Manuel Martorell
El Kurdistán iraquí emerge como una potencia regional  
(
cuartopoder.es, 25 de junio de 2014).

Parece fuera de duda que la nueva situación iraquí ha llevado a Estados Unidos a intervenir de nuevo en Irak, aunque, como aclaró Barack Obama, no tanto enviando tropas como apoyando con asesores militares y ayuda logística a las fuerzas que combaten sobre el terreno a los yihadistas. La reciente visita de John Kerry a Bagdad y después a Arbil, capital del Kurdistán iraquí, tenía como objetivo comprometer esta colaboración a cambio de que las distintas fuerzas opuestas a los yihadistas abandonen sus diferencias y presenten un frente común contra la amenaza del ISIS.

Especial relevancia tiene la visita del vicepresidente norteamericano a la antigua Arbela, ya que buscaba la colaboración de Masud Barzani, presidente de la región autónoma, en la creación de este frente común con chiíes y suníes en vez de optar, como había declarado solo unas horas antes a la cadena de televisión CNN, por la independencia del Kurdistán. Esta entrevista confirma el relevante papel que está jugando este emergente país en la actual crisis. Resulta indudable que los kurdos serán los principales beneficiarios de esta caótica coyuntura, siempre que se consiga desalojar de las ciudades al ISIS y a los otros grupos fundamentalistas o del antiguo Baath que les apoyan. Entre los analistas hay unanimidad en reconocer que los peshmergas (combatientes kurdos) han demostrado una capacidad de cohesión, organización y respuesta que el Ejército regular no ha tenido.

En pocas horas, y antes de que los hicieran las columnas yihadistas, las unidades enviadas por el Gobierno regional del Kurdistán ocuparon bases, instalaciones y posiciones militares iraquíes en las zonas que, pese a estar habitadas por población kurda, no quedaban bajo jurisdicción de ese Gobierno sino del central de Bagdad. Se trata de zonas históricamente reclamadas por los kurdos pero cuya pertenencia al Kurdistán siempre se ha negado oficialmente debido a su alto valor económico y estratégico.

La realidad es que, tras esta integración de facto de los territorios en disputa, el Kurdistán de Irak se perfila como una nueva potencia regional al controlar no solo las impresionantes reservas de petróleo y gas, sino también los principales embalses de agua, cuencas acuíferas, comarcas de gran producción agraria, como Mahkmur o Sinyar –«el granero de Irak»–, tres aeropuertos importantes y cinco pasos fronterizos claves: el de Al Yarubiya con Siria, el de Habur con Turquía y los de Piranshar, Penchwin y Kanaquín con Irán. Pero, sobre todo, ha quedado bajo total control la ciudad de Kirkuk y, por lo tanto, los dos oleoductos por los que Irak puede exportar crudo al resto del mundo desde el puerto turco de Ceyhan. Este mismo mes, y pese a las protestas de Bagdad, el Gobierno de Arbil ya ha puesto en el mercado internacional tres petroleros cargados con petróleo del Kurdistán.

Distintos mandos y autoridades del Gobierno regional, de forma especial su presidente, han dejado claro que los peshmergas permanecerán de forma indefinida con el objetivo de defender a la población civil ya que el Ejército de Irak no lo ha hecho.

Aunque Masud Barzani no lo diga expresamente, todo el mundo entiende que el Gobierno de Arbil no volverá a cometer el error de 2003, cuando en una situación muy similar, hicieron caso a los norteamericanos y devolvieron al Gobierno de Bagdad todos estos territorios tras la promesa de que se celebrarían los correspondientes referendos locales en aplicación del artículo 140 de la Constitución Federal.

Una década después, el Gobierno de Nuri al Maliki, en vez de buscar una solución, se ha dedicado a recortar y cuestionar las actuales competencias del Gobierno autónomo, por lo que los dirigentes kurdos parecen dispuestos a aprovechar esta oportunidad histórica para dar carpetazo a su largo contencioso territorial.

La crisis de Mosul también ha demostrado no solo a las demás fuerzas iraquíes, sean suníes o chiíes, sino también a todos los países que se sientan amenazados, sean o no de Oriente Medio, que el Gobierno regional del Kurdistán, con sus luces y sombras, es un factor clave para la estabilidad de toda la región.

Las recientes recepciones oficiales a sus mandatarios por el presidente Obama, el papa Francisco, por el presidente del Consejo de Seguridad Nacional de Irán o la propia visita de Kerry son una clara muestra del estatus internacional alcanzado por quienes hace solo dos décadas eran calificados de montaraces bandoleros cuando no de terroristas.

Por eso resultan especialmente significativas las palabras de Huseyin Celik, portavoz del AKP, el partido que gobierna Turquía, reconociendo el derecho de los kurdos de Irak a decidir su futuro, es decir, a proclamar la independencia, palabras impensables hace solo un mes. No menos trascendentales son las de Athil al Nujaifi (*), quien ha venido a decir que en la actual situación el interlocutor válido es el Gobierno regional del Kurdistán y no el de Nuri al Maliki, cuya política autoritaria y centralista tiene los días contados.

Visto el factor de seguridad que supone tener una poderosa y estable región kurda, sus reivindicaciones difícilmente serán cuestionadas, como ocurría hasta ahora, por Turquía o Estados Unidos, mientras que el Gobierno de Bagdad, al menos por ahora, no tiene capacidad para reinvertir esta política de hechos consumados.

__________________
(*) Nujaifi sigue siendo, al menos oficialmente, gobernador de Mosul y ahora se encuentra refugiado en Arbil. Defensor de la autonomía para los suníes, su candidatura fue la que más votos acaparó en las tres provincias ahora ocupadas por los yihadistas.