Sergio
Rodríguez Lascano
La Sexta: "la razón y la ira"
(Rebeldía, 33, julio 2005)
La Sexta Declaración de la Selva Lacandona representa una nueva
fase en la práctica y el pensamiento del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN). Según ellos mismos lo han
planteado, el proceso que permitió llegar a ese objetivo duró tres
años. Tres años de diálogos, intercambios, acercamientos,
asedios. Tres años para madurar un diagnóstico, una concepción
y una propuesta. A diferencia de otros que pretenden tener una respuesta
para todo y actúan con una profunda irresponsabilidad —en
tanto nunca hacen un balance de lo que dicen, más aún ni
siquiera les interesa saber si alguien los escucha—, el Comité Clandestino
Revolucionario Indígena-Comandancia General del EZLN asume con
responsabilidad lo que propone y lo que hace, en tanto no son comentaristas
de lo que pasa sino actores comprometidos que luchan por cambiar al mundo
y al país.
Tres años nos pueden parecer mucho para llegar a una propuesta,
acostumbrados a regirnos por los tiempos del poder, pensamos que el tiempo
no nos pertenece, que está sobredeterminado por los conflictos,
la agenda y la geografía de los señores del dinero y sus
palafreneros (por lo menos así se ven ellos): la clase política.
La Sexta es una propuesta político-organizativa. Y, como tal,
representa una apuesta política que en su diseño, elaboración
y ejecución requiere de una visión más o menos precisa
de qué se pone en riesgo, quiénes son los interpelados,
cuál es el marco general de referencia, con qué tiempos
y en qué espacios. Desgraciadamente la impaciencia por el éxito
y la eficacia no tan sólo buscan determinar las relaciones sociales
de dominio sino que también influyen, muchas veces, en la visión
de los que luchan en contra de ese dominio. La política de los
de abajo necesita romper con esa impaciencia y con esas cargas ideológicas.
La política de los de abajo requiere de su tiempo y su espacio.
La Sexta refleja la maestría que significa poner el tiempo del
lado de los trabajadores del campo y la ciudad. ¿Por qué no
antes? Porque no se podía. ¿Por qué no después?
Porque no se debía.
Una cuestión similar acontece con el problema del espacio. El
EZLN siempre se ha movido en los tres planos del espacio de la política:
lo local, lo nacional y lo internacional. Algunas veces como planos diferenciados,
otras como la combinación de dos de ellos y otras combinando todos
los planos. Y siendo indudable, como ellos mismos lo señalan en
la Sexta, que la cuestión indígena (la lucha por los derechos
de los pueblos indios) fue el hilo conductor de lo fundamental de su
política, ellos nunca renunciaron a contar con una propuesta nacional
más allá de los pueblos indios. En la sexta, los tres planos
del espacio de la confrontación con el poder del dinero se ubican
como los lugares de actuación.
El arte de la política es dominar el tiempo y el espacio. Y lograr
esto muchas veces significa ceder espacio para ganar tiempo, o ceder
tiempo para ganar espacio, o ceder tiempo y espacio para ganar más
tiempo y más espacio, o no ceder nada para ganar…
El lenguaje de la Sexta
La forma de la Declaración me parece inmejorable. A mí me
recuerda mucho la primera. No quiero decir con esto que las otras Declaraciones
no sean muy importantes, lo que me interesa subrayar es que el tono me
parece más cercano. Refleja de una manera nítida (me parece)
la discusión que tuvieron las comunidades indígenas de
Chiapas y da la impresión de estar escuchando las discusiones
que tuvieron y las conclusiones a las que llegaron. Eso dicho de otra
manera hubiera sido mucho menos impactante y mucho menos profundo. Entonces,
aunque en la Declaración se señala el salto hacia adelante
que propone dar el EZLN al dirigirse ahora a los trabajadores del campo
y la ciudad en su conjunto y trabajar para su organización, lo
hace desde los modos y el lenguaje de las comunidades indígenas
zapatistas. De esta manera la visión del mundo, de México,
de lo que se proponen hacer cobra una fuerza mucho más grande
y significativa. Una vez más no se trata de una proclama, de las
típicas en la historia de la izquierda mexicana, sino que lo que
se nos ofrece es una experiencia y, producto de ésta, una propuesta
donde nos dan a conocer su visión de la vida y de la lucha, lo
cual permite que la riqueza del contenido sea acompañado de un
lenguaje fresco y vital.
