Santiago Burutxaga
Donostia 2016. La hora de la verdad
(Galde, 12, otoño de 2015).

Tras cuatro años desde que fuera elegida sede de la Capitalidad Cultural Europea, y transcurridos ocho desde que el ayuntamiento donostiarra presentase su candidatura, por fin, la Fundación DSS2016EU ha dado a conocer su programa en un acto multitudinario celebrado en las recién inauguradas instalaciones de Tabakalera.

I. UN CAMINO LLENO DE DIFICULTADES. Ha sido un largo y sinuoso recorrido en el que las informaciones sobre desencuentros institucionales, líos organizativos, ceses y deserciones, han primado sobre el conocimiento de lo que realmente fuese a ocurrir en el año de la Capitalidad. Si bien mucho de ello puede explicarse en clave política, los dos cambios de grupo mayoritario en el gobierno municipal, y la tradicional inquina que lleva a que nadie acepte de buen grado ningún legado anterior, también es verdad que la singularidad de la propuesta con la que Donostia ganó la Capitalidad, no hacía sencilla su gestión posterior.

El proyecto inicial que elaboró el equipo designado por Odón Elorza se realizó en una época en la que la crisis económica y el desánimo y falta de perspectivas no habían hecho tanta mella en el ecosistema cultural como posteriormente ha ocurrido. En vez de proponer un programa de eventos artísticos y culturales al uso, la ambiciosa propuesta navegaba en un mar de conceptos: implicación ciudadana, convivencia, hibridación, alteridad, laboratorios de innovación social para investigar, imaginar, testar, prototipar, empoderar a las personas... En fin, algo difícil de concretar y de evaluar.

Movilizar a la ciudadanía para construir una cultura de paz podría decirse que era el marco conceptual global en el que situar Donostia 2016, favorecido por el cese definitivo de la violencia de ETA. Obviamente, este legado no podía sino ser una patata caliente en manos del equipo de Izagirre, al que, por otra parte, ningún otro grupo político estaba dispuesto a prestarle demasiada ayuda en la resolución de sus propias contradicciones y conflictos. La práctica ha demostrado que no se pasa de la noche a la mañana de la lucha callejera y un concepto endogámico de la cultura a gestionar un proyecto europeo, -por su propia naturaleza, abierto-, y menos con un contenido tan comprometedor y todavía mal digerido. La cosa requería mucha flexibilidad y apertura de miras, además de la máxima profesionalidad de los equipos gestores.

II. FIDELIDAD A LOS VALORES ORIGINALES. Con todo, aunque zarandeada por tantos condicionantes, bastante maltrecha y escasa de fondos, la barca, que ya no navío, se acerca a puerto. El programa que se presenta renuncia a algunas de las intenciones iniciales más llamativas, pero sin embargo logra mantener los principios de la propuesta original. No hay nao ballenera San Juan, ni Circo de la Vida a modo de embajadas a través de Europa, ni el campus de la cooperación que se anunciaba como un gran encuentro de ONGs de todo el mundo, ni tampoco el encuentro internacional de comisiones de la verdad justicia y reconciliación, entre otras cosas, pero a niveles más modestos, se mantiene el espíritu que inspiraba la propuesta ganadora. Probablemente este es el mayor de sus méritos. Ante las dificultades de todo tipo con que se han topado los gestores, lo sencillo hubiese sido tirar adelante con lo que menos compromete: una programación de eventos artísticos y culturales ajusta- dos a las disponibilidades presupuestarias. Más de un político y, no nos engañemos, bastante ciudadanía lo hubiesen agradecido. Es cultura de consumo que ya se sabe cómo funciona.

Donostia 2016 insiste en que la capitalidad no se basa en la creación de nuevas infraestructuras, suficientes ya, ni siquiera en un llamativo programa de actividades, del que Donostia ya está surtida, sino por el contrario en procesos de participación que muestren cómo la cultura y el arte pueden ayudar al entendimiento mutuo y a la superación de los conflictos. En las declaraciones oficiales se hace hincapié en que cerca de un tercio de las 450 actividades previstas han sido propuestas por la población donostiarra. En privado se reconoce que no es tan sencillo implicar a la ciudadanía en un proyecto que despertó muchas expectativas pero que posteriormente entró en una fase de confusión que favorecía el desapego y el can- sancio al transcurrir el tiempo.

Quienes esperen encontrar en el programa de DSS2016EU el glamour del Zinemaldia o la Quincena Musical, probablemente sufran una decepción. Esto pretende ser otra cosa. Pero tampoco hay que asustarse: habrá exposiciones, debates, congresos, festivales, actuaciones de teatro, música, performances, cine y otras actividades artísticas y lúdicas.

