Vasco Lourenço

La ola democrática portuguesa
Entrevista de Manuel Llusia
(Página Abierta, 152, octubre de 2004)

Aprovechando la visita a Madrid de Vasco Lourenço –uno de los dirigentes militares de la revolución portuguesa del 25 de Abril– a unas Jornadas en la Universidad Carlos III en conmemoración del 30 aniversario de ese acontecimiento, pude conversar con él a pesar de su apretada agenda de trabajo. Ya nos habían presentado el día anterior, y la amabilidad y sencillez de trato que aprecié se confirmó. En su mirada aguda, atenta a las preguntas, y en sus respuestas creí descubrir una gran inteligencia, y un suave toque de socarronería. Estaba ante uno de los dirigentes máximos de un movimiento socio-político de gran trascendencia en la historia contemporánea, no sólo de Portugal. Desgraciadamente, el escaso tiempo de que dispusimos me dejó una desconcertante sensación de aturullamiento, como de no haber sabido estar a la altura requerida. Y eso a pesar de que quedamos en seguir en contacto.   
Este fue el resultado de la entrevista.

– ¿Cuáles fueron las causas que motivaron la existencia de un movimiento en el interior de las Fuerzas Armadas que tuviese precisamente como objetivo el fin de la dictadura salazarista y la instauración de un régimen democrático?

– En primer lugar, la existencia de la guerra colonial y la ceguera del poder fascista y colonialista, que consideraba que la solución de la guerra era militar. La guerra se llevaba a cabo, desde hacía 13 años, en tres frentes, Angola, Guinea y Mozambique, y los militares, mientras cumplían con su misión, que era hacer la guerra, pensaban que el poder político encontraría una solución política; pero el poder político no parecía querer encontrarla. Todo apuntaba a perder Guinea y a que se responsabilizase de ello a los militares, tal y como había pasado en la India en 1961. Entonces, las unidades comenzaron a cuestionar esta situación. Después, todo fue muy rápido, porque, al cuestionar la posición del poder en la guerra, comprendieron que un poder que funcionaba así en relación con la guerra, con una posición irreal, ilegítima, mantenía una posición similar con respecto al resto del país. Y abrieron los ojos para buscar la salida política. Así que concluyeron rápidamente: la solución a cualquier problema tenía que pasar por acabar con la dictadura y la instauración de una democracia en Portugal. Lógicamente, la solución al problema colonial surgiría de inmediato, porque un poder democrático no iba a mantener una guerra ilegítima.

– Pero el movimiento comienza como una fórmula de reclutamiento en el interior de las Fuerzas Armadas basada bastante en reivindicaciones más específicas...

– Ése fue un motivo que nosotros aprovechamos para la movilización de más militares. La contestación a la guerra ya discurría en el seno de las Fuerzas Armadas. En un congreso de combatientes en junio de 1973 había surgido una gran contestación a la guerra por parte de los militares, y nosotros estábamos discutiendo qué hacer para encontrar una solución, cuando el Gobierno, por razones de guerra también, creó una situación de conflicto con los militares en el campo de los intereses socio-profesionales. Y eso fue aprovechado por algunos para agitar aún más todos los problemas, para reclutar más militares para la contestación a la guerra. Tratábamos de demostrarles que el problema no era profesional sino de naturaleza política. Por tanto, en el inicio, aunque algunos se sumaron a la contestación debido a esas razones profesionales, rápidamente las abandonaron y abrieron los ojos a la naturaleza política del problema. El Gobierno, pasados dos meses del inicio de la contestación militar a sus medidas, anuló los decretos que ya tenía aprobado, y dijo: “vale, ya no hay problema”. Pero la gran mayoría contestó entonces que el problema era otro. El problema era la dictadura y la guerra, su ilegitimidad.

– ¿Qué relación tenía el MFA – Movimiento de las Fuerzas Armadas– con las organizaciones civiles, sociales y políticas, de oposición al régimen?

– Ninguna relación. Influencia mucha, porque, como tengo costumbre de decir, nosotros no hicimos el 25 de Abril por generación espontánea. Aprovechamos las condiciones que habían sido creadas por quienes se venían oponiendo al régimen, fuerzas de oposición que sin duda nos influyeron. No fue sólo el problema de la guerra, había influencias de toda naturaleza. Nosotros sabíamos y entendíamos lo que pasaba, y había una influencia muy fuerte, pero no hay una relación directa, aunque sí individuales. Había militares en el movimiento que tenían relación con algunos de los partidos políticos que existían, como el Partido Comunista y el Partido Socialista, aunque éste, que se había creado hacía sólo un año, en abril de 1973, era todavía muy pequeño; ambos en la clandestinidad. El Partido Comunista era el que estaba mejor organizado. Seguro, como digo, que había conexiones individuales, y que probablemente esas conexiones hacían que en esos partidos se supiese que algo estaba pasando. Pero nunca hubo una conexión estructural. Yo personalmente, que fui uno de los que estuvo siempre en la dirección del movimiento, nunca tuve ligazón con cualquier partido.

