Sexualidad y prostitución
(Página Abierta, 194, julio 2008)

            En la sesión dedicada a la sexualidad y prostitución intervinieron previamente Silvia García, Teresa Puerta y Cristina Garaizabal. La intervención de Cristina Garaizabal estuvo centrada en una explicación más detallada de algunos de los contenidos del esquema previo que se pasó y que publicamos a continuación.

            “Porque tú pagas existe la esclavitud sexual”. Éste ha sido el lema central de la campaña que el Ayuntamiento de Madrid ha desarrollado en los últimos cuatro años en contra de la prostitución, campaña centrada muy fundamentalmente en la persecución de la prostitución de calle.
            Frecuentemente, en los debates sobre prostitución, el cliente aparece como el “malo de la película”. Según una determinada posición feminista, es él quien «promueve y favorece la existencia de la misma; no hay prostitución ni mujer prostituida sin el prostituidor... La prostitución refleja, claramente, la exaltación de poder del varón sobre la mujer. La prostitución está dirigida por y para los varones, donde la mujer sigue perpetuando su papel de sometida y violentada, complaciente de los deseos naturalizados del varón. La prostitución hoy sigue siendo, como ayer, una violencia de género cuya génesis está en las desigualdades estructurales... La figura del prostituidor ha sido justificada siempre por la naturalización del impulso sexual masculino, es decir, por sus necesidades fisiológicas sexuales y, por lo tanto, legitimado. En este sentido, para evitar males mayores, se consiente como mal menor la existencia de mujeres prostituidas, deshonestas, pecadoras, patologizadas o excluidas, según se considere la causalidad de su existencia por quien la califica. La mujer pierde su esencia de persona desprovista de identidad y se convierte en el receptor de los fluidos sexuales del varón, es decir, en objeto»(María José Barahona en su intervención en la Comisión del Senado en 2003).
            En estas posiciones se presupone que todos los hombres que van de prostitutas “buscan esclavas sexuales para ejercer su dominio sobre las mujeres”. A su vez, se invisibiliza a las mujeres y su poder para negociar.
            La idea de que todos los hombres buscan denigrar sexualmente a las mujeres y de que su sexualidad agresiva es la causa de la explotación sexual está en el fondo de las campañas contra los clientes y de los prejuicios que existen sobre ellos. Así, se piensa que todos los clientes ven a las prostitutas como “cosas” a su servicio, que les pertenecen porque han pagado y que las tratan con brutalidad, humillándolas y agrediéndolas siempre. Estas ideas implican tomar una parte por el todo. Porque, sin duda, existen clientes que van en ese plan, como existen personas en otros campos de la vida que porque pagan se creen con derecho a humillar a quien les ofrece un servicio; pero, afortunadamente, eso no es generalizable. Esa clase de personas son una minoría, también entre los clientes de las prostitutas.
            Ahora bien, si se ve así a todos los hombres que van de prostitutas, ¿no será porque existe un prejuicio hacia los hombres y su sexualidad? Parece que la ideología patriarcal que atribuye a los hombres una sexualidad agresiva, destructiva y descontrolada y a las mujeres el papel de controlarla, no está ausente en estas reflexiones del feminismo abolicionista.
            En el fondo, detrás de estas concepciones el debate que subyace es cómo analizamos la sexualidad, qué pensamos de ella y cómo vemos las diferencias entre mujeres y hombres en este terreno.
            La compra de un cuerpo para uso sexual es una conducta que atenta contra los derechos humanos y que no se puede considerar práctica de sexo sino abuso de poder, mediante el cual una persona con dinero somete a otra que no lo tiene, lo que, en definitiva, tal como considera la ONU en el  Convenio para la represión de la trata de personas con fines de explotación sexual de1949 –convenio, por cierto, suscrito por España– es una forma de esclavitud... Resulta como mínimo paradójico que una sociedad como la nuestra se haya acostumbrado a considerar aceptable la imagen de una mujer en éxtasis que soporta, en pleno rostro, el chorro de semen de un desconocido». (Gemma Lienas, Quiero ser puta).

