Waleed Saleh

Los verdaderos objetivos: desmembrar Irak
y saquear sus riquezas.
Un punto de vista árabe
(Disenso, nº 39, marzo de 2003)

Un comentarista decía lo siguiente: “Irak es un país que siempre ha despertado sueños y provocado pesadillas. En el Oriente Medio hay tres elementos que son esenciales: el agua, el petróleo y el panarabismo. El único país que reúne los tres elementos es Irak”. De hecho, en la historia moderna ningún país como Irak ha estado en el punto de mira de la comunidad internacional, especialmente de las potencias occidentales, encabezadas por EE UU.
Desde hace más de dos décadas Irak ha sido un punto rojo en el mapamundi y un tema constante en los medios de comunicación y en los discursos de los políticos en casi todo el planeta. En 1980 saltó a las primeras líneas de los noticiarios, cuando el 23 de septiembre de ese año sus tropas penetraron en territorio iraní y emprendieron una guerra cruenta que duró ocho años. Siguió de actualidad cuando el mundo occidental creyó haber encontrado a su enemigo número uno en la persona de Saddam Hussein, después de haber sido uno de sus mejores aliados en la región. En su día, Occidente hizo una gran campaña contra el régimen iraquí, al que se acusó de fabricar armas peligrosas entre ellas un supercañón. Y, por último, con la invasión de Kuwait en agosto de 1990, que trajo como consecuencia directa un enfrentamiento bélico entre Irak y casi toda la comunidad internacional.

EL CODICIADO PETRÓLEO. Geográficamente Irak ocupa un lugar estratégico y privilegiado, puesto que se encuentra en el extremo oriental del mundo árabe y limita con Irán y Turquía, dos potencias regionales y países claves de Oriente Medio. La primera riqueza nacional iraquí, el petróleo, equivale al 11% de las reservas mundiales y, según los especialistas, alcanza los 115 mil millones de barriles, detrás de Arabia Saudí, que posee 260 mil millones de barriles. Además, el petróleo iraquí es uno de los mejores y su coste de producción disen 39.pmd 01/04/2003, 8:25 11 12 DIS NSO/39 es el más bajo, puesto que no supera apenas un dólar por barril. Aparte del petróleo están las reservas de gas natural, que alcanzan los 110 billones de metros cúbicos.
Estos datos son muy importantes para entender la política exterior estadounidense y europea respecto a Irak. EE UU, que representa el 5% de la población mundial, consume el 25% del petróleo que se comercia en el mundo. Las grandes compañías petrolíferas norteamericanas no dan abasto e incumplen sus compromisos adquiridos en cuanto al suministro de petróleo a los distintos compradores. Por otro lado, los republicanos presididos por George W. Bush han llegado a un callejón sin salida en su intento de reflotar la economía del país, que sigue inmersa en la crisis, aunque han pasado casi dos años desde que están en el poder, y no se vislumbra una esperanza de que la situación mejore en el futuro próximo, a pesar de la bajada de los intereses a un nivel desconocido desde hace más de cuarenta años.
Por otra parte, la reunión de la que surgió la fundación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se celebró en Bagdad en septiembre de 1960, e Irak ha sido, desde entonces, un miembro muy activo de la organización. El objetivo de EE UU desde hace tiempo es destruir la OPEP, con el fin de manipular a los países productores de petróleo y, de hecho, la Agencia Internacional de Energía, creada en 1974 por iniciativa norteamericana, concretamente por Henry Kissinger, ha intentado acabar con la dirección de esta organización y con su poder de controlar el precio del crudo y la oferta y demanda en el mercado internacional del petróleo, para garantizar la estabilidad de los precios y mantenerlos en un nivel que favorezca a los consumidores.