El programa de Donostia 2016 se nutre de varias fuentes: lo que el propio equipo de la Capitalidad ha diseñado y gestionará con el soporte de diversos agentes sociales y culturales, las Conversaciones, que consisten en una línea de colaboración con las programaciones habituales ya existentes, las Olas de energía, que subvencionan a criterio de un jurado popular elegido aleatoriamente y renovable, las propuestas que llegan de personas o de grupos ciudadanos, y por último, las Cartas blancas que se dan a algunos creadores reconocidos del territorio para que ideen proyectos que versen sobre «el intercambio, el diálogo y el desarrollo de la empatía».

Como ya se indicaba en el primer boceto, el programa se despliega en tres faros: de la paz, de la vida y de las voces, y cinco muelles, de denominaciones fácilmente olvidables, pero que pretenden organizar y aportar andamiaje conceptual al conjunto del casi centenar de proyectos que se materializan a su vez en más de cuatrocientos actos. Los faros serían el qué de la programación, mientras que los muelles indicarían el cómo, las herramientas y objetivos específicos a trabajar, que pueden ir desde el fortalecimiento del tejido artístico, la participación de las personas o la accesibilidad digital.

En cuanto a los faros de la paz, la vida y las voces, grosso modo podría decirse que el primero abarca lo predominantemente político, el segundo lo social y el último, lo cultural. El lenguaje poético, simbólico y de riqueza conceptual usado desde el principio por Donostia 2016 fue muy eficaz para deslumbrar a los jurados y resulta muy grato a los analistas culturales, pero está siendo un lastre difícil de soltar a la hora de explicar en concreto qué demontres se va a hacer.

III. EL PROGRAMA DE ACTOS. Resumir en un corto espacio más de cuatrocientos actos de formatos muy distintos, que van de lo mayoritario a lo previsiblemente pequeño, es tarea no solo difícil, sino inútil en estas páginas. Confiemos en que la oficina de comunicación de Donostia 2016 sea eficaz, no solo en el entorno donos- tiarra, sino más allá, ya que la primera impresión sobre lo programado lleva a reflexionar sobre si la ciudad, e incluso la provincia, tienen suficiente público participante para responder a tanto acto, y si éste lo demandaba.

A vuela pluma, y yendo solo a lo que la jerga capitalina denomina flagships, diremos que la fiesta cultural comenzará el 23 de enero con una magna tamborrada europea en la que el director artístico y coreógrafo Hansel Cereza (La Fura dels Baus y Cirque du Soleil) marcará su impronta sobre lo ya conocido en el tradicional alarde.

Una gran exposición, Tratado de paz, analizará en San Telmo las representaciones de la guerra y la paz en una muestra de 300 obras de grandes maestros europeos procedentes de 21 museos. En paralelo, otras siete exposiciones monográficas centradas en determinados acontecimientos históricos, se podrán visitar en otros museos y galerías de Euskal Herria. También en varios espacios se podrá re- memorar la aportación al arte vasco del grupo Gaur (Chillida, Oteiza, Basterretxea, Balerdi...). La Milla de la paz, itinerario junto al Urumea, y la Plaza de la memoria recordarán a las víctimas de la violencia por medio de representaciones artísticas y la recopilación de testimonios ciudadanos. Otros proyectos como Ehunberri, Dance 2gether y Artivismo también centran su actividad en la convivencia mediante el arte compartido y el diálogo para la paz. Time machine soup propone un viaje lúdico gastronómico a la búsqueda de las experiencias sensoriales que nos unen a los europeos, mien- tras que Baitarabaita y Hondar artean crearán sendos espacios singulares para compartir cultos religiosos en un caso, y experiencias solidarias en el otro. En artes escénicas, el texto cervantino de los Tratos de Argel se reescribirá convirtiendo a un grupo de emigrantes africanos en prisioneros recluidos en un centro de internamiento peninsular, y el Sueño de una noche de verano de Shakespeare intentará inundar de magia y sensaciones placenteras las noches estivales en los jardines de Cristina Enea. Y así podríamos seguir enumerando hasta llegar a HorKonpon, un taller de reparaciones do ityourself, por citar algo tan práctico como exento de sofisticación cultural.

Junto a la participación, la convivencia en paz y la dimensión europea, uno de los enfoques que más interés suscita en Donostia 2016 es la preocupación por el legado de la Capitalidad; lo que este conjunto de experiencias va a dejar en la ciudad. Se trataría de un legado más intangible que material, compuesto por la documentación de todos los procesos, la evaluación de sus aciertos y errores, y la formación de agentes que puedan seguir ensayando en el futuro nuevas formas de cultura participativa y colaborativa.

En sus arranques Donostia 2016 se planteaba ser un proceso que no se dejara arrastrar por las dinámicas de la sociedad del espectáculo y el consumo cultural. Eferveascendente, decían. Ojalá sea eso, y no el evanescente fiasco en que se convierten algunas de estas citas con pretensión de hito cultural universal