Rafael Poch
Nauseabunda política exterior europea
(lavanguardia.com, 28 de noviembre de 2012).

Europa se presenta dividida en la votación de hoy sobre el reconocimiento de Palestina como Estado miembro de la ONU. Unos, con Francia a la cabeza, votarán a favor. Otros votarán en contra. Y otros se abstendrán, incluída Alemania que al principio pensaba votar en contra. Esta división confirma dos cosas. Primera: la ausencia de una política exterior europea en el tema más sangrante del mundo contemporáneo. Segunda: que Palestina es el mejor ejemplo de que el discurso europeo de presentar su política exterior como algo cargado de “valores”, es una completa falsedad.

La dividida política exterior europea es fundamentalmente belicista e imperial. Y cada vez lo es más. Incluso el eje franco-alemán que mantuvo la divergencia con Bush colaboró a nivel de logística, servicios secretos y general complicidad con el complejo Guantánamo (torturas, vuelos y cárceles ilegales) en Irak y en la llamada “guerra contra el terror”. Esta Europa participa en la guerra de Afganistán y ha  propiciado la intervención en Libia. Esta Europa profundiza la guerra civil en Siria y apoya su cálculo geopolítico, que tiene detrás a Irán y al control del suministro energético de un gran país emergente, China. El apoyo a Israel forma parte de esa serie, pero es particularmente ejemplar.

En el último capítulo de esta ignominia, Palestina ha sufrido más de 160 muertos (de ellos 103 civiles y 33 niños) 1000 heridos (900 civiles, de ellos casi 300 menores)  y una destrucción física de esa especie de campo de concentración que es la Franja de Gaza, valorada en 900 millones de euros. En el otro lado de la balanza, seis ciudadanos israelíes muertos.

A esto se le llama en Europa, y especialmente en Alemania, “derecho a la defensa de Israel”.  64 años después de la expulsión (de 700.000 palestinos) y de la masacre de 1948 y en el año 45 de la ocupación violadora del derecho internacional, en Europa se apoya a la potencia ocupante y agresora que burla desde hace décadas las resoluciones de la ONU, la proliferación nuclear y los derechos humanos más elementales, pretendiendo ser “la única democracia de Oriente Medio”. Una democracia de Herrenvolk, desde luego, que no se aplica hacia sus ciudadanos palestinos y que es una completa tiranía en su acción exterior.

En la propaganda un soldado Shalit pesa más que 10.000 presos palestinos.

Una hipótesis nuclear iraní vale más que un arsenal nuclear químico y bacteriológico completo ampliamente reconocido.

La denuncia de esto -el caso del escritor alemán Günter Grass- es tildada de “antisemitismo”, aunque implica cada vez a más judíos, dentro y fuera de Israel, lo que convierte en grotesca esta miserable acusación. Que la propaganda israelí utilice el holocausto para cubrir sus propios crímenes es un sacrilegio para la memoria que se añade a esa canallada.

La indulgencia con todo esto es vergonzosa para Europa y particularmente para Alemania que demuestra no haber aprendido nada de su historia.

En los años 40 Alemania mantuvo una conducta criminal y racista, particularmente contra los judíos. Hoy apoya con un cheque en blanco una política que también es criminal con claros tintes racistas. Y lo hace alegando su responsabilidad con el holocausto de los años 40. Esto es algo más que pura confusión moral. En todo esto hay  una perversa ambigüedad.

Cuando los estudios sociológicos que se publican anualmente en Alemania (el último a principios de mes) señalan un antisemitismo -y un antiislamismo- en cotas muy altas, cuando más de ocho millones de alemanes, uno de cada diez, desearía un “Führer”, cuando la afirmación de que “por su naturaleza los alemanes son superiores a otros pueblos” es negada por un 62%, pero apoyada por un 37%, y cuando la afirmación de que “sin la aniquilación de los judíos Hitler sería hoy considerado un gran hombre de estado” tiene un apoyo, total o parcial, del 28%, ¿cual es el contenido de ese amor formal de Alemania por Israel, amor que redunda en complicidad con sus locos crímenes?

La Unión Europea no solo se está haciendo odiosa de puertas adentro con su política “austeritaria” que castiga a las clases medias y bajas mientras subvenciona a bancos y estafadores. También es nauseabunda en su actitud internacional. Criticar lo uno sin mencionar lo otro es quedarse a medio camino. Es no entender nada.