LAS ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA. Uno de los argumentos de EE UU para justificar sus planes es que Irak constituye un peligro potencial por sus armas de destrucción masiva. Es cierto que durante décadas Irak fue el mejor comprador de armas de Oriente Medio, lo que absorbía la mayor parte de los ingresos del país. Curiosamente el 80% de las armas compradas por Irak entre los años 1980 y 1989 —durante la guerra con Irán— procedió de tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: la URSS, Francia y China.
Por otra parte, Irak desarrolló un programa nuclear que tenía como fin obtener un reactor capaz de garantizar una sustancial producción de plutonio. En el año 1981 el reactor nuclear construido en Osiraq, en la ciudad de al-Tuwaytha, a pocas decenas de kilómetros de Bagdad, estaba a punto de comenzar su producción, pero el 7 de julio de aquel año cazas israelíes, volando a baja altura a través de los espacios aéreos de Jordania, Arabia Saudí e Irak, atacaron la central nuclear y la convirtieron en escombros. Los iraquíes, al verse privados de armas nucleares, optaron por sustituirlas por armas químicas y biológicas, producidas en plantas cuyas instalaciones fueron destruidas por aviones estadounidenses en 1998. Estas armas fueron utilizadas a gran escala en la guerra con Irán anteriormente mencionada. Los inspectores de la ONU aseguran que el 98% de las armas iraquíes de destrucción masiva han sido eliminadas o han quedado obsoletas por el embargo que pesa sobre el país desde el fin de la segunda guerra del Golfo. Por otra parte, este embargo impuesto por la ONU no solamente ha sido incapaz de acabar con el régimen iraquí, sino todo lo contrario, lo ha fortalecido, porque ha sabido explotarlo a su favor. Además, el régimen se ha beneficiado del contrabando de numerosos productos, especialmente petróleo. A quien ha afectado grandemente el embargo ha sido a la mermada población civil, sumiendo en la miseria a la mayor parte de la sociedad.

LA VINCULACIÓN AL TERRORISMO. Los intentos de la Administración norteamericana de vincular al régimen iraquí con el terrorismo internacional no han prosperado, porque no se ha conseguido ninguna prueba fehaciente que demuestre este vínculo. Es sabido por todos que el régimen iraquí ha perseguido y castigado duramente a los grupos y partidos religiosos de diferente signo. Se trata de un sistema laico alejado del Islam, a pesar de su cínico y oportunista gesto de incluir el lema “Dios es el más grande” en la bandera nacional, durante la segunda guerra del Golfo.
El régimen iraquí, desde que se instaló en el Gobierno, ha tenido una cosa muy clara: Irak solamente es para los miembros y amigos del partido único, al-Ba’th, que dirige el país desde 1968, independientemente de la procedencia de las personas que lo integran, así como de su credo o grupo nacional. De hecho, el partido cuenta entre sus miembros a kurdos, árabes, turcomanos, cristianos y musulmanes, tanto shiíes como sunníes. En cambio, ha aniquilado prácticamente a sus adversarios, al margen de cuál fuera su signo. Saddam no ha tenido reparo alguno en liquidar incluso a familiares muy próximos a él, como es el caso de sus dos yernos que, huidos a Jordania en 1995, fueron ejecutados un año más tarde, a pesar de las promesas contraídas por el régimen de no hacerles ningún daño si volvían arrepentidos al país.

EL CONFLICTO KURDO. El problema kurdo, que tantas veces ha sido utilizado por la comunidad internacional para atacar al régimen de Irak, entra simplemente dentro de la estrategia de usar circunstancialmente un asunto con fines políticos determinados, olvidándose de él cuando el tema en cuestión deja de ser una fuente de interés a explotar.
Los kurdos iraquíes representan el 20% de la población del país. En 1971 el Partido Democrático del Kurdistán, encabezado entonces por el carismático dirigente Barzani, y el Gobierno iraquí firmaron un acuerdo que daba a los kurdos una autonomía y unos derechos que hasta entonces nunca habían conseguido en ningún otro país donde están repartidos los aproximadamente 30 millones de kurdos que viven en Turquía, Irán y Siria, además de Irak. El acuerdo no llegó a buen fin por las numerosas pegas y trabas que el Gobierno iraquí planteó en el camino de su cumplimento.
En el año 1975 los kurdos volvieron a tomar las armas, que habían dejado cuatro años antes, refugiándose en las montañas para luchar contra del Gobierno central, apoyados por el Shah de Irán. Este levantamiento duró muy poco gracias a un acuerdo alcanzado entre Bagdad y Teherán, que resolvió las diferencias políticas y fronterizas entre ambos países y puso fin a la rebelión. Entonces, los kurdos tuvieron que salir de sus escondrijos y entregar sus armas al ejército iraquí. El pueblo kurdo siguió sufriendo las represalias del régimen iraquí y fue objeto de masacres horrorosas, entre las que destaca la de Halabja, donde fueron utilizadas armas químicas con el resultado de centenares de personas muertas.
La promesa hecha a los kurdos por George Bush padre durante la segunda guerra del Golfo, de proporcionarles una autonomía total, no se cumplió, fundamentalmente para no estimular el separatismo kurdo en Turquía, donde viven más de veinte millones de kurdos.
Hoy el Kurdistán iraquí está fuera del control del Gobierno central de Irak y sus dos partidos mayoritarios, el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), están enfrentados y divididos entre sí por el reparto de las riquezas y por el futuro de la ciudad de Arbil, capital del Kurdistán iraquí. A pesar de todas las crueldades practicadas por el Gobierno de Irak contra ellos, no deja de ser cierto el hecho de que los kurdos iraquíes disfrutaban de algunos derechos culturales y de una autonomía que son impensables en Turquía, Irán o Siria.