– Cuando se habla del 25 de Abril, e incluso de sus antecedentes, a veces desaparece del panorama el movimiento social tan intenso y relativamente amplio existente en ese periodo. Sólo y exclusivamente aparecen ante nosotros las Fuerzas Armadas y los “capitanes de abril”.

– Existía y era paralelo. Sobre todo a comienzos del 74, hubo muchas huelgas, concentraciones, etc. Pero era paralelo y tenía más influencia en los militares de la milicia. Porque todos los jóvenes que estaban en esa contestación social y en edad de ir al servicio militar eran rápidamente incorporados a la guerra. Otro grupo importante era el de los cantantes  reivindicativos. Había varios discos de Zeca Afonso, Oliveira, Fannais..., que nos llevábamos a la guerra y oíamos. Esas canciones tuvieron en nosotros una importancia muy fuerte.

– En lo que respecta al propio MFA y a su evolución, ¿qué aspectos unificaban al movimiento, por lo menos al grupo más dirigente, y qué suscitaba divisiones en su interior?

– El movimiento se podía considerar como un  frente muy abierto, unido por los valores de la libertad y la democracia y por la búsqueda de la solución al problema de la guerra. Ésos eran los aspectos generales que nos unían. Dentro del movimiento, después, e incluso antes, el problema del fin de la guerra llevó a que nosotros considerásemos, y esto fue un factor de unión, que los pueblos tienen derecho a la autodeterminación y a la independencia. Dentro del movimiento había un sector, fundamentalmente dentro de la Fuerza Aérea, que cuestionaba esto último y por eso se quedó fuera, muy cerca del 25 de Abril. También, dentro de este movimiento, había un pequeño grupo liderado por el general Spínola que tenía un proyecto de poder personal. Consideraban que el general Spínola era el que sabía cómo habían de funcionar las cosas, que nosotros no necesitábamos de un programa político... Fue derrotado, quedó dentro del movimiento y, después del 25 de Abril, intentó hacer prevalecer su proyecto, creando siempre un grave problema político, con intentonas varias que fue  perdiendo una tras otra.
Cuando ponemos en marcha el 25 de Abril, la gran bandera que nos unía era la de la democracia obtenida a través de unas elecciones para la Asamblea Constituyente en el plazo de un año, después la resolución del problema colonial y más tarde la creación de las condiciones para que pudiese haber desarrollo, pero todavía con unas posiciones muy poco definidas. Sin embargo, el sector más consciente de la dirección defendía algunas soluciones que pasaban por el fin de los monopolios, por una justicia social real...

– Sin embargo, más adelante, en el año 75, existe una ruptura en el programa y en su relación con el pueblo portugués...

– La situación es esta: nosotros llegamos al 25 de Abril con una plataforma muy amplia. Había un grupo pequeño, a la derecha, bajo el liderazgo del general Spínola, con un proyecto de poder personal. Siempre intentó imponer su programa. Perdió el mismo 25 de Abril por la noche; perdió en junio con la caída de Palma Carlos como primer ministro del primer Gobierno provisional y la designación para ese cargo de Vasco Gonçalves; pierde en otro intento el 28 de septiembre en que se alía con fuerzas neocolonialistas de Angola y Mozambique e intenta hacer un golpe conjunto. En ese momento, Spínola sale de la presidencia de la República, siendo sustituido por Costa Gomes. Y vuelve a intentar un golpe el 11 de marzo del 75.
Cada vez que Spínola llevaba a cabo un intento golpista y perdía, abría espacios para que las fuerzas más a la izquierda avanzasen. Después del 11 de marzo, cuando acababa de ser aprobado el Plan Económico de Melo Antunes, que era un plan relativamente moderado, progresista, pero pragmático, es inmediatamente anulado y sustituido por medidas radicales como la nacionalización de la banca, de los seguros y de otros sectores de la economía. A esa altura conseguimos imponer lo que habíamos prometido: elecciones constituyentes. Las elecciones se dieron y los resultados fueron contradictorios con la imagen que había del país. Los partidos que tenían aparentemente fuerza en la calle son minoritarios en cuanto a voto, y esto crea una contradicción grande. Por un lado, esas organizaciones que tenían fuerza en la calle querían imponer todavía más cambios, y por otro lado, el núcleo principal del MFA quería mantener la situación diciendo: “la Asamblea Constituyente no va a hacer grandes transformaciones sino que va a aprobar la Constitución, y después ya se verá”.
Había algunos que creían que el MFA debía transformarse en vanguardia revolucionaria y hacer la revolución popular. Eso iba contra nuestro programa, contra el compromiso que habíamos asumido el 25 de Abril. Inicialmente hubo conflictos con la derecha y después los hubo entre la izquierda. En esa línea hubo varias intentonas, como el programa Alianza del Pueblo/MFA, que llegó a ser aprobado en sus aspectos más generales, pero que nunca fue aprobado, ni mucho menos discutido, en lo específico. Después, la situación fue radicalizándose. Hay documentos nuevos, como el del COPCON (Comando Operacional del Continente)...; antes, surge el caso República (la ocupación del diario República, que era un diario moderado, por los trabajadores gráficos, lo que provocó una reacción muy fuerte del Partido Socialista); y, en un determinado punto, se produce una ruptura de hecho dentro del MFA que se prolongó hasta el 25 de noviembre. Ese día hay una última intentona desesperada y fallida por parte de la extrema izquierda, inicialmente con el apoyo del Partido Comunista, aunque finalmente éste se retiró. Aquí es cuando termina la revolución popular, se estabiliza la situación y la Asamblea Constituyente puede aprobar la Constitución, como estaba previsto, el 2 de abril de 1976.