Por otro lado, el tono de la Declaración permite que la comprensión
de lo que ahí se plantea sea más fácil. Atrás
de la Sexta se encuentra lo que Adolfo Gilly ha señalado en otras
ocasiones: la fusión entre la razón y la ira. Pero lograrlo
es una verdadera creación. Cuando la razón no se encuentra
con la ira de los desposeídos, normalmente se vuelve fría
e insustancial. Cuando la ira se presenta sin la razón, normalmente
es estéril y vana. Razón e ira son los dos elementos de
la Sexta.
Efectivamente, como dijo nuestra compañera, Eugenia Gutiérrez,
en una reunión de la revista Rebeldía, se trata de un nuevo
Ya Basta. Pero al retomar las demandas originales de la Primera y al
señalar la voluntad de construir una fuerza de la mera izquierda
basada en los trabajadores del campo y la ciudad, este Ya Basta es más
grande y más audaz y, desde luego, no exento de riesgos.
Las partes de un todo
Un texto de esta naturaleza debía de iniciar con dos definiciones: “De
lo que somos”, “De dónde estamos ahora”. Estos
dos apartados no buscan fundamentalmente recordar diversas fases de lo
que ha sido la política del EZLN sino algo más profundo:
la decisión de lucha del zapatismo, su capacidad para saber escuchar,
su voluntad de cambiar las relaciones de dominio que oprimen a nuestro
pueblo, la búsqueda de abrir espacios para la reorganización
del antagonismo social, la vocación de no rendirse frente a la
ofensiva arrasadora del capital (lo cual permitió, para una parte
de la generación del 68 —por lo menos ese es mi caso—,
contar con una especie de pulmón artificial cuando pensábamos
que todo estaba perdido; y para una nueva generación que, sin
haber sufrido las derrotas de la lucha socialista, en medio del mayor
escepticismo, encontrara otra forma de hacer y entender la política),
la voluntad por hacer renacer la esperanza. Ese largo camino (sin hablar
del anterior, el más duro, el que solamente les pertenece a ellos)
tuvo la virtud de convertirse en el camino para muchos otros. Eso es,
creo yo, el significado profundo de los dos primeros apartados.
Sobre la tercera parte, yo creo que representa una conclusión
de lo que ha sido la experiencia práctica del zapatismo. La forma
de ver al mundo refleja la capacidad para entender una serie de cambios
que se han realizado en los últimos 20 años. En un artículo
publicado en el periódico La Jornada, Emmanuel Wallerstein plantea
lo siguiente: “Desde 1994 la rebelión zapatista en Chiapas
ha sido el movimiento social más importante del mundo, el barómetro
y el disparador de otros movimientos antisistémicos por todo el
planeta”. Para luego plantearse una pregunta: “¿Cómo
puede ser que un pequeño movimiento de indígenas mayas
en una de las regiones más pobres de México pueda desempeñar
un papel tan importante?” Efectivamente, responder esta pregunta
es un reto. Paradójicamente, en los análisis críticos
y en algunas ocasiones hostiles que se han realizado sobre la Sexta,
de alguna manera, se contesta esta pregunta sin buscar contestarla. Desde
aquellos que le reclaman al zapatismo su vuelta al lenguaje “duro” de
la izquierda o la vuelta a “las viejas teorías de la lucha
de clases” y por lo tanto el abandono de la pequeña lucha
por “el empoderamiento local basado en la sustentabilidad y en
la agroecología” hasta los que de plano dicen que al zapatismo
nunca le interesó el movimiento indígena o que jamás
elaboró una teoría sobre este movimiento.
