William D. Hartung
La venta de armamento de EE.UU. alimenta
las guerras de Oriente Medio

(Programa de las Américas, 23 de noviembre de 2015).
(http://www.cipamericas.org/archives/17463).

El reciente aumento de armamento estadounidense transferido a Oriente Medio es parte de un auge sin precedentes en las principales ventas de armas de EE.UU. presididas por la administración Obama.

La mayoría de las principales ventas de armas de la administración Obama han ido a parar a Oriente Medio y al Golfo Pérsico, con Arabia Saudí encabezando la lista con más de 49 mil millones de dólares en nuevos contratos. Esto es especialmente preocupante teniendo en cuenta no sólo la complejidad de los conflictos que arrasan la zona, sino también el uso que el régimen Saudí hizo del suministro armamentístico estadounidense en su intervención militar en Yemen.

La administración Obama ha convertido la venta de armas en una herramienta fundamental de su política exterior, en parte como forma de ejercer influencia militar sin tener que poner soldados sobre el terreno a gran escala, tal y como hizo la administración Bush en Irak—con consecuencias desastrosas.

El impulso de la administración Obama a las ventas de armas en Oriente Medio se ha traducido en una situación de bonanza para los contratistas de armas de EE.UU., que han hecho del aumento de exportaciones su objetivo principal mientras el gasto del Pentágono se estabiliza. Las ventas extranjeras no sólo potencian los beneficios de las compañías, sino que además mantienen líneas de producción abiertas que de otra forma tendrían que cerrar debido a la disminución de pedidos del Pentágono.

Por ejemplo, a principios de año se anunció que Boeing había cerrado un trato para vender 40 F-18s a Kuwait, lo que prolongaría la vida del programa un año o más de la fecha de finalización inicial establecida para principios de 2017. De forma similar, los tanques M-1 de General Dynamics han sobrevivido gracias a una combinación de añadidos congresuales y un trato con Arabia Saudí para la mejora de sus tanques.

Pero no es sólo por dinero. El armamento suministrado por EE.UU. alimenta los conflictos en la región. Una de las ventas alarmantes más recientes es un trato aún en proceso que abastecería a la Fuerza Aérea Saudí con bombas y misiles en valor de 1 mil millones de dólares, de nuevo para su uso en la guerra de Yemen.

El uso de helicópteros, aeronaves de combate, bombas y misiles suministrados por EE.UU. en Yemen ha contribuido en gran medida a la catástrofe humanitaria allí. El reciente ataque durante la celebración de una boda que mató a más de 130 personas es sólo el último ejemplo del bombardeo indiscriminado que ha provocado la mayoría de las más de 2 mil 300 muertes civiles a causa de la guerra.

Al bombardeo constante se le ha sumado un bloqueo naval, lo que ha provocado que cuatro de cada cinco personas en Yemen necesiten ayuda humanitaria. Según el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, se estima que unos 12,9 millones de yemeníes padecen inseguridad alimentaria, y más de 1,2 millones de niños sufren malnutrición moderada o aguda y medio millón están severamente malnutridos. De hecho, existe riesgo de una inanición masiva si se permite que el conflicto continúe su curso actual.

Las pruebas obtenidas por el Observatorio de Derechos Humanos y Amnistía Internacional demuestran que en Yemen se han utilizado bombas de racimo suministradas por EE.UU.

Las bombas de racimo son armas que provocan efectos indiscriminados y que ahora mismo están en el centro de un tratado internacional que prohíbe su uso—un tratado que, desgraciadamente, no han firmado ni Estados Unidos ni Arabia Saudí.

La situación está tan fuera de control que es bastante posible que el armamento suministrado por EE.UU. haya terminado en manos de todas las partes del conflicto de Yemen. Como se indicaba más arriba, las fuerzas terrestres y aéreas de Arabia Saudí y Kuwait utilizan armamento estadounidense en sus intervenciones en Yemen, y algunas pueden haber terminado en manos de los hutíes o al-Qaeda en la Península Arábiga.

El ejército yemení está dividido en dos, con fuerzas leales al antiguo presidente yemení Saleh haciendo causa común con los hutíes mientras que otras se han sumado al bando de los saudíes y el antiguo presidente Hadi. Ambas facciones han estado recibiendo armamento y entrenamiento militar estadounidense durante los últimos años. Los datos estadísticos recogidos por el programa Security Assistance Monitor indican que las fuerzas yemeníes han recibido o se les ha ofrecido más de 900 millones de dólares en ayuda militar y policial estadounidense desde 2009.

Está creciendo la preocupación por el papel que desempeña EE.UU. facilitando la campaña de bombardeos saudí. Oxfam América ha solicitado a Estados Unidos que “retire su apoyo a la coalición [de iniciativa saudí] incluyendo la transferencia de armamento a las partes beligerantes, exija públicamente la libre circulación de bienes comerciales en todos los puertos, y busque apoyo en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para un cese del fuego inmediato e incondicional y un proceso político inclusivo que ponga fin a la guerra”.

El senador estadounidense del Partido Demócrata Patrick Leahy planteó cuestiones como qué responsabilidades puede tener EE.UU. por las acciones saudíes, y si los bombardeos violan la legislación estadounidense que lleva su nombre. La Ley Leahy “prohíbe al gobierno de los EE.UU. proporcionar asistencia a cualquier unidad militar o policial extranjera si existe información creíble de que tal unidad ha cometido graves violaciones a los derechos humanos con impunidad”.

Asimismo, los representantes del Partido Demócrata Debbie Dingell, Keith Ellison y Ted Lieu instaron al presidente a hacer “mayores esfuerzos para evitar muertes civiles en Yemen y alcanzar una solución diplomática al conflicto”.

La intervención de iniciativa saudí y con apoyo estadounidense en Yemen debe terminar. Un buen punto de inicio es que cese el apoyo militar de EE.UU. a la causa saudí.
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William D. Hartung es el director del Proyecto Armas y Seguridad en el Centro para la Política Internacional y asesor del Observador de Asistencia para la Seguridad y columnista de Programa de las Américas www.cipamericas.org
Traducido por: Paula Villanueva de Miguel.