Pedro Martínez Montávez

Yaser Arafat y el proyecto nacional palestino.
La necesaria unidad palestina

(Página Abierta, 154, diciembre de 2004)

Días después del fallecimiento de Arafat, Pedro Martínez Montávez fue entrevistado en el programa “Cara a Cara” de CNN +, que dirige Antonio San José. Transcribimos aquí sus respuestas, manteniendo el tono de conversación, y su forma de expresión. En esta entrevista se abordaron muchas cuestiones de gran interés; quedaron, lógicamente, otras tantas más.

Preguntado por el entrevistador, Pedro Martínez Montávez cuenta que en los años de su estancia en Egipto (1) no conoció personalmente a Arafat. Pero sí lo descubrió a través de la prensa y de diversas publicaciones y libros, porque eran también los momentos en que Arafat estaba allí y realizaba sus primeras actividades.
Sí empecé a conocerlo en los años posteriores. Y, sobre todo, cuando más lo he conocido en algunas ocasiones, aparte de sus viajes a España, fue en Beirut, en el tiempo de la resistencia palestina en Beirut. Y entonces tuve la posibilidad de conocer algunas de las razones fundamentales de por qué este hombre representaba la causa palestina. Aparte de todo lo que políticamente se pueda decir de él, y aparte de lo que de verdad significaba en el contexto del proyecto nacional palestino, hay una cosa a la que nunca nos referimos y que lo explica mucho mejor todavía, y es el conocimiento profundo que tenía de la realidad social y familiar palestina. Yo he sido testigo de eso. En más de una ocasión, iba a verle algún palestino, le saludaba, se acercaba directamente a él, le decía su nombre, e inmediatamente él sabía cuál era su familia, en qué lugar había estado, cuál era su procedencia, a qué se dedicaban sus padres, por ejemplo. Era asombroso. Todo lo palestino lo tenía en la cabeza, aparte de tenerlo en el corazón. Es decir, conocía la realidad palestina profundamente, al dedillo. Esto explica suficientemente, entre otras muchas cosas, aparte de su habilidad durante bastante tiempo –quizá en la última época no–, por qué, como digo, Yaser Arafat, para los palestinos, era más que un gran líder político.
La entrevista sigue ese rumbo sobre el significado de la figura de Arafat, que es visto como un “icono”, un “referente”, el “padre” de la patria palestina.
Yaser Arafat acertó, indudablemente, a dar una continuidad a la causa palestina. Hay que indicar también que lo que podemos llamar la “causa nacional palestina” es anterior a Arafat. La causa nacional palestina surge y empieza a plasmarse con la misma colonización sionista, esto es indudable, pero es en los años treinta y cuarenta, y sobre todo a partir de la creación del Estado de Israel, cuando esa causa palestina tiene ya un objetivo muy concreto: la recuperación de la tierra. Porque la idea de paz para los palestinos siempre hay que ponerla en vinculación con la tierra, con la tierra perdida, con la tierra de la que han sido despojados.
Y Yaser Arafat, a partir de los primeros balbuceos de la formación de una OLP anterior que fue promovida, fundamentalmente, no desde dentro del movimiento palestino, sino desde fuera, acierta a recomponer esa organización y entonces le da un sentido propio. Y, justamente, la palestiniza totalmente, manteniéndola, fundamentalmente, dentro del entorno árabe, pero dándole una distintiva de palestinidad que seguramente hasta entonces no había tenido, o si la había tenido, la había tenido en menor grado.

