Paloma Uría
Debates feministas contemporáneos

Aunque habitualmente circunscritos al reducido ámbito del movimiento feminista o de los Departamentos de Estudios de la Mujer, las polémicas teóricas feministas reproducen y forman parte de los debates más importantes del pensamiento filosófico y político contemporáneo. En realidad, si de pensamiento crítico hablamos, no podríamos desdeñar el agudo filo del escalpelo que desde el feminismo se ha aplicado a las principales corrientes del pensamiento occidental desde los inicios de la Ilustración.
Un error muy extendido entre la intelectualidad de nuestra época es considerar que los debates feministas, sin dejar de ser de interés, afectan solamente a "la cuestión de la mujer" y no tienen demasiada trascendencia fuera de este ámbito. Aún en el caso de que así fuera, no deja de ser curioso que se arrinconen cuestiones que afectan directamente a la mitad de la población e indirectamente a su conjunto. Pero es el caso que esta apreciación no se ajusta a la realidad. La mayor parte de las polémicas surgidas en relación con las mujeres abordan explícitamente los fundamentos filosóficos y políticos de nuestra cultura, al menos desde finales del siglo XVIII y están estrechamente relacionadas con el pensamiento filosófico y político occidental.
I.- La corriente del cientifismo materialista decimonónico, que trataba de explicar los comportamientos a partir de la materia, se aplicó de manera privilegiada a explicar "la feminidad" a partir de la fisiología. El objetivo era, sin lugar a dudas, justificar el statu quo: la posición de marginación y dependencia de las mujeres por respecto de los hombres.
Desde el campo feminista, se ha combatido este determinismo biológico desde dos posiciones. Una reivindica la diferencia femenina para afirmarla, con una perspectiva liberadora, valorando positivamente la feminidad. La otra, recurriendo a la universalidad de la razón, defiende la igualdad intrínseca del ser humano y afirma que los atributos femeninos son construcciones artificiales. Este feminismo de raíz ilustrada, al mismo tiempo que combate las falacias cientifistas que justifican el mito de la feminidad, ataca también el determinismo de las llamadas feministas de la diferencia, rechazando las teorías que pretenden establecer una naturaleza femenina específica, cualquiera que sea su base.
Ahora bien, las feministas que reivindican la tradición ilustrada han sido, al mismo tiempo, muy críticas con esta misma tradición y han contribuido a la revisión de los propios conceptos ilustrados de razón y sujeto. Porque no han podido dejar de reconocer que la razón ilustrada ha sido desde su origen razón patriarcal; el sujeto kantiano, sujeto masculino y el ser humano, portador de derechos universales, ser humano identificado con el hombre. En otras palabras, las corrientes mayoritarias de la modernidad han partido de una concepción masculina del ser humano y de sus derechos.
De igual forma, las feministas que elaboraron sus teorías feministas desde el marxismo, antes de reutilizar sus conceptos, tuvieron que sacar a la luz la desconsideración de la situación específica de las mujeres que de los análisis marxistas se deducía. En la mayoría de los casos, el intento de forzar el marxismo para aplicarlo a la opresión y marginación de las mujeres, dio lugar a teorías difíciles de conjugar con las propias categorías marxistas y supusieron una decidida puesta en cuestión del materialismo histórico, puesta en cuestión no por más desconocida menos incisiva.
II.- A pesar de estos cuestionamientos, todas las teorías antes citadas comparten con la tradición que critican un esquema de pensamiento similar: tratan de crear una teoría de virtualidad explicatoria global.
Han creado conceptos como el de "patriarcado" o "sistema de género", que tratan de comprender todas las situaciones de las mujeres desde los inicios de la historia y a través de las culturas. Para ello han buscado una base que pueda universalizarse y la han encontrado, según las teorías, o bien en la biología o bien en la psicología o bien en factores materiales de tipo económico: relaciones de reproducción o de producción, familia, etc. Y han elaborado estrategias más o menos acabadas que incluyen la definición de un sujeto colectivo: la mujer, portadora de unos "intereses de género"; un movimiento liberador, el movimiento feminista, que agruparía a las mujeres dotadas de conciencia de su situación de opresión .
De todo esto se ha podido deducir una ética que, en el caso de algunas corrientes, se explicitó en una manera de concebir la sexualidad "correcta" En otros casos, se trató de establecer lo que debía de ser un comportamiento feminista, unos deseos, una manera de ser mujer, de relacionarse con los hombres y con la sociedad "correctos" desde el punto de vista feminista. Todo esto con un tufillo normativizador y escasamente liberador que, como veremos, fue pronto denunciado desde dentro del propio movimiento feminista.
III. Las teorías que se basan en la defensa y afirmación de la diferencia femenina reivindican una identidad colectiva en sentido fuerte. Es decir, el término "mujer" se llena de significado (aunque el propio significado sea, en sí mismo, polémico) y la defensa, visibilidad y pervivencia de esa identidad es el objetivo del feminismo.
