Paloma Uría
Ana Mª Matute y la novela de posguerra
(Página Abierta, 234, septiembre-octubre de 2014).

El pasado mes de junio murió, a los 88 años, Ana María Matute, después de una larga carrera literaria en la que ha obtenido los principales premios de literatura española, tanto en narrativa para adultos como en literatura infantil y juvenil.

Nació en Barcelona en 1925, tenía, pues, 11 años cuando comenzó la Guerra Civil. Estos trágicos años, la violencia, la miseria y la represión de la posguerra se manifiestan en sus primeras obras: Los Abel (1948), Fiesta al Noroeste yUna niña buena (1953), Pequeño teatro (1954), Los hijos muertos (1958), Primera memoria (1959), Los soldados lloran de noche (1964). Aunque ya había escrito algún cuento infantil, como El país de la pizarra, intensifica esta producción literaria de narrativa infantil y juvenil a partir de los años sesenta, lo que le vale la obtención de diversos premios, como el Premio Lazarillo de creación literaria infantil (1965) por El polizón del “Ulises” y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (1984) por Sólo un pie descalzo.

Hay un largo silencio casi absoluto en la década de los setenta y los ochenta, excepto por relatos infantiles, como El saltamontes verde (1986),  hasta la publicación en 1996 de la novela Olvidado rey Gudú, en la que se integran elementos de literatura fantástica y maravillosa con ambientes medievales y de caballería. Fue elegida miembro de la Real Academia Española en 1986 y obtuvo, entre otros premios, el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2007 al conjunto de su obra y el Premio Cervantes, en 2010.

Al repasar su trayectoria no he podido por menos que retrotraerme a los difíciles años de nuestra larga posguerra y a los lentos comienzos de una precaria recuperación cultural. La rica producción literaria de los años anteriores había quedado truncada por la guerra y la mayoría de los escritores vivos habían iniciado un largo exilio que en muchos se convirtió en definitivo.

En España, los jóvenes escritores que no se plegaban a la exaltación del régimen franquista iniciaban una sorda lucha con la censura y, poco a poco, iban recuperando aliento. En esta tarea es imprescindible mencionar la labor del entonces recientemente creado Premio Nadal de novela, un premio concedido por la editorial Destino (Barcelona) que se proponía descubrir nuevos valores literarios y que, por tanto, se concedía a una novela inédita, que posteriormente se editaba. La primera novela premiada constituyó toda una sorpresa: se concedió en 1945 a una joven escritora de 22 años, Carmen Laforet, por su novela Nada. En los quince años siguientes obtienen el premio otras cuatro mujeres: Elena Quiroga, por Viento del Norte, en 1950; Dolores Medio, por Nosotros los Rivero, en 1952; Carmen Martín Gaite, por Entre visillos, en 1957, y Ana María Matute, por Primera Memoria, en 1959.

Tres de estas novelas, Nada, Entre visillos y Primera Memoria se desarrollan en la guerra o en la inmediata posguerra y podemos considerarlas como novelas realistas, de carácter social. No hay en ellas denuncia abierta de la penosa situación de la posguerra ni referencias claras a la Guerra Civil –la férrea censura de la época no lo habría permitido–, pero destaca el ambiente de enfrentamiento con las convenciones sociales tradicionales, las veladas referencias a la dura situación de los perdedores de la guerra, y, sobre todo, el profundo pesimismo y el desarraigo de los personajes principales.

Pero el carácter de reflejo social de la época no agota ni mucho menos su proyección. Nos encontramos, en cierta manera, con novelas de aprendizaje o, quizá mejor, de concienciación, en las que el carácter autobiográfico y el uso de la primera persona son elementos presentes en todas ellas. Las protagonistas, niñas o adolescentes, se enfrentan con un ambiente opresivo, convencional y anodino en el que van descubriendo la dureza de la vida y, simultáneamente, en diálogo con este ambiente, van despertando su conciencia y forjando su personalidad.

