Pello Salaburu
Las cartas boca arriba
(El Correo, 22 de junio de 2012).

La legalización de Sortu es, al margen de lo jurídico, una decisión políticamente oportuna, porque a meses de las elecciones no van a poder recurrir de nuevo a esa victimización que tan bien les va. Se acabó, ya son como los demás

El Tribunal Constitucional ha dado luz verde a Sortu, para que se convierta en un partido con todas las de la ley, expresión, por cierto, muy apropiada en estos momentos: sus promotores van a tener que cumplir con lo que les requiere esa legislación española que tanto han denostado, si no quieren que alguien les vuelva a cerrar las puertas.

Aunque la ha tomado un órgano judicial, se trata de una decisión políticamente oportuna, porque en todo esto debemos mantener una mínima coherencia con nosotros mismos. Hace ya tiempo que el TC se convirtió, para nuestra desgracia, en un órgano de obediencia política: los periódicos han venido adelantando con más acierto que menos el carácter de sus sentencias, en virtud de la ideología de los magistrados que lo conforman. Así ha sido también esta vez, aunque de forma sistemática se cuela entre los llamados ‘progresistas’ un magistrado que firma con los conservadores. Algunos de quienes lo conocen desde hace años se sorprenden, por cierto, de que esté asignado a esa lista por mucho que lo propusiese en su día el PSOE. También Dívar, persona de sólidas convicciones morales y religiosas, fue propuesto por el presidente Rodríguez Zapatero: ya ven la intervención liviana de la política en esto de la Justicia. Digo que debemos ser coherentes con lo que decimos, porque, salvo que a toda persona sospechosa de haber colaborado en algún momento con Batasuna se le impida en el futuro participar en política, no veo posible que lo hagan de forma diferente a la que lo han hecho: no pueden borrar su pasado, como nadie lo podemos hacer, pero han dado forma a un partido impulsado por un grupo de personas ‘limpias’ que presentan unos estatutos que cumplen de forma escrupulosa aquello que se les dijo que tenían que cumplir.

Es una decisión políticamente oportuna, además, porque a meses de las elecciones autonómicas no van a poder recurrir de nuevo a esa victimización que tan bien les va. Se acabó, ya son como los demás, aunque la sentencia deja de nuevo al descubierto la debilidad de los argumentos utilizados para mantener a Otegi y sus compañeros en la cárcel. Supongo que Sortu explotará de forma oportuna ese dato. Pero el caso es que el nuevo partido se va a enfrentar en el futuro con algunos problemas que van a tener que ser abordados desde una nueva perspectiva, o por vez primera.

Van a tener que dejar de ser la expresión de este pueblo, para convertirse en la expresión de sus militantes y de quienes les votan, qué cosa más incómoda. Van a tener que enfrentarse con su propia forma de gestionar los problemas políticos. Ya van adquiriendo experiencia en Gipuzkoa, y los guipuzcoanos también van viendo cómo se las gastan, combinando el traje gris marengo con la camiseta reivindicativa y los vaqueros americanos de toda la vida, dependiendo del momento y de las personas que tengan enfrente. No deja de ser asombroso que tantas discusiones ideológicas sobre nuestro futuro como pueblo y nuestro derecho a decidir queden reducidas en la práctica al devenir de unos tristes cubos de basura. Y resulta llamativa la vuelta atrás en muchas cosas: ¿recuerdan el tema de los peajes? ¿Y qué me dicen del Gobierno vascongado en esta Euskal Herria nuestra? Asistiremos también a la nueva versión de sus relaciones con EA y Alternatiba y Aralar, ahora que no los necesitan. Tiempo al tiempo.

Pero hay otros temas que van a requerir su atención: la participación democrática de los militantes en la toma de decisiones, por ejemplo. Hasta ahora alguien tomaba las decisiones y el resto se limitaba a obedecer de forma ciega. En los partidos también pasa mucho de eso, pero hay unas formas mínimas que se deben respetar: eso trae siempre quebraderos de cabeza, porque surgen problemas inopinados, que en el antiguo sistema desaparecían sin necesidad de tomar ninguna aspirina. En el futuro no va a ser así. Tienen además encima de la mesa el tema de los presos, cuestión que no saben cómo abordar. Los brindis al sol están bien («hoy Sortu y mañana presos vascos a casa»), pero no sirven para nada. Mucho menos cuando el cielo está nublado. Supongo que, por sus propios intereses, serán conscientes de eso. Más les vale no generar expectativas sin fundamento: en la medida que se les transmita a los presos lo que se les está transmitiendo, el tema se va a enquistar más, y los únicos perdedores van a ser los de dentro –lo están siendo ya–, no los que pisan despachos enmoquetados, por mucho que calcen zapatillas deportivas.

Tienen todavía otro tema de calado delante de sus narices: su relación con las víctimas, algo que en el fondo les produce pánico y mejor no pensar. Los intentos de socializar la victimización y meter en el saco a todo el que pasaba por la banda no han resultado. Pues ánimo: que trabajo no les va a faltar. Es complicado hacer todo esto después de treinta años. Ya solo les falta comprar acciones de Iberdrola para ser como el resto.