Sofia Comuniello

Conociendo a Flora Tristan
(Correo A, n° 26, sept/94, Caracas, Venezuela)


La historia oficial poco o nada suele ocuparse de rebeldías
indoblegables, de pensamientos audaces y de mujeres libres, mucho menos de
alguien que reúna con plena consecuencia esas tres condiciones. Es ese el
caso de esta extraordinaria mujer, que al no poder ser ignorada, ha querido
reducirse a un plano puramente anecdótico, a la categoría de tema de
disertaciones eruditas, o hasta lo que ahora se propone Vargas Llosa: hacerla
protagonista del best-seller anual que estipula su contrato, cuando lo cierto
es que sus lucidas ideas, sus propuestas de acción y su ejemplo vital siguen
teniendo pleno valor para quienes aspiramos a la libertad e igualdad reales.

El relato de la vida de Flora Tristan (1803-1844) esta lleno de
circunstancias que parecen arrancadas de la novelística romántica al gusto de
la época y son de irresistible referencia. Nació en Paris, hija mayor de
Mariano Tristan, rico aristócrata peruano, y Therese Leisne, plebeya que
había vivido emigrada en España. Al hogar son asiduos algunos viajeros
americanos como el joven Simón Bolívar, cuya amistad con Therese hará correr ríos de tinta histórico-chismográfica, y su maestro Simón Rodríguez. Luego vendrían las guerras napoleónicas y la muerte del padre (en 1808),
perdiéndose el contacto con la parentela peruana y cesando el envío de
dinero, lo que inicia una etapa de pobreza para la viuda y sus dos hijos,
mitigada por la ilusión del futuro acceso a la fortuna familiar cuando
pudiesen viajar a América.

Entre penurias, la madre procura darles un nivel de instrucción digno,
pero la necesidad se impone y en 1820 la ya hermosa muchacha debe trabajar
como obrera en un taller de litografía, cuyo joven propietario - Andre Chazal
- se prenda de ella. Huyendo de la miseria y sometida a la presión materna,
Flora accede a casarse en 1821, vienen 2 hijos y 1 hija - Aline, futura madre
del insigne pintor Paul Gaugin -, pero en 1826 ya no soporta aquella unión
sin amor y convencional, abandonando el hogar e iniciando una agria disputa
legal y personal que se prolonga los siguientes 12 años, hasta que Chazal
casi la asesina y es condenado a 20 años de trabajos forzados. Esa vivencia
personal será sin duda un estimulo para que afloren un pensamiento y una
acción que serán referencia importante para el movimiento feminista, pues es
figura de excepción que denuncia con la mas sentida sensibilidad los
padecimientos de la mujer de su tiempo, planteando reivindicaciones que
siguen siendo actuales.

La ilusión por la herencia paterna se quebrantara definitivamente cuando
Flora viaje a Perú en 1833-34, pues aun siendo atendida por sus parientes, la
respuesta es fría al pedir un reparto justo de la riqueza familiar, cediendo
apenas en la concesión de una modesta pensión anual. Retorna a Europa
reafirmándose en las convicciones igualitarias radicales que viene madurando
desde 1825, con la lectura de autores como Saint-Simon, su discípula Aurora
Dupin, Fourier, Considerant, Owen y los contactos directos con el movimiento
obrero de ambos lados del Canal de La Mancha, pues tendría varias estancias
prolongadas en Gran Bretaña. Además, el viaje a América sirve para que
perciba sus raíces personales y los objetivos de sus posteriores combates de
un modo distinto, llegando a identificarse a si misma como "La Peruana" y,
mas aun, como "La Paria", en una proclamación pionera del carácter
internacional del socialismo y sus luchas.

En 1835 publica su primer folleto, dedicado a la situación de las
mujeres extranjeras pobres en Francia; en 1837 sale el segundo, en pro del
divorcio; en 1838 les siguen los dos volúmenes de su diario de viaje a América,
dedicado a los peruanos y firmado por "vuestra amiga y compatriota"; su
titulo es "Peregrinaciones de una Paria" y le da gran renombre en los medios
literarios parisinos, reafirmado meses después con la novela "Mephis o El
Proletario", que como escritora la eleva a la categoría de rival de la
célebre George Sand. Prosigue en 1839 con una selección y traducción al
francés de cartas del Libertador, y en 1840 sus impresiones criticas de la
sociedad capitalista inglesa dan pie a "Paseos por Londres". Al mismo tiempo,
aquella mujer cuya belleza y talento encandilaban a literatos y periodistas,
profundiza su compromiso activo con las luchas sociales mas radicales de
entonces, en primer lugar por la emancipación real de la mujer y de la clase
obrera, pero también contra la pena de muerte, contra el oscurantismo
religioso, contra la esclavitud y muchas otras causas, destacando siempre por
su dedicación plena e ideas agudas.

Como presintiendo la muerte cercana, los dos años postreros de Flora
Tristan son de plenitud en labor y pensamiento, siendo una imaginativa
influencia que se percibe aun en los poco romanticos textos de Karl Marx,
que la conoce en esos días. Es entonces cuando escribe "La Unión Obrera"
(publicada en 1843) y "La Emancipación de la Mujer" (inédita hasta 1846),
obras que marcan su madurez intelectual y política; además, emprende por toda Francia la tarea de organizar esa Unión Obrera que recogía la experiencia
inglesa de las Trade Unions, aunque con un énfasis internacionalista y
socialista radical que hacen justa la apreciación de quienes ven en ella la
olvidada y gran precursora de la I Internacional, como su biógrafo peruano L.
A. Sánchez, quien afirma: "Aquella Asociación Internacional de Trabajadores
era la vieja Unión Obrera, amplificada, ecuménica y viril, trocada en lógica -
acaso por lo mismo menos penetrante - al pasar a cerebros masculinos,
emergiendo del impetuoso fervor de una mujer. Nadie recordó a la precursora
en la celebre asamblea de Albert Hall. Pero ella, con su pensamiento y
ejemplo, estuvo presidiéndola desde lejos, desde la eternidad o la nada. Tal
vez, si con alguien se identificaba mas su espíritu, era con el de cierto
hombre de barbas confusas y verbo ardiente, que solía discrepar rudamente de
Marx: Miguel Bakunin".