja de sonreír, agradece que estemos allí: "sabemos que viajáis para ayudarnos, sabemos que no queréis la guerra. Seguro que tampoco vosotros entendéis la postura de EEUU. ¿Os gustaría que nosotros intentáramos arreglar los problemas de vuestro pueblo? Pues nosotros tampoco queremos que nadie se meta en nuestros asuntos".

Seguimos nuestro paseo por la capital. Vamos ahora hacia la zona de la antigua universidad; las calles están muy sucias, la basura se acumula por las calles, el camión de la basura pasa tan sólo un día a la semana, las infecciones están a la orden del día. Nos detenemos junto a un bar. Está repleto, cuatro teteras bullen en el fuego mientras todos los clientes, absolutamente todos hombres excepto nosotras, juegan al dominó. Sólo se bebe té, ya que el alcohol está prohibido. Nos hacen un hueco mientras el olor de las pipas impregna nuestra ropa. Allí conocemos a un escritor. Habla algo de castellano, estuvo seis meses en Madrid, ahora sobrevive como puede "no hay espacio para la creatividad, para el arte. ¿Qué hacer en un país donde día tras día, año tras año se pelea por vivir dignamente...? Antes no era así, teníamos nuestro espacio, había una inquietud cultural, pero nadie produce obras. Un libro es un artículo de lujo".

EL EMBARGO DIA A DIA.
Y es que 10 dólares al mes (sueldo medio) no son nada para vivir. El gobierno iraquí, con el fin de evitar la hambruna concede a cada familia un bono mensual. Es una cartilla de racionamiento que incluye al mes 9 kilos de harina, 3 de arroz, 2 de azúcar, un litro y cuarto de aceite, 200 gramos de té, un kilo de legumbres, medio litro de leche en polvo, la misma cantidad de detergente y un cuarto de jabón. En las casas donde hay niños menores de un año, se reciben 10 botes de leche infantil y otro medio kilo de detergente y jabón. Según nos explica el ministro de comercio Merdih Saleh, esa dieta "es suficiente; está compuesta por 2.450 calorías. El estado asume casi el cien por cien de lo que cuestan los alimentos y los ciudadanos pagan una mínima parte".

Lo que ocurre es que no hay un equilibrio alimenticio. ¿Dónde está la carne, donde el pescado? Esos productos deben pagarlos los ciudadanos de sus bolsillos, y la actual coyuntura económica no hace posible esa compra. Lo cierto es que los puestos de venta en la calle tampoco animan a ello: grandes carros donde se coloca el pescado, sin hielo y con un poco de agua cubriéndolo. El vendedor ofrece su producto a los pocos compradores que pueden comprarlo.

Donde más se notan los efectos de un embargo devastador es en los hospitales. Visitamos el hospital central de Bagdad, un hospital infantil. Lo cierto es que una se siente un poco intrusa, violadora de la intimidad de muchas familias que sufren el drama de multitud de enfermedades, muchas de ellas consecuencias del embargo. La malnutrición y el escaso control de las mujeres embarazadas por falta de medios trae como consecuencia el nacimiento de niños con muy bajo peso. Sahah tiene tan solo 20 días y su peso no llega al kilo. Nuyad lleva ingresado desde que nació, hace mes y medio, aquejado de una fuerte neumonía; no alcanza el kilo y medio y tiene muy pocas posibilidades de vivir.

Ahmer Abdu Ata es cirujano pediátrico. Denuncia impotente la falta de medios: "Las incubadoras deben renovarse cada dos años, pero desde hace siete no hemos conseguido traer ni una nueva: Naciones Unidas impide el recambio. Las piezas se estropean y a veces tenemos que hacer apaños. Algunas están en tan malas condiciones que los niños llevan los ojos vendados para que no les afecte". Una incubadora es considerada un elemento de doble uso. Al contener elementos nucleares, creen que puede ser utilizado para otros fines que los estrictamente medicinales y por eso se ha decidido impedir su entrada.

