Rafael Arias Carrión
Invisibles
(Página Abierta, 180, abril de 2007)

Ficha técnica:
Título original
: Invisibles. Poductor: Javier Bardem para Pinguin Films y Reposado (España, 2006). Guión y dirección: Isabel Coixet (“Cartas a Nora”), Wim Wenders (“Crímenes invisibles”), Fernando León de Aranoa (“Buenas noches, Ouma”), Mariano Barroso (“El sueño de Bianca”), Javier Corcuera (“La voz de las piedras”). Estreno: 9 de marzo de 2007. Duración: 100 minutos. 

            Ya sabíamos que Javier Bardem tenía una faceta pública que nada tiene que ver con el color rosa. Durante las manifestaciones contra la guerra de Irak de 2003 se le pudo ver con frecuencia, y su pequeño discurso en la ceremonia de los Goya 2003, cuando recibió el galardón a la mejor interpretación masculina por Los lunes al sol, de Fernando León de Aranoa (2002), fue de los más coherentes, muy lejos de los lemas dichos y redichos. De las pocas declaraciones que recuerdo de él, siempre ha manifestado sentirse un privilegiado y, sin duda, lo es. Sus interpretaciones se espacian cada vez más en el tiempo y trabaja en los papeles en los que cree y desecha aquellos en los que no cree, sin importarle quién esté detrás de las cámaras.
            Ahora se adentra en la tarea de productor de una película dividida en cinco episodios, realizada en torno a cinco de las crisis olvidadas señaladas por Médicos sin Fronteras, con quien el actor ha mantenido una estrecha relación durante estos últimos años. Para ello ha contado con la colaboración de cinco directores muy diferentes entre sí. Con dos de ellos, Mariano Barroso y Fernando León de Aranoa, ya había colaborado anteriormente; no así con los tres restantes, Isabel Coixet, Javier Corcuera y Wim Wenders.
            Crisis olvidadas, guerras olvidadas, son  frases hechas que encierran una verdad señalada en la película: «No es que no nos vean, es que no quieren vernos». Por eso, Invisibles busca, a través del cine, hacer visible aquello que no lo es debido a su nula repercusión mediática, a su nulo interés informativo, una información basada en que es noticia aquello que caduca con rapidez y no lo que perdura.
            Las dos pandemias y tres conflictos olvidados que resuenan en las imágenes de Invisibles son la enfermedad de Chagas, que afecta a más de 18 millones de personas en América Latina a través de la picadura de un pequeño insecto, a la que dedica un inteligente trabajo Isabel Coixet (“Cartas a Nora”), capacitada para contar en voz baja y con un halo de esperanza cualquier desgracia, tal como sucede en sus largometrajes y en la pieza que rodó para la película ¡Hay motivo! (2004). Utiliza para ello un personaje de ficción, una boliviana residente en España y la correspondencia que mantiene con su familia.
            La enfermedad del sueño –enfermedad que se transmite a las personas a través de la mosca tse-tse, que invade el sistema nervioso central– es el centro del trabajo de Mariano Barroso (“El sueño de Bianca”), quien, con inteligencia, juega con dos mundos completamente diferentes. Por una parte, muestra los efectos devastadores de la enfermedad en Centroáfrica y cómo no hay medicinas para su tratamiento, pues no son rentables económicamente, mientras, a la par, muestra a una modelo de publicidad que anuncia un cosmético que elimina el vello del rostro y cuyo ingrediente esencial es la eflornitina, que mira por dónde es el ingrediente esencial para combatir la enfermedad del sueño.
            Uganda, la República Democrática del Congo y Colombia son los tres escenarios de tres de las muchas guerras olvidadas existentes en Latinoamérica y África. Fernando León de Aranoa (“Buenas noches, Ouma”) se centra en los niños soldado de Uganda, niños obligados a portar armas, a comportarse como adultos desalmados y, en aquellos casos en los que se da, las dificultades existentes para que vuelvan a disfrutar de la infancia y de la vida. Fiel a su tono, lo hace sin enfatismos y con una mirada siempre cercana.
            Wim Wenders (“Crímenes invisibles”) retrata la violencia sexual contra la mujer existente en el Congo, lugar de perenne enfrentamiento armado, intersección de países en guerra, lo que supone una multiplicación de las agresiones sexuales a las mujeres. Su discurso es directo, no hay una narración, son las mujeres agredidas las que hablan a la cámara. El único efecto que se permite Wenders es el de mostrar la invisibilidad de dichas mujeres cuando aparecen en planos generales, mostrándolas translúcidas frente a la opacidad del resto de los personajes.
            Por último, Colombia es el conflicto elegido por Javier Corcuera (“La voz de las piedras”), una guerra eterna –ya son 50 los años de conflicto– que afecta a millares de campesinos desplazados que buscan recuperar sus tierras y vivir, sobre todo, en paz. La mirada de Corcuera es muy cercana, deja hablar a los campesinos, pero sobre todo se centra en pequeños detalles, y es suyo el momento para mí más conmovedor y duro. Dentro de una película tan desoladora como ésta lo que más me llamó la atención es observar cómo los niños y niñas pintan con alegría dibujos y nombres sobre piedras que representan el recuerdo de todos aquellos que murieron por defender sus tierras. En esas breves imágenes se encuentra la vida y la muerte, la paz y la guerra, y Corcuera lo muestra sin enfatismo alguno.
            Aunque parece que está de moda, sobre todo en Hollywood, dirigir la mirada hacia estos conflictos invisibles, con títulos como Diamantes de sangre, de Ed Zwick (2006); El jardinero fiel, de Fernando Meirelles (2005); El señor de la guerra, de Andrew Niccol (2006); o, fuera de Hollywood, como el impresionante documental La pesadilla de Darwin (2004), de Hubert Sauper, siempre su número será insuficiente y siempre harán falta películas como Hombres armados (1997), de John Sayles, que hagan pensar. Invisibles se suma a ello, invita a pensar y a tomar  medidas.