Paloma Uría
El cuaderno dorado
(Página Abierta, 188-189, enero-febrero de 2008)

            Doris Lessing (1919) es una de las personalidades literarias más representativas del convulso siglo XX, por su compromiso social y político, su independencia personal e ideológica, su capacidad de reflexión y espíritu crítico y por habernos legado todo ello de forma magistral en El cuaderno dorado (1962), uno de los exponentes de mayor interés de la creación literaria occidental del siglo pasado.
            El cuaderno dorado se publicó en el Reino Unido en 1962, pero a España no llega traducido hasta 1978, en una edición de Noguer: la censura no habría permitido su publicación durante el franquismo. Se trata de una novela “de ideas”, que contiene, precisamente, la experiencia vital del medio siglo transcurrido.
            Adopta una estructura compleja, una especie de enfoque caleidoscópico, con diversas perspectivas que conjuntamente proporcionan un significado unitario. Consta de una novela que lleva por título “Mujeres libres” y cuatro diarios: el cuaderno negro, el cuaderno rojo, el cuaderno amarillo y el cuaderno azul. Al final, se añade el cuaderno dorado.
             “Mujeres libres”, título con una buena dosis de ironía, se puede leer como una narración convencional, y como tal, en palabras de la autora, demuestra la incapacidad de abarcar en ese tipo de novela la complejidad de la verdad y de la vida. Trata de la vida de dos amigas, Anna, escritora, y Molly, actriz, ambas divorciadas, con un hijo y una hija respectivamente. Las dos tratan de mantener su independencia emocional e ideológica y su vida autónoma, superando diversos episodios amorosos fracasados, enfrentándose con la crisis de sus ideales políticos y asumiendo la incomprensión de sus hijos, que, de un modo u otro, se rebelan contra la forma de vida inconformista y libre de sus madres. El final refleja, de alguna manera, el desencanto, el desánimo y el relativo fracaso de sus expectativas. Sus hijos se integran plenamente en el sistema: la niña rechazando la escuela pública para ingresar en un internado, como la mayoría de sus amigas, y el hijo de Molly convirtiéndose en un hombre de negocios “progresista” vinculado al partido laborista. Molly, por su parte, se casa y se va a vivir al campo, y Anna, después de romper con su último amante y de abandonar definitivamente el partido comunista, renuncia a escribir y busca trabajo como asistenta social en el ámbito, también, de un laborismo al que siempre ha despreciado.
            Los cuadernos, que comprenden desde 1951 hasta 1957, son partes separadas del diario de Anna Wulf y recogen aparentemente la misma historia que la novela “Mujeres libres”, pero con un minucioso análisis de las emociones, sentimientos e ideas de Anna. La idea de dividir su diario en partes viene dada por el deseo de conseguir un cierto orden en el caos: separar experiencias para profundizar en ellas y ordenarlas, en la medida de lo posible. Así, el cuaderno negro está relacionado con Anna Wulf  como escritora, el rojo trata de política, el  amarillo inventa historias basadas en su experiencia y el azul intenta ser un diario de la vida cotidiana.
            En el cuaderno negro, con el pretexto de hacer una sinopsis de la única novela publicada por Anna, se relata la experiencia africana. Un grupo de conspiradores blancos de filiación comunista conviven y conspiran en una pequeña ciudad sudafricana: la crítica al apartheid se combina con la futilidad del grupo, su alejamiento de la realidad africana, su incapacidad para conectar con los nativos, sus divisiones internas. Sus enemistades, amores y odios hacen de este relato la parte más atractiva, en mi opinión, del conjunto de la obra; es también menos introspectiva y compleja. Destaca la belleza de una prosa sencilla pero evocadora de los ambientes y paisajes africanos, con una intensa capacidad de sugerencia, casi siempre a partir de simples episodios concretos pero intensamente evocados. Es inevitable interpretar este cuaderno como una referencia autobiográfica de Doris Lessing y su vida en tierras africanas.
            El cuaderno rojo es una reflexión sobre la experiencia militante en el Partido Comunista británico: es la historia de un progresivo desengaño: el centralismo y la burocracia, el lenguaje estereotipado, la fidelidad acrítica a las consignas emanadas de Moscú, las repercusiones de los acontecimientos de Hungría y de Praga, las esperanzas de cambio que siguen a la muerte de Stalin y el desencanto subsiguente... El terrible fracaso de unos ideales de justicia que impulsaron a toda una generación a confiar en una ideología que se demostró incapaz y que traicionó los mismos ideales que le habían dado vida. Es un relato demoledor y sin concesiones que, sin embargo, deja en pie la validez de las esperanzas que había suscitado.
            En el cuaderno amarillo, Anna escribe historias basadas en su propia experiencia, historias de amor y desamor entre una mujer y un hombre que expresan el fracaso de las relaciones sentimentales entre los sexos. A la manera de las muñecas rusas, tenemos una novela dentro de una novela que a su vez es fruto de la experiencia de una persona real, la propia Doris Lessing, y en los tres planos leemos la misma historia.