Aquí parece que existe un problema de los que elaboran la interpretación. ¿Cómo
fue posible que el EZLN lograra ganar un consenso sobre la forma de construir
una propuesta constituyente y soberana para los pueblos indios de México? ¿Cómo
fue posible que un grupo de nostálgicos de izquierda lograran
un consenso entre cientos de comunidades indígenas para que se
construyera una autonomía cercada por decenas de miles de soldados
y combatida por todos los medios posibles? ¿Cómo fue posible
que el mensaje zapatista tuviera el eco internacional que ha conquistado?
Por eso los mismos que están elaborado esta crítica, en
otros momentos ya habían tratado de cuestionar el carácter
indígena de los zapatistas. La razón es simple. Para estos
compañeros el movimiento indígena es autogestionario pero
siempre necesitará a un intelectual que lo interprete, que decida
quién sí es verdaderamente indígena y quién
no, desde luego un intelectual que no viva con ellos, que vaya de vez
en cuando a la comunidad, que escriba muchos libros sobre sus pláticas
con los comuneros y que forme muchas onG´s que consigan recursos
financieros para las comunidades y para sus investigaciones.
Una de las características que bajo esta concepción se
le pone al movimiento indígena es que no se metan en política
nacional. Para la política nacional están los partidos
políticos, que son malos pero necesarios. Bajo esta ideología
de la reservación, el movimiento indígena debe ser local
y punto.
Pero el EZLN nunca ha engañado a nadie. Desde el inicio ha sido
claro su planteamiento. Se trata de un movimiento político-social
que está basado (y creo estará basado siempre) en las comunidades
indígenas en los altos, el norte y la selva de Chiapas; que lucha
en contra del desprecio, la discriminación, la violencia, el despojo
y la explotación de los pueblos indios de México; que en
su apellido lleva una parte significativa de su definición (de
Liberación Nacional); que tomaron las armas y se constituyeron
en un ejército rebelde para luchar en contra del neoliberalismo,
pero también para ser escuchados por los otros sectores de la
sociedad, incluida una izquierda que había sido incapaz (en términos
mayoritarios) de sobrevivir a la oleada cardenista y había entregado
sus banderas a cambio de un cierto estatus social, una izquierda que
seguía esperando a una clase obrera ideal vestida de overol, como
se espera a Godot en la famosa obra de teatro de Samuel Beckett, sin
percatarse de que Godot había llegado vestido de indígena
maya; una organización que no busca la toma del poder sino combatir
todas las formas de poder y en especial aquella, la más despreciable
de todas, la del poder del dinero. Sin duda se trata de un resumen demasiado
apretado y sin duda esquemático, pero nadie puede llamarse a engaño,
el zapatismo siempre ha sido claro.
Otra de las definiciones del zapatismo ha sido el ubicarse en la izquierda.
Desde luego esa ubicación ha sido conflictiva, tanto para el zapatismo
como para el resto de la izquierda. El EZLN representa tres aspectos
en lo que tiene que ver con el pensamiento de izquierda: continuidad,
negación y superación. Se trata de términos paradójicos
entre sí y sin embargo tienen una gran utilidad para tratar de
aproximarnos a la lucha de los pueblos de los altos, el norte y la selva
de Chiapas.