Un balance apresurado

Antonio San José quiere saber la opinión de Pedro Martínez Montávez sobre la trayectoria de Arafat desde aquellos tiempos en que toma la OLP ya incipiente pero existente, de los tiempos duros de Al-Fatah, hasta la última etapa, la de los acuerdos de paz de Oslo. Y adelanta como posible un rasgo clave en el balance de esa evolución: un mayor pragmatismo.
Yo creo que es pronto todavía para hacer un análisis profundo. Cuando hacemos análisis muy urgentes estamos obligados a emplear también la terminología al uso. De todas maneras, desde luego, hay que hacerlo, hay que intentarlo. Y posiblemente una de las claves sea la del pragmatismo que usted ha dicho, ésa sería una explicación. Habría que indicar que se trata de un pragmatismo básicamente obligado, y sobre todo más desde fuera que desde dentro.
Podríamos emplear también el término de “moderación progresiva”: de una lucha que se plantea solamente en términos de acción armada y de práctica terrorista, en un principio, a una moderación que va en aumento y que tiende más a buscar fórmulas de diálogo, de establecimiento de posibles diálogos. Y lo que hay indudablemente también es un aprendizaje [de la acción diplomática y las relaciones internacionales] –yo no soy el más indicado para hablar de esto, porque no soy diplomático, ni como profesión ni muchas veces en mi expresión tampoco–... es el intento de construcción de una actividad de presentación de la causa palestina hacia fuera, de una diplomacia incipiente, no plenamente conseguida. Y eso lo hace, fundamentalmente, Arafat. Hasta llegar a su última etapa, los últimos diez años, desde 1994 hasta ahora, los años de vuelta a “casa”, que seguramente son los más polémicos de su gestión. Y seguramente los más decepcionantes para muchos, y entre ellos, posiblemente, para el propio Arafat también, y los más comprometidos, sin duda, para el porvenir de esa causa.
Creo que cometemos un error [al hablar de esta última etapa]. Yo estoy leyendo mucho lo que se está escribiendo sobre Arafat, tanto en la prensa española, como, sobre todo, en la prensa árabe, y lo que se dice en otros medios de comunicación, y creo que se está cometiendo un error: el exigirle a Arafat más de lo que sensatamente pudo hacer. Diez años es un tiempo relativamente corto, en las circunstancias que él tuvo que trabajar, no solamente en unas circunstancias muy precarias, sino en unas circunstancias muy comprometidas y muy condicionadas desde el exterior y desde el interior; sencillamente, Arafat no podía hacer milagros.
He escrito que es tan fácil ser arafatista como antiarafatista (2); es lo más fácil que se puede ser, y lo que impide que se hagan, como digo, análisis ponderados.
Él, posiblemente, después de refundar la OLP, en un momento determinado no acertó a evitar que, en algunos aspectos, la OLP se comportara más como un grupo de funcionarios distinguidos, o de una organización en la que había funcionarios distinguidos, que como un auténtico movimiento de liberación. Seguramente no ha sido un movimiento de liberación, en la manera en la que nosotros entendemos un movimiento de liberación, y seguramente el descubrimiento de esa actividad diplomática paralela y de búsqueda de un diálogo ha servido también para quitar al movimiento y para quitar a la propia figura de Yaser Arafat algunos de sus rasgos y de sus actuaciones más comprometidos, más militantes, digamos, aunque la palabra no se pueda entender bien. Todo esto hay que estudiarlo ponderadamente, todo esto no se está haciendo, todo esto espero que se pueda hacer algún día, y entonces se pueda ver a Arafat con todas las dimensiones que tenía.
Hay un asunto importante también. Arafat se ha encontrado en estos últimos años, precisamente, con otra opción dentro de la propia causa nacional palestina que era importante y que ha ido creciendo, y que es el movimiento palestino islamista o islamizado. No existía sólo el elemento de palestinidad dentro –más o menos– de la arabidad, sino que ese elemento de palestinidad ahora tenía que buscar fórmulas de convivencia también con otra opción que era la islamidad. Y todo esto hacía enormemente complejo el funcionamiento, el trabajo, la adopción de decisiones.
Hay que decir también que los grandes poderes externos, el primero y más próximo, el israelí, y, desde luego, el de EE UU, no le han favorecido en nada o le han favorecido muy poco. Y se ha encontrado, por tanto, con un cúmulo, con una maraña tan complicada de problemas, y tan urgente al mismo tiempo, que exigía la toma de decisiones rápida para hechos que se producían inmediatamente, que era muy difícil que siempre acertara.