Las diferentes concepciones sobre la sexualidad

             Las diferentes ideas sobre la sexualidad que están implícitas en las discusiones sobre prostitución en nuestro país se asientan en parte en los debates que se dieron en EE UU en los años ochenta y que dieron lugar a la corriente del feminismo cultural, entre cuyas autoras más significativas se encuentran Andrea Dworkin, Mary Daly, Susan Griffin, Katheleen Barry, Adrianne Rich, Alice Schwartzer... Sus ideas principales son:
            El núcleo fundamental de la opresión de las mujeres es el dominio sexual de los hombres sobre las mujeres.
            La sexualidad masculina y femenina son dos sexualidades antagónicas e irreductibles.
            Todos los hombres están unidos, por encima de sus diferencias, para defender el poder patriarcal.
            La heterosexualidad no es una preferencia sexual de las mujeres sino una relación de dominación donde las mujeres sólo pueden ser víctimas o colaboradoras de los hombres. Consecuentemente, lo “natural” son las relaciones amoroso-amistosas entre mujeres (lesbianismo político).
            El “sadismo cultural” es el conjunto de prácticas sociales que favorecen y propugnan la violencia sexual.
            Condenan la pornografía y la prostitución por ser manifestaciones prácticas del sadismo cultural.
            Están también en contra de las transexuales por considerarlas “hombres que expropian el cuerpo de las mujeres”.
            Frente a esta corriente se agruparon diversas feministas que, aunque no tienen un cuerpo teórico unificado, intentaron parar el avance de las ideas anteriores. Sus representantes más significativas son Vance, Rubin, Echols, Willis, Nestlé, Pheterson...             Y estas sus ideas principales:
· La sexualidad femenina es una construcción cultural y, por tanto, es susceptible de ser investigada, valorada y transformada.
            Enfoque dual de la experiencia sexual de las mujeres: represión y peligro pero también exploración y placer.
            El peligro no sólo viene de la violencia machista, también de la interiorización del modelo sexual dominante.
            Importancia de la simbología y las representaciones. Las mujeres y también los hombres no son meros receptores de la cultura dominante ni objetos pasivos, sino que juegan, subvierten y se resisten a ella. Ejemplos: butch-femme o drags queens.
            La lucha contra la violencia debe ir unida a la lucha por ampliar las cotas de placer y libertad sexual de las mujeres y de las minorías sexuales.
            La violencia sexual es fruto de las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres y no de la sexualidad masculina.
            La sexualidad es un vector de opresión con autonomía respecto al género, aunque se interrelacionen. El feminismo no da todas las herramientas para un análisis certero de la sexualidad.