Continuidad, negación y superación de lo que eran las viejas
formas de entender el mundo en el pensamiento de izquierda. Continuidad
en el terreno de comprender el significado de la explotación y
del capitalismo como tal. Negación en tanto rompen con la vieja
visión de la izquierda la cual a pesar de sus declaraciones de
fe internacionalistas siempre ubicó el terreno de su análisis
y de su acción práctica en el espacio del Estado-Nación,
de la clase obrera nacional y del partido revolucionario nacional. Superación
al explicar de manera sencilla la forma que ha adquirido la fase actual
del capitalismo y la necesidad de contar con nuevas herramientas de análisis
para comprender las actuales tendencias de ese sistema. De esta manera,
la globalización no es la simultaneidad de la informática
o de las innovaciones tecnológicas, sino que tiene apellido y
ese apellido es un adjetivo que califica y determina a la globalización:
el neoliberalismo. Aquí no se trata de buscar las cosas buenas
del neoliberalismo (ese es el error de teóricos emborrachados
por la modernidad como Toni Negri), sino ubicar la esencia del mismo
como un sistema de depredación y muerte (lo cual tampoco significa
suspirar por un pasado lleno de horrores del mismo capitalismo). Para
volver al aspecto de la continuidad al señalar que paralelamente
a la globalización neoliberal se ha estado generando la otra globalización,
la de la Rebeldía. Eso tiene que ver con un viejo principio emancipador
de que, desde el inicio de su historia, el capitalismo ha generado su
antagonista. La diferencia, y aquí está otro aspecto de
superación, es que la Rebeldía no es únicamente
producto de la globalización neoliberal sino también de
la asunción de la ética como un aspecto definitorio del
quehacer político, lo cual no existía en otras épocas
en las que no se entendía que muchas veces la gente se rebela
no únicamente como producto de su situación material de
vida, sino también por la agresión a la forma de organizar
su vida y sus relaciones, la destrucción de su economía
moral donde lo que se destruye es una racionalidad diferente, una sociedad
armoniosa donde no sólo se producen materias primas sino, antes
que nada, relaciones más justas y libres. Y, desde luego, el aspecto
más fuerte de negación y superación al ponerse por
fuera de la estatalidad, tanto en lo que tiene que ver con la visión
típica que espera que todo venga desde arriba y por lo tanto,
de lo único que se trata es de ejercer cierta presión para
que eso suceda, como con los que buscan ocupar el aparato de Estado para
desde ahí realizar los cambios en la sociedad. Al trasladar la
espacialidad de la lucha de los de abajo del Estado hacia la sociedad
el resultado es, por decirlo suavemente, un auténtico reto para
las teorías emancipatorias. La gramática de la rebeldía
zapatista es diferente de otras gramáticas, sin embargo, lo novedoso
es que se trata de una gramática que, al no tener muchas reglas
que encorseten su libertad, busca ir al encuentro con las otras gramáticas,
entre otras las de la izquierda tradicional.
Sobre la parte cuatro. Se aplica lo que he señalado en la parte
anterior, pero se agregan otras cosas. En el discurso zapatista la cuestión
de la Patria siempre ha sido muy importante, pero ahora cobra un relieve
mayor. La Patria ha sido arrasada, el neoliberalismo no es simplemente
un modelo económico, sino un mecanismo letal para destruir los
lazos identitarios de una Nación. La Patria, concepto que viene
de las primeras revoluciones sociales —las cuales, en un exceso,
fueron caracterizadas como burguesas por la manera en que concluyeron,
pero que fueron auténticas expresiones de energía popular
acumulada en la búsqueda de poner el devenir de una sociedad bajo
control de la misma—, cobra ahora, para países como el nuestro,
una importancia vital. La diferencia es que antes se buscaba a la burguesía
para que encabezara esa lucha y ahora la burguesía nacional no
existe y por lo tanto la defensa de la Patria es una tarea para los de
abajo, para los trabajadores del campo y la ciudad. La descripción
que se hace en la Sexta de cómo se ha desarticulado a la Patria
se ubica en función de los sujetos sociales de la misma: los trabajadores,
los campesinos, los indígenas, los jóvenes, los homosexuales,
etcétera. El proceso de destrucción de la Patria no se
ubica únicamente en función de las privatizaciones económicas,
sino también en función de la búsqueda por eliminar
todas las identidades sociales, colectivas, comunitarias, entre otras,
la cultura. En esa dinámica, el instrumento para realizar ese
proceso de destrucción ha sido la clase política, nada
más que, como sucede casi siempre, las mismas fuerzas que ellos
instrumentaron por una serie de actos de sumisión frente al verdadero
poder, ahora se vuelven contra ellos mismos. Aprendices de brujos, hoy
la patria está en peligro, pero la clase política en sí misma
lleva en la frente el sello de la crisis, la ilegitimidad y la muerte.
