infoLibre.es, 24 de febrero de 2022.
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- El húngaro Orbán, la francesa Le Pen, el italiano Salvini y la alemana Weidel, forzados a marcar distancias con Moscú, quedan ahora retratados por un largo historial de complicidad con Rusia.
- Vox combina la condena de la agresión con la denuncia del “irresponsabilidad de la UE”, una ambivalencia extendida entre las fuerzas de extrema derecha europeas con las excepciones de Polonia y los bálticos.
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A los líderes de la derecha europea les gusta fotografiarse juntos. Lo hicieron en Varsovia (Polonia) en diciembre del año pasado y otra vez, convocados por Vox, en enero de este año en Madrid. Es lucido, atrae a los medios, queda bien. Pero, aparte de fotos y reivindicaciones de la nación, la tradición y la herencia cristiana, ¿qué acuerdan? No mucho. Y la razón principal se llama Vladimir Putin, que divide a la extrema derecha y que ahora con su ataque contra Ucrania sitúa a buena parte de la misma en una posición incómoda. Los tratos con el presidente ruso o su entorno persiguen a la francesa Marine Le Pen, al italiano Matteo Salvini y a la alemana Alice Weidel, entre otros. Caso aparte es el húngaro Viktor Orbán, gran aliado de Putin en la UE, que este martes regateó una condena expresa al ataque hasta que, cada vez más aislado en su ambigüedad, terminó por realizarla. No es cómodo hoy ser amigo de Putin, condición que deja abierto un enorme flanco para la crítica de los adversarios. El motivo es claro: Putin ha pasado a las armas tras una prolongada ofensiva híbrida contra la UE apoyado en fuerzas de extrema derecha.