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Sergi Bahillo y Houda El Ayyadi
El movimiento de jóvenes "20 de febrero"
en Marruecos. Dignidad... solo para algunos

(enDiálogo, 2011).

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            Son estudiantes. Trabajadores. Jóvenes que, como cualquiera de su edad en cualquier parte del mundo, anhelan la dignidad. Un valor, una cualidad humana, del que disfruta el que lee estas líneas sin darse cuenta. No piden más dinero. No se rebelan contra recortes del 5% en sueldos. No exigen la paga extra del verano. Si no, dignidad. Una lección de democracia para los que vivimos en el llamado “primer mundo”.

            Mohamed tiene 25 años, da clases en una escuela en un pueblo cercano, y por las tardes, cuando puede, se conecta a su Facebook para continuar con su lucha diaria vive en Taroudant, a una hora de Agadir, población principalmente dedicada a la agricultura y con una población envejecida. Nos recibe en la sede del movimiento 20 de febrero. “Por fin alguien del extranjero se preocupa de nosotros”. A veces se sienten solos, dicen, pero no cesan en su lucha “de cada día” para conseguir lo que ellos consideran la base de la sociedad moderna: vivir con dignidad. No tiene miedo a la represión, ni a ser conocido como uno de los “rebeldes”. Son jóvenes sin miedo, con fuerza y con formación. No son unos incultos. Solo piden vivir con dignidad.

            Acompañamos a Mohamed a la reunión del movimiento juvenil. Marruecos es un Estado policial; es difícil dar un paso sin que lo sepan las autoridades y ellos lo saben. Son un movimiento infiltrado, como todo lo que va en contra del régimen en este país, y, sin embargo, salen a la calle, algo inimaginable hace unos años. Salen, porque quieren ser visibles, que se les tenga en cuenta en las decisiones que sus gobernantes tomen para ellos.
 
            No sorprende, para los que vivimos en España, que se asocie Marruecos con subdesarrollo, conflictos, suciedad, analfabetismo, machismo e Islam. Y que, por eso, son ciudadanos de segunda, con menos derechos y menos posibilidad de reivindicar. Invito a los que simpaticen con esta idea a visitar Marruecos. Primero, se caerán algunos estereotipos; segundo, notarán el valor humano de este país. Tras el viaje, pregúntese: ¿por qué tenemos esa concepción de Marruecos? ¿Por qué los tópicos? ¿Por qué no se da a conocer? Los marroquíes son personas con los mismos derechos que cualquier otro ciudadano del mundo. El problema es que se los han negado, porque, hasta ahora, han estado aletargados, dormidos, acatando las normas y sin quejarse. Hasta hoy no han tirado de las faldas de la Comunidad Internacional para que se fije en ellos y que lo consideren un país hermano. Marruecos tiene futuro. Su población es joven. Ellos desean ser libres y convertirse en “un país de verdad”.

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            Domingo 17 de abril. Toca salir a las calles de Taroudant, pequeña ciudad de 60.000 habitantes. Nos siguen 500 personas, la gran mayoría jóvenes mujeres y hombres. Las autoridades y miembros de seguridad observan la manifestación, pero no intervienen. No quieren seguir los pasos de Egipto o Túnez y, mucho menos, los de Libia, Yemen o Siria. Ambos bandos quieren ser ejemplares. Los manifestantes, como modelo de movilización pacífica; las autoridades, como ejemplo de transición democrática. Los manifestantes han encontrado la forma de llevar a cabo su cometido: saliendo a la calle cada mes sin violencia. Las autoridades, no.
 
            El sol cae con fuerza, pero la manifestación prosigue. Ha sido un verdadero éxito para una pequeña ciudad rural del centro-sur marroquí y toda una lección de democracia para nosotros. ¿Por qué no aprendemos de ellos? ¿Por qué no les escuchamos, les acompañamos y les damos la mano para avanzar, juntos, hacia sociedades más justas? La solución, empatizar.