En el apartado cinco, el EZLN se dirige como nunca antes a realizar un
diálogo con los movimientos sociales que hoy resisten en el mundo
y en México. Pero con una serie de planteamientos nuevos. No dividen
al mundo, como antes se hacia, entre, por un lado, el norte explotador
de los países metropolitanos, el sur explotado que luchaba de
diversas maneras contra el imperialismo, y los países socialistas
que eran los buenos. La nueva geografía del mundo se ha simplificado:
lo que en otro texto han bautizado como el norte social y el sur social.
Y entonces es fundamental destacar la lucha del pueblo cubano por no
dejarse avasallar por el Imperio, pero también es indispensable
señalar que no se confunde gobierno y sociedad en el seno del
Imperio o de los imperios. Que es necesario dirigirse al pueblo norteamericano
o al europeo, no como simples apoyadores de las causas rebeldes de los
países antes llamados subdesarrollados, sino como sujetos sociales
que luchan en contra de las relaciones de explotación, despojo,
desprecio y represión que sus gobiernos y los dueños del
dinero mundial llevan a cabo en contra del sur social, en el cual están
incluidos. Se trata de ubicar una relación de igualdad dentro
de la diferencia en los mecanismos de lucha. Se trata de ubicar la importancia
de estos compañeros. Y en el caso de los países como el
nuestro se trata de destacar a aquellos que están luchando y resistiendo
y creando nuevas formas de rebeldía que no tienen paralelo en
la historia reciente.
Sobre la sexta parte, o sea la mera Sexta declaración, al plantearse
el cómo, el texto adquiere su mayor fuerza. Primero cuando se
ubica la lucha zapatista como la que busca llevar a cabo un gran giro
que rompa con la visión instrumentalista, tan cara a la izquierda
latinoamericana: no se trata de ver al resto de los movimientos y luchas
como simplemente solidarios con el zapatismo. Ofrecer maíz a los
cubanos o a los bolivianos, o artesanías y pozol a los europeos
implica la idea de que es posible construir otro mundo, no que otro mundo
es posible como algo que es ubicado en un futuro incierto, sino que es
posible construirlo desde ya y que ese otro mundo se logrará si
se respetan las diferencias y si se crea un pie de igualdad entre todos.
Que no se camina para hacer encuentros para que se luzcan los que más
saben (¿) sino para que se encuentren los que están resistiendo,
intercambien experiencias, donde no haya modelos, pero al mismo tiempo
se vaya creando el sedimento que permita la ejecución de la sinfonía
de los pueblos del mundo. Y en el caso de México, al ubicar la
forma de buscar construir una metodología de trabajo de abajo,
por abajo y para abajo, con la mera izquierda. Pero ahora no se trata
de abrir espacios sin horizonte para todos, sino con la firme convicción
de que todos están incluidos no sólo en la movilización
sino en el objetivo común a definir por todos.
Finalmente, pero no por poco importante, se encuentra lo fundamental.