LOS VERDADEROS OBJETIVOS DE EE UU. Puestas así las cosas, no es forzado concluir que el posible ataque a Irak y el nuevo plan americano- británico para la zona tienen fines distintos a los declarados por estas potencias.
En primer lugar, hay una clara intención, conseguida en buena medida hasta el momento, de despojar a Irak de su capacidad intelectual y cultural, así como de la armamentística. Se trata, además, de desmembrar el país y apoderarse de sus riquezas nacionales, sobre todo del petróleo. En definitiva, se pretende básicamente llevar a cabo una nueva redistribución del mapa de Oriente Medio al modo del famoso Pacto de Sykes-Picot1 —que en 1916 estructuró la región en diferentes esferas de influencia occidentales—, con los consiguientes cambios en los regímenes políticos, dividiendo los países en entidades y grupos étnicos y religiosos, para garantizar la hegemonía norteamericana- israelí sobre toda la región.
En este sentido, probablemente estemos próximos a la ejecución de los objetivos del Congreso Sionista de Baltimore del año 1942, que diseñó un plan consistente en forzar a los palestinos de Gaza, Cisjordania y del interior de Israel a emigrar a Irak. El cumplimiento de este plan sería mucho más fácil si Irak es dividido y desmembrado, algo que la Administración norteamericana lleva pensando seguramente desde hace tiempo.

ASUMIR RESPONSABILIDADES. En las circunstancias actuales, existen dos partes principales, que deberían asumir sus responsabilidades plenamente para evitar una previsible catástrofe:
La primera de estas responsabilidades pertenece a la oposición iraquí de todos los colores y tonos, tanto de dentro como de fuera, especialmente la que radica en el Kurdistán. Los distintos grupos de oposición deben ser conscientes del peligro que acecha, ya no solamente a Irak sino a todo el mundo árabe y a una buena parte del mundo musulmán. Aunque no nieguen ni rechacen de raíz los intereses de EE UU en la zona —antes bien, consideren normal que esta potencia tenga intereses en la región —, deben exigir que las relaciones estén basadas en el respeto mutuo y en el cuidado de los intereses de ambas partes.
La segunda responsabilidad es del conjunto de los países árabes, particularmente los del Golfo, que aparentan estar en contra del ataque a Irak. Esas apariencias son solamente para consumo interior, con el fin de neutralizar la rabia contenida de sus pueblos. En cambio, los dirigentes de estos países están con la política norteamericana, ofreciendo sus territorios y bases a las fuerzas aliadas y dándoles todo tipo de facilidades, junto a su incondicional apoyo económico.
Las diabólicas potencias económicas y políticas internacionales se dieron cuenta hace mucho de que el mundo árabe sin Irak es mucho más vulnerable, débil y pobre. Por esto es para ellas un imperativo llevar este país a la parálisis y al caos. Así es como se presenta la situación en el presente y, seguramente, peor suerte se espera en el futuro próximo.

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(1) El acuerdo Sykes-Picot fue un pacto secreto entre Gran Bretaña y Francia, con el consentimiento de Rusia, para el desmembramiento del Imperio Otomano. El acuerdo se finalizó en mayo de 1916 —durante la Primera Guerra Mundial— y condujo a que Siria, Irak y Palestina, hasta entonces en manos turcas, fueran divididos en áreas administrativas por británicos y franceses. El pacto toma su nombre de los negociadores, Sir Mark Sykes por Gran Bretaña y Georges Picot por Francia.