Rafael Arias Carrión
Primer Festival de Cine Solidario de Madrid
(Página Abierta, 178, febrero de 2007)

            De entrada, la realización de un festival de cine solidario es una iniciativa positiva, aunque si el promotor de ella es el Ayuntamiento de Madrid parece que siempre hay que buscarle los tres pies al gato. Pero en este caso no es una cuestión de desconfianza a priori, si pensamos que este 2007 es año de elecciones en el Ayuntamiento y en la Comunidad.
            Por otro lado, aunque las propuestas e ideas contenidas en la presentación del festival parecen de interés, no puedo dejar de pensar que, para valorar su impronta, habría que esperar a una segunda edición.
            El Festival de Cine Solidario (FICS) de Madrid, según consta en el dossier entregado a los medios de comunicación «quiere consolidarse como una de las citas con el cine más importantes del país, y tiene tres grandes objetivos: presentar la inmigración en positivo, fomentar la igualdad de sexos y hacer del voluntariado solidario una actividad cotidiana de la ciudad». Para llevar a efecto dicha propuesta, el FICS se distribuye en una sección oficial de largometrajes, 13 en concreto, a la que acompaña una serie de proyecciones especiales. Junto a este número de largometrajes, se celebran también tres exposiciones.
            Hasta aquí, más o menos lo de cualquier festival de cine. La originalidad y atrevimiento de este festival reside en las otras dos propuestas: por una parte, el encargo a siete jóvenes directores de rodar en cuatro días un pequeño cortometraje y exhibirlo en el propio festival; por otra, FICS Madrid contribuirá a la producción del largometraje Women´s Secret, que comenzará a rodarse en mayo y que se estrenará en 40 países al mismo tiempo. Esta última propuesta me parece un poco descabellada.
            Con un presupuesto de 1,1 millones de euros, FICS Madrid se enmarca dentro del proyecto municipal “Oportunidades para el Mundo”. El público, en general, respondió a la propuesta con una buena asistencia, salvo el primer día, que hubo mucho menos público. Pero siempre puede quedar la duda de si esta importante asistencia fue debida a la publicidad o al hecho de que las entradas costasen 1 euro.