Arafat y las últimas negociaciones de paz

Se vuelve a evocar la figura de Arafat, en este caso partiendo de su peculiar imagen.
Desde el punto de vista de la imagen, seguramente Arafat es un hombre contradictorio y sorprendente. Su imagen no era, evidentemente, la de un caudillo, no impactaba por sus dimensiones físicas, era un hombre menudo, era un hombre que, si no se reparaba mucho en él, si no se le observaba mucho, podía pasar casi indiferente. Si no hubiera sido por la kufiya y por el nombre que él tenía, a lo mejor mucha gente no se hubiera fijado en él. Pero luego se agigantaba.
Dominaba bien los recursos del idioma, era un buen orador, bastante mejor que algunos otros, compañeros suyos, de la misma área lingüística. No tenía muy estudiada su imagen, manejaba todavía una especie, digamos, de desaliño, pero era un desaliño estudiado también. Fue una mezcla curiosa de dimensiones militares y de dimensiones civiles. Desde el punto de vista, digamos, de la imagen, Yaser Arafat tendría que ser estudiado también. Yo no soy un especialista en la materia.
Y era un hombre que, como a mí me decían muchos palestinos, “tiene el acierto de hacer algo que debieran hacer siempre los políticos, que es tener siempre una carta en la manga, no descubrir una carta”. Y, efectivamente, era así. Observemos que el único momento en que Yaser Arafat ha dejado de tener una carta en la manga fue durante la invasión de Kuwait y durante la segunda Guerra del Golfo, entonces se mostró decididamente partidario de la invasión de Kuwait y apoyó al régimen sadamní. A mí fue lo primero que me sorprendió, porque era la primera vez en la que Yaser Arafat, como digo, descubría todo su juego, ponía todas las cartas sobre la mesa. Ése, seguramente, fue un error por su parte, no digo ya la postura que tomó, sino, básicamente, el descubrir todas las cartas del juego.
Continúa la conversación hablando de Arafat y la diplomacia estadounidense, y más en concreto en la etapa de la presidencia de Clinton, “el presidente que quizá mejor sintonizó con Yaser Arafat”, en palabras de Antonio San José, y de las ofertas de paz de esos momentos.
Es muy posible que Bill Clinton, que era un personaje con una aura especial también, haya sido el que mejor sintonizó con Yaser Arafat.  Desde luego, muchísimo más que el presidente actual, eso sin duda. La pregunta que siempre se hace es si acertó o se equivocó Yaser Arafat al no aceptar la última oferta que se le hizo y, fundamentalmente, en las negociaciones de Taba (3). ¿Acertó o no acertó Yaser Arafat? Yo creo que visto ahora, planteado ahora, unos años después, resulta relativamente fácil decir que Yaser Arafat no acertó, y que debería haber aceptado totalmente esa oferta. Pero, puestos en aquel momento, sería más discutible dar una respuesta categórica. Seguramente si hubieran primado en él las visiones pragmáticas de la cuestión que se discutía, hubiera acertado. De haber primado, como primaron, algunas imposiciones y requisitos del momento, no tendría que haber aceptado, quedando como quedaban por dilucidar en esa oferta aspectos tan importantes como, por ejemplo, el de los palestinos del 48 –éste es un asunto que casi nunca se trata, pero que habría que tratar–, y la cuestión de Jerusalén, el estatuto de Jerusalén, pues eran cuestiones fundamentales y cruciales que entonces pesaban bastante más que ahora, aunque ahora sigan pesando y no se aborden todavía. Entonces, quizá visto desde una perspectiva pragmática, cabe pensar que a lo mejor desaprovechó la última ocasión que tenía; pero es algo por discutir.

Israel y EE UU frente a la “causa palestina”

Surge a continuación la pregunta sobre las relaciones con Israel, y como en el caso de EE UU, las diferencias establecidas según quién estuviera al frente de Gobierno israelí.
Está clarísimo que por parte de algunos miembros de la clase dirigente o de la clase política israelí y por parte de Yaser Arafat y de muchos miembros de la clase dirigente política palestina se han establecido múltiples variantes de aproximación y de diálogo. Y, desde luego, está claro también, creo yo, que Israel tiene establecidos también diálogos paralelos con determinados representantes de lo que podríamos llamar la “joven guardia” palestina. Y que lo que se suele llamar los “fontaneros de la política” están actuando también en el marco de las conversaciones, secretas o no secretas, palestino-israelíes. Y en ese aspecto, Yaser Arafat intervino también, pero de una manera más discreta y más moderada que otros, porque, evidentemente, su figura, como máximo representante, no podía adquirir la proyección pública que en esos momentos podían adquirir estos otros personajes.
Pero Israel no lo ha puesto nunca fácil. Y los Estados Unidos tampoco, en absoluto. Si uno contempla esto como proceso, y no solamente como acontecimientos separados, lo que sí observa es que a lo largo de ese proceso hay una incrementada condescendencia o comprensión o renuncia por parte palestina en mucho mayor grado de la que hay por parte israelí. Los palestinos han ido haciendo muchas más concesiones que los israelíes. Ese Estado palestino, que todavía es una entelequia, prácticamente tenía que estar ya hecho, tenía que estar ya constituido, o a punto de constituirse, si nos atuviéramos a lo que se decía en los primeros documentos. Eso es, como digo, una lejana aspiración todavía.
Lo que ese Estado, geográfica o territorialmente, tendría que haber sido ya, o estar a punto de ser, ahora se ha reducido en porcentajes muy amplios. Yo sé que todo esto siempre se explica diciendo que no ha podido hacerse porque había una realidad también que era la práctica terrorista por parte de grupos palestinos. Evidentemente, hay una práctica terrorista de Estado también por parte de Israel que nunca se dice. Pero, como digo, la concesión por parte palestina ha sido siempre mayor, y más obligada, y más presionada. Los Estados Unidos han actuado también, fundamentalmente, en eso. Y esto no se tiene en cuenta. La ocupación israelí no se denuncia, y la ocupación israelí es un hecho, y la ocupación israelí está sancionada y denunciada por los propios organismos internacionales. Israel puede seguir ocupando ilegalmente los territorios sin que se denuncie, como digo, y sin que se le obligue definitivamente a terminar con esa ocupación.
Yo creo que, en la ponderación y el análisis que se hacen de todos estos acontecimientos, exigimos mucho más a la parte palestina que lo que exigimos a la parte israelí y a su defensor principal que son los Estados Unidos.

