Milagros Rubio
Con las víctimas del terrorismo
Página Abierta, 206, enero-febrero de 2010

            Intervención de Milagros Rubio en la presentación del libro Con las víctimas del terrorismo, de Antonio Duplá y Javier Villanueva (coords.)(Gakoa Liburuak, Donosti-San Sebastián, 2009, 172 pp.), en una de las sesiones simultáneas de las VIII Jornadas de Pensamiento Crítico.

            Amigas y amigos, voy a comenzar esta presentación hablando de algunas sensaciones que he tenido conforme iba penetrando en los entresijos del libro. Intentaré acercaros mi visión de él como lectora activa de sus páginas. 

            Suena paradójico, hablando de víctimas del terrorismo, decir que he “disfrutado”, aunque también sufrido, leyendo este libro coordinado por dos compañeros a los que quiero y admiro, Antonio Duplá y Javier Villanueva, que me acompañan en la mesa. En la experiencia personal de mi lectura del libro, me he sentido parte activa de él, porque, aun teniendo desde siempre una visión de la temática abordada muy en onda con el tratamiento que recibe en los textos recogidos, he formado parte de la corriente de izquierdas aludida, y también porque, al haber ocupado en muchas ocasiones el papel de portavoz de esa corriente, he vivido intensamente muchas de las situaciones que describe.

            Fue duro disentir dentro de nuestro propio colectivo, y quizás fue más duro defender fuera de él la postura oficial, ser portavoz durante mucho tiempo de algo que no me convencía, de evasivas para condenar la violencia de ETA con “argumentos” que iban desde “la legitimidad de la violencia no tiene por qué ser propiedad del Estado” hasta “no condenaremos a ETA mientras no condenéis al GAL y las torturas”. Fue duro, pero lo hice. Y fijaos, estoy hablando de alguien, yo misma, que formaba parte del sector más crítico con ETA. Sabía que esa posición había sido insuficiente, pero el libro me ha ayudado a verlo con rotundidad.

            Por otra parte, me he descubierto víctima. En un tiempo, como muchas otras personas, fui víctima del terrorismo de derechas; como muchas otras personas, víctima nunca reconocida. Fui perseguida, amenazada (también mi familia), entraron en mi casa, me quemaron el coche... Pasé miedo. Sufrí. En otro tiempo, junto a otros compañeros, soy víctima de la intolerancia del MLNV, insultada y velada o abiertamente amenazada, también como muchas otras personas. Todo ello es nada comparado con lo que han tenido que sufrir otras Víctimas, con mayúscula. Y, sin embargo, aseguro que sé lo que es sufrir por esta causa.

            Pero la cuestión que más me aturde tras la lectura del libro es: ¿Hemos sido cómplices involuntarios de los causantes del terror? ¿Qué significa pedir el voto para la opción política que cuenta con el beneplácito de ETA? “Vota donde más les duele”, llegamos a decir pidiendo el voto para HB en referencia a un supuesto castigo a las fuerzas gubernamentales españolas. No nos sonrojamos por no colocar en el epicentro del dolor a quien le corresponde: a las víctimas, a las asesinadas, perseguidas, amenazadas, extorsionadas. No pensamos a quién le dolía más nuestra actitud, porque las víctimas de ETA, en realidad, eran secundarias para nosotras y nosotros como colectivo, más allá del desacuerdo que algunos pudiéramos mostrar con esa actitud. Nuestras contradicciones aumentaron con el asesinato de Yoyes, con Hipercor, Zaragoza y otros coches bomba, pero aun así, decidíamos que las críticas a ETA eran internas, como mucho en nuestro periódico; ésa llegó a ser su mayor publicidad. Con esta confesión previa, comprenderéis que el libro del que hoy vamos a hablar no es para mí un libro más sobre teoría sociopolítica.

            Con las víctimas del terrorismo es un libro tan diáfano que se desnuda ya en su propio título. No admite lugar a dudas, no habla asépticamente sobre víctimas del terror, se sitúa a su lado, con ellas. Es un libro didáctico que, entre otras cosas, nos aproxima a la definición de violencia terrorista, víctima del terrorismo y victimario. Nos acerca a las víctimas del terror, a su sufrimiento y en no pocos casos a su humillación. Es incisivo: señala no sólo ejecutores, sino también cómplices políticos necesarios. Habla de la actitud del nacionalismo vasco ante ETA, de la de la izquierda radical, de la de la Iglesia vasca. Dice Javier Villanueva: «El apoyo social a ETA, la identificación con ETA, denota la existencia de un sector de la sociedad vasca cuyo juicio de ETA se sostiene en una suspensión por su parte de los principios éticos y democráticos. Suspensión que es tanto más cuestionable porque, acogiéndose a una doble vara de medir las cosas, sólo la aplica a ETA pero no a la represión de ETA por parte del Estado. A este último le exige el respeto de los derechos fundamentales de presos y detenidos y de todas las garantías procesales establecidas en la ley, mientras que concede a ETA una patente de corso para violar los derechos fundamentales de las personas contra las que atenta, y sobre todo su derecho a la vida».