– ¿Qué influencia crees que tuvo el 25 de Abril en el exterior?

– Pienso que tuvo una influencia muy grande en todo el mundo, sobre todo en España. Creo que sin el 25 de Abril no habría habido una transición democrática en España tal y como la hubo. El 25 de Abril obligó al poder franquista que siguió a Franco a aceptar la transición pacífica a la democracia. Por otro lado, el 25 de Abril también mostró a los españoles que, en el caso de una radicalización, podía suceder lo que en Portugal se comprobó en el 74 y en el 75, pero más intensamente, y que podía dar origen a una nueva guerra civil. Y no sucedió y avanzaron, y bien, hacia la transición pacífica a la democracia.
Tiene también una influencia enorme en el fin de la dictadura de los coroneles en Grecia. Como la tuvo en toda América Latina. Nosotros teníamos contactos con muchas unidades militares que nos buscaban, y sentíamos que en toda América Latina se abría una influencia demostrable en todos los Ejércitos, que no servían sólo para hacer dictaduras o imponer regímenes de opresión, por tanto, que no eran todos de derecha.
Tiene una gran influencia en toda África austral, porque, al acelerar el proceso de descolonización e independencia en Angola y Mozambique, ejerce una influencia directa en el fin del apartheid. Tuvo incluso alguna influencia en Filipinas; supimos que hubo algunos movimientos allá por el 25 de Abril. Y, en mi opinión, va a tener también alguna influencia en la forma en que se va a dar la caída del Muro de Berlín, porque el 25 de Abril fue muy seguido en el mundo soviético, aunque ya de una manera mucho más indirecta. El 25 de Abril es, indiscutiblemente, la primera de la tercera ola democrática en el mundo.

– Hablemos de ahora. ¿Qué principios constitucionales o leyes progresistas impulsados en el proceso del 74-75 han sido abandonados a lo largo de estos años? ¿Dónde quedó el proyecto?

– Pienso que más que ver el problema desde el punto de vista de las reformas constitucionales, con algunas de las cuales yo no estoy de acuerdo, el problema tiene más que ver con la práctica, donde ha habido un gran retroceso en relación con la justicia social, la defensa de las clases más desfavorecidas..., lo que ha permitido que la distancia entre las diferentes clases sociales se haya agrandado, que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres sean cada vez más pobres, que la clase media haya disminuido, alejándose de la clase más rica y acercándose a la clase más pobre. Los derechos de los trabajadores han sufrido un ataque muy fuerte. El reparto de las plusvalías del trabajo ha venido siendo desviado: el capital recibe un mayor porcentaje de lo que debiera percibir y el trabajo uno menor, lo que ayuda a que esa distancia, de hecho, sea cada vez mayor. La seguridad en el trabajo ha venido disminuyendo. El derecho a la salud está siendo puesto en discusión. Últimamente se ha dado una ola de privatizaciones incomprensible en Portugal. Parece que las privatizaciones son la solución a todos los males. El Estado está perdiendo capacidad, porque está vendiendo algunos bienes propios, para garantizar el bienestar de los ciudadanos, en lo que respecta a la Seguridad Social, la sanidad, la educación... De hecho, Portugal ha dado muchos pasos atrás en los últimos tiempos y se ha alejado cada vez más de lo que fue el proyecto del 25 de Abril.