Las concepciones sobre la prostitución del feminismo cultural

            La prostitución es una institución básica del patriarcado y base de la opresión sexual: con la prostitución se prostituye la sexualidad femenina.
            Siempre implica explotación sexual y servidumbre.
            Las prostitutas son las víctimas por excelencia de la sociedad patriarcal: siempre están coaccionadas a ejercer. Nunca puede existir consentimiento.
            La prostitución denigra a quien la ejerce y destruye su voluntad. Las prostitutas están siempre alienadas.
            Proponen la penalización de clientes, proxenetas y del entorno de la prostitución, pero no de las prostitutas.
            Es necesario reinsertar a las prostitutas, buscar otras alternativas y todas deben de acceder a ellas.
            Un buen ejemplo de estas posiciones son las conclusiones de la Comisión Mixta del Congreso para el estudio de la prostitución (abril de 2007): «La sociedad ha ido asimilando de forma un tanto superficial una idea de liberalismo sexual que ha producido una gran tolerancia social para estas prácticas denigrantes, y tal como han expuesto algunos comparecientes, también han contribuido a ello la despenalización  de los delitos relacionados con el fenómeno de la prostitución de  la reforma del Código Penal del año 1995... Relacionar la prostitución con la libertad sexual es olvidar la actividad humana que es la sexualidad, que requiere de una relación de igualdad y voluntariedad, una expresión de libertad compartida y en la que no puede caber la relación comercial que constituye en sí misma una situación de abuso, de poder... Cabe preguntarse si un país como el nuestro, que desde la Constitución ha realizado un granesfuerzo en pos de la igualdad entre mujeres y hombres, puede regular la prostitución normalizando el comercio sexual  y “mandando” un mensaje de tolerancia social hacia estas prácticas atentatorias contra los derechos humanos».
            En consecuencia, la ponencia propone al Gobierno: «Realizar campañas de sensibilización  que permitan modificar la percepción social del uso de las mujeres como mercancía sexual y obtener una repulsa social generalizada hacia el comercio sexual como una vulneración de los derechos fundamentales de las mujeres en situación de prostitución. Las campañas tendrán como objetivo la reducción de la demanda».
También en este sentido se ha pronunciado Amelia Valcárcel, Celia Amorós y otras en un artículo publicado en El País a finales de 2007: «Vayamos al mejor de los mundos posibles: puede argumentarse que en un mundo ideal, sin explotación, sin tráfico, algunas mujeres podrían libremente querer prostituirse. Por ahora ese mundo no existe ni lleva visos. Pero aun si se llegara a tan improbable marco, habría que recordar que no siempre el consentimiento legitima una práctica, ni mucho menos la convierte en un trabajo... Nunca que un modo de vida sea elegido supone que ese modo de vida sea automáticamente deseable. ¿Puede, por ejemplo, un individuo libre desear ser esclavo? No podemos descartarlo. ¿Convierte eso a la esclavitud en una práctica recomendable? Seguro que no. La esclavitud fue abolida y cuando esto sucedió muchos esclavos lloraron. No siempre consentir o incluso querer legitima lo que se hace ni a quién lo hace. El consentimiento no convierte en trabajos a una gran variedad de actividades.
            »La prostitución no es ningún buen modelo de relación laboral, ni de relación entre hombres y mujeres. Si incluso lo tomáramos, por un instante, en serio ¿qué modelo de relación laboral sería? Uno que colisionaría frontalmente con nuestra normativa en materia de derechos laborales... pero cualquier regulación enviaría a la sociedad un mensaje equivocado, porque contendría una dimensión pedagógica. La ley educa a la ciudadanía. ¿Deseamos educar a nuestras hijas e hijos en que la prostitución es una actividad aceptable? ¿Deseamos transmitirles que comprar o venderse es un modelo pertinente de relación entre los sexos? ¿Podemos desear esto y a la vez mantener la noción mínima de ciudadanía e igualdad? Este breve repaso nos lleva a compartir las conclusiones del informe propuesto por la Comisión Mixta Congreso-Senado de los Derechos de la Mujer. Parece bastante acertado y prudente que esa Comisión, que ha escuchado todos los argumentos y oído todas las posiciones, se haya decantado por rechazar que la prostitución sea un modo de vida deseable y aceptable».

Algunas preguntas para el debate

             ¿Existe una sexualidad masculina diferente de la femenina? ¿En qué medida puede haber diferencias y a qué se deben? ¿Tenemos todas las mujeres las mismas vivencias sexuales? ¿Y los hombres?¿La sexualidad femenina es mejor que la masculina? ¿Existe una sexualidad buena?
            Las desigualdades estructurales entre hombres y mujeres ¿implican necesariamente unas relaciones sexuales desiguales entre unos y otras? ¿Es la heterosexualidad siempre una relación de subordinación de las mujeres a los hombres?
            ¿Por qué criterios nos regimos a la hora de valorar la sexualidad? ¿Por las prácticas sexuales? ¿Porque medie dinero? ¿Por la relación entre las partes: consentimiento, respeto...?
            ¿Tenemos las feministas que defender un modelo de sexualidad?¿Cómo valoramos la diversidad sexual? ¿Tenemos que establecer normas en relación con la sexualidad? ¿Y defender algunos valores?
            ¿Por qué el tema de la prostitución divide al movimiento de una forma tan radical?            
            ¿Qué esquemas simbólicos está trasgrediendo el sexo comercial? ¿Qué significa el sexo comercial para las propias trabajadoras del sexo? ¿Y para el resto de mujeres?
            ¿Qué pensamos de los clientes de la prostitución? ¿Buscan todos lo mismo? ¿Habría que educar a los hombres en relación con la prostitución? ¿Qué mensajes se podrían dirigir a los clientes? ¿Qué se intercambia en estas relaciones? ¿Y en otras relaciones entre hombres y mujeres?
            Últimamente las mujeres están accediendo también al sexo comercial. ¿Cómo lo analizamos? ¿Siguen siendo válidos nuestros esquemas en relación con las desigualdades de género? ¿Qué otros factores entran?