Uri Avineri
De una vez por todas
(Publicado en Gush Shalom el 26 de julio de 2014; eldiario.es, 27 de
julio de 2014, Traducción del inglés: Fátima Hernández Lamela).

En esta guerra, ambos bandos tienen el mismo objetivo: poner fin a la situación que existía antes de que empezara.

¡De una vez por todas!

Poner fin al lanzamiento de cohetes contra Israel desde la Franja de Gaza, ¡de una vez por todas!

Poner fin al bloqueo de la Franja de Gaza por parte de Israel y de Egipto, ¡de una vez por todas!

Así que ¿por qué no se reúnen los dos bandos sin intromisión extranjera y se ponen de acuerdo entre ellos?

No pueden hacer eso porque no se hablan entre ellos. Pueden matarse entre ellos pero no pueden hablar entre sí. Dios no lo quiera.

Esto no es una guerra contra el terrorismo. La guerra en sí misma es un acto terrorista.

Ninguno de los bandos tiene otra estrategia mas que la de aterrorizar a la población civil del otro bando.

Las organizaciones de lucha palestinas de Gaza intentan imponer su voluntad mediante el lanzamiento de cohetes contra ciudades y pueblos israelíes, con la esperanza de que esto rompa la moral de la población y la obligue a poner fin al bloqueo que convierte a la Franja de Gaza en una “prisión al aire libre”.

El ejército israelí está bombardeando a la población de la Franja de Gaza y destruyendo barrios enteros con la esperanza de que los habitantes (los que sobreviven) se deshagan del liderazgo de Hamás.

Ambas esperanzas son, por supuesto, estúpidas. La historia ha demostrado una y otra vez que aterrorizar a una población hace que ésta respalde a sus líderes y odie al enemigo aún más. Eso es lo que está sucediendo ahora mismo en ambos bandos.

Cuando hablamos de los dos bandos de una guerra, difícilmente se puede evitar dar la impresión de simetría. Pero esta guerra está lejos de ser simétrica.

Israel tiene una maquinaria militar de las mayores y más eficientes del mundo. Hamás y sus aliados locales ascienden a unos pocos miles de combatientes, como mucho.

La analogía más cercana que podemos encontrar es la mítica historia de David y Goliat. Pero esta vez nosotros somos Goliat y ellos David.

En general, malentendemos la historia. Es cierto que Goliat era un gigante y David un pequeño pastor, pero Goliat estaba armado con armas anticuadas (armadura pesada, espada y escudo) y apenas podía moverse, mientras que David tenía un arma sorpresa de nueva invención, la honda, con la que podía matar a distancia.

Hamás esperaba lograr lo mismo con sus cohetes, cuyo alcance fue una sorpresa. También con el número y la eficacia de sus túneles, que se adentran en Israel. Sin embargo, esta vez Goliat también ha sido muy ingenioso, y las baterías de misiles de la Cúpula de Hierro interceptan prácticamente todos los cohetes que podrían haber dañado a los núcleos de población, incluyendo a mi barrio de Tel Aviv.

Por ahora sabemos que ninguno de los bandos puede forzar al otro bando a rendirse. Es un empate. Entonces, ¿por qué seguir matando y destruyendo?

Ah, ahí está el problema. No podemos hablar entre nosotros. Necesitamos intermediarios.

Esta semana, una caricatura en Haaretz muestra a Israel y a Hamás luchando, y a un montón de mediadores bailando en círculo alrededor de ellos.

Todos quieren mediar. Están luchando entre ellos porque cada uno quiere mediar, a ser posible en solitario. Egipto, Catar, Estados Unidos, la ONU, Turquía, Mahmoud Abbas, Tony Blair y varios más. Mediadores en cantidad. Cada uno quiere ganar algo de la miseria de la guerra.

Es un grupo penoso. La mayoría de ellos son lamentables, algunos rotundamente repugnantes.

Fijémonos en el caso de Egipto, gobernado por un dictador militar manchado de sangre que es colaborador de Israel a tiempo completo, al igual que Hosni Mubarak antes que él, sólo que más eficiente. Dado que Israel controla el resto de las fronteras terrestres y marítimas de la Franja de Gaza, la frontera con Egipto es la única salida de Gaza al mundo.

Sin embargo, Egipto, el antiguo líder del mundo árabe, es ahora un subcontratista de Israel más decidido que el propio Israel a matar de hambre a la Franja de Gaza y a matar a Hamás. La televisión egipcia está llena de “periodistas” que maldicen a los palestinos en los términos más vulgares y se postran ante su nuevo faraón. Sin embargo, Egipto insiste ahora en ser el único intermediario del alto el fuego.

El secretario general de la ONU está yendo de un lado a otro. Fue elegido por su trabajo por Estados Unidos porque no es extraordinariamente inteligente. Ahora parece una persona lamentable.

Pero no más lamentable que John Kerry, una figura patética que va de aquí para allá tratando de convencer a todos de que Estados Unidos sigue siendo una potencia mundial. Atrás han quedado los días en los que Henry Kissinger ordenaba a los líderes de Israel y de los países árabes lo que debían hacer y lo que no (especialmente diciéndoles que no hablaran entre ellos, sino únicamente con él).

¿Cuál es exactamente el papel de Mahmoud Abbas? Nominalmente, también es el presidente de la Franja de Gaza. Pero da la impresión de que trata de mediar entre el gobierno de facto de Gaza y el mundo. Él está mucho más cerca de Tel Aviv que de Gaza.

