Nathalie Versieux
Alemania : ¿Dónde están las mamás?
(Libération, París, 4 de diciembre de 2012).
  Desde hace años, Alemania se enfrenta a un récord de disminución en la natalidad. Entre los principales motivos se encuentra una costosa política familiar, excesiva y contradictoria, de la que son víctimas especialmente las mujeres de entre treinta y cuarenta años.

Alemanas de entre cuarenta y cincuenta años con titulación universitaria y sin hijos: es la encarnación de un fenómeno alemán seguido muy de cerca por los demógrafos. De hecho, el 20% de las alemanas occidentales, nacidas entre 1960 y 1964 no tienen hijos y un 22% tienen sólo uno. Y la probabilidad de quedarse sin descendencia aumenta en gran medida con el nivel de estudios. "Un cuarto de las mujeres con estudios superiores no tiene hijos", resume Christian Schmidt, investigador del instituto económico berlinés DIW, "mientras que este porcentaje es tan sólo del 15% entre las que sólo estudiaron hasta el bachillerato".

El fenómeno preocupa a los círculos del poder de Berlín, en un contexto de rigor y de reducción de los gastos públicos. Porque precisamente las mujeres con más medios económicos son las que no tienen hijos, mientras que no deja de aumentar el número de jóvenes que viven en un hogar desfavorecido y que por lo tanto dependen de las prestaciones sociales. La prensa alemana critica con regularidad a estos "Dinks" (acrónimo del inglés double income, no kids, es decir, "dos sueldos, sin hijos") y los acusa de hedonismo y egoísmo. La realidad a menudo es totalmente diferente.

Afligida a los 50

En un artículo de la revista femenina Brigitte con el título "¿Demasiado mayor para tener un hijo?", la periodista Sabine Reichel describe la evolución de sus sentimientos como mujer sin hijos: feminista convencida a los 30 años, adepta a la libertad a los 40, afligida a los 50. "Nunca deberíamos renunciar a algo tan esencial como un hijo por motivos denominados razonables", comenta. 

"La magnitud del fenómeno de las mujeres de 40 a 50 años sin hijos es el factor decisivo que explica el bajo nivel de natalidad en Alemania", señala un informe de la Oficina Federal de Estadísticas publicado este año. El país tan sólo registra ocho nacimientos por cada 1.000 habitantes, el índice más bajo del mundo. En 2011, se llegó a un nuevo récord, con 663.000 nacimientos, 15.000 menos que en 2010. Como cada año desde 1972, el saldo de la natalidad fue negativo, con 852.000 defunciones. La población alemana ha logrado mantenerse únicamente gracias a la inmigración. A largo plazo, Alemania tan sólo contará con entre 65 y 70 millones de habitantes, en lugar de los 81,5 millones del año pasado. "Y el número de nacimientos seguirá disminuyendo, sencillamente porque el número de mujeres en edad de procrear baja", añade Steffen Kröhnert, investigador de Instituto Berlinés sobre Población y Desarrollo. "Y esto será así aunque el número de hijos por mujer haya aumentado ligeramente desde 2010, para llegar a los 1,4 hijos, en lugar del 1,39 anterior".

Este discreto ascenso del índice de fecundidad es de momento el único efecto positivo de la costosa política familiar aplicada por etapas desde la era de Helmut Kohl, a finales de los años noventa, que sustituyó a la heredada en la época de la guerra fría. En la RFA existía entonces el modelo "burgués" que relegaba a las mujeres al hogar: no había guarderías para los pequeños, el colegio era de media jornada para los más grandes, y a esto se añadía una fiscalidad que fomentaba los matrimonios, pero no los nacimientos. En cambio, en la RDA, se aplicaba el sistema soviético: las mujeres trabajaban, los niños se quedaban en la guardería durante el día o incluso una semana, la natalidad se fomentaba por la distribución selectiva de hogares a las familias jóvenes. "La política familiar de Alemania del Oeste bloqueó los desarrollos sociales durante decenios", opina Michaela Kreyenfeld, socióloga del Instituto Max-Planck, en Rostock. "Desde la caída del Muro, el descenso de la demografía amenaza el equilibrio de los presupuestos sociales".

Prima a los hogares

Con un presupuesto de 195.000 millones de euros al año, la política familiar alemana es actualmente una de las más costosas del mundo. Plantea alrededor de 160 medidas que supuestamente fomentan la natalidad, entre las cuales se encuentra un sueldo parental muy generoso (60% del sueldo, limitado a 1.800 euros que se pagan durante doce o catorce meses tras el nacimiento de un hijo) y asignaciones familiares de 250 euros por hijo al mes. No obstante, estas medidas a veces son contradictorias, como efecto del complicado juego de las coaliciones en el poder en Berlín. Si bien la CDU de Angela Merkel está convencida de que es necesario fomentar el trabajo de las mujeres, la CSU, su aliada bávara especialmente conservadora, no opina lo mismo. De este modo, el Gobierno apoya el desarrollo de guarderías para los niños pequeños (cada familia podrá solicitar una plaza en una guardería a partir del verano de 2013). Pero también aplica una "prima a los hogares" (250 euros al mes que se añaden a las asignaciones familiares para las madres que se quedan en el hogar) cuyo elevado coste frenará la construcción de nuevas guarderías… "Quieren animar a las mujeres a trabajar, pero no se suprime el régimen fiscal tan desfavorable para las madres activas; quieren crear guarderías, pero se aplica la prima a los hogares", lamenta Steffen Kröhnert. "Todo esto es incoherente". Y frena la evolución de la mentalidad.

La gran mayoría de las alemanas están convencidas de que el mejor modo de criar a un niño de menos de tres años es que se quede exclusivamente con su madre o su abuela, como antes. Están convencidas de que, para ser una buena madre, hay que renunciar a sus sueños profesionales. Sin embargo, las jóvenes con titulación universitaria ya no están dispuestas a hacer los sacrificios que hicieron sus propias madres.