El ministro de Sanidad cuenta cómo hace tan sólo un año que hay ambulancias en el país; reconocen que en los primeros años del embargo tuvieron que operar sin anestesia, incluso llegaron a suturar con hilo de pescar. En datos del gobierno iraquí, desde la guerra del Golfo y el embargo posterior, casi dos millones de personas han muerto; entre ellos, 750.000 niños. Casos de leucemia, como el de Haima, una preciosa niña de tres años a la que se lo acaban de diagnosticar, han crecido sorprendentemente por la utilización de armamento con substancias radiactivas durante la guerra del Golfo.

URANIO EMPOBRECIDO: BASORA. En esta ciudad al sur del país es donde más se han dejado notar los efectos de los ataques estadounidenses. Basora es una ciudad mártir. Limítrofe con Kuwait e Irán, sufrió lo indecible durante la guerra con este segundo país que causó más de un millón de muertos. Una ciudad destrozada, machacada otra vez con la guerra del Golfo. Los ataques continuos han conseguido difuminar cualquier huella de la llamada Venecia de Oriente. Desde 1991, sufren ataques casi semanales; mientras estuvimos allí, una bomba mató a cuatro civiles, según las autoridades iraquíes. Sus calles están destrozadas, sus casas también. Las necesidades en Basora se multiplican por dos. Niños descalzos sobre el barro, desnutridos es la tónica dominante en esta ciudad. Eso sí, nos acogen con fervor.

Comenzamos dando un paseo con seis niños a nuestro alrededor y terminamos con más de 200. Gritan una y otra vez "Estados Unidos, aquí tienes 20 Bush. Con sangre con alma lucharemos por tí, Sadam". No sabemos si algunos de estos niños estarán enfermos, pero no sería de extrañar. Estados Unidos reconoció la utilización de uranio empobrecido en las bombas que lanzó contra Iraq. La zona más bombardeada es la del sur del país; por tanto, Basora. Sabíamos que muchos soldados estadounidenses contrajeron enfermedades por la utilización de esa materia durante la guerra, pero el rastro del cáncer es sin duda más patente en esta ciudad.

Los datos de las autoridades sanitarias son demoledores. En 1988 se detectaron 11 casos por cada 100 mil personas; en el año 2001, eran 123 casos nada más y nada menos. Se detectan en todos los sectores de la población, hombres, mujeres o niños, pero sobre todo son estos últimos los que han visto cómo los casos de leucemia se multiplicaban por 300 en estos años. Los médicos atestiguan estar desconcertados. La voz de la impotencia nos la traslada el doctor Akran Hamadi, cirujano pediátrico en el hospital más importante de Basora: "Estamos desorientados; en los últimos meses, estamos detectando muchos casos de cáncer de pecho en niñas con 10 o 12 años. Estamos operando, extirpando pechos a estas pequeñas. Nunca habíamos visto algo semejante. Antes, los casos eran casi siempre de mujeres mayores de 30 años, _y ahora qué!"

Akran Hamadi denuncia la falta de medios materiales para hacer frente al cáncer. "En muchas ocasiones, operamos y sabemos qué tiene el paciente, pero luego no podemos hacer un tratamiento correcto. Esto es un desastre. Estamos siempre deprimidos por lo que vemos y no poder hacer nada. Un doctor siempre quiere que su paciente esté en buenas condiciones y poder tratarlo adecuadamente, pero no tenemos más que dificultades". El cáncer cerebral que podemos ver en dos pequeños, con sus cabecitas deformadas, es tan sólo una muestra de las imágenes que pudimos ver allí. Un hombre con un tumor de más de 10 kilos de peso; mujeres con dos cánceres a la vez en distintas partes de su cuerpo; o niños que nacieron sin vida porque sus malformaciones eran tan grandes que nada se podía hacer por ellos.

Todo ello como consecuencia de la utilización de uranio empobrecido cuyos efectos, según nos decía el doctor Jawad Al-Ali, "son muy superiores a los que provocó la bomba de Hiroshima. Allí en un par de años se observó cómo las radiaciones fueron disminuyendo poco a poco. En este caso, creemos que se dejará notar durante miles de años".

