Soledad Gallego-Díaz
El futuro del periodismo
 (Página Abierta, 231, marzo-abril de 2014).

 

Este texto es una parte de la conferencia pronunciada en la inauguración del 26º curso de la Escuela de Periodismo EL PAÍS-UAM, el 15 de marzo de 2012, con el título “Si te van a matar, no te suicides”.

Cuando miremos para atrás dentro de unos años, cuando miren ustedes para atrás, se darán cuenta de que, antes que nada, esta fue una época apasionante para el periodismo. Una época de auténtica conmoción, que ustedes tuvieron la oportunidad de presenciar en primera fila; mejor todavía, la oportunidad de ser los protagonistas […].

Obviamente, esta transformación no se limita a la aparición de nuevas herramientas. Sería demasiado simple. Es mucho más. Lleva aparejada también un profundo cambio del modelo de la empresa periodística, que es ya una empresa de comunicación y, si me apuran, de telecomunicación, un cambio del modelo de negocio, y, consecuentemente, de las formas de trabajar; una revolución, incluso, de conceptos que parecían inconmovibles y que han saltado por los aires. En algunos casos, ya se observan los fundamentos de la nueva obra que se está levantando. Pero en otros, nadie sabe todavía cómo proseguir ni en qué acabará el nuevo edificio.

Lo que los periodistas hemos constatado siempre es que en todos los periodos de cambios radicales, en todas las transformaciones tan brutales como esta a la que estamos asistiendo, suele haber muertos. Decenas de muertos por el camino. Y la pregunta que nos hacemos no es cuántos periodistas quedarán en el camino (que son muchos), sino si el propio periodismo será una de esas víctimas, porque las transformaciones le lleven a ser engullido por esa cosa mucho más extensa, y muy diferente, que es la comunicación. […]

Esto va muy deprisa, evoluciona rápido y de manera impredecible (casi como la Unión Europea, diría yo) y la capacidad de influir que tenemos los periodistas en esta vertiginosa transformación parece estar cada día, cada minuto, más en declive. Nuestro papel en el debate es cada vez menor, y ese es un dato relevante. […]

Les voy a explicar las muy variadas posibilidades que tenemos los periodistas de suicidarnos […]. 

a) Una manera de suicidarse es creer que el periodismo es «nuestro», de una generación determinada de periodistas, que nos hemos convertido en sus guardianes, en los guardianes de sus esencias y que somos los únicos con derecho o autoridad para ejercer su control. Esa es una idea bastante letal y funesta, porque lleva a no aceptar cambios, a negarse a ver las nuevas realidades y, sobre todo, porque impide precisamente lo que más necesitamos, un debate abierto entre periodistas de todas las generaciones y de todos los distintos medios, que nos permita recuperar influencia como profesionales.

Creer que hay un grupo que debe proteger al periodismo de los cambios o de nuevas influencias es absurdo. Nos suicidaremos si, entre todos, no favorecemos el debate y el análisis de esas nuevas transformaciones, muchas de ellas imprescindibles, pero algunas de ellas absolutamente contraproducentes.

Hay que hablar sobre los beneficios de la rapidez, de la conectividad, de la interrelación con los ciudadanos, pero también de sus inconvenientes, de sus peligros, de lo que favorece y de lo que perjudica al trabajo periodístico.

Las utopías regresivas no valen de nada. Pero tampoco hay que tener miedo a decir qué cambios creemos que perjudican el trabajo periodístico.

Por ejemplo, yo creo que uno de esos cambios que perjudica es creer que la conversación con los lectores, la intercomunicación, puede sustituir a la indagación de los hechos; que, como veremos más adelante, para mí es la esencia de este oficio.

b) El problema no es si sigue existiendo el periódico en papel o en la tableta. El problema radica en qué es el periodismo en esta nueva época, cómo le afectan esas nuevas herramientas y si esas herramientas y nuevos procesos pueden deteriorar, o romper incluso, las reglas básicas de nuestra profesión.

Y merece la pena también plantearse si sigue existiendo el concepto mismo de periódico. Que como su nombre indica, no está relacionado con la instantaneidad sino con la periodicidad, con la fijación de agendas y con la valoración propia, e interpretación, de un momento fijo. […]

c) Otro modo de suicidarse es confundir periodismo y comunicación. Cuanto más sé del mundo de la comunicación, más exigente me vuelvo con el mundo del periodismo. ¿Todo es periodismo? Desde luego que no. Quizás todo es comunicación, pero el periodismo tiene reglas, normas y objetivos determinados.