            El cuaderno azul es un diario de la vida cotidiana de Anna Wulf. Relata su amistad con Molly, los problemas del hijo de ésta, los avatares de su vida amorosa, sus visitas a la psicoanalista y el análisis de sus sueños, las relaciones con su hija Janet. Reflexiona sobre sus relaciones con el partido comunista, las dificultades creadoras y su actual esterilidad artística. Recoge también, en forma de noticia periodística, los principales acontecimientos mundiales: la guerra de Corea, la creación de la bomba de hidrógeno, el conflicto del canal de Suez, las purgas en los países comunistas, la represión en Checoslovaquia, las actuaciones del comité de Mcarthy, la ejecución de los Rosenberg, los conflictos raciales en Kenia: una visión angustiada y pesimista de la explotación, la crueldad y la injusticia.
            Finalmente, el cuaderno dorado aparece como la superación de la fragmentación vital de Anna, como la expresión de una madurez arduamente alcanzada. Es el resultado de la última y traumática experiencia con su amante americano. Ambos están a punto de destruirse mutuamente, pero de este proceso de autodestrucción surge una mutua comprensión, una fusión de ambas personalidades, y se separan en armonía, en busca, cada uno, de un nuevo camino, y así, son capaces de escribir juntos el final del cuaderno dorado.
            Son varios los temas que se abordan en la novela, aunque destacaría dos principales: el compromiso político, el comunismo o el intento fracasado de una ética universal, y las relaciones sentimentales y sexuales entre los hombres y las mujeres. De forma quizá secundaria, se trata la cuestión de la creación literaria, la validez de la novela, el realismo y la subjetividad, pero todo ello integrado en el tema que sirve de eje: la libertad y la autonomía de las mujeres.
            Doris Lessing insiste en el peso fundamental que los ideales comunistas, ideales de justicia y de lucha contra la opresión, tuvieron en toda una generación de jóvenes británicos y también cómo estos ideales fueron traicionados por la evolución de la Unión Soviética y de los partidos comunistas, hasta el punto de que esa generación, de la que ella formaba parte, se vio sumida en el fracaso y en el desencanto, abandonando de una forma u otra su compromiso político. Sin embargo, y a pesar de ello, la protagonista de la novela reivindica la validez intrínseca del ideal primigenio de justicia que inspiró a sus coetáneos, y la necesidad de continuar, aunque sea de forma modesta e individual, en la lucha.  
            Las relaciones sentimentales y sexuales se presentan siempre como un conflicto sin solución: las mujeres libres y emancipadas encuentran dificultades para mantener su autonomía, pues acaban enamorándose de sus compañeros sexuales al integrar placer sexual y sentimientos y, por lo tanto, se sienten traicionadas ante el abandono; los hombres, por su parte, buscan en “las mujeres libres” variedad, aventura y, con frecuencia, un escape de la monotonía y los deberes de una relación conyugal. Hay una cierta conciencia del fracaso por parte de las mujeres al ligarse sentimentalmente a los hombres; y hay una visión negativa de la capacidad de éstos para experimentar sentimientos profundos y duraderos: sus protagonistas son hombres inteligentes, luchadores, pero egoístas e inmaduros en el campo de los sentimientos. Tanto unas como otros son personas incompletas y frustradas, como la vida misma, por otra parte.
            ¿Es, pues, El cuaderno dorado una novela feminista? No explícitamente: no existía aún, en 1962,  un movimiento feminista del que pudiese ser portavoz. Por otra parte, la visión de la sexualidad de las mujeres que se refleja en la novela está muy lejos de la sexualidad feminista que se reivindicará años después.
            Sin embargo, en la década siguiente de su publicación, el movimiento feminista británico se sintió representado en El cuaderno dorado. Y no es de extrañar, porque Anna Wulf y Molly se han convertido en símbolo de las mujeres que, contra viento y marea, preservan su independencia de criterio, su autonomía, su capacidad para la creación artística, para el compromiso social y político, para la comprensión de las debilidades humanas, para el diálogo, sin por ello renunciar a las relaciones maternales o amorosas. Fracasadas pero nunca vencidas,  expresan su deseo de continuar, como dicen en la novela, empujando la roca a la cima de la montaña.
            Los que no han estado precisamente a la altura de las circunstancias han sido los señores académicos suecos. ¿Se imaginan ustedes que se hubiese concedido el Premio Nobel a Thomas Mann, por poner un ejemplo, “por la sensibilidad con que ha expresado la experiencia masculina”? Señores académicos, no sean ustedes tan paternalistas y condescendientes. Doris Lessing ha expresado en su obra, de forma magistral, una experiencia universal, porque no sólo el hombre, sino también la mujer “es  la medida de todas las cosas”.