Txaro Arribas

Pautas de comportamiento
(Hika, 169 zka. 2004ko azaroa)

Todavía conmocionados por el trágico suceso del suicidio en Hondarribia del joven Jokin Ceberio, y un poco a vuela pluma, se me ocurren algunas reflexiones que en absoluto son nuevas, pues venimos insistiendo en ello hace mucho tiempo, pero que adquieren especial interés en estos momentos tan dolorosos.

Desde hace años y en numerosas ocasiones, tanto públicamente a través de artículos, ruedas de prensa, como de manera privada, hemos venido manifestando nuestra preocupación por el clima de hostigamiento, persecución y linchamiento al que nos hemos visto sometidas las personas que en estos pueblos de Irun y Hondarribia nos hemos manifestado abiertamente a favor de la participación de las mujeres en los Alardes.

Este clima ha venido impregnando las relaciones sociales, laborales y personales, con consecuencias muy graves en todos estos terrenos, sin que nadie haya hecho nada por impedirlo ó denunciarlo. El hecho de que el día del Alarde tengamos que desfilar por las calles de nuestro pueblo, fuertemente protegidos por la Ertzaintza para evitar agresiones mayores, dice mucho sobre el clima de convivencia de nuestra comunidad.

Tengo que decir que lo que acaba de ocurrir con Jokin, desgraciadamente, no me ha sorprendido demasiado. Y la responsabilidad de esta tragedia no cabe atribuirla únicamente a los compañeros que le han agredido y acosado hasta los extremos que vamos conociendo. Las responsabilidades hay que extenderlas a la escuela, los padres, la comunidad, las instituciones, y los poderes públicos.

Nosotras/os venimos asistiendo en estos ocho años al espectáculo de ver cómo padres y madres, con sus hijos de corta edad cogidos de la mano, nos insultan, empujan, lanzan objetos, escupen, agreden, por pensar de manera diferente en este tema. Año tras año, desde el 96, somos testigos de cómo una profesora de la Ikastola Txingudi, bien conocida por todos, con un silbato en la mano, encabeza los tapones y las barreras que, entre insultos y golpes, tratan de impedir que desfilemos por las calles de Irun, sin que ninguna institución o departamento de Educación haya hecho nada por impedirlo.

¿Acaso es irrelevante que los niños y niñas asistan año tras año a esta vulneración de derechos de otras personas sin que las instituciones lo condenen y se planteen poner medios para que no se repita? Vivir todo esto como normal, ¿pensamos de verdad que no tendrá consecuencias ni afectará al desarrollo de la convivencia en estos pueblos?

El año 1999, a una joven de Hondarribia que participa del Alarde mixto, le propinaron una paliza que le rompieron la nariz. El año 2000, un joven de Irun fue víctima de una agresión tal por parte de una cuadrilla de chavales, que le dejó varios días en coma, poniéndole al borde de la muerte.

La lista sería interminable: insultos, agresiones, vejaciones, despidos de puestos de trabajo, amenazas. De todo ello tenemos pruebas testimoniales, gráficas y sentencias judiciales; sin irnos muy lejos, tenemos el video que grabó la ETB el día 30 de este año al paso de nuestro Alarde por la calle Mayor. Todo ello viene ocurriendo en estos pueblos sin que instituciones como los ayuntamientos, gobernados en Irun por el PSOE y en Hondarribia por el PNV, partidos políticos u otras instituciones o poderes públicos, con la excepción del Ararteko, lo hayan condenado y hayan tomado cartas en el asunto.

El clima de convivencia en estos pueblos está roto hace años; las condiciones de respeto y tolerancia imprescindibles, han sido vulneradas de forma sistemática, con la indiferencia cuando no con la complicidad de las instituciones. Pero nadie ha querido verlo, y dada la presión que los sectores mas intolerantes y reaccionarios han ejercido, todo el mundo ha preferido mirar para otro lado. En unos casos, por miedo a las represalias, a perder el trabajo, a que hagan la vida imposible a los tuyos. En otros, como es el caso de los partidos y las instituciones, por miedo a perder votos.

Ha hecho falta que un joven de 14 años pierda la vida para que la comunidad empiece a pensar que algo no va bien.

Para erradicar estas actitudes, tanto en las escuelas como en la calle, es imprescindible el compromiso de los partidos políticos y las instituciones, porque a ellas les corresponde el garantizar los derechos de todos los ciudadanos y ciudadanas. Empezando por la condena de este tipo de acciones, (este año, en las fiestas de Irun, el alcalde del PSOE, Santano, tardó nueve días en sacar una nota de condena por las agresiones de que habíamos sido objeto las y los participantes del Alarde mixto). Y después, con la adopción de iniciativas políticas que trabajen los valores democráticos del respeto a las minorías y al diferente, el apoyo a los débiles, la solidaridad con las víctimas. Todos estos valores han estado ausentes en nuestra convivencia, y su vulneración ha gozado de absoluta impunidad por parte de los que tenían la responsabilidad de hacerlos respetar.

Por todo ello, aunque sabemos que el fenómeno del acoso en los centros escolares es más generalizado, no nos podemos creer que todos estos hechos que vienen ocurriendo en estos pueblos a lo largo de ocho años, no tengan relevancia a la hora de conformar y aprender las pautas de comportamiento en los niños/as y jóvenes de nuestros pueblos.

(Txaro Arribas es miembro de Zutik y pertenece a la Junta del Alarde mixto de Irun).