Uno de los mayores peligros de esta apasionante etapa es que se confundan las dos cosas, que la formidable fortaleza y expansión de la comunicación asfixie al periodismo y a sus reglas, como algo antiguo e innecesario.

El peligro es que vayamos olvidándonos de esas reglas porque las nuevas herramientas presionen tan fuertemente sobre ellas que no seamos capaces de defenderlas. […]

¿Qué reglas son esas? Las que elaboraron Kovach y Rosenstiel en su libro Los elementos del periodismo son un buen resumen […]: «La primera obligación de un periodista es la verdad. Debe lealtad ante todo a los ciudadanos. Su esencia es la disciplina de la verificación. Debe mantener la independencia con respecto a aquellos a quienes informa (y con respecto a sus fuentes, diría yo). Debe ejercer un control independiente del poder...».

También puede ser una buena regla para los periodistas no pensar nunca en «usuarios», sino en lectores, oyentes, televidentes, que es algo más personalizado. Es como cuando los médicos hablan de «clientes» en lugar de «pacientes». La confianza en el médico sufre un bajón muy explicable.

Con «usuarios» se consigue, sin duda, mucha audiencia. Pero con «lectores, oyentes y televidentes» se consigue influencia, que es algo a lo que debe aspirar el periodismo.

La influencia del periodismo se basa en su capacidad para imponer agendas públicas, agendas relacionadas con el interés público (del que hablaré más adelante). Algo realmente difícil en la actualidad, debido a la enorme fragmentación de los medios en los que los ciudadanos buscan su información, pero que debe seguir siendo uno de los grandes objetivos del periodismo. Influir es decir explícitamente las cosas sobre las que creemos que hay que hablar colectivamente.

Esas agendas públicas son también las que marcan las diferencias con la prensa amarilla o sensacionalista, porque ese tipo de medios lo que quiere es imponer una propia como si fuera pública. El ejemplo más claro son los sucesos puestos en primera página. Si aparecen en la sección de sucesos, invitan a la reflexión sobre la insondable condición del ser humano. Si aparecen en la primera página, exigen declaraciones sobre la pena capital, la cadena perpetua o la reforma de incontables leyes (sobre todo, si afectan a los menores).

Las agendas públicas que el periodismo quiere imponer tampoco tienen nada que ver con los trending topics (1), que son otra cosa. De hecho, los trending topics que han batido récords de cientos de millones de citas, como la muerte de Michel Jackson o los papeles de Wikileaks, no son consecuencia de una voluntad de fijar agendas. La muerte de Jackson fue un hecho que marcó la agenda por sí mismo. Y los wikileaks fueron una agenda marcada por otros medios de comunicación, no en Twitter o Facebook, que se limitaron más bien a rebotarlo o glosarlo.

d) Me gustaría también recordar las recomendaciones de Albert Camus a los periodistas. Sus reglas. Eran estas: «Reconocer el totalitarismo y denunciarlo. No mentir y saber confesar lo que se ignora. Negarse a cualquier clase de despotismo, incluso provisional». […]

Precisamente, es muy fácil caer en ese descrédito si los periodistas no creemos que existe la verdad. Una verdad de los hechos que queremos y debemos contar. Quieren convencernos de que no existe la verdad. Pero existe, claro que existe. No se trata de verdades filosóficas, ni religiosas, ni judiciales, sino de la verdad relacionada con los hechos.

Es esa verdad la que ayuda al sostenimiento de la democracia, porque le da al ciudadano instrumentos para llegar a sus propias conclusiones. Que les proporciona conocimientos necesarios para ser más autónomos.

Los periodistas que no creen en esa verdad no creen en ellos mismos y, además, han perdido algo fundamental: la lealtad al ciudadano, de la que hablaba Kovach.

El descrédito del periodismo viene cada vez más unido del descrédito de la democracia y entraña los mismos peligros. Los periodistas hemos sido, y somos, responsables de buena parte de ese descrédito, hemos ayudado a esa pérdida de reputación, porque no cumplimos con nuestras obligaciones.

