Septiembre de 2020.
Este verano de 2020 la diplomacia marroquí ha sufrido sendos reveses, tanto en la capital de la UE como en la capital italiana -que alberga la sede del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas-, en su campaña de difamación, basada en una retahíla de infundios para desprestigiar la gestión de la ayuda humanitaria destinada a la población refugiada saharaui.
Pero para entender las intenciones solapadas de los artífices de esa diplomacia, célebre por sus lecturas selectivas de las resoluciones de la ONU y por unos logros más que cuestionados -conseguidos a base de chantaje y a golpe de talonario-, así como la dimensión de esos reveses, convendría hacer una retrospectiva y situar las cosas en contexto.