Mercedes Jiménez

Los niños de las pateras
(Disenso, 42, febrero de 2004) 

La inmigración de menores procedentes de Marruecos parece formar parte de una estrategia familiar, al considerar que el menor tienen menos posibilidades de ser retornado que las personas adultas. Se trata de una tercera fase de la emigración marroquí, que primero fue de los padres, luego de las madres y ahora de los hijos menores. La Instrucción 3/2003 de la Fiscalía General del Estado pretende cortar de raíz este fenómeno, sin importarle caer en contradicciones legales. Mercedes Jiménez es antropóloga y miembro del colectivo andaluz Al-Jaima.

Un nuevo fenómeno migratorio se está produciendo en Marruecos desde finales de los años ’90: la emigración de menores de edad. Los niños y adolescentes menores de 18 años emigran solos a Europa, cruzando la frontera de manera irregular. Hasta hace poco, la legislación española los protegía, impidiendo su expulsión.
Es bien sabido que Marruecos es un país con una larga tradición migratoria a Europa. El período de máximo auge de la emigración marroquí hacia el continente europeo, específicamente a Francia, se da entre los ’60 y principios de los ’70. Esta mano de obra procedía básicamente de la región de Sus y del Rif Oriental. Son principalmente hombres los que inician la cadena migratoria, una década después comenzarán a reagrupar a sus familias. Más adelante, en los años ’80 y ’90, surgen nuevos destinos y nuevos actores. España e Italia comienzan a recibir una nueva migración: las mujeres. Mujeres solteras, divorciadas, casadas y con hijos, que marchan solas, adquiriendo, como dice una autora (Ramírez, 1996), una “autonomía migratoria”.

NUEVO FENÓMENO MIGRATORIO. Hoy por hoy, cuando la cuestión migratoria en Marruecos es un elemento que abarca a todas las zonas y regiones, asistimos al comienzo de una nueva etapa protagonizada por los menores de edad. La emigración de menores empieza a producirse, como hemos dicho, a finales de la década de los ’90, hace apenas unos 7 años.
Los menores que llegan a España proceden de varias zonas de Marruecos, destaca el origen urbano frente al rural y las ciudades del norte respecto a las del sur. Los menores que viajan en pateras proceden de zonas rurales, frente a los que viajan como polizones o escondidos en los camiones, que suelen proceder de la periferia de las grandes ciudades, entre las que sobresale Tánger y su zona metropolitana. Hasta finales de 2002, los menores emigraban principalmente como polizones en los barcos o escondidos en los bajos de los camiones (a excepción de los que lo hacen desde Tarfaya a las Islas Canarias, que viajan en patera). Desde enero de 2003 comienza a aumentar el número de menores que llegan por mar a las costas andaluzas. Se trata de una novísima variante: la paterización de la migración de menores.
El 24 de septiembre de 2003 llegó a Tarifa una embarcación con 21 menores, el más pequeño tenía 13 años. Era la primera vez que tantos niños y adolescentes llegaban en una sola patera. En octubre llegaron dos más, una el 16 y otra el 29, con un total de 49 menores. El 23 de ese mismo mes el Fiscal General de Estado publica la Instrucción 3/20031, en que la se posibilita el retorno en 48 horas a los menores que tengan más de 16 años.
La presencia cada vez más frecuente de menores en pateras nos lleva a formular algunas preguntas: ¿Quién apoya al menor en su proyecto migratorio? ¿Forma parte la migración de los menores de una estrategia familiar? ¿Existe la decisión en el seno de la familia de apostar por el hijo menor de edad, que tiene menos posibilidades de ser retornado frente a los hermanos mayores, que sí pueden ser expulsados inmediatamente? Indudablemente, sí. El chaval asume antes de tiempo un papel que no le corresponde, ser “el que saque adelante a la familia”. Los menores participan del imaginario social donde la migración ocupa el lugar estrella. Por primera vez, la migración de los niños forma parte de una estrategia familiar, como un día se apostó por el padre y por la madre.

EFECTO PERNICIOSO. La migración de los menores es un efecto pernicioso de nuestra política migratoria, es decir, es una bofetada de realismo, la constatación más clara del rotundo fracaso del cierre hermético de las fronteras europeas. Nuestra política migratoria no gestiona ni ordena la migración, sólo la controla y de forma muy restrictiva. Los menores sí pueden esconderse en las rendijas de nuestro Estado de Bienestar.
El Fiscal General de Estado sostiene que estos menores están prácticamente “emancipados” y viven de forma independiente, es decir, no son sujetos merecedores de ninguna medida de protección (al menos en nuestro país). La realidad es bien distinta, justamente estos menores son los más desprotegidos por el fracaso escolar, por las tempranas experiencias laborales, por creer que la solución está fuera... Los chicos que emigran viven en su país una especial situación de desprotección, ante la cual Marruecos como España prefieren cerrar los ojos. Es la exclusión social y el deseo de salir de ella, de promocionarse, de cambiar de vida, de buscar la vida, lo que les lleva a emigrar en busca de “papeles y trabajo”.
La Instrucción de la Fiscalía prioriza el carácter de inmigrantes ilegales y desdibuja su condición de menores. A esta lógica contradictoria se ven sometidos estos muchachos, una lógica que los protege por ser menores y otra que los expulsa, una lógica que los incluye y otra que los excluye. ¿Y luego les pedimos a ellos que sean coherentes? Finalmente son ellos y muchos de los que se ocupan de acogerlos, los que se pasan el tiempo lidiando con las contradicciones: papeles que no llegan, menores que no pueden ser escolarizados, retornos sin garantías, desamparos no decretados, menores a punto de cumplir los 18 años y con la irregularidad como único futuro, menores que se escapan de los centros donde se les aparca hasta que pasen nueve meses, mafias que los usan para los trabajos sucios. Una verdadera carrera de obstáculos hacia la normalización. ¿Soluciones? Hace falta arraigarlos, negociar su proyecto migratorio, agilizar los trámites burocráticos y evitar la indefinición competencial de las administraciones. Y retornarlos a casa si quieren, si es por su interés superior, si hay una medida que los integre. Si no, volverán una y otra vez a intentarlo, porque como muchos de ellos me dicen, “sólo tengo una cosa que perder: la vida”.

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La Instrucción 3/2003 de la Fiscalía General de Estado se titula: Sobre la procedencia del retorno de extranjeros menores de edad que pretendan entrar ilegalmente en España y en quienes no concurra la situación jurídica de desamparo.