Pedro Ibarra

Porto Alegre: el Foro de la Participación
(Hika, 141zka. 2003ko otsaila)

En el Foro confluyen todos los que quieren que cambie el mundo. Que cambien las relaciones entre el hombre y su trabajo; en la tierra y en la industria; en la apropiación de la producción y la distribución. Que cambien las relaciones entre el hombre y la Naturaleza. Que cambien las relaciones entre el hombre y la violencia. En el Foro están todos los que quieren que se establezcan unas nuevas relaciones basadas en la apropiación cooperativa e igualitaria en el trabajo, en la autonomía/soberanía y solidaridad en la producción y distribución, en la armonía y sostenibilidad en el medio ambiente, y en la paz asentada en la justicia.

Principios y propuestas tan radicalmente distintos a los vigentes que podría decirse que el foro, o más exactamente, la red/Foro conforma (quizás sólo potencialmente y utilizando con las debidas reservas una categoría analítica histórica) un sujeto colectivo revolucionario. Casi nada.

Sin embargo, también es cierto que tal sujeto presenta perfiles difusos y a veces contradictorios. No todos coinciden en el cómo combinar local y global en la resistencia; en cómo deben ejecutarse los cambios deseados; en qué es lo prioritario; en quiénes (mas allá del genérico neoliberalismo) son los enemigos concretos que deben ser confrontados, y en cómo hacerlo; en cómo y con quién establecer alianzas políticas. Estas indefiniciones son, sin duda, problemáticas, pero, a su vez y afortunadamente, son constitutivas de la fuerza emancipadora del la red/movimiento. Le conforman como un sujeto antiideológico (en el peor sentido del concepto ideología) capaz por tanto de construir un proyecto verdaderamente liberador alejado del dogmatismo autoritario, inevitablemente esterilizador.

La red/foro asienta su fuerza en ese rechazo al mundo definido (por los Otros) como real, en unas propuestas basadas en principios alternativos, en una cierta indefinición programática y en una común voluntad de protagonismo. Me fijo en este ultimo punto.

Todos los grupos, organizaciones, movimientos, etc. que confluyen en el Foro comparten un sentimiento común. Están hartos de no decidir, están hartos de que los otros “los Otros de siempre” decidan por ellos. Comparten un obvio rechazo por los regímenes políticos autoritarios, pero y también una creciente desconfianza (léase desprecio) por los regímenes democrático-representativos. Constatan la brecha existente entre los intereses de los que deciden (aunque sean elegidos) y los intereses de los que obedecen; cada vez más súbditos y cada vez menos ciudadanos. La brecha crece entre unos y otros. Comprueban con amargura que las elecciones, aun en el caso de que sean libres y plurales, sólo constituyen un método para elegir élites, previamente autoconstituidas como tales. De elegir élites que gobiernan sin escuchar (en demasiadas ocasiones, sin ni siquiera oír) las demandas de la sociedad; élites que sólo pretenden su perpetuación en el poder y que para ello están dispuestas a dejarse presionar o a dominar, si fuese necesario, exclusivamente... por aquellos que les garantizan la continuidad; poderes económicos, poderes mediáticos, etc.

Aumenta la brecha entre los que deciden y los que soportan las decisiones. Y crece la demanda de participación. Si en el conjunto de la sociedad, la marginación política es desasosiego que conduce a la apatía o a la inercia resignada, en sus organizaciones más vivas, en nuestra red/foro, la brecha conduce a reivindicar capacidad decisoria. Esta demanda tiene tres dimensiones. Instrumental, identitaria y conceptual. Desde la perspectiva instrumental, se afirma algo de pleno de sentido común. Nadie mejor que los propios afectados sabe lo que les conviene. Por eso, nadie mejor que ellos mismos para decidir sobre sus propios intereses.

La dimensión identitaria contrapone la comunidad a la fragmentada y anónima masa de individuos supuestamente representado por unas autoridades elegidas al efecto. Reivindica al grupo que comparte intereses, pero también valores y actitudes ante la vida; a la comunidad en la que sus miembros se reconocen y mutuamente interpretan el mundo en general y su vidas cotidianas en particular. Si lo decidido como real es el grupo, la comunidad superadora del individuo atomizado e insolidario, quien debe decidir es también el grupo y no unos alejados representantes de unos individuos manejados por políticos profesionales y medios de comunicación al servicio de los mismos.

El individuo arrojado a su suerte o a la suerte decidida por los Otros, difícilmente puede saber. El conocimiento de su proyecto emancipatorio y de la forma de ponerlo en práctica sólo es posible dentro de su grupo. En la comunidad halla refugio; en ella, sabe; y en ella, en ocasiones, es.

Desde el enfoque conceptual, la reivindicación de participación, de participación política, se presenta como una exigencia de la condición humana. Decidir, la autodeterminación en su sentido más profundo del concepto, es una de las formas humanas de vida. Es un acto en el que el ser humano se realiza como tal. Al margen del resultado de la decisión, y _ahora_ más allá de que tales prácticas decisorias directas se hagan en el seno del grupo/comunidad natural o dentro de un conjunto más indiscriminado de personas, es un acto de que busca la plenitud humana. Y que, por tanto, tiene valor por sí mismo.

Todos los que están en la red/foro comparten esta exigencia de participación. En mayor o menor grado, en sus tres dimensiones. Y todos articulan diferentes estrategias para ponerla en práctica. El MST brasileño, ocupando la tierra y decidiendo cómo debe trabajarse la misma y cómo debe construirse la comunidad campesina. Las ONGDs, apoyando solidariamente el protagonismo de las comunidades receptoras de la cooperación. Los sindicatos campesinos, promoviendo la soberanía alimentaria, la producción y el consumo dirigido (en cantidad y calidad) a las comunidades en las que se asientan. Las organizaciones urbanas, poniendo en pie procesos de democracia participativa en ciudades y barrios. Las organizaciones ecologistas, recordando con su acción que la sostenibilidad implica decisión desde abajo, desde aquellos que soportan la agresión mediambiental. Y todos, negando la capacidad de decisión sobre sus vidas a aquellos que nadie eligió o nadie controla: la OMC, el FMI, los gobiernos autoritarios, y también aquellos que, sin más, pasan de sus representados.

El Foro de Porto Alegre es territorio en que se expresan esas comunes reivindicaciones; un espacio en el que se intercambian experiencias participativas, en el que se discuten las virtudes, los contenidos y también los problemas que implica el ejercicio de la democracia participativa. Y el Foro de Porto Alegre se hace en Porto Alegre, una ciudad en la que desde hace más de 12 años existe el presupuesto participativo. Una ciudad en la que sus habitantes, a través de asambleas de barrio y de asambleas temáticas, deciden en qué debe gastarse el Ayuntamiento los dineros destinados a servicios públicos. Y el asunto funciona. Basta recorrer las calles y barrios de la ciudad para comprobar que lo que se hecho y rehecho ha sido con la intención de buscar el bienestar de sus vecinos. Y así se ha hecho y rehecho porque sus habitantes así lo han decidido. Que el Foro se haga en Porto Alegre no es una casualidad. Ni mucho menos.