Nada, de Carmen Laforet, se desarrolla en Barcelona entre 1939 y 1940. Andrea, la protagonista, que narra en primera persona, es una joven huérfana (¿de guerra?) que acude a Barcelona llena de ilusiones, con la intención de estudiar la carrera de Filosofía y Letras, alojándose en casa de su abuela y sus tíos. La decepción es rápida y cruel. Toda la trama tiene lugar en dos ambientes claramente diferenciados: la familia y los compañeros y compañeras de la Universidad. El ambiente familiar es sórdido: pobreza, locura, violencia y miseria moral de un grupo de personas marcado por la guerra y el odio, y el hambre siempre presente. El ambiente estudiantil, como contraste, está compuesto de gente perteneciente a sectores acomodados de la burguesía barcelonesa; su vida es cómoda y se caracteriza por la superficialidad y el egoísmo de clase. Andrea aspira a integrarse  tanto en la familia como en el mundo universitario, pero pronto sufre el rechazo de unos y otros. Aunque ella misma narra los acontecimientos, lo hace como espectadora, no toma partido, no comenta lo que ocurre ni reflexiona sobre ello, simplemente se ve zarandeada y perdida en una situación que no controla  y que la sume en la mayor desesperanza y en el desencanto de sus primeras ilusiones. Al final de la novela se le abre una vía para iniciar una nueva vida en Madrid y surgen en ella otras expectativas. Si estas se han de cumplir es algo que los lectores ya no sabrán.

Martín Gaite, en Entre visillos, nos presenta la vida cotidiana de la juventud en una sociedad provinciana, conservadora y aferrada a las convenciones más tradicionales. Por medio de las charlas de un grupo de amigas y del diario de una de ellas, conocemos la vida insustancial de las chicas, sin otras expectativas que no sean el matrimonio. Las relaciones entre las parejas son superficiales y carentes de calor humano. La técnica narrativa es de carácter objetivista; es decir, la narradora registra las conversaciones de los personajes sin intervenir ni interpretar, alternando con narraciones en primera persona de dos personajes, un chico que llega de fuera, del mundo exterior, y muestra su asombro ante el ambiente provinciano y conservador, y el diario de una adolescente que asiste con cierta perplejidad a la vida sin alicientes de sus amigas y expresa un vago deseo de una vida más plena. En conjunto, la novela presenta una visión triste y pesimista que deja un regusto amargo, reflejado especialmente en la toma de conciencia de una adolescente que intenta comprender y quizá romper las ataduras de una sociedad hipócrita y conformista.

Primera memoria, de Ana María Matute, es una novela corta e intensa, con una cierta influencia folletinesca. Se desarrolla nada más comenzar la guerra, en una isla del bando nacional a donde llegan ecos de la guerra cercana. De nuevo una adolescente huérfana de madre y de padre ausente (quizá en el bando republicano) a quien han enviado a casa de su abuela junto con un  primo de su edad. Con una prosa elaborada y con destellos de lirismo, la autora nos describe la desolación y el desarraigo de la joven, la frialdad de la abuela y su severidad, el profundo tedio de las tardes vacías y las relaciones complicadas, mezcla de atracción y rechazo entre los dos primos. Un punto importante en la novela lo constituye una familia de matones, protegidos por las fuerzas vivas del pueblo, que siembran el terror entre algunos vecinos a los que detienen y hacen desaparecer: aunque no hay referencias políticas explícitas, la vinculación se hace evidente. En el centro de la trama está la relación de la joven con un chico del pueblo, los celos del primo y un desenlace ácido. La novela está impregnada del pesimismo de la joven que, después de su amarga experiencia en la isla, considera haber dejado atrás para siempre la inocencia de la infancia.  

Son novelas representativas de una época oscura y difícil, en la que la narrativa empezaba a buscar su camino entre las ruinas del pasado y la vigilancia del régimen. La contribución de estas escritoras abrió paso a otras muchas mujeres que a lo largo de los años se fueron incorporando con decisión al mundo editorial y hoy presentan un rico panorama bien reconocido por el público lector.