La Sexta declaración promueve un método para generar un
proceso de conformación de una nueva fuerza política: “la
mera izquierda”; un programa de lucha; y la necesidad de trabajar
por una nueva Constitución. Una vez más nos encontramos
con uno de los aspectos centrales de la práctica y el pensamiento
zapatista. Se pudo hacer una proclama y formular un programa terminado
al que se llamara simplemente a adherirse. Al buscar que se suscriba
la Sexta lo que se promueve es un camino para concretar un tiempo y un
espacio propios. Un camino para caminar juntos un programa de lucha,
una forma de organización y una búsqueda por cambiar el
país y el mundo. No se trata de elaborar un programa que signifique
la suma de todo lo que un grupo de individuos crea que sea mejor para
las masas. De lo que se trata es de construir el espacio para que de
manera individual y colectiva se vaya construyendo una propuesta radical
para transformar las relaciones de explotación y de dominio. No
será un programa que sirva para negociar con el poder lo que nos
pueda otorgar, sino un mecanismo de organización propio. Porque
cuando la población decide las razones para luchar, entonces existe
la convicción suficiente de luchar por esas razones. Los 11 puntos
originales del zapatismo no eran una serie de demandas sumadas entre
sí sino el resultado del intercambio de las comunidades indígenas
zapatistas. La fuerza de esos 11 puntos originales residía no únicamente
en su validez como un conjunto coherente y efectivo sino que eran el
resultado de la experiencia de pueblos enteros. Por eso, después
de más de 11 años de su aparición por medio de la
insurrección, después de más de 11 años de
hostigamiento militar y paramilitar, después de soportar las mentiras
de la clase política, en especial de aquellos que dijeron que
nunca traicionarían la causa indígena, después de
emboscadas y traiciones, después de que de manera recurrente los
medios los han dado por muertos, esas comunidades zapatistas siguen manteniendo
sus puntos iniciales y lo siguen defendiendo sin importar los sacrificios
que eso ha implicado. Un programa cobra su validez cuando es la encarnación
de un sujeto, de un pueblo, de una comunidad, de muchos sujetos, pueblos
y comunidades. Entonces se convierte en algo más que palabras
ensambladas y se transforma en su razón de ser, en una fuerza
que expresa energía humana, la más importante de todas
las energías, por lo menos en el terreno de la sociedad. El problema
no es si algún grupo de izquierda asume el punto de la nueva Constitución
como una parte esencial de la estrategia. El verdadero reto es cuando
millones de trabajadores del campo y la ciudad entienden que es indispensable
volver a organizar desde sus cimientos al país y al mundo. El
camino es más largo y sinuoso, el otro, el de las pequeñas
vanguardias, es más corto y aparentemente más luminoso;
pero después de muchos años de lucha emancipatoria es necesario
señalar que ni siquiera la felicidad se impone.
La idea es construir un gran movimiento social y político que
tenga una característica doble: que sea constituyente y soberano.
Constituyente porque implica la creación de relaciones sociales
nuevas, entre otras las relaciones sociales que permitan su construcción,
pero también las que permitan conjuntar, que no negar, sus diferencias
y desde luego porque busca reconstruir el país y el mundo desde
abajo. Soberano porque nadie decidirá por él.
Posdata:
El Subcomandante Insurgente Marcos ha enviado un nuevo comunicado titulado: “Un
pingüino en la Selva Lacandona”, que también se hubiera
podido llamar: “¿A quién tenemos que pedir permiso?”.
Parece que la Sexta Declaración de la Selva Lacandona causó malestar
entre algunos que consideran que el EZLN no debe salir de la selva sino
es de acuerdo al calendario y la agenda que el poder ha diseñado,
es decir a apoyar al candidato del “centro democrático”.
¿Quién está en condiciones de otorgar los permisos? ¿Los
que consideran que la explotación, el despojo, el desprecio y la represión
no son temas adecuados para los indígenas?
Pero resulta que la explotación, el despojo, el desprecio y la
represión la sufren los pueblos indios de México, quizá como
nadie en este país. ¿Los productores de café no
son explotados? ¿Los indígenas que no les queda otro camino
que irse a trabajar a los Estados Unidos no son explotados, despreciados
y reprimidos? ¿Y no fueron víctimas del despojo con las
modificaciones al artículo 27 Constitucional?
Entonces parece lo más natural que esos pueblos indios (sin cuya
insurrección —por cierto— no existiría el IFE
ciudadanizado, o las diversas reformas electorales, entre muchas otras
cosas) busquen a los trabajadores del campo y la ciudad de México
y el mundo, se dirijan a ellos y les propongan caminar juntos para construir
un camino propio, autónomo, otro.
En 1994, los zapatistas interpelaron a la sociedad y preguntaron: “¿Quién
tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo?” Hoy
podrían formular una nueva pregunta: ¿Quién tiene
que pedir permiso y quién puede otorgarlo?
El CCRI-CG del EZLN le pidió permiso a los pueblos zapatistas
y ellos respondieron positivamente. Lo que sigue es comenzar a andar
el camino y ver si los trabajadores del campo y la ciudad de México
y el mundo están dispuestos a construir esa otra cosa.
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