Las otras tendencias, que consideran la feminidad como una construcción social, plantean la desaparición de la diferencia hombre/mujer, o al menos la abolición de la proyección social de dicha diferencia, y tienen en el horizonte "la persona", el ser humano no sexuado. Sin embargo se han basado también en la identidad colectiva y le han dado al término "mujer" un carácter universalizador y transcultural en sus análisis del patriarcado o del sistema de género.
Pero la diversidad entre las mujeres había sido enfatizada desde los setenta, especialmente desde las feministas negras norteamericanas, que echaban en cara a las teóricas del movimiento su visión etnocéntrica de la mujer. En la década de los 80 se generaliza una polémica en el campo de la teoría y de la filosofía que cuestiona el sentido de conceptos como "género" o "mujer" y la posibilidad de establecer una identidad colectiva de sexo (o género). Consecuentemente, se duda de la posibilidad de elaborar una teoría general de la opresión de la mujer.
IV.- Sería abusivo tratar de establecer una relación inmediata entre posiciones teóricas y estrategias feministas. Pero no cabe duda de que las organizaciones de mujeres han desarrollado una intensa actividad orientada por objetivos o por métodos de acción diferentes.
En el siglo pasado, el feminismo liberal ilustrado centraba todos sus esfuerzos en incorporar al sistema democrático a las mujeres, en tanto que ciudadanas: la lucha por el derecho al voto, la que más energías movilizó durante muchos años, tenía ese objetivo. La idea era que la incorporación de las mujeres a los parlamentos democráticos habría de traer consigo la promulgación de leyes que reconociesen los derechos de las mujeres. El movimiento de mujeres socialistas de la época no iba mucho más allá en sus planteamientos y, aunque reconocía que "igualdad ante la ley no es igualdad ente la vida", fiaba a la futura revolución la liberación de la mujer y mientras tanto reivindicaba igualdad ante la ley, así como mejora de las condiciones de trabajo.
En nuestros tiempos, el movimiento feminista se ha desarrollado en países en los que la igualdad jurídica básica había sido reconocida. La estrategia feminista partió más bien del slogan "lo personal es político" y sacó a la luz reivindicaciones que tienen que ver con la opresión de las mujeres en los terrenos relacionados con la vida privada o los derechos individuales: derecho al control de la natalidad y al aborto, derecho a vivir libremente cualquier opción sexual, por el reparto de las tareas domésticas en la familia, contra los malos tratos y la violencia doméstica, contra el acoso sexual y las violaciones...
Muchas de estas exigencias iban dirigidas a los gobiernos y convertían al movimiento en un movimiento político. En cambio, otras reivindicaciones tenían más que ver con la actitud de los hombres y plantearon nuevos problemas: ¿son los hombres los enemigos, los responsables principales de la situación de las mujeres?, ¿qué tipo de acción se ha de llevar en este campo, la confrontación, la lucha ideológica...? ¿Cómo incorporar a las mujeres a esta lucha en el terreno de lo privado? Esa actividad convertía al movimiento todo en un movimiento sobre todo ideológico y social, en el sentido de que se dirigía al conjunto de la sociedad, a sus ideas y formas de vida y no a sus estructuras políticas. Hablando en general y refiriéndome sobre todo a los primeros años, el peso de la actividad recayó en un movimiento feminista bastante unificado y con conciencia, aunque fuese vaga, de representar los intereses del conjunto de las mujeres.
En los últimos tiempos, podemos distinguir varios campos de actividad. Desde algunos foros, se investiga para cuestionar la invisibilidad de las mujeres y a destacar su presencia en la historia, la literatura, el arte, etc. También aquí la creencia en una identidad genérica juega un papel de primer orden.
El feminismo que podemos llamar "político" centra sus esfuerzos en la actividad institucional de las mujeres, especialmente en los parlamentos nacionales y el europeo. Tratan de conseguir cuotas de representación para mujeres en la perspectiva de lo que llaman democracia paritaria; priman las alianzas o grupos de presión de mujeres (lobby) en el seno de los respectivos parlamentos para aumentar la cotas de poder. De alguna manera, son herederas de las feministas liberales e ilustradas del siglo pasado y de su intento de ampliar y perfeccionar la democracia parlamentaria con la inclusión en ella de las mujeres. También representan la idea de un genérico o colectiva femenino con los mismos intereses.
Un feminismo más preocupado por lo social y lo ideológico, que incluye grupos de mujeres que actúan contra las desigualdades en el mundo del trabajo o de la educación. Y otros muchos grupos, que proceden, en su mayor parte, del antiguo movimiento unitario y que dedican sus esfuerzos a luchar contra la injusticia, la marginación o las agresiones a las mujeres. Las actividades de todos estos grupos son muy variadas: defensa de los derechos de las prostitutas o de las transexuales, denuncia de violaciones, movilizaciones contra las manifestaciones machistas en los aparatos del Estado, apoyo a mujeres inmigrantes, solidaridad internacionalista, colectivos de lesbianas, etc. Es un feminismo que procura mantener un carácter reivindicativo, combativo y movilizador, cuando es posible; también es un feminismo más transgresor de la cultura y de la moral dominante. Este feminismo, a pesar de su actual atomización y de su relativa debilidad, sigue siendo punto de referencia para el conjunto y todavía es capaz de convocar a miles de mujeres.

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