Margaret MacMillan
1914. De la paz a la guerra
(1914. De la paz a la guerra. Traducción de José Adrián Vitier.
Turner Libros. Madrid, 2013. 848 páginas. 39,90 euros).
(Página Abierta, 234, septiembre-octubre de 2014).

  La Primera Guerra Mundial puso fin a un largo periodo de paz sostenida en Europa: una época en la que se hablaba confiadamente de prosperidad, de progreso y de esperanza. Y sin embargo, en 1914 el continente se lanzó de cabeza a un conflicto catastrófico que mató a millones de personas, desangró las economías nacionales, derrumbó imperios y puso fin para siempre a la hegemonía mundial europea. Fue una guerra que hubiera podido evitarse hasta el último momento. La pregunta es: ¿por qué se produjo?
Empezando en el siglo XIX y acabando con el asesinato del archiduque Francisco Fernando, la historiadora Margaret MacMillan desvela la compleja red de alianzas, cambios políticos y tecnológicos, decisiones diplomáticas y, sobre todo, personalidades y debilidades humanas que llevaron a Europa al desastre.

Epílogo: La guerra

[…] Aunque hay muchos mitos acerca de la Gran Guerra, es cierto que en agosto de 1914 los soldados les dijeron a sus familias que estarían de vuelta para la Navidad. En la academia de estado mayor británica de Camberley, donde los soldados aguardaban órdenes en medio de sus habituales recepciones al aire libre, partidos de cricket y picnics, llegó la noticia de que debían ir a ocupar sus puestos, la mayoría con la fuerza expedicionaria británica que partiría hacia el continente. La propia academia cerró hasta nuevo aviso, y a sus instructores también les asignaron puestos en el estado mayor; las autoridades pensaban que no había necesidad de entrenar a más oficiales para una guerra breve. Las advertencias de expertos como Ivan Bloch y el propio Moltke, o de pacifistas como Bertha von Sttuner y Jean Jaurès, de que las ofensivas llevarían a otros tantos impasses en los que ningún bando sería lo bastante fuerte como para derrotar al otro, en tanto las sociedades agotaban sus recursos, tanto de hombres como de municiones, quedaron olvidadas, al menos de momento, cuando las potencias europeas marcharon a la guerra. La mayoría de la población, desde los dirigentes hasta los ciudadanos comunes, supusieron que sería corta; como la guerra franco-prusiana, por ejemplo, en la que en menos de dos meses los ejércitos de la alianza alemana lograron la rendición de Francia. (El que los combates se prolongaran debido a que el pueblo francés se sumo a la lucha era otra cuestión). Los expertos en finanzas, tanto los banqueros como los ministros del ramo, daban por sentado que la guerra tendría que ser breve: la interrupción del comercio y la incapacidad de los Gobiernos para pedir préstamos, por la desaparición del mercado internacional de capitales, acarrearían una bancarrota inminente que imposibilitaría a las partes beligerantes continuar combatiendo. Como había advertido Norman Angell en su libro La gran ilusión, incluso si Europa fuese tan necia como para ir a la guerra, el caos económico y la miseria resultante obligarían rápidamente a las naciones combatientes a negociar la paz. Lo que pocos comprendían –aunque sí el propio Bloch– era que los Gobiernos de Europa tenían una capacidad antes probada, pero considerable, para extraer recursos de sus sociedades, mediante los impuestos, la administración de sus economías o la liberación de hombres para el frente utilizando a las mujeres como mano de obra; y los propios europeos poseían un estoicismo y una obstinación que los mantendrían luchando durante los largos años siguientes, pese a las pérdidas terribles y cuantiosas. Lo sorprendente de la Gran Guerra no es que las sociedades y los individuos terminaran por ceder bajo la presión –y no todos los hicieron, o no del todo–, sino que Rusia, Alemania y el imperio austrohúngaro resistieran tanto tiempo antes de sucumbir a la revolución, el amotinamiento o la desesperación. […] 

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Margaret MacMillan es la rectora del St Antony’s College de la universidad británica de Oxford y catedrática de Historia Internacional en la misma institución, tras haber dirigido el Trinity College en la universidad de Toronto. Es autora, entre otras, de obras como París 1919: seis meses que cambiaron el mundo (2005) y Juegos peligrosos. Usos y abusos de la Historia (2010).