Somos responsables, porque nos falta independencia, porque no cumplimos con la obligada verificación, ni con la obligación de controlar los poderes. Porque no creamos los foros de discusión crítica, que deberíamos promover. Porque, como denunciaba Camus, ejercemos el despotismo, amigándonos con las fuentes. […]

Por ejemplo, me preocupa que ahora el periodismo de investigación, el periodismo de calidad, esté siendo financiado en Estados Unidos, sobre todo, por fundaciones sin ánimo de lucro, porque eso quiere decir que las grandes empresas periodísticas norteamericanas ya no se lucran del periodismo de calidad y de investigación. Y eso me parece peligroso.

Peligroso que desaparezca el papel de la empresa como impulsora del periodismo de calidad. Si el periodismo de investigación tiene que depender de la filantropía, malo. Malo también que se confíe e impulse exclusivamente el periodismo público, el periodismo amateur, como si pudiera sustituir al profesional.

Porque si para saber qué sucede en Homs basta Twitter, Facebook o los blogs de quienes viven en la ciudad, ¿por qué fue allí y por qué murió Marie Colvin? (2) […]

Yo no creo que su trabajo en Homs pudiera haberse hecho mirando los twitters desde París o leyendo los blogs desde Nueva York. Colvin fue a Homs porque su testimonio era importante. Ella trabajaba con unas reglas y buscaba la verdad de los hechos. Indagaba la verdad de los hechos.

e) Otra manera de suicidarnos es rendirse a la prisa. […] Pero una cosa es trabajar con prisas, y otra suprimir completamente el contexto de los hechos para ganar tiempo. La instantaneidad es un fenómeno formidable, pero no debe suplir a la obligación de proporcionar ese contexto.

Por eso creo que necesitamos los periódicos, sean en papel o en tabletas. Un periódico es una publicación que transmite hechos, contextos, análisis y opinión al respecto de esos hechos en un momento concreto. Además genera un espacio público de discusión, de discusión política, no de comunicación.

Para eso hace falta tiempo. Para hacer un periodismo molesto. […]

f) La peor manera de suicidarse es dejar de indagar los hechos y limitarse a vocear las distintas versiones. Eso no es periodismo. Volvemos a la comunicación, que consiste en compartir mensajes, y no en averiguar qué tienen de cierto.

Periodismo, insistamos, es indagar en hechos, acontecimientos que tienen interés público y hacerlo respetando unas reglas.

¿Qué es de interés público?, se preguntan algunos. Desde luego, no lo que más interesa al público, sino algo muy distinto.

La definición más clara que he encontrado es la que proporciona el Código de Práctica de la Press Complain Commission, del Reino Unido. Dice así: «Es de interés público detectar y exponer delitos o graves fechorías. Detectar o exponer una seria conducta antisocial. Proteger la seguridad y la salud pública. Evitar que los ciudadanos sean confundidos por declaraciones o hechos de un individuo» (especialmente si su conducta no se ajusta a lo que predica).

Los periodistas deben creerse estas reglas y estos objetivos porque es lo que da sentido a su trabajo. El gran periodista polaco Kapuchinsky decía que este no es un oficio para cínicos. […]

Los periodistas mexicanos que arriesgan su vida analizando lo que sucede en su país, y que merecen toda nuestra admiración, son sense makers [contextualizadores]. No importa cómo se les llame siempre que no se confunda qué hacen. En el fondo, lo que importa es el emocionante texto que hicieron público algunos periodistas guatemaltecos, quizás los más amenazados del mundo: «Nadie dijo que fuera fácil para los periodistas perder el miedo ante los poderosos. Pero ¿para qué sirve el periodismo, si no es para que el resto de la sociedad tenga información con la que enfrentar esos miedos?».

El periodismo de indagación sigue siendo un trabajo importante para la sociedad. Exige contexto, credibilidad, testimonio, verificación. Todas esas técnicas exigen un cierto tiempo y no deben abandonarse por ninguna circunstancia. […]

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(1) Un trending topic (recomendado en español: tendencia o tema del momento) es una de las palabras o frases más repetidas en un momento concreto en Twitter (N. de la R. de Página Abierta).
(2) Marie Colvin fue una reportera de guerra estadounidense que trabajó durante 25 años para el diario británico Sunday Times. Mientras cubría la guerra civil de Sri Lanka perdió el ojo izquierdo a causa de una granada. En 2012 fue asesinada en la ciudad de Homs, desde donde informaba de la guerra civil siria. Tenía 56 años. (N. de la R. de Página Abierta).