El Festival lo hacen las películas


            Un repaso a los largometrajes exhibidos produce una alta valoración de la mayoría de ellos. Además, exceptuando algún caso en el que la unión de la película con alguna rama del grueso tronco que engloba el término “solidaridad” era bastante difusa, es de agradecer que las películas propuestas no fueran películas “de mensaje”, es decir, películas realizadas directamente como denuncia social de la realidad actual. La mayoría de las películas exhibidas dejaban libre al espectador la capacidad para reflexionar sobre las imágenes vividas.
            Decir que lo peor de Days of Glory es su título, y que se debía haber respetado su título original francés, Indigènes, es lo único malo que se puede decir de esta excepcional cinta, de la que ya escribí en el número anterior a propósito de su proyección en la Seminci vallisoletana.
            La película Nordeste, de Juan Solanas, retrata la pobreza y sus consecuencias éticas y materiales. Una mujer francesa marcha a Argentina para adoptar un niño. Su proyecto se frustra y el niño, a quien acaba adoptando, tiene una enfermedad terminal. Entre tanto conoce a una mujer, Juana, y a su hijo, Martín, que malviven en una casa que se cae y de la que van a ser desalojados. La adopción, el aborto y la miseria, el caciquismo, el tráfico de órganos, el paro, la falta de anticonceptivos, la postura de la Iglesia ante el pago por la adopción de un niño, son algunos de los temas que rodean esta encomiable película, modesta en presupuesto pero no en intenciones, ni mucho menos en resultados.
            Las vidas de Celia, de Antonio Chavarrías, es un interesante thriller cuya máxima pega es que el asa del que se sustenta su integración dentro de este certamen es inasible. Aunque la violencia sobre las mujeres rodea la película, una vez vista, ésta parece un mero pretexto argumental. Ello no debe de hacer olvidar cierta solidez argumental y formal de un relato en donde celos, pasiones y debilidades van unidos para dar forma a la historia de dos hermanas y las personas que las rodean.
            Al contrario que Las vidas de Celia, Las mantenidas sin sueños, de Martín Desalvo y Vera Fogwill es una película de denuncia sin reflexión, en la que la forma queda al margen del fondo. Retrato de mujeres, en donde el eje lo presenta una niña –la más cuerda de todos los personajes que circulan por ella– y las mujeres que la rodean (abuela, madre, vecinas), todas ellas mujeres que han perdido la capacidad de soñar, cosa –eso de soñar– a lo que tampoco logra arrastrarme al ver su película, con lo que la frustración ante una potente idea se queda en un mal trabado retrato femenino.
            La muy interesante película danesa Después de la boda se mantiene, en gran medida, gracias a la sensacional interpretación de Mads Mikkelsen, quien encarna el papel de un hombre de turbio pasado (mujeriego, bebedor, con proyectos nunca cumplidos) que encuentra su lugar en el mundo en India, donde organiza un orfanato para niños de la calle. Un día recibe una invitación para volver a Dinamarca con el fin de asistir a una boda a cambio de 4 millones de dólares. Desde ese momento, su pasado se hace presente y duda de cuál es su lugar en el mundo.
            De Hana, película japonesa de Hirokazu Kore-eda –retrato de samuráis en paro, reconvertidos en actores– y de la película indonesia Love for Share, dirigida por Nia Dinata –que muestra las vidas de tres mujeres de diferente origen social y étnico en torno a la poligamia–, se puede decir que sus pretensiones superan los resultados, lastrados por un exceso de metraje y por un ritmo y planificación bastante monótonos y rudimentarios.
            En cambio, la directora Mira Nair, conocida entre nosotros por La boda del monzón, presentó una magnífica película. The Namesake (El buen nombre) es un inteligente y evocador retrato de lo que significa para cada persona la identidad, visto en este caso a través de la historia de una pareja de Calcuta que marcha a vivir a Nueva York. Allí nacen los dos hijos. Será el primogénito, llamado Gogol, quien luche contra sus orígenes tratando de disimularlos hasta que, poco a poco, comience a apreciarlos y a poder convivir con ellos.
            De Al otro lado, película promovida y patrocinada por Unicef, y dirigida por Gustavo Loza, lo mejor que se puede decir de ella es que es una película de aficionados. Lo peor es que no pretende serlo. Su retrato de la emigración a través de tres historias desarrolladas en tres países distintos (México, Marruecos, Cuba) reside en la mirada infantil, con lo que, al ceñirse a dicha mirada la reducción e infantilidad de la mirada que se ofrece de la emigración, desvaloriza todas las supuestas buenas intenciones. Resulta, cuanto menos, ingenuo creerse la historia de una niña que viene en cayuco a España a buscar a su padre y a verse metida en un grupo de tráfico de mujeres. Como he escrito, su mayor peligro reside en que es una película que busca tratar en serio el tema de la migración.
            Igualmente extraña es la presencia de Más extraño que la ficción, película que, según dicen, remite a la obra del guionista Charlie Kaufman (Como ser John Malkovich, u ¡Olvídate de mí!) o de películas como El show de Truman, de Peter Weir. Pero la verdad es que detrás de la parafernalia de un minúsculo personaje que escucha una voz y descubre ser un personaje de ficción, se encuentra una serena reflexión sobre la soledad, lo que la emparenta, temática que no estilísticamente, con, por ejemplo, Luces al atardecer, de Aki Kaurismaki.
            Tim Robbins presentó Atrapa el fuego, bienintencionado thriller de Philippe Noyce, que se desarrolla en la Sudáfrica de los ochenta, en los estertores del apartheid. Además vino a presentar el festival y se encontró con que tenía que saludar al alcalde Ruiz Gallardón. Las fotos resultantes, con un Tim Robbins muy serio desde sus 2 metros de altura, mostraron las labores de un buen actor y de cómo se sintió “manipulado”. Igualmente sacó provecho de la rueda de prensa para devolver la pelota a la utilización de su imagen con una frase clara y directa: «Es curioso que un alcalde pueda hacer el esfuerzo de venir a hacerse una foto con un actor norteamericano pero no lo haga para unirse a la ciudadanía en una manifestación». De ello, sólo deseo sacar una conclusión: los actores y actrices estadounidenses conocen muy bien cuáles son sus obligaciones y conocen muy bien su oficio; y lo que pudo ser una buena operación de marketing para el alcalde será recordado por las duras palabras del actor y por unas imágenes que lo dicen todo.