            El libro desentraña recorridos políticos de nuestro pasado reciente y lo hace con la llamada a ese concepto que desde hace unos años viene irrumpiendo con fuerza, desde la “inteligencia emocional”. Es novedoso en nuestra cultura política hablar de acontecimientos políticos “con el corazón en la mano”. Eso nos propone Antonio Duplá cuando, hablando de la necesidad de asumir los derechos humanos sin visión política instrumentalizadora, dice: «Otra de las tradiciones de izquierda revisables, una característica histórica bastante lamentable de la izquierda radical. Me refiero a aquella que superpone los criterios políticos a los sentimientos. Esa incapacidad de compasión, de padecer con, obedece en ocasiones a criterios políticos, como la de quien se confiesa incapaz de solidarizarse con las víctimas porque están manipuladas por el PP; otras veces la compasión es unilateral, pues ve el sufrimiento de las víctimas de Palestina, Guatemala o Irak, pero no es capaz de apreciarlo entre sus conciudadanos o conciudadanas».

            Estamos ante un libro vivo, aunque, paradójicamente, hable de víctimas de asesinatos: plantea presupuestos, propuestas y apuntes para el presente y para construir un futuro más edificador. Es filosófico, habla de moral, de ética, de educación, de razón y sentimiento, De justicia. De memoria. De educación sentimental. De reconciliación. De dolor. De perdón. Es teórico, reflexiona y postula hipótesis. Es práctico, trata de cuestiones concretas, de tareas pendientes, de planes. Es un libro humano, porque, razón de Perogrullo, habla de seres humanos, vivos y muertos, afines y diferentes. Todo ello, interesante de por sí, cobra especial relevancia si quienes lo coordinan, y en parte lo escriben, se insertan en una corriente política, la nuestra, que ha ninguneado a la parte más numerosa de las víctimas del terrorismo durante varias décadas en nuestro país.

            Todos los textos me han impresionado y conmovido, especialmente aquellos que están escritos en primera persona por las propias víctimas. Reconozco que mi admiración es máxima ante quienes han sufrido pérdidas irreparables y son capaces de perdonar y de hablar con objetividad sobre violencia y terrorismo. Impresionantes las palabras de Iñaki García Arrizabalaga, hijo de Juan Manuel García, delegado de Telefónica en Guipúzcoa, secuestrado y asesinado en 1980 por los Comandos Autónomos Anticapitalistas, escisión de ETA. Dice: «Estoy involucrado, por honor y dignidad personal y como vasco, en que mis hijas, Leire y Nerea, crezcan sin odio ni rencor por estos temas. Ésa es mi mayor contribución a la paz de este pueblo».

            También me han afectado de manera particular algunas cuestiones específicas que el libro aborda y que nos atañen directamente. Con las víctimas del terrorismo reflexiona, diría que incluso escupe críticas y autocríticas en un intento por aportar luz a un tema complejo y polémico, pero también en la pretensión de arrojar la desvergüenza y el dolor por haber acompañado durante años al ocultamiento de las víctimas como tales.

            El libro trata de víctimas de violencia con pretendidos argumentos políticos de diferente signo, de extrema derecha y de extrema izquierda, de nacionalismo vasco y de supuestas razones de Estado, pero incide en las que desgraciadamente son protagonistas en las últimas décadas: las víctimas del terrorismo de ETA. Porque, como dice Maixabel Lasa, «ocuparnos aquí de las víctimas del terrorismo, en estos momentos, significa fundamentalmente ocuparnos de las víctimas de ETA». Hace cara a eufemismos y llama a las cosas por su nombre: al terrorismo, terrorismo y no lucha armada; a la víctima mortal, persona asesinada; analiza las causas del terrorismo y desmonta falsos mitos. Es un libro claro, pedagógico, estremecedoramente sincero y cercano, abarcador, incluyente, y, aunque aborda una temática que, como anteriormente decía, va más allá de las víctimas de ETA, es un libro necesario, imprescindible para quienes hemos hecho buena parte de nuestra travesía política sin mirar a los ojos a las víctimas de ETA.

            Entra de lleno en la trayectoria de una cultura política, de una corriente de izquierdas en la que hemos participado buena parte de quienes estamos aquí con algo más de cuarenta años, y contribuye así, con sus confesiones y reflexiones, de manera decisiva a nuestro crecimiento como personas y a que transmitamos nuestros errores a quienes, con unos cuantos años menos que nosotros, se acercan a esta realidad. Contribuye a que hagamos una mirada introspectiva, a poner en cuestión preceptos de nuestra educación “revolucionaria” y a abrazar los derechos humanos, a desmontar las supuestas virtudes del mito y construir, en su lugar, valores que cuestionan la alternativa militar en sí misma. Porque, como dice Daniel Innenarity, «una sociedad no supera la violencia ni mediante el olvido ni mediante la memoria, sino cuando la violencia se le ha vuelto literalmente incomprensible».