– ¿Por qué calificar el 25 de Abril de revolución en vez de ruptura democrática con golpe de Estado militar? ¿Por qué rechazar la posición del Gobierno portugués actual de llamarla “evolución”?

– El 25 de Abril comienza con un pronunciamiento militar, no como una revolución. Es el pueblo portugués el que, al salir a la calle y coger las riendas de la situación en sus propias manos, transforma el pronunciamiento militar en una revolución. El mérito de los militares en ese momento fue que no se opusieron y, por tanto, permitieron que eso sucediera. Y de alguna manera, después, muchos se movieron con el proceso revolucionario. Cuando el 25 de noviembre del 75 termina la revolución popular, como no hubo contrarrevolución o una situación de derechas que anulase los efectos de la revolución popular, continuó lo que podemos llamar la revolución democrática, porque se aprobó una Constitución de forma libre, considerada como la más progresista del mundo, y se puso en práctica. Es evidente que después hubo una evolución en dos sentidos. Hay una evolución positiva en el seguimiento de lo que había sido la revolución, porque una revolución permanente no es posible. Podrá haber sueños, utopías, pero nadie conoce ni una sola revolución permanente, incluso cuando se dice que triunfaron. Por otro lado, Portugal, si bien es verdad que ha evolucionado en muchos sentidos, también ha sufrido una “involución” en otros, especialmente en los últimos tiempos.
El 25 de noviembre termina una revolución popular que no tenía condiciones para continuar en Portugal, porque si hubiese continuado uno o dos meses más, en mi opinión, hubiera dado origen a un golpe de Estado de extrema derecha o una guerra civil. En esa fecha termina, pero mantiene lo fundamental de la revolución. Por eso mismo, no tenemos hoy una revolución popular, pero mantenemos lo fundamental de una revolución democrática. Más allá de eso, la situación en la democracia tiene muchas virtudes, pero también tiene muchos defectos. La democracia no es un sistema perfecto. Antes al contrario, podemos estar de acuerdo con la frase de Churchill de que “es el menos malo de los sistemas”, pero tiene muchos defectos.

– ¿Tuvisteis alguna relación con la Unión Militar Democrática española?

– Sí, algunas unidades de la UMD nos buscaron en Lisboa justo después del 25 de Abril, y yo mismo tuve algunas reuniones con Luis Otero y con José Luis Pitarch. Ellos tuvieron también una conexión muy fuerte con el MFA. Aunque el Ejército español era muy diferente (no tenía guerra colonial), la influencia fue muy importante porque, a pesar de todo, hizo ver a los políticos españoles que era necesario tener cuidado por si se producía una ola del género de la que había habido en Portugal. Los militares de la UMD fueron muy importantes y muy patriotas, porque ellos mismos tomaron la decisión de autodisolverse cuando la Constitución española fue aprobada y la democracia fue implantada. Y pienso además que fueron maltratados por la democracia española y no fueron aún compensados ni reconocidos. Espero que el Gobierno de Zapatero haga un reconocimiento a las unidades de la UMD.


Vasco Lourenço

Vasco Lourenço es en la actualidad coronel en la reserva y presidente de la Asociación 25 de Abril, centro de documentación y difusión de la historia reciente de Portugal y punto de encuentro de militares en la reserva y en activo que participaron en la revolución de los claveles y en el proceso democrático portugués que se inició hace tres décadas. Nació en 1942 en Castelo Branco e hizo la carrera militar en el Arma de Infantería.
Capitán del 25 de Abril, se le considera el coordinador político en la preparación del golpe. Combatiente en Guinea, allí trabó amistad con Otelo Saraiva de Carvalho. Fue uno de los creadores del “movimiento de los capitanes” y miembro de la comisión coordinadora de este movimiento, que tras el 25 de Abril pasó a denominarse MFA. Un mes y medio antes del golpe, el Gobierno le trasladó a las Azores por su actividad subversiva.
Entró a formar parte del Consejo de la Revolución creado en marzo de 1975 a instancias del MFA una vez disueltos la Junta de Salvación Nacional y el Consejo de Estado, del que ya formaba parte desde julio del año anterior. Y en noviembre de ese año es nombrado, por el presidente Costa Gomes, comandante de la Región Militar de Lisboa, sustituyendo a Otelo Saraiva de Carvalho.
Permaneció en el Consejo de la Revolución hasta su disolución en 1982. En 1988 pasó a la reserva como teniente coronel.
Entre 1974 y 1975 publicó dos libros: MFA, rosto do povo y No regresso vinham todos; relato da compahía nº 2.549 (Portugália Editoria, Lisboa).