SADAM: LIDER O VERDUGO. Y antes de terminar, creo necesario hablar de la figura de Sadam Hussein y lo que representa en su país. ¿Dónde está? Nadie lo sabe realmente. Hay quien afirma que cada día duerme en un palacio diferente por temor a ser asesinado por alguna fuerza enemiga. No estará físicamente presente, pero su huella es una constante cada minuto.

Viajamos a Tikrik; Sadam nació allí; se dice que de esa ciudad han salido los principales dirigentes de su partido. Tikrit es una pequeña localidad a 180 kilómetros de Bagdag. En esta ocasión no nos dejan caminar con libertad. Vamos controlados todo el tiempo, no es posible ver libremente la ciudad. Visitamos su colegio; un enorme retrato de Sadam lo preside. En el despacho del director hay otros tres. Parecía estar esperándolo, porque cuando pedimos sus notas, Joad Ammedridan nos las enseña enseguida. Son del año 1953; su nota más alta, un 9 en historia; la más baja en inglés, un seis.

Cuenta el director que conservan con orgullo las notas del dictador, incluso su fotografía. "Fue muy inteligente, participó en las actividades del centro, era ya por entonces líder de sus compañeros, guía de los chicos, su representante en esta escuela". En todo Iraq, a los niños se les enseña educación sobre el país y su líder una hora por semana. "Se habla de él, para los niños es un símbolo; desde pequeños se les enseña a querer a su líder". Estas palabras pueden hacernos comprender por qué siempre oímos hablar bien de Sadam. Desde pequeños aprenden el mensaje, se lo repiten constantemente desde la televisión y también los ciudadanos iraquíes reciben mensajes de los representantes locales del gobierno distribuidos por sus barrios. Eso explica también que miles de niños salgan a la calle contra la guerra, pero sobre todo aclamando al líder.

¿Hay disidencia interna en el país? Llegué a pensar que no, que realmente todos los ciudadanos quieren a su líder. Sin embargo, sí pudimos ver algún gesto implícito de que las cosas no van bien. En el hospital de Bagdad, una joven madre de 15 años insistía ante nuestras preguntas en decir que no les falta de nada, que están contentos, que todo va bien; minutos después, en un clima más íntimo y sin micrófonos, hace un gesto con su bebé recién nacido y enfermo. Se lo entrega a una de las mujeres que nos acompañaba en la delegación, con sus manos y un gesto le indica que se lo lleve. ¡Qué forma más clara de decir que existe la desesperación y la frustración también dentro del país!

En una vieja cafetería de la capital, una compañera nuestra tiene la oportunidad de hablar con Ahmed. Él le cuenta que quiere huir de Iraq. Mirando nervioso a la puerta, cuenta cómo su padre estuvo 12 años en la cárcel y su madre 4 por criticar el régimen de Sadam. "La represión existe (cuenta); todas las familias tienen a alguien en la cárcel o que ha muerto a manos de Sadam". Este joven hablaba a nuestra compañera de miedo, de inexistencia de libertades que todo el mundo conoce... cuando un hombre entra en el bar. Con nervios y rapidez le explica que tiene que marcharse, que ese hombre pertenece a su barrio. Se encarga de informar al gobierno de aquellos que no veneran a su líder y no quiere dar motivos. Se termina la conversación. Eso, por no hablar de las situaciones que vivimos en las que representantes del gobierno traducían tan sólo una parte de lo que algunos ciudadanos contestaban, o cuando en su pregunta sugerían la respuesta que algunos debían dar, como hemos podido comprobar después.

Una disidencia que existe, pero mitigada también por el enemigo exterior. Estados Unidos ha hecho daño y hará daño y su país es la única defensa que tienen.

Nos marchamos con tristeza. ¿Qué será de ellos? Dispuestos a afrontar lo peor, luchador y digno, el pueblo iraquí, que tiene derecho a vivir, clama alto y claro: no a la guerra.