Y así la lista sigue. La figura ridícula de Tony Blair. Los ministros europeos de Asuntos Exteriores están tratando de conseguir una foto con su colega israelí neo-fascista. En general, un espectáculo repugnante.

Quiero pedirle a gritos a mi gobierno y a los líderes de Hamás: ¡Por amor de Dios, olvidaos por completo de ese grupo penoso, hablad los unos con los otros!

Las capacidades de combate de los palestinos están sorprendiendo a todos, sobre todo al ejército de Israel. En lugar de pedir un alto el fuego a estas alturas, Hamás se niega a ello hasta que se cumplan sus demandas; mientras tanto Binyamin Netanyahu parece ansioso por detener los combates antes de hundirse aún más en la ciénaga de Gaza, una pesadilla para el ejército.

La última guerra comenzó con el asesinato del comandante militar de Hamás, Ahmad al-Jaabari. Su sucesor es un viejo conocido, Mohammed Deif, a quien Israel ha intentado asesinar en varias ocasiones, lo que le causó graves lesiones. Ahora parece que es mucho más capaz que su predecesor: la red de túneles, la producción de cohetes más eficaces y combatientes mejor entrenados dan fe de que es un líder más competente.

(Esto ha sucedido antes. Asesinamos a un líder de Hizbulá, Abbas al-Musawi, y obtuvimos al más talentoso Hassan Nasralá).

Al final, se conseguirá algún tipo de alto el fuego. No será el fin de una vez por todas. Nunca lo es.

¿Qué quedará?

El odio ha crecido entre los dos bandos. Eso permanecerá.

El odio de muchos israelíes hacia los ciudadanos árabes de Israel ha crecido considerablemente, y esto no se podrá reparar durante un largo tiempo. La democracia israelí ha sufrido un duro golpe. Grupos neofascistas, antes marginales, son aceptados ahora entre los grupos mayoritarios. Algunos ministros del gabinete y miembros de la Knesset son claramente fascistas.

Ellos ahora reciben aplausos de casi todos los líderes del mundo y repiten como loros las desgastadas consignas de propaganda de Netanyahu. Pero millones de personas alrededor del mundo han visto día tras día las terribles imágenes de devastación y muerte en la Franja de Gaza. Éstas no se borrarán de sus mentes por un alto el fuego. La ya precaria posición de Israel en el mundo se hundirá aún más.

Dentro del propio Israel, la gente decente se siente cada vez más incómoda. He escuchado muchas declaraciones de gente sencilla que de repente hablan de emigrar. La atmósfera asfixiante en el interior del país, el terrible conformismo de todos nuestros medios de comunicación (con Haaretz siendo una brillante excepción), la certeza de que a la guerra le seguirá siempre otra guerra; todo esto está llevando a los jóvenes a soñar con una vida tranquila con sus familias en Los Ángeles o en Berlín.

En el mundo árabe, las consecuencias serán aún peores.

Por primera vez, casi todos los gobiernos árabes han apoyado abiertamente a Israel en la lucha contra Hamás. Para los jóvenes árabes de todo el mundo, este es un acto de vergonzosa humillación.

La Primavera Árabe fue un levantamiento contra la élite árabe corrupta, opresiva y descarada. La identificación con el sufrimiento del abandonado pueblo palestino fue una parte importante de todo esto.

Lo que ha ocurrido ahora es, desde el punto de vista de los jóvenes árabes de hoy en día, peor, mucho peor. Generales egipcios, príncipes saudíes, emires kuwaitíes y sus pares de la región se presentan desnudos y despreciables ante sus generaciones más jóvenes mientras que los combatientes de Hamás les parecen brillantes ejemplos. Por desgracia, esta reacción puede conducirnos a un islamismo incluso más radical.

Mientras estaba en una manifestación en contra de la guerra en Tel Aviv, un joven muy agradable me preguntó: “De acuerdo, en el supuesto de que esta guerra sea mala, ¿qué haría usted a las 6 de la tarde después de la guerra?” (Ese era el nombre de una famosa película soviética de la Segunda Guerra Mundial).

Bueno, para empezar yo echaría a todos los mediadores y empezaría a hablar directamente con los combatientes del otro bando.

Acordaría poner fin de inmediato al bloqueo terrestre, marítimo y aéreo de la Franja de Gaza y que se les permita a los habitantes de Gaza construir un puerto y un aeropuerto decentes. En todas las rutas debe haber controles efectivos para garantizar que no entren armas.

Le pediría a Hamás que, después de recibir garantías internacionales, eliminara en un tiempo razonable todos los cohetes y destruyera todos los túneles bajo la frontera.

Desde luego liberaría de inmediato a todos los prisioneros que habían sido puestos en libertad a cambio de la liberación del cabo Gilad Shalit y que fueron detenidos de nuevo al inicio de la crisis actual. Una obligación asumida bajo presión sigue siendo una obligación y el que un gobierno cometa engaños sigue siendo feo.

Reconocería  al Gobierno de unidad palestino y le pediría al mundo entero que lo reconociese, y no haría nada para impedir unas elecciones presidenciales y parlamentarias palestinas libres, bajo la inspección internacional. Me comprometería a respetar los resultados, fuesen los que fuesen.

Empezaría de inmediato unas negociaciones de paz sinceras con el liderazgo unificado palestino, sobre la base de la Iniciativa de Paz Árabe. Ahora que tantos gobiernos árabes apoyan a Israel, parece que existe una oportunidad única para lograr un acuerdo de paz.

En definitiva, que se ponga fin a la guerra de una vez por todas.