elpais.com, 16 de julio de 2018
Doce niños son rescatados, felizmente, de una cueva tailandesa. En esos mismos días
conozco, por fortuna, al chileno Mauricio Rojas, cuya historia personal me impresiona:
antiguo militante del MIR, exiliado a Suecia tras el golpe de Pinochet, se integró en
aquel país, fue elegido diputado y actuó durante años en el Parlamento sueco; hoy es
asesor del nuevo presidente chileno Piñera, liberal conservador.
Relaciono ambos casos, no sé si por los pelos, con la evolución intelectual y vital de mi
generación, la de los nacidos bajo el primer franquismo. No hemos vivido, pienso, un
proceso gradual de aprendizaje, una tranquila acumulación de conocimientos, sino una
sucesión de refugios en grutas, mundos mentales cerrados, en los que nos integramos
con fe ciega durante años para, en cierto momento, tras dramáticas crisis personales,
arrumbarlos y sustituirlos por otros.