Las perspectivas de futuro

Para finalizar, se plantea la pregunta habitual de estos días acerca de si “la desaparición de la figura de Yaser Arafat, con todas sus luces y sus sombras, podría, hipotéticamente, allanar el terreno para un acercamiento y una posible posición de encuentro entre las posturas de Israel y la causa palestina”. Pedro Martínez Montávez contesta dirigiendo, fundamentalmente, sus reflexiones hacia la perspectiva abierta en el interior del movimiento palestino y a la ayuda exterior que pueda recibir.
Hay un hecho fundamental, y yo sobre todo me dirijo a los palestinos. Los palestinos, que tantas renuncias han hecho, que tanto han puesto de su parte, para conseguir encontrar una solución tienen que recuperar urgentemente y cuanto antes un diálogo propio, un diálogo interno. Tiene que haber un diálogo interpalestino. Esto es absolutamente necesario. Lo están haciendo desde hace tiempo. Ha trascendido poco al exterior. Pero la verdad es que, hasta ahora, resultados importantes y reales no se han conseguido.
Los palestinos tienen que entablar, como digo, un diálogo interior sobre las bases fundamentales. Un diálogo democrático, un diálogo igualitario, un diálogo que admita los porcentajes representativos de todas las fuerzas políticas y sociales presentes en Palestina en la actualidad. Así de sencillo y así de claro. No pueden excluir, en principio, a nadie de ese diálogo. Y el único requisito fundamental, y que se tienen que exigir todos también, es la reconstrucción y la recuperación de las auténticas señas de identidad del movimiento nacional palestino. Y las auténticas señas de identidad del movimiento nacional palestino, del proyecto nacional palestino, es el objetivo de la construcción de un Estado –no vamos a precisar ahora qué extensión ha de tener–, que tiene que ser democrático, que tiene que ser igualitario, y en donde se tiene que practicar la libertad. Esto es lo que tienen que recuperar los palestinos. Es difícil, muy difícil, pero están obligados a hacerlo, porque sin eso se pueden encontrar con la liquidación de ese proyecto.
Y dicho esto, quiero añadir otra cosa también, y es que desde el exterior tenemos que verlo así, ver que están en la situación, seguramente, más crítica de toda esa historia, y ver que necesitan más ayuda que nunca también. Y debemos aportarles esa ayuda y exigirles que entre ellos se pongan de acuerdo. Pero, al mismo tiempo, desde el exterior, y mediante todos los mecanismos que tiene la comunidad internacional, favorecerles y ayudarles para que así lo consigan. Si no, la situación se va a agravar, y ojo, el problema de Palestina no es nada más que una parte del gran problema del Próximo Oriente. Aquí no se está discutiendo sólo el problema de Palestina, se está discutiendo también el problema del Próximo Oriente. Y el futuro que se prepare para el Próximo Oriente va a ser fundamental. Si Palestina funciona dentro de ese futuro y Palestina se constituye como una pieza, como digo, conjuntada con el Próximo Oriente, un Próximo Oriente que no sea sólo el resultado de un proyecto estadounidense que busca fundamentalmente sus beneficios, si esto se va planteando así, yo creo que entonces podemos empezar a sentirnos optimistas. Es muy complicado, es muy duro, pero Palestina es una pieza dentro de un engranaje. No lo olvidemos nunca.   

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Pedro Martínez Montávez, reputado arabista, más allá incluso de nuestras fronteras (es miembro correspondiente de la Academia de la Lengua Árabe de Ammán), tiene una larga carrera en la docencia en diversas universidades españolas, además de haber sido profesor de la Universidad de El Cairo. Hasta hace poco catedrático y director del departamento de Estudios Árabes e Islámicos y Estudios Orientales de la Universidad Autónoma de Madrid, sigue en la actualidad realizando una actividad docente como profesor emérito de esa universidad, impartiendo una asignatura voluntaria denominada Introducción a la lengua y cultura árabes.        

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(1) Pedro Martínez Montávez vivió en Egipto entre 1957 y 1962.
(2) Ver, por ejemplo, “Y después de Arafat, ¿qué?”, artículo publicado en el diario El Mundo, el 11 de noviembre. En este texto de opinión aparecen también algunas de las reflexiones de la entrevista que transcribimos, cuya copia nos cedió amablemente.
(3) Se refiere a las últimas conversaciones entre representantes del Gobierno israelí y de la Autoridad Nacional Palestina, celebradas en Taba (Egipto) en enero de 2001, como prolongación de las negociaciones de Camp David (EE UU) del año anterior entre Arafat y Barak, bajo los auspicios de Clinton.