            Cuando, por fin, comenzamos a asumir la necesidad de reconocer a todas las víctimas del terrorismo, que en nuestro caso quería decir reconocer a las víctimas de ETA, una de las dudas que surgía en algunas personas era: ¿A todas? ¿Qué hacemos con los torturadores? También a estos asuntos entran los textos recopilados. Toda víctima es inocente en cuanto tal víctima, concluye. Se adentra en otros temas aún polémicos: ¿Debe homenajearse a víctimas que, a su vez, son victimarios, por ejemplo a un terrorista que muere poniendo un explosivo destinado a matar a otros? Xabier Etxeberria propone: «En lo relativo al reconocimiento social de las víctimas en cuanto víctimas –por ejemplo, en un acto social o en un monumento– sólo podrían unirse a él víctimas que han sido victimarios si han realizado públicamente el proceso de distanciamiento de su pasado victimario y si hay una aceptación expresa y no forzada de las víctimas que no han sido victimarios».

            En éstas y otras muchas cuestiones entra el libro. Va más allá, hasta un futuro post-ETA, habla de reconciliación. A este respecto, Guillermo Múgica dice: «Por supuesto, hay algo que, desde ya, puede ir creando un clima favorable a la reconciliación. Me refiero, por ejemplo, al compromiso con los valores, exigencias y pautas de una convivencia democrática; a emprender y explicitar, por parte de colectivos y organizaciones –algunas ya lo vienen haciendo–, procesos autocríticos de los pasados respectivos, y de los talantes y roles asumidos y jugados en ellos; o a pedir perdón a las víctimas por la parte de culpa que nos corresponde, sea por acciones u omisiones». A esto es a lo que contribuye enormemente el libro.

            Su lectura me ha hecho reflexionar hasta tal punto, que me he percatado de algo que antes no había visto: resulta que una de mis aficiones es escribir: poemillas, cuentos y cosas así. Pues bien, yo, que me creía tan sensible con las víctimas de ETA, incluso a día de hoy, me doy cuenta de que tengo, por ejemplo, poemas dedicados a Gladys del Estal, muerta por disparos de un guardia civil; poemas y cuentos sobre Palestina, Nicaragua, El Salvador...; varias poesías sobre los republicanos fusilados..., en fin, sobre diversas víctimas de violencias con argumentos políticos. Pero no tengo ni un solo cuento o poesía dedicado a las víctimas de ETA. De ese déficit y de la lectura del libro, nace este poema:

Recorro tiempos en el espacio muerto de la noche,
mientras aspiro apenas el aire viciado del silencio.

Me ahoga. Me aprisiona. Tengo que echar afuera
el trozo de manzana envenenada.
No fue Adán ni la bruja mala.
No me encantó la rueca de hilandera.

Quién fue. Por qué callé cuando quería hablar.
Voy atrás y adelante, me siento y me levanto.
Me agito en la duda permanente. Por qué.
Por qué no señalé el dolor en voz más alta.
En nombre de qué causas justas, de qué revoluciones,
ahogué la compasión.

Me urge arrojar el vómito a la cara.
Pedir perdón. Romper
el círculo enredado del pasado
para enfrentar el hacha con la voz.

Hacer añicos el tóxico veneno
del silencio.
Desterrar para siempre
la espiral de serpientes acechantes.
Y nombrarlas. A ellas.
Las víctimas de ETA.
Ya está.
La ley del silencio se ha deshecho.

La palabra. De nuevo la palabra.

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Índice del libro

· Prólogo, Maixabel Lasa.
· Introducción, Javier Villanueva, Antonio Duplá.

I. Análisis
· Las víctimas del terrorismo: quiénes son, qué implica serlo, Xabier Etxeberria.
· Las víctimas del terrorismo de Estado practicado por incontrolados, grupos de extrema derecha y el GAL, Txema Urkijo.
· Nacionalismo vasco y ETA, Javier Villanueva.
· Iglesia vasca, ETA y víctimas del terrorismo. Una aproximación empática desde el interior de la Iglesia, Francisco J. Vitoria Cormenzana.
· Reconocer a todas las víctimas y a todos los sufrimientos: un déficit histórico en la izquierda radical, Antonio Duplá.
· Las víctimas del terrorismo en el ámbito de la educación, Galo Bilbao.
· Algunos retos y tareas de un futuro post-ETA, Guillermo Múgica Munárriz.

II. Testimonios
· Resolución del conflicto: el papel de las víctimas, Edurne Brouard.
· Veinte años de impunidad, Cristóbal Díaz Lombardo.
· Una historia real, Andoni y Josu Elespe Pelaz.
· Por la deslegitimación radical del terrorismo, Iñaki García Arrizabalaga.