El País, 14 de septiembre de 2021.
La homofobia puede ser enfrentada con radicalidad cuando la concebimos no tanto como algo que hacen grupos organizados, nazis o ultras de Vox, sino cuando la pensamos como una cuestión estructural. Es un problema social cuando permea el sentido común de una sociedad.
Después de un brutal ataque homófobo que había conmocionado a todo el país, el descubrimiento de que el suceso no era real, nos ha dejado a todos aún más conmocionados. La derecha, que se frota las manos, ha visto en este giro de guión una ocasión perfecta para poner en cuestión las conquistas de uno de los países europeos más tolerantes con la diversidad y más orgullosos de sus avances en materia de derechos LGTBI. Habrá provocaciones para rato. Pero nosotras y nosotros, quienes consideramos que la homofobia sigue siendo un problema suficientemente importante como para dedicarle nuestro tiempo, nuestras horas de militancia y nuestra inteligencia política, creo que, en lugar de entrar al trapo, deberíamos aprovechar para reflexionar sobre algunas cosas. Hace unos meses, tras el asesinato de Samuel, un grupo de activistas escribieron un manifiesto al que